5. La interna peronista que se desarrolló en el mes de julio de 1988 se constituyó en un hecho político nacional. En ella triunfó Menem sobre Cafiero en casi todo el país. El resultado produjo un cambio brusco de la situación política nacional y abrió un período de grandes cambios y reagrupamientos de fuerzas. Se entró en un nuevo momento político.
Los resultados demostraron que en las complejas condiciones posteriores a la dictadura militar, las masas obreras y populares (en especial las influenciadas por el peronismo) buscaban un camino para terminar con la política antipopular y antinacional del alfonsinismo, reagrupar sus fuerzas y pasar a la contraofensiva. Castigaron el 6 de septiembre esa política en las urnas. Descontentos con la conciliación de Cafiero con Alfonsín, la mayoría se apartó de él en la interna del PJ. Un hecho que tuvo mucha importancia fue el enfrentamiento en ese momento de Cafiero con la corriente sindical y política liderada por Lorenzo Miguel. La clase obrera se unió mayoritariamente en el apoyo a Menem, y esto influenció a sectores muy vastos. Grandes sectores de masas, especialmente los más explotados por la política oficial, tuvieron confianza en que el triunfo de Menem iba a ser positivo para ellas. Y como señaló el Comité Central del 10/10/88:
“no sólo masas peronistas, un sector muy importante de mujeres, jóvenes y capas medias bajas (cuentapropistas y jubilados) que votaron por Alfonsín o al Partido Intransigente en 1983, 1985 e incluso 1987, tienen expectativas esperanzadas en un posible triunfo electoral menemista. Una esperanza con grandes interrogantes. Pero esperanza de que lograrán un alivio a su actual situación desesperante. Una esperanza que no mella su decisión de luchar por mejorar ya sus condiciones de vida y de trabajo”.
El resultado de la interna peronista trastocó los acuerdos de las clases dominantes. Agudizó la lucha interna en la UCR, dado que en agosto ya las encuestas daban ganador a Menem. Igualmente sucedió en todos los partidos y dejó sin posibilidades propias a las fuerzas socialcristianas y socialdemócratas. Los socialdemócratas europeos tuvieron mucha fuerza en el entorno de Alfonsín, y se esforzaron por tomar posiciones alrededor de Cafiero.
El socialcristianismo, a través de fundaciones como la Konrad Adenauer, apoyó financiera y políticamente a Cafiero. Pero no veía con desagrado ni consideraba malo para sus intereses el posible triunfo electoral de Angeloz. En el terreno sindical se produjo un reagrupamiento de fuerzas con nuevas alianzas y enfrentamientos. Se polarizó aun más el movimiento estudiantil en el que Franja Morada logró revertir la tendencia declinante que se manifestaba en 1987 y ganó numerosas elecciones de centros.
– El triunfo de Menem del 9 de julio contribuyó a terminar de hundir las variantes que pretendían recauchutar el Plan Austral, lucha en la que nuestro Partido jugó un papel muy destacado. Y el resultado de la interna peronista abrió también una nueva instancia en la crisis militar, por cuanto Caridi vio debilitarse en la dirección del peronismo a quienes en Semana Santa y en enero de 1988 habían respaldado sin retaceos a la cúpula del Ejército. Y de hecho se replanteo una cuestión: yanquis, rusos, y la mayoría de los europeos, vienen cabalgando desde 1971 predominantemente en la corriente liberal. Especialmente los prosoviéticos. Los apoyan porque son imperialistas y la corriente liberal es ideológicamente invertebrada, proimperialista y proterrateniente. La corriente nacionalista –como se demostró en abril/mayo de 1982– no les es confiable por cuanto puede transformarse fácilmente en antiimperialista. Para las superpotencias en el mundo actual no hay espacio para las fuerzas nacionalistas (Comité Central, noviembre de 1988). Estas, a partir sobre todo de julio, pasaron a ser constitucionalistas; porque consideraron que el posible triunfo peronista les podía permitir reconquistar posiciones.
– A partir del triunfo de Menem en la interna peronista los acontecimientos políticos se precipitaron. Estuvieron determinados en última instancia por la tremenda situación social de las masas y por la crisis económica. Pero, como señaló el Comité Central del 1º y 2 de octubre de 1988: “tienen su especificidad y deben ser analizadas en concreto, ya que los marxistas nos oponemos a todo análisis mecanicista de la realidad que niegue importancia a los hechos que suceden en la superestructura política. Para nosotros los marxistas sólo en última instancia la política puede ser explicada por el determinismo de las leyes económicas”. ¿Qué fue lo que cambió el 9 de Julio? La evidencia de que el candidato radical muy difícilmente podría llegar a ganar las elecciones de mayo de 1989, con todo lo que ello significaba para la estabilidad y continuidad del rumbo general que se venía aplicando en el país.
No obstante ello el gobierno, con el apoyo de lo fundamental de las clases dominantes, no cejó en sus maniobras tendientes a aislar, dividir y derrotar al peronismo. Y puso de manifiesto que estaban dispuestos a utilizar cualquier medio para revertir la situación y, en caso de fracasar, crear hechos que condicionaran al máximo al nuevo gobierno con vistas a retomar el control a corto plazo. La conciencia de esta situación por parte de nuestro Partido en esos momentos fue de gran importancia para el desarrollo de su acción.
Todas las fuerzas comenzaron a trabajar, como dijimos entonces, con dos boyas a la vista: las elecciones de 1989 y el posterior gobierno menemista. Fue evidente asimismo que, no obstante apoyar el rumbo general de Alfonsín-Angeloz-Caridi, numerosas fuerzas, –en particular los sectores prosoviéticos y del centro izquierda socialdemócrata y socialcristiano– se esforzaron por ubicar figuras y organizaciones para rodear y condicionar a Menem. Desde hombres como Cavalieri y Rodríguez, hasta sectores como Montoneros, etc. En esos meses trascendió la labor de un gabinete de crisis presidido por el General Chasseing en el Ministerio de Defensa, cuyo objetivo fue dirigir y coordinar junto con Alfonsín todo este operativo político, militar y económico.
Menem resistió esas presiones. Y designó a su vez lo que se dio en llamar los 12 Apóstoles, en los que tenían mayoría los sectores nacionalistas. Dijo el Comité Central en aquel entonces: “Siendo como es un dirigente reformista pragmático ha ido produciendo declaraciones que conforman a todos sus oyentes”. En cuanto a la tonalidad con que iba a teñir su campaña electoral, agregó: “Pero suavemente se ha ido colocando en posición de centroizquierda al plantear como eje de su línea: liberación o dependencia, no a la amnistía, salariazo, defensa del mercado interno, período de gracia en el pago de la deuda externa por cinco años para desarrollar la producción, defensa de la utilización de la violencia por organizaciones como la de Montoneros en épocas de la dictadura onganiana, mantener a la Argentina en No Alineados, etc.”.
El triunfo del menemismo, como hemos referido, trastocó bruscamente los planes de las clases dominantes, en especial del alfonsinismo; por lo que intensificaron su propaganda provocadora y gorila.
Un hecho que llevó confusión y que se reflejó en el Partido fue la intromisión gubernamental en la interna peronista tendiente a estimular la división del peronismo. Campaña que tenía por otra parte operadores en todas las tendencias del mismo. Más aun, a una semana de la realización de dicha elección se evidenciaron serios intentos rupturistas. Pero éstos fueron desbaratados y posteriormente sepultados por el resultado electoral del 9 de julio. Esta situación se generó en un proceso político muy complejo y en el que influyeron hechos como las posiciones conciliatorias de Menem y Duhalde en distintos momentos del gobierno de Alfonsín y la participación de abiertos colaboracionistas sindicales con la dictadura y el alfonsinismo en el frente sumamente heterogéneo con el que le enfrentó a Cafiero.
Los hechos pusieron de manifiesto que lo más oprimido y explotado de la masa peronista por encima de estructuras partidarias se había unido por abajo, rechazaba los intentos de división, y deseaba con la fórmula encabezada por Menem abrir un camino de cambios. De cambios por la vía electoral, pero de cambios profundos en la vida política nacional.
Si bien hubieron compañeros y organismos que señalaron correctamente el proceso que se estaba desarrollando, en general el Partido tardó en comprender los cambios operados antes y despues del 9 de julio. Eso se evidenció, por ejemplo, en las discusiones realizadas en torno a nuestra línea en el proceso electoral de la UOM. La comprensión acertada del mismo nos permitió ubicar con claridad el blanco y avanzar en distintas seccionales.
6. Ante el desborde inflacionario que sepultó el Plan Austral y sus posteriores variantes de ajuste, el gobierno alfonsinista, con el apoyo del FMI y los acreedores externos, lanzó un nuevo plan antiinflacionario: el llamado Plan Primavera. Su finalidad, como lo denunció nuestro Partido, era esencialmente electoral. El plan volvió a aplicar un nuevo y violento freno a la actividad económica y una vez más la variable de ajuste fueron los salarios. Por eso la suerte del Plan Primavera dependió de las luchas de masas obreras y populares, y de los sectores patrióticos de la burguesía nacional afectados por el mismo.
– El 9 de septiembre de 1988 se desarrolló un nuevo paro nacional convocado por la CGT. El paro fue impuesto por el descontento de las bases sindicales. Una tremenda presión de los elementos colaboracionistas con el alfonsinismo se desplegó para impedirlo, y de última imitarlo y condicionarlo. Venciendo muchos obstáculos el paro fue exitoso. La concentración: en Plaza de Mayo superó las 40.000 personas. La movilización fue mayor que la del acto en Matanza en diciembre de 1987 y el paro tuvo mayor acatamiento que el realizado el 13/4/88 en solidaridad con los docentes. Fue un paro político. El documento de la CGT, partidos políticos y organizaciones agrarias leído en la Plaza tuvo un contenido marcadamente opositor, en defensa de las grandes masas populares, del mercado interno, la industria nacional y las empresas estatales. En todas las grandes empresas se dio una lucha política intensa antes del paro. El Partido jugó un papel destacado, y en ocasiones decisivo, para lograr su éxito en muchas empresas de concentración. Planteamos como línea divisoria: con el paro y la movilización o con Alfonsín y su política.
La dirección política del peronismo, en especial sectores menemistas preocupados por llegar a mayo del 89 y temerosos de las provocaciones que ya se anunciaban (y que nosotros previamente, denunciamos públicamente en el HOY ) trataban de impedir o achicar el paro.
El MAS reiteró su línea rompehuelgas que había usado para el paro de diciembre del 87 y la huelga docente. Cuando el 9 de septiembre a la tarde el centro de la lucha de clases, la lucha nacional y democrática pasó por la Plaza de Mayo, el MAS no estaba allí.
La movilización del 9 volvió a demostrar la debilidad de las columnas de algunas grandes empresas. Debilidad ésta que, como analizamos en ese momento, “plantea una gran responsabilidad para el Partido en cada movilización futura para asegurar la participación de las columnas del proletariado industrial.”
Tuvo una enorme importancia que miles de manifestantes cercados por las fuerzas represivas enfrentaran a éstas combativamente obligándolas a retroceder. Como quedó claro a través de múltiples hechos, desde el Ministerio del Interior dirigido por Nosiglia, el alfonsinismo no sólo reprimió violentamente a la concentración, sino que montó una gran provocación con agentes que se dedicaron a incendiar y saquear comercios y edificios de la zona para luego intentar atribuírselos a los huelguistas y manifestantes.
Pero la provocación fracasó ante la decisión de la CGT de desenmascararlos y resolver un nuevo paro nacional de repudio.
– La decisión de la CGT de realizar un nuevo paro el día 12-9-88 fue correcta. Enfrentó una tremenda presión para que no se tomase esa decisión, y una vez tomada para que se la levantase. Un arco opositor muy amplio y heterogéneo apoyó el paro. Menem finalmente lo apoyó y denunció la provocación y la represión del día 9 como una manifestación autogolpista. La clase obrera se colocó en el centro y como abanderada y organizadora de la más amplia protesta democrática de ese período. El paro fue muy grande, especialmente en el proletariado industrial. Permitió a las fuerzas opositoras pasar a la contraofensiva luego de la campaña publicitaria del 9 a la noche y días posteriores; campaña ésta que agitando el espantajo del caos peronista ganó o afirmó muchos votos femeninos, juveniles y de las capas medias para la UCR. La contraofensiva del 12, al resultar exitoso el paro, permitió limitar los efectos de esa campaña.
Numerosas comisiones internas y cuerpos de delegados produjeron resoluciones muy importantes por su contenido político y exigieron, como lo hizo también el Congreso de CTERA, proseguir la lucha organizada.
– En todo este último período nuestro Partido avanzó. Ganó puestos de dirección en varias comisiones internas de grandes empresas de concentración del proletariado industrial, empresas en las que trabajan más de 20.000 obreros. Avanzamos en seccionales de ATE en varias provincias y en importantes comisiones internas de empresas estatales. El proceso preelectoral nos permitió avanzar en metalúrgicos, conformando listas clasistas en dos importantes seccionales y avanzando en Avellaneda y en Capital. Avanzamos en SUPA y marítimos. Luego de la huelga docente ganamos posiciones en CTERA, gremio en el que tenemos una fuerza nacional y dirigimos seccionales que desempeñaron un destacado papel en todo el proceso de lucha y organización del gremio. Fuimos los artífices de la unidad de la oposición en FATRE sobre la base de la unidad de clasistas-peronistas-comunistas revolucionarios.
Es importante también el papel del Partido en la organización de los Sindicatos de Empleadas Domésticas en varias provincias, en particular en Rosario y La Pampa.
Simultáneamente se evidenció, como lo analizamos autocríticamente en el Comité Central, nuestra debilidad en el SMATA y el error de no luchar por conformar una lista nacional en el gremio, asi como la necesidad de concentrar realmente nuestro trabajo en la Capital Federal, Avellaneda, Matanza, Caseros y San Martín en el gremio metalúrgico. Lo mismo en Villa Constitución, en donde emergió una amplia oposición al colaboracionismo de Piccinini. Así como también desarrollar mejores esfuerzos para avanzar en los centros de producción petrolera, en el carbón, en el aluminio, en Luz y Fuerza y en la Construcción.
– Estos avances fueron fruto de la línea de frente opositor. Esta línea se comprobó como una línea táctica justa porque partió de una correcta caracterización del gobierno de Alfonsín. Este fue el mayor acierto político del Partido desde el Cuarto Congreso en adelante. Debimos nadar contra la corriente mucho tiempo, pero como teníamos razón –y la teníamos porque caracterizamos acertadamente la estructura del país y la revolución que éste necesita, el significado del latifundio y el carácter socialimperialista de la URSS y su presencia en el país– pudimos resolver acertadamente la caracterización de Alfonsín y su gobierno.
– La línea del frente opositor fue además una línea táctica correcta, porque el momento político concreto no es un momento de asalto al poder. Es un momento de preparación, de acumulación de fuerzas. Siempre la acumulación de fuerzas es una tarea revolucionaria, pero hay períodos y momentos en que es la tarea central. Y la táctica fue justa porque tuvo en cuenta la correlación de fuerzas real en la clase obrera, en donde el peronismo es predominante y en donde es imposible avanzar, reagrupar las fuerzas golpeadas desde el 76 y crear las condiciones para pasar a la contraofensiva, sin una justa política de frente único con esas grandes masas influenciadas por el nacionalismo reformista. El sectarismo respecto de esas masas, muy fuerte en el Partido por presión e influencia en el movimiento obrero de la pequeña burguesía, no tiene en cuenta que ellas sólo avanzarán hacia la revolución a partir principalmente de su propia experiencia. Y que para que esas masas hagan esa experiencia el Partido debe fundirse con ellas y dirigirlas a través de un complejo proceso, teniendo en cuenta que las masas van hacia la revolución luchando por sus problemas concretos, pan, paz, tierra, trabajo, libertad, etc. Esa ha sido la experiencia mundial. Nuestra línea de unidad con las masas peronistas es conocida y reconocida por grandes masas, porque se basa en la tradición de nuestra línea antigolpista de 1974-1976, y en la lucha antidictatorial. Una tradición que no han podido borrar todos los esfuerzos del enemigo. Esta línea de frente único no se contrapone con el rol de vanguardia del Partido, sin el cual no habrá revolución triunfante. Es la condición en las actuales circunstancias para que el Partido cumpla su rol de avanzada, que no es sólo pedagógico ni el de un mero instrumento más, una especie de apoyo logístico del movimiento de masas.
Otro hecho que evidenció el avance del Partido en este período fue la realización exitosa del Mes de la Prensa y la realización de un gran Picnic como culminación del mismo. En él participaron varios miles de personas, diversas delegaciones de partidos políticos y números artísticos que contribuyeron a que fuese un hecho político de significación nacional.
– El 7, 8 y 9 de octubre de 1988 se realizó el III Congreso de la JCR. El Congreso, que evidenció el avance de nuestra Juventud Comunista Revolucionaria y su desarrollo nacional, discutió la situación de la juventud ante la agudización de la crisis económica y social del país y centralmente la línea del frente opositor y la participación juvenil en las próximas elecciones. Un elemento importante del Tercer Congreso fue el esfuerzo por profundizar la elaboración marxista en temas que hacen a los problemas específicos de la juventud en la Argentina de hoy, como por ejemplo el de la droga. Así también la profunda lucha entablada en relación a la propaganda reaccionaria por ocultar la verdadera historia reciente del país, donde las luchas antiimperialistas de la juventud y del conjunto del pueblo son negadas y ocultadas.
El Tercer Congreso puso énfasis en la lucha contra el sectarismo en las relaciones de la JCR con las masas, en una política de cuadros basada en la solidaridad y franqueza comunista y en la necesidad de que las organizaciones del Partido contribuyan nacionalmente en mayor medida a su desarrollo y consolidación, particularmente en las empresas y centros agrarios del país.
7. Los sucesos militares del 1, 2, 3 y 4 de diciembre de 1988 fueron el resultado de una realidad muy compleja, que tuvo como trasfondo la peor crisis económico-social en lo que va del siglo y la tremenda agudización de la disputa interimperialista por el control de la Argentina. La causa inmediata de esos sucesos estuvo originada en la política alfonsinista hacia el aparato estatal y jurídico de la dictadura y en especial hacia las Fuerzas Armadas. Política que, como planteó el Quinto Congreso, pretendió dividir a los militares en “hijos y entenados” para reorganizar Fuerzas Armadas propias o afines a su propio proyecto. Proyecto este proterrateniente y proimperialista, que beneficiaba especialmente a los sectores prosoviéticos. Por otra parte, la posibilidad de un triunfo de Menem en mayo de 1989 puso al rojo vivo la cuestión de quién iba a comandar el Ejército antes y después de las elecciones. Todo esto en el marco de una situación latinoamericana tempestuosa.
– Nuestro Partido realizó un minucioso análisis de estos acontecimientos en un documento del Comité Central del 17 y 18 de diciembre de 1988, titulado: Informe sobre la Situación Política nacional.
Las clases dominantes en su conjunto tenían y tienen la necesidad de unificar al Ejército: columna principal del Estado oligárquico-imperialista. Desde ya, cada imperialismo quiere unificarlo a favor del predominio de sus fuerzas. Lo necesitaban por razones estratégicas y por razones coyunturales. Los prosoviéticos pretendían –y hasta el presente esta sigue siendo su línea principal– unificar de nuevo a liberales “aggiornados”, transformados en profesionalistas, con nacionalistas moderados. Pero el desarrollo de los acontecimientos fue mucho más complejo y tuvieron imprevistos que no pudieron impedir quienes se ilusionaron con hegemonizar ambas corrientes para resolver las profundas contradicciones que, desde entonces, vienen agudizándose y que han abarcado al conjunto de las Fuerzas Armadas. De arriba a abajo y sobre todo de abajo a arriba. Imponiendo un estado de deliberación que reconoce muy pocos antecedentes. Los acontecimientos de Villa Martelli demostraron la fuerza que había logrado la corriente nacionalista que lideran Rico y Seineldín luego de recuperarse del traspié de Monte Caseros. Nuestro Partido tuvo el mérito de haber alertado a la clase obrera y al pueblo sobre la gravedad de la situación, la posibilidad de autogolpes, golpes y de serios enfrentamientos militares. En el curso de los acontecimientos nos esforzamos por impulsar nuestra línea de terciar, dando batalla contra quienes entienden esta posición como un saludo a la bandera purista y doctrinario y con quienes la comprenden como una postura seguidista, que coloca al Partido a la cola del nacionalismo militar.
Tuvimos en este proceso algunas experiencias de nuestra línea de terciar de las que debemos aprender. Tal el caso de un barrio donde los compañeros discutieron nuestra posición, la llevaron al movimiento de masas y en vez de movilizar a Villa Martelli o ir al Congreso, decidieron organizar la movilización del barrio para cortar la ruta. Lo mismo sucedió en una empresa del Gran Buenos Aires, donde ante el llamado de la CGT al paro del lunes 6 los obreros decidieron llamar al Cuerpo de Delegados. Y decidieron que se iba a ocupar la planta y realizar una movilización activa, y no el paro pasivo al que llamaba la CGT. De esta manera, con estas pequeñas experiencias y en forme embrionaria, avanzamos sobre la base de clarificar el blanco, de practicar en esas circunstancias concretas la línea de masas y de frente único contra el enemigo común, y avanzamos en las posibilidades de aprovechar la división del Estado enemigo. Partiendo de apoyarnos en las masas, en el proletariado industrial y en los cuerpos de delegados para unir al pueblo; y así plantearnos la posibilidad de atraer a su causa a la base popular y a los sectores patrióticos de las Fuerzas Armadas.
Tuvimos también en el curso de esos días serios defectos, a los que dimos importancia por cuanto significan una gran enseñanza para el futuro. No funcionó el Plan de emergencia a nivel del Comité Central, ni el sistema de enlaces clandestinos, haciendo un uso liberal de los enlaces por vías legales sobre todo a través de los locales.
Carecimos de un sistema de impresiones para la emergencia y los frentes clandestinos actuaron, salvo excepciones, con mucha ineficiencia, sin utilizar toda la potencialidad que podría haber significado para el Partido haberse movilizado a pleno. El Comité Central de diciembre señaló, ante los problemas organizativos que emergieron en los días de crisis, que “ponemos de relieve el lado oscuro de nuestro trabajo porque el Partido tiene que dar un viraje ante la posibilidad de que vuelvan a producirse acontecimientos como los que acabamos de vivir.”
Como causa de fondo de nuestros errores podemos decir que hubo quienes subestimaron la posibilidad del enfrentamiento. Muchos lo veían para después de un posible triunfo peronista, debido a que no comprendieron la importancia de lo que sucedió el 9 de julio. Esta fue una experiencia a tener en cuenta, porque es cierto que a veces denunciando la maniobra se deja de ver la corriente. Pero a veces la esencia está en la maniobra, porque ésta es la que expresa la disputa interimperialista; es decir ésta es la que expresa quiénes se han montado en las corrientes nacionalistas, liberales, populistas, etc., para utilizarlas a favor de sus intereses imperialistas.
Otros camaradas subestimaron el grado de caos y anarquía que existe en las Fuerzas Armadas. Anarquía que continúa en la actualidad. Y conviene no engañarse ante los silencios y la falta de pronunciamientos dispersos de los diversos grupos que se oponen a su dirección. Porque ellos, contrariamente a lo que se supone, no significan ni unidad ni subordinación a los mandos superiores. En Villa Martelli los amotinados operaron a través de asambleas con centenares de oficiales y suboficiales que discutían y participaban en la toma de decisiones. Esto explicó el hecho de que el enfrentamiento militar tuviese varios momentos en su desarrollo, y que la corriente en determinadas circunstancias desbordara las maniobras y condicionara finalmente los acuerdos a que arribaron los diferentes sectores.
– En el Partido se evidenciaron tres desviaciones:
1. La seguidista de la burguesía liberal. Esta acusa al Partido de ir a la rastra de los militares nacionalistas. Estas posiciones concedieron a quienes hicieron pasar todo el análisis a partir de la contradicción democracia o golpe. Desde ya democracia significaba centralmente defender en esas circunstancias a Alfonsín.
2. La seguidista a la burguesía nacionalista. Esta quedó paralizada porque actuó a la expectativa de lo que hicieron o dejaron de hacer esos sectores, suponiendo que sus éxitos serían automáticamente beneficiosos para el pueblo.
Ambas desviaciones, teniendo en cuenta el peso del imperialismo hegemónico en la Argentina, terminan siempre a la rastra de los sectores prosoviéticos.
3. La purista, izquierdista de forma y derechista en los hechos, que responde a una estrategia no leninista de la revolución, paraliza al Partido y deja a la clase obrera a merced de cualquiera de las corrientes burguesas en pugna.
Estos temas fueron analizados por nuestro Partido a partir de la resolución del Comité Central de noviembre de 1988. En ella se puso énfasis en la necesidad de trabajar a fondo con la corriente nacionalista, especialmente entre la joven oficialidad. Y con la suboficialidad “que actualmente se encuentra logiada y organizada a escala nacional fundamentalmente en el Ejército pero también en las otras armas”. En ella se señaló que “hay un rechazo en gran parte de los camaradas del Partido a este trabajo. Se ponen tantas luces rojas que nunca se ponen verdes para facilitarlo. Está claro que vamos a cometer errores. Está claro que al trabajar con estos sectores estamos trabajando en ambientes insalubres. Lo mismo que cuando trabajamos entre dirigentes sindicales, o cuando trabajamos entre los dirigentes políticos de la burguesía. Pero sucede que aquí hay una resistencia particular, muy fuerte, antimilitarista. Algunos camaradas tienen una historia ingenua, esquemática, simplista, de lo que fue la Revolución Rusa y de lo que fue la Revolución China. Otra cuestión que pusieron de manifiesto los enfrentamientos militares de Villa Martelli fue la siguiente: Nosotros tenemos una estrategia insurreccional. Nos planteamos la posibilidad de una guerra civil, la posibilidad de una guerra prolongada, y la posibilidad de una guerra nacional. Trabajamos sobre la base de una perspectiva insurreccional con eje en las ciudades y con la línea de la ciudad al campo, desde el punto de vista nacional. Y sin dejar de lado que en muchas provincias el centro está en el trabajo agrario, el eje de nuestra línea es insurreccional y de la ciudad al campo.
Tomando en cuenta esto hay que tener presente que el ejercito insurreccional no se forma con anticipación a los acontecimientos insurreccionales. Que un Ejército político no es lo mismo que un Ejército militar, por cuanto el mando militar comienza la guerra con un Ejército. El Partido marxista insurrecional, construye el Ejército, como lo demostró la experiencia bolchevique, en el transcurso de la lucha misma a medida que las masas van comprendiendo la justeza de sus consignas y de sus políticas. Y es precisamente desde esta concepción marxista-leninista que debemos enfocar y actuar ante acontecimientos como los producidos en los últimos años en el país.
– A fines del año 1988 nuestro Partido, aprovechando experiencias anteriores, sobre todo previas al golpe de 1976, tomó medidas para comenzar a superar los errores y déficit señalados, y aprobó un plan de trabajo nacional que preparase al Partido ante la posibilidad de cambios bruscos en la situación. Este plan fue justo y oportuno, si bien no fue tomado homogéneamente por todos los regionales y organismos. Más aun: en algunos provinciales y zonales no se lo tomó, evidenciando que no sólo estaban en debate cuestiones de táctica política, sino también cuestiones estratégicas programáticas de fondo en la orientación de nuestro trabajo revolucionario.