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20 de noviembre de 2019

Hace más de un mes que el pueblo tomó las calles

Chile: una rebelión histórica

Impresiones de la delegación del PCR de la Argentina en el hermano país.

El lunes 11 y martes 12 estuvimos en el país transandino. Llegamos primero a Valparaíso donde concurrimos a la Alcaldía, dirigida por Convergencia Social, organización que integra el Frente Amplio, donde dialogamos con funcionarios comunales y con referentes sociales. En Santiago nos entrevistamos con representantes de la CUT (Central Única de los Trabajadores), con el sindicato de la Industria de la Confederación de Trabajadores Metalúrgicos, miembros del Movimiento Movilizate, con el recientemente creado Partido Igualdad y con la organización política Revolución Democrática, fuerza también integrante del Frente Amplio que cuenta con un senador nacional. A la vez, conversamos con vecinos de distintos cabildos barriales, y participamos de las movilizaciones, centralmente de la gigantesca marcha del martes 12 en el marco de la huelga nacional.

Chile despertó
Si la realidad de por sí es compleja, en los momentos de auge y de levantamientos populares intentar reflejar la riqueza de todos sus aspectos es sumamente más costoso. La primera impresión al llegar a Chile es que las paredes hablan, las pintadas y grafitis se han apoderado de los muros con aires de Mayo francés: “Chile no te vuelvas a dormir”, “Apaga la tele y vení a luchar”, “Renuncia Piñera”, “Asamblea Constituyente”, “La guerra es contra el orden”, “Pacos asesinos”, “Si la revolución es necesaria la revolución es posible”, “Piñera asesino igual que Pinochet”, “El miedo cambió de clase”, “Si no hay pan para el pobre no habrá paz para el rico”, “No nos callamos más”, “Macri ya fue, falta Piñera”.

Chile despertó y está en ebullición, con un profundo movimiento que ha surgido desde abajo y con un impresionante protagonismo de las masas juveniles. Miles de cabildos y asambleas barriales que se autoconvocan, discuten todo y planifican sus acciones. Se entrelazan y cruzan pequeñas manifestaciones y acciones políticas y culturales por todos lados. Los días cotidianos se han transformado en un fixture de lucha. Como nos decía un vecino: “Nos enseñaron que no había que discutir de política, religión y fútbol en las casas, pero ahora todos discuten todo”. Fenómenos impensados hace un mes se multiplican, hinchadas rivales que se juntan para enfrentar la represión, perros como el “Matapacos” que se transforman en símbolos de la lucha, movilizaciones con miles de pancartas y carteles tratando de expresar las voces que estaban calladas, la bandera mapuche levantada por miles expresando el reconocimiento a la resistencia de los pueblos originarios, pañuelos verdes que levantan la revolución feminista, monumentos coloniales que se derriban y plazas que se renombran como la plaza “Dignidad” (ex plaza Italia). Resurgen como himnos nacionales las canciones de Víctor Jara y Violeta Parra.

Sólo para tomar dimensión de la profundidad de la rebelión popular, en el día de la huelga general se realizaron marchas, cortes y enfrentamientos en toda la extensión de Chile, hasta hubo protestas en la Isla de Pascua y en la Antártida. En Santiago hubo en el mismo día dos marchas: una al mediodía, de más de 300 mil personas y otra a la tarde, como continuación de la primera, de más de 500 mil manifestantes. Se calcula que un 20% de la población está movilizada y que el gobierno tiene menos de 10% de imagen positiva.

La cuestión de la violencia se ha puesto en debate y existe un amplio consenso social sobre la necesidad de una autodefensa de masas, sobre todo ante los brutales ataques represivos, que ya cuentan con más de veinte muertos registrados, miles de detenidos, violaciones y torturas que no se han detenido, y más de 200 personas con pérdidas de visión por los perdigones, cifra superior a la del conflicto de Gaza. La preparación para las marchas es de masas con cortes y barricadas, el kit de lucha es moneda corriente: zapatillas, pañuelos y rociadores con bicarbonato y limón. Un gran sector juvenil se prepara para el combate con capuchas, escudos, cascos, anteojeras. Ciclistas que coordinan escraches y actúan en el combate. La planificación es tal que se observó cómo los manifestantes derribaban un drone policial con cientos de punteros láser. “Ya van a ver, ya van a ver, las balas que nos tiran las vamos a devolver”, se gritaba en la marcha del día del paro nacional.

El “modelo” chileno
El volcán subterráneo que estalló hace un mes no fue simplemente por el aumento del transporte sino, como dice la consigna popular, por 30 años de políticas brutales de ajuste, privatización y entrega, que vienen desde la época de la dictadura.

En Chile nada es público y todo es privado. La salud no es gratuita y los remedios cuestan 10 o 20 veces más que en nuestro país. Nos decían: “Si te enfermas y no tienes plata te mueres”. La educación es arancelada y una carrera universitaria cuesta entre 30 mil y 50 mil dólares, que los estudiantes tienen que pagar en forma de préstamo con cuotas mensuales de cerca de 500 dólares, por décadas. El sistema jubilatorio es privado (AFP) y un trabajador pasa a cobrar el 25% de su salario una vez retirado. Las microcasas, algunas de 30 o 50 metros cuadrados, cuestan más de 50 mil dólares y se puede pasar una vida pagando sus cuotas. El agua es privada y se llega a la paradoja de que hay para las mineras y para las grandes producciones de palta, pero no para pueblos enteros.

En el Chile de Piñera y de las coaliciones gobernantes, se vive para pagar deudas. La usura de los bancos es brutal, hasta los alimentos se pagan con tarjetas de crédito. El sistema financiero envuelve y atrapa con sus mecanismos usureros a millones de chilenos.

La flexibilización laboral es feroz, no hay convenios por ramas y las patronales negocian por empresa. Las reformas laborales han buscado fragmentar al máximo la organización sindical, permitiendo que con sólo ocho inscriptos se forme un sindicato en una empresa. Esto lleva a que en una empresa haya múltiples convenios y múltiples sindicatos. Un dirigente de la CUT nos contaba que una de las mineras más grandes tiene sólo el 10% de sus trabajadores registrados y que el resto está tercerizado. Las jornadas laborales están sujetas a la decisión de las patronales y el salario básico promedio es de 360 dólares, lo que no alcanza para cubrir las necesidades básicas. Por eso ha surgido con fuerza el reclamo de las 40 horas de trabajo semanal y elevar el salario básico a 600 dólares.

La famosa “libertad de comercio” que se expresa sobre todo en el TTP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) aprobado este año, intensificó la dependencia de Chile bajo la órbita de EEUU y profundizó la matriz de exportación de materias primas y de importación de manufacturas. El “modelo” es tal que en Chile casi todos los productos manufacturados son importados y no hay prácticamente industria nacional, solo producción agropecuaria o extractiva.

Este “modelo” es posible por la Constitución de 1980 elaborada en tiempos de Pinochet, que es un candado para asegurar las políticas de ajuste y entrega y las decisiones centralistas y unitarias de los gobiernos que en su alternancia no han modificado la estructura dependiente, latifundista y desigual de Chile, que beneficia a las siete principales familias oligárquicas que manejan junto con los monopolios extranjeros las principales palancas económicas, entre las que se encuentra el grupo económico del propio presidente.

Ya nada volverá a ser igual
Este 18 de noviembre se cumple un mes del estallido social y a pesar de la represión violenta y del desgaste que busca instalar el gobierno, lejos de disminuir, la lucha se multiplica e intensifica. Las múltiples demandas populares tienen un punto de unidad en el pedido de Asamblea Constituyente, para derribar la constitución dictatorial que impide cualquier cambio estructural. En este reclamo se integra el conjunto de demandas, sobre todo transformar en verdaderos derechos sociales la educación y la salud, romper con el sistema jubilatorio privado, nacionalizar los recursos y bienes fundamentales como el agua y la minería, elevar el salario y terminar con la flexibilización laboral, etc.

El movimiento que ha explotado desde abajo no tiene dueño y tiene el protagonismo de los millones que estaban silenciados. Al calor de las nuevas formas de organización como los cabildos barriales, que buscan coordinar acciones, se articulan las organizaciones políticas, sociales y sindicales que intentan agruparse en torno a la Mesa de Unidad Social, que integran los principales sindicatos (mineros, portuarios, metalúrgicos, estudiantiles, etc.). A la vez, la falta de una organización política revolucionaria reconocida de masas tiñe el propio proceso.

Después del impactante paro del martes 12, la mayoría de la oposición parlamentaria se unificó en torno al reclamo de una Asamblea Constituyente. El gobierno tuvo que acordar y acceder, a través de un acuerdo parlamentario, a la convocatoria de un plebiscito para abril del 2020, que pondrá en consideración la elaboración de una nueva Constitución (sí o no) y su forma (mediante el Congreso vigente en la actualidad o a través de la elección de delegados para una Convención Constituyente).

Si bien esto implica un gran paso, presenta múltiples peligros ya que el acuerdo alcanzado impone la necesidad de contar con dos tercios de los votos de la Convención para la aprobación de artículos estratégicos de la nueva constitución. Por otra parte, para la elección de los miembros a la Asamblea Constituyente rige la misma normativa que para la elección de diputados y senadores, es decir únicamente a través de partidos políticos oficializados, lo que excluirá la representación directa de referentes de organizaciones sociales, sindicales, originarias y estudiantiles. Con respecto a esto último el diputado del Frente Amplio Gabriel Boric adelantó que dará debate en el Congreso para que dirigentes de movimientos sociales puedan presentarse en listas independientes en las mismas condiciones que los partidos políticos.

Es decir hay un gran peligro, ya que las clases dominantes buscan diluir el proceso de luchas y encorsetar la nueva constitución. Como hemos observado, la lucha profunda no se detendrá si no se resuelven las grandes demandas sociales y el pueblo no está dispuesto a abandonar las calles.

Con relación a esto último, presentantes del Frente Amplio y otros sectores del arco opositor debaten la necesidad de discutir ya una “agenda corta”, porque el pueblo no puede esperar más de un año para la resolución de sus urgencias. Esta “agenda corta” tiene que ver con cuestiones que hacen al reclamo de una vida digna que se expresa en las calles (“El pueblo está en las calles y exige dignidad” se grita en las marchas): aumento real de salarios y pensiones (no maquillaje como lo propuesto por el gobierno) condonación de las impagables deudas de los estudiantes y egresados con los bancos, rebaja inmediata de los medicamentos, etc.

La rebelión de Chile ha hecho estallar el modelo que el FMI busca extender por todo el continente. Pero la heroica lucha del pueblo chileno, junto con la del pueblo ecuatoriano, haitiano y con la inmensa reacción del pueblo boliviano ante el golpe de Estado, muestran el faro para el conjunto de los pueblos explotados y oprimidos por los imperialismos y los gobiernos lacayos de turno.

Es la hora de los pueblos de Latinoamérica y de la solidaridad internacional para enfrentar a los mismos responsables de los golpes de estado, el saqueo y la explotación. Como hace 200 años nuestros pueblos se unieron para terminar con la dependencia colonial, hoy más que nunca urge la unidad de los pueblos del Sur para terminar con las nuevas dependencias y sus políticas de ajuste y opresión, para que demos vuelta la tortilla a favor de las mayorías ignoradas, para que, como dirían los patriotas de Mayo: “no mudar de tiranos sino terminar con la tiranía”.

Escriben Facundo Guerra y Jaime Valls

Hoy N° 1792 20/11/2019