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23 de enero de 2013

Conversamos con Mariana Ares, directora –junto a Ana Barry– del documental sobre cómo la CCC  -en particular las mujeres- se organizaron para enfrentar el hambre, y la falta de techo y trabajo.

Cómo se hizo Masamadre

Una película sobre el Barrio María Elena de La Matanza

Antiguamente, el engrudo o masa que permitía que la harina levara para la fabricación del pan era la masamadre. Esa masamadre, según explica la codirectora del film “si uno no hacía de vuelta el pan, se pudría; es algo que se reproduce, es algo que siempre tenés que hacer. Tiene que ver con lo femenino y las madres, la lucha de las mujeres pobres por darles de comer a sus hijos, por dejarles algo, por enseñarles”. De ahí el título del filme, donde entre otros testimonios sobresalen los de las  compañeras del barrio María Elena de La Matanza, protagonistas de la lucha por la vida digna para sus hijos.

—Contanos ¿cómo se metieron  en el tema y cuándo comenzaron a filmar?
—La película la empezamos a filmar en 2005. Yo estudié cine, Ana [Barry] estudió diseño gráfico, ambas trabajábamos en una productora. ¿Cómo nos metimos? Ana se compró una cámara y me dijo “ya está, podemos hacer algo, ya no hay excusas, tenemos que hacer algo que tenga más que ver con nosotros”.
Humberto, un chico que trabajaba en la Sala de salud con el Chino [el doctor Néstor Olivieri], me había contado que iba a una sala, que era un flash la salita; me acuerdo que me contó el viaje que hacía desde su casa hasta la sala, caminar las ocho cuadras que hay desde la ruta… Entonces le propuse a Ana hacer una crónica del médico que va a la sala de salud, como una prueba para ver si funcionaba… y cuando íbamos en el colectivo, cuando llegamos allí no lo podíamos creer.
En ese entonces, la gente estaba ávida por hablar, que la escuchemos, se paraban frente a nosotras y nos hablaba, nos contaba. Nuria nos contó un montón de cosas.
Esto está a una hora de mi casa y yo nunca milité, soy de clase media, vivía en una burbuja… estuvo el 2001, por ende ya sabíamos lo que había pasado, no éramos ignorantes, pero también cuando fuimos ahí nos desayunamos con un montón de cosas que si bien uno las sabe, es diferente verlas. De ahí nos sentimos medio obligadas a hacer algo, porque para nosotras era un lugar súper significativo, entonces queríamos investigar.

—¿Cómo fue el camino de la investigación?
—Empezamos a observar, a buscar qué es lo que vemos todo el tiempo: el pan, las manos que amasan, el mate, los alimentos, la solidaridad; la llegada del camión con alimentos, la gente que va a la sala y espera que le den algo, las mujeres que trabajan… La CCC, que hace un trabajo que hay que remarla con la gente que espera, meterle pilas a eso. Como teníamos la cámara empezamos a filmar y después nos armamos una especie de guía, que nos sirvió de guión. Es nuestra primera película, el trabajo fue muy desde la intuición pero tratando de ser transparentes, respetando lo que pasaba.

—¿Cómo fue el trabajo de cámara con los protagonistas?
—Uno de los elementos de la guía era la acción, siempre mostrarlos en acción, no mostrar al humilde pasivo. Nos pareció que era importante mostrar esto y ahí pensamos también un poco la estética. A esas imágenes las fuimos a buscar. De hecho tenemos 50 horas de filmación.
En la búsqueda también vimos muchas películas documentales. Le pedimos imágenes a Pepe Salvia (director de El chino clasista y combativo), yo lo conecté antes de que terminara su película.
En el consultorio de la Salita, nosotros teníamos permiso para filmar a cada uno que entraba. El Chino les preguntaba a los pacientes si les molestaba que filmáramos. Nosotros no dábamos ninguna indicación, solamente captábamos y estábamos ahí en silencio, por lo tanto no molestaba la cámara. Me parece que la gente estaba más enfocada en lo que les pasaba a ellos que por la presencia de la cámara, entonces no fue un mérito nuestro la naturalidad de sus acciones. Sí dimos algunas pautas por ejemplo al personal de la Salita de Salud cuando doblaban gasas, donde les pedíamos que repitieran alguna acción.
Filmamos alimentos, comida, alguna manifestación y después hicimos las entrevistas. Teníamos todo ese material y yo creo que tantas opciones no teníamos.
La hechura fue entre las dos, discutimos bastante, aparte fueron muchos años, para el 2007 estaban casi todas las imágenes y después nos teníamos que sentar. Fuimos posteriormente a buscar algunas imágenes cuando salían por lo de la tuberculosis con la ambulancia. Tenemos filmada una reunión por ejemplo –que no está en la película– donde se habla mucho de la demanda y que no hacen asistencialismo, y hay una discusión muy interesante, pero también queríamos mostrar la demanda en imágenes.
Nos costó bastante, porque hay mucho discurso en entrevistas, y hay mucha historia… El tema del 2001 era un temazo que lo redujimos a tres minutos.
—Una de las escenas más conmovedoras y simbólicas de clasismo es la del compañero llevando alimentos en un carrito al comedor…
—Para mí una de las escenas centrales era esa y la de hacer pan. A mí me gustó mucho, de hecho tenemos 50 minutos de José yendo, tres viajes con un carrito llevando huevos y mercadería. La idea era plasmar el recorrido de los alimentos, como algo que fluye. Para mí era como un momento de clímax, como decir “me relajo y veo cómo anda el carro”, porque al ver la misma imagen te lleva a pensar otras cosas, como que lo lleva al espectador a relajar y decantar otras cosas que viene escuchando de la película.

—¿Cómo van a mostrar la película?
—Va a ir a festivales en distintos países, y seguramente el Incaa va a mostrarla porque nos dio algo de plata para producirla. Vamos a llevarla al Bafici, y después de abril seguramente podremos mostrarla en otros ámbitos. La subtitulamos al español neutro, al francés, al inglés, portugués y tal vez se subtitule al alemán.
En diciembre hicimos una presentación en la Sala de Salud, vino Ana y algunas protagonistas (unas 20 personas), y se armó una especie de debate donde la gente nos preguntaba cosas. Nosotras queríamos el consentimiento del barrio para mostrarla.