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02 de octubre de 2010

Bajo el capitalismo, todos los bienes se transforman en mercancías, en la medida en que se producen sistemáticamente con el objeto del intercambio. Con la generalización de la producción de mercancías se realizan enormes avances en la división del trabajo y se consolida la separación entre producción y consumo a nivel social. Lo específico del capitalismo es que la misma fuerza de trabajo, o sea la capacidad de trabajar de los hombres, se convierte en mercancía. Y del uso de esta mercancía por el capitalismo surge la plusvalía.

Capital y plusvalía

Hoy 1328

Generalmente se denomina capital a un conjunto de bienes de producción o a una cantidad de dinero que, aplicados a una actividad social determinada, permiten obtener como resultado un cierto beneficio o ganancia (que sería la remuneración del capital inicial utilizado o prestado).
Ni los bienes de producción ni el dinero de por sí pueden crear un nuevo valor superior al valor que ellos mismos tienen. Por eso decimos que la transformación de los medios de producción o del dinero en capital requiere su aplicación a una determinada actividad o proceso social que permita su multiplicación. Esto es: los bienes de producción o el dinero se convierten en capital en función de una relación social que permite a su detentador, llamado capitalismo, obtener después de un proceso social determinado un valor incrementado.
El objetivo central del o de los capitalistas en el proceso en cuestión es la obtención de un mayor valor o plusvalía. El capitalista lanza su dinero a la circulación, comprando mercancías, con el objetivo de obtener más dinero a través de la venta. Pero ese mayor valor (plusvalía) no puede surgir de la venta misma. Si todos pretendieran ganar aumentando sus precios, lo que uno recibe de más al vender lo perdería al comprar, y para el conjunto de los capitalistas no habría ganancia; sólo se produciría un alza general de precios.
¿De dónde proviene, entonces, el excedente de valor indispensable para que se dé el proceso de circulación del capital?
La solución para el capitalista está en adquirir una mercancía cuyo uso tenga la particularidad de producir valor. Esa mercancía es la fuerza de trabajo.
La fuerza de trabajo es la capacidad o potencial de trabajo. No debe confundirse con el trabajo mismo, es decir, con el acto de trabajar o uso de la capacidad de trabajo.
Esta diferenciación adquiere todo su sentido en la sociedad capitalista, ya que lo que compra el capitalista no es el trabajo sino la capacidad de trabajar de una persona durante un determinado número de horas o días, que luego empleará o usará en su empresa, es decir, fuera del mercado donde se realiza el acto de compraventa de la fuerza de trabajo.


El capitalista compra las materias primas, las maquinarias y la fuerza de trabajo, y usa estas mercancías para obtener un nuevo valor. Pero este nuevo valor, para justificar el proceso, tiene que ser superior a los valores adquiridos.
Este mayor valor no puede surgir de las materias primas, cuyo valor se incorpora al nuevo producto. Tampoco puede surgir de las maquinarias que transfieren sólo la parte del valor que representan su desgaste, por el uso en la elaboración del producto. El mayor valor surge de esa mercancía peculiar que es la fuerza de trabajo. Veamos.
El capitalista compra la fuerza de trabajo, también por su valor. Valor que, como el de las demás mercancías, está determinado por el trabajo socialmente necesario para producirla. Es decir, por el valor de los bienes que necesita el obrero, dentro de las condiciones histórico-sociales en que vive, para estar en condiciones de trabajar y reproducirse.
Ahora bien, el conjunto de bienes que consumen los obreros requiere un tiempo determinado de trabajo social, digamos tres horas diarias. El capitalista compra entonces el derecho de usar la capacidad de trabajo por su valor, es decir el equivalente en dinero de esas tres horas de trabajo social (lo que en esas condiciones histórico-sociales necesita el obrero para mantenerse en condiciones de producir y reproducirse). Pero lo hace trabajar, no tres, sino ocho horas, con lo que el valor que obtiene, al final de la jornada es superior al pagado. Ese mayor valor es la plusvalía.
Para analizar la plusvalía, puede dividirse la jornada de trabajo en dos partes: tiempo de trabajo necesario (el tiempo en que el capitalista recupera un valor equivalente al pagado al obrero) y el tiempo de trabajo excedente o adicional (el tiempo que le rinde al capitalista un mayor valor o plusvalía). La relación de este último respecto del primero define la tasa de plusvalía o tasa de explotación. O dicho en términos de valores: la tasa de plusvalía es la relación entre el mayor valor creado por el obrero y el valor desembolsado por el capitalista para comprar la fuerza de trabajo.
En el ejemplo que utilizamos arriba, de tres horas de trabajo necesario, si el obrero trabaja ocho horas, la plusvalía equivale a cinco horas. Y la tasa de plusvalía es de 5 sobre 3, o sea, del 166%.
La ley económica fundamental del capitalismo es la producción de plusvalía, ya que ella es la fuente de la ganancia (y del interés y de la renta, bajo relaciones capitalistas de producción).