El 14 de marzo de 1883 fallecía Carlos Marx, el gran revolucionario que dotó a la clase obrera de concepciones, doctrina, y un programa para tomar el poder.
El 14 de marzo de 1883 fallecía Carlos Marx, el gran revolucionario que dotó a la clase obrera de concepciones, doctrina, y un programa para tomar el poder.
Su gran compañero, Federico Engels, dijo con razón en su despedida: “Su nombre perdurará en el tiempo, y con él su obra”. Pues no sólo descubrió la ley del desarrollo de la humanidad, recordaba Engels: “el hecho, oculto hasta ahora por un exceso de ideología, de que los hombres necesitamos en primer lugar comer, beber, refugiarnos y vestirnos para poder después hacer política, cultivar las ciencias, el arte, la religión, etc.… Marx descubrió también la ley que gobierna el actual modelo de producción capitalista y la sociedad burguesa que ha creado. El descubrimiento del concepto de plusvalía arrojó luz de pronto sobre estos problemas que otros investigadores, tanto economistas burgueses como socialistas críticos, habían tratado en vano de solucionar”.
Pero, como también dijo Engels, Marx no sólo era un hombre de ciencia, “era, ante todo, un revolucionario. Su verdadera misión en la vida fue contribuir, de un modo u otro, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, al que él fue el primero en hacer consciente de su propia situación de necesidad y de las condiciones de su emancipación. Marx era un luchador. Y luchó con pasión y tenacidad, alcanzando un éxito sin igual.”
Hoy, a casi 130 años de la muerte de Marx, su legado conserva una vigencia incomparable. Ahí está la inmensa crisis económica que se abate sobre el mundo, cuyas causas de fondo no se pueden desentrañar sin los aportes científicos del marxismo, y ahí está también la gran oleada de luchas que conmueve gran parte de los países de África y Europa, en la que germinan procesos revolucionarios.
Procesos que confirman lo que bien concluyó Marx, analizando la Comuna de París de 1871 ”La clase obrera no puede limitarse a tomar en sus manos la máquina del Estado y ponerla en marcha tal como es, para sus propios fines” sino que debe destruirla creando su propio Estado.