"La Argentina no será afectada por la crisis”. “La Argentina tiene ‘espaldas anchas’ para sobrellevar la crisis”. Son frases que los formadores de opinión del gobierno kirchnerista y de otros sectores de las clases dominantes han venido repitiendo estas semanas.
La primera frase se hizo trizas con la espectacular caída de la Bolsa de Buenos Aires el lunes 21 de enero y sus posteriores altibajos. A las pérdidas que ya venían sufriendo los tenedores de bonos del Estado, por los atropellos al Indec y sus índices truchos, se sumaron las fuertes pérdidas de los tenedores de acciones de empresas privadas. Entre estos perdedores se incluyen los 3,5 millones de aportantes que se mantienen en las AFJP, cuyos fondos están colocados en esos papeles: son casi 100 mil millones de pesos, que solo en un día perdieron en promedio unos 6.270 millones (la caída promedio de la Bolsa de Buenos Aires fue de 6,27% el lunes 21).
Una base endeble
Pero la caída de las acciones no afecta solo a sus tenedores, también implica la desvalorización de los activos de las empresas y la restricción de sus posibilidades de crédito. Se afectan así sus planes de inversión, de los que depende el crecimiento de la producción, y buscarán los medios de descargar la crisis sobre los trabajadores, con despidos y mayor explotación. En este caso las “espaldas anchas” son las espaldas de los trabajadores por lo que Cristina K ha recurrido presurosa a los jerarcas sindicales, pidiéndoles “mesura y cordura” en los reclamos salariales.
En cuanto a las “espaldas anchas” que tiene la Argentina por sus reservas monetarias hay que tener en cuenta dos cuestiones. Una que casi todas esas reservas son en dólares, moneda que se desvaloriza trasladando la inflación yanqui a nuestros países. Otra, que los superávit gemelos (fiscal y comercial externo) que dan sustento a esas reservas, se originan principalmente en la expansión de una sola producción agroindustrial, la de la soja, y principalmente en un solo mercado, China.
Ya sufrimos internamente el avance de la monoproducción sojera, con el avance de la explotación latifundista en el campo y la falta y encarecimiento de los otros productos básicos para nuestra alimentación. Y ha aumentado nuestra dependencia de ese principal comprador de la principal producción agroindustrial que es la que hoy da margen tanto al superávit fiscal como al superávit del comercio exterior.
Hoy ya nadie duda que la crisis en los Estados Unidos no es una crisis parcial (de un sector, el inmobiliario) sino que es una crisis financiera que afecta a todos los países del mundo y que preludia una crisis generalizada. El supuesto “desacople” de las economías del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que pregonan sus apologistas, no es más que una ilusión tanto en lo financiero (sus transacciones se rigen por el dólar o el euro) como en lo comercial: lo principal de su producción es para exportar y la mayor parte de esas exportaciones van hacia Estados Unidos, Europa y Japón. Por lo que esta crisis pone también en cuestión no solo la “exuberancia” (burbuja) financiera de los países del BRIC, sino también las bases de su crecimiento en esta década.
“Colgados del pincel”
Si la crisis y la depresión que le siga se limitaran solo a Estados Unidos y Europa, aún así la Argentina se vería afectada porque no son mercados menores, incluso para la harina de soja (pellets) como es Europa. Aunque tal vez para eso podrían alcanzar las reservas que ha hecho el kirchnerismo sobre nuestras espaldas.
Pero que la crisis se acote a Estados Unidos, Europa y Japón es un “cuento chino”. Por lo que la perspectiva para la economía argentina es aun más negra que la de la crisis anterior, de 1998 a 2001. No solo porque estamos “colgados del pincel” de la soja (y de China) para los superávit gemelos, sino además porque a los daños que viene produciendo la expansión latifundista de la monoproducción sojera en el campo se agregan los demás daños de la dominación imperialista sobre nuestros recursos básicos (de lo que la crisis energética es el principal emergente), ya que el kirchnerismo ha mantenido en lo esencial el mismo esquema menemista de las privatizaciones.
Es necesario desechar todas las ilusiones con que pretenden entretenernos el kirchnerismo y las clases dominantes, para descargar la crisis sobre nuestras espaldas, con más superexplotación, hambre y desocupación. De esta crisis solo se podrá salir a favor de los trabajadores y el país, con un gobierno de unidad popular, democrática y antiimperialista, que imponga la reforma agraria, la nacionalización del comercio exterior y la estatización de todos los sectores básicos de la economía (petróleo, gas, energía, transporte y comunicaciones).
Lo que dice un vocero del imperialismo yanqui
Un reciente artículo del diario Wall Street Journal, cuestiona la supuesta inmunidad de los llamados países emergentes (en los que además de los países dependientes, incluyen a los imperialistas “tardíos”, Rusia y China).
Luego de aclarar que Estados Unidos representa 22,5% de la economía mundial, según los últimos cálculos del Banco Mundial, y que Japón, junto a Alemania, Francia, Italia, España y el Reino Unido, representan otro 23,6%, señala que “los mercados emergentes (donde vive 85% de la población mundial) no son inmunes si la demanda por exportaciones declina en Estados Unidos y Europa y no se recupera en Japón. Muchos dependen más que nunca de las exportaciones. En Asia, sin incluir Japón, las exportaciones representaron 55% del PIB en 2007, comparado con 38% en 2001, según Lehman Brothers. ‘El grupo de países que trata de crecer a partir de las exportaciones es muy grande y no todos podrán hacerlo’, asegura Simon Johnson, economista jefe del Fondo Monetario Internacional.
“Muchos mercados emergentes esperaban reducir su dependencia de Estados Unidos y Europa al aumentar su consumo doméstico. Pese a que se han visto subidas en muchos lugares, no han logrado mantenerse al ritmo de otras fuentes de crecimiento. El consumo ahora representa un porcentaje menor de la actividad económica de China, Brasil e India que a principios de los años 90, según cifras de la firma de investigación Global Insight”. (La Nación, 24/1/2008).