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02 de mayo de 2013

Carta Abierta: ¿“Batalla” o “Cepo” cultural?

En su último documento público de agosto de 2012 –en un contexto local y regional que asume como de “riesgo”- el colectivo intelectual Carta Abierta plantea la necesidad de una nueva reforma constitucional en la Argentina, como forma de viabilizar la posibilidad de re-reelección de Cristina Kirchner en la elecciones nacionales de 2015, asegurando así la hegemonía del “kirchnerismo” dentro del bloque de las clases dominantes. “¿Cómo no reconocer que Argentina necesita una nueva Constitución? El proceso de transformación en curso que en nuestro país reconfigura la nación es parte del fenómeno que recorre Sudamérica. Y este fenómeno, sea que atraviese momentos de bonanza como de riesgo, merece una altura constitucional diferente” .1
Previo a ello –y tras el impactante triunfo electoral de C. K. en el 2011, con el 54% de los votas- Carta Abierta había reafirmado la postulación del “kirchnerismo” como la “evidencia política e institucional de un heterogéneo subsuelo popular irredento en incesante movimiento, capaz de establecer los núcleos programáticos de una nueva etapa argentina, en plena ocasión de una crisis de hegemonía de dimensiones y, a la vez, como un inusitado giro de la historia” .2
Tal es el carácter fundacional que atribuye Carta Abierta al proceso iniciado con la asunción presidencial de Néstor Kirchner en el 2003, al cual postula como “heredero e intérprete de la movilización social, viendo en lo popular no sólo los rostros de las víctimas del orden en crisis, sino también los de una organización de la que no se podría prescindir”3. Vale decir, emergente de la “larga trama de necesidades populares y lucha por resolver esas necesidades” desnudadas por el Argentinazo.
Hemos planteado nuestro desacuerdo con esta interpretación no bien tomara cuerpo, tras la muerte de Kirchner, sosteniendo que – incluso desde la versión hagiográfica4 que comienza a elaborarse entonces – Kirchner lejos de ser emergente de esa movilización – había surgido como expresión de la necesidad del conjunto de las clases dominantes de clausurarla, a la vez que siendo él mismo cabeza de una de las fracciones en disputa por la hegemonía.
Es esa disputa – y dentro de ella el peso del kirchnerismo – la que explica la ruptura de Kirchner con Duhalde – expresada de manera no traumática con el alejamiento del Roberto Lavagna del gobierno- así como los posteriores – y más álgidos – enfrentamientos con Techint y, principalmente, el grupo Clarín.5 Y es la rebelión agraria y federal de 2008 el escenario detrás del cual la misma cobrará visibilidad pública y el kirchnerismo doblará su apuesta por la hegemonía, objetivo difícil de coronar sin plantear simultáneamente, en el plano ideológico, la “batalla cultural”.
Este es el contexto y la razón del surgimiento de Carta Abierta, como agrupamiento de intelectuales, en el transcurso del conflicto agrario.
A lo largo de 12 documentos, y en pos de ese objetivo, Carta Abierta ha trazado mal -bajo el paraguas teórico-filosófico de la “razón populista” de E. Laclau6- la línea divisoria entre amigos y enemigos dentro de la necesaria demarcación de campos entre el pueblo y la oligarquía y el imperialismo, no obstante lo cual ha logrado, parcialmente, instalarla en el terreno intelectual de los sectores populares, nacionales y democráticos.
La discusión fue, y sigue siendo, su asimilación del kirchnerismo al campo del pueblo y, por consiguiente, la caracterización de su proyecto como “nacional y popular”, en lugar de considerarlo, como es en realidad, uno de los grupos de burguesía intermediaria, hoy hegemónico, y principal impulsor actual del “modelo” agro-.minero-petrolero impuesto progresivamente en la Argentina a partir de la última dictadura militar.
Ese y no otro fue el debate durante el conflicto agrario, en el que Carta Abierta proporciona al gobierno el argumento del “clima destituyente”, caracterizando la rebelión agraria y federal más importante desde el Grito de Alcorta en una “dura confrontación entre los sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta”, obviando que el esquema de retenciones de la resolución 125 – elevadas del 35 al 42%, y además móviles – al no discriminar entre pequeños o grandes productores los unificó, con la diferencia que para los primeros no se trataba sólo de un problema de rentabilidad sino de sobrevivencia, al reavivar el riesgo concreto de su desaparición, como acaeciera en los años ´90. Y que esa fue la razón legítima de que fueran el protagonista central de los cortes y movilizaciones en todo el país, incluyendo la adhesión de las capas medias urbanas.7 El gobierno siempre lo supo, lo cual resalta el cinismo con el cual opera hoy en relación al riesgo de nuevos reclamos de la Mesa de Enlace: “la lógica es que cada entidad agropecuaria tiene distintos problemas. Los productores que pertenecen a la Federación Agraria tienen 50 has, mientras que los que están enrolados en la Sociedad Rural tienen 15.000 has”.8
Ya en su documento fundacional Carta Abierta plantea – además del “clima destituyente” – el motivo principal de la “batalla cultural” del gobierno hasta el reciente 7D de 2012: el combate por los medios masivos de comunicación: “En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de la política, del arte, de los saberes y conocimientos” Tal complejidad “exige, en la defensa de posturas, creencias y proyectos democráticos y populares, una decisiva intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el plano de los imaginarios sociales”9. Y, al finalizar el conflicto agrario y en medio de un gran debate colectivo por comprenderlo, Carta Abierta agrega su postulación de la conformación de una “nueva derecha en la Argentina” capaz de travestir su discurso, dislocando la relación entre las palabras y los hechos: “la nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adoptando los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes”.10
Es necesario reconocer que en este ejercicio Carta Abierta obtuvo, en gran medida, un logro importante: convertir al gobierno de victimario en víctima, instalando un “cepo” intimidatorio tendiente a inhibir la emergencia de cualquier tipo de duda: criticar al gobierno es hacerle el juego a la derecha. Como ha sido señalado con acierto: “Debemos reconocer al kirchnerismo un acierto importante: siendo gobierno ha logrado exhibirse como si fuera oposición. Esto se acompaña de un discurso épico en el que Cristina Kirchner se autoproclama abanderada de las necesidades y anhelos de los sectores más desposeídos mientras enmascara los reales intereses que defiende”.11
Asesinatos como el de Mariano Ferreyra, pocos días antes de la muerte de Kirchner, no son explicables sin la trama de complicidades que involucran a Pedraza, la dirección de la Unión Ferroviaria, los concesionarios ferroviarios y la Secretaría de Transporte del gobierno, implicados en una trama de negocios que mueve millones de pesos.
El asesinato de Roberto López y otros integrantes de los qom de La Primavera que defienden sus tierras tampoco puede ser explicado sin el formidable negociado inmobiliario del gobernador kirchnerista Insfran con ellas, mediado por la Ley de Reordenamiento Territorial, por él impulsada.
La represión sobre los vecinos de Soldati en el Indoamericano fue obra mancomunada de la Policía Federal, entonces bajo la conducción de Nilda Garré, y la Metropolitana, junto a grupos mafiosos.
Ninguno de esos crímenes puede exculpar, después de diez años, al gobierno kirchnerista y ser vagamente imputados a “la reacción del viejo orden neoliberal” frente a su política “progresista” ”la actual carencia de perspectiva electoral lleva a que la fuerza destituyente pase por la violencia, además de la inflación y del ininterrumpido trabajo de erosión del gran empresariado massmediático”.12
Carta Abierta diluye dentro de la contradicción entre gobierno y Estado el peso hegemónico adquirido por el kirchnerismo en este último tanto como grupo económico propio – Lázaro Báez, Cristóbal López, Electroingeniería, etc. más “socios eventuales” como Eskenazy u otros (rasgo que sus opositores de las clases dominantes denominan como “capitalismo de amigos”) como en el control del aparato represivo (Icazuriaga en la SIDE, Garré en Defensa y el flamante Ministerio de Seguridad): “fue Cristina Kirchner quien hizo notar que el gobierno del Estado y poder real no son sinónimos: cuanto más crece la brecha entre ambos más conflictividad, tanto una oportunidad como un peligro, si no se toma nota de lo que está en juego en la situación ni se actúa en consecuencia”.13
A partir de esta fundamentación podemos entender el planteo implícito en el “vamos por todo” que cobrará cuerpo a partir de las últimas elecciones, así como la reiterada excusa de las responsabilidad propias dentro del “magma de los asuntos pendientes”: “Porque se hizo mucho, precisamente, es que sale a reclamar atención lo aún no hecho. Tan vasto es el deterioro que produjeron la dictadura y los gobiernos neoliberales que ningún esfuerzo reparatorio puede completar la tarea”.14
Siguiendo esta lógica, Carta Abierta no se pronunció acerca de casos de corrupción que involucran profundamente al kirchnerismo como Sueños Compartidos, la tragedia de Once, ni sobre la creciente represión y criminalización de la protesta social, la sanción de la ley antiterrorista, el traslado de detenidos a Campo de Mayo, el “asadito” en la ESMA.
Pero la diferencia entre los tiempos celebratorios de la Carta de la Igualdad de 2011 y la actualidad está en el cambio del “humor social”. “Más acá, en nuestra Argentina, de las elecciones que dieron un triunfo contundente a Cristina Kirchner, hemos pasado al día después. Los síntomas de la crisis han empezado a manifestarse sin dar casi tiempo a los festejos oficiales. Los signos no se reducen a la desenfrenada compra de dólares: se traducen en el recorte de subsidios y consecuente aumento de tarifas, en las primeras suspensiones y vacaciones forzadas en las automotrices, en la plancha que hacen los salarios frente a la suba sin límites de los precios”, expresaba en una editorial la revista La Marea.15
Provocó gran impacto, a comienzos de 2012, la aparición, entre la intelectualidad popular, nacional y democrática hasta entonces hegemonizada por el kirchnerismo, de Plataforma 12, que en su documento constitutivo expresaba: “ Si algo nos define como intelectuales es pensar sobre el mundo y la sociedad en la que vivimos, poner en cuestión los problemas que nos plantea, promover el debate de ideas, intentar leer más allá de la letra manifiesta y visibilizar lo oculto, tratar de salir de la mera apariencia de los efectos para bucear en las causas que los determinan. (…) No encontramos este ánimo en algunos trabajadores del campo de la cultura, a quienes hemos respetado y queremos seguir respetando, pero que al colocarse como voceros del gobierno han producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica.”16 Cabe decir lo mismo que de Plataforma 12, de las denuncias de Miguel Bonnaso, Mario Cámpora17 y Victoria Walsh (ver recuadro).
Cuando Darin, con ingenuidad o sin ella, interroga sobre el origen del ofensivo crecimiento patrimonial de los Kirchner está impactando en la línea de flotación del kirchnerismo, frente a la cual cualquier apelación a “hacer el juego a la derecha” está finalmente destinada a fracasar. Es la línea a la que se refiere Miguel Bonasso, al explicar su ruptura con el kirchnerismo: “cuando algunos kirchneristas tardíos me exhortan a volver, ‘para no hacer el juego a la derecha’, suelo responder con un apotegma inevitable: “Afanar no es progresista” .18
La indignación y el dolor, expresados con altavoz – como en la conmemoración del primer aniversario de la masacre de Once, o las masivas movilizaciones por Marita Verón – o de manera sorda, recorren hoy innumerables rincones de nuestro país. Constituyen la expresión real de la memoria, en contraposición a las miserias de un relato que pretende distorsionarla, como parte de su estrategia de dominación.