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21 de septiembre de 2016

Conversamos con un grupo de compañeras del MIJP en Lanús, zona sur del Gran Buenos Aires.

Compañeras que son nuestro orgullo

Adultas mayores del MIJP de Villa Fiorito

 
Edelmira, Celia, Norma, Bernardina, Bernabela, María son un grupo de compañeras mayores del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados de la zona Sur de Gran Buenos Aires. En esta ocasión, nos encontramos con ellas en su horario de almuerzo en el comedor Haydeé Pacheco.

 
Edelmira, Celia, Norma, Bernardina, Bernabela, María son un grupo de compañeras mayores del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados de la zona Sur de Gran Buenos Aires. En esta ocasión, nos encontramos con ellas en su horario de almuerzo en el comedor Haydeé Pacheco.
Al llegar al comedor, además de las mesas y sillas dispuestas para compartir, nos encontramos con una foto de la compañera Haydeé Pacheco, fallecida, pionera del movimiento en el barrio. Enseguida, las compañeras indican que están desde la época que Haydeé comenzó a organizar a los mayores. Hoy sus hijas, Cristina y Eli, continúan con tareas en el centro de mayores.
María tiene 89 años, cuenta que ya no va a las marchas porque tiene dificultades para caminar. Pero cuando los compañeros del Movimiento lo hacen, ella busca el cartel por la tele.
Las compañeras además de ir a almorzar de lunes a viernes al comedor, explican que allí hacen allí gimnasia y reciben a una nutricionista. Cuentan que además hacen bingos para juntar para el alquiler mensual del local: “el PAMI lo que nos da es una cobertura de 1.800 pesos, pero nosotros tenemos un gasto fijo de 4.000 y entonces con los bingos juntamos para pagar el gas y la luz.” 
El trabajo del MIJP en el barrio, como cuentan las compañeras, se remonta a hace más de 25 años. En la actualidad, en el comedor se preparan viandas para 36 personas, 25 asisten a diario y a 11 personas mayores les llevan a su casa. “Algunos están muy mayores, se les manda la comida”, explica Eli, y agrega “también tenemos 142 bolsones de Probienestar. Tratamos de que todos mantengan su cupo, a pesar de que están enfermos que se les acerque la vianda. Porque una vez que pierde su cupo no se lo puede volver a reintegrar”. 
 
Golpean y preguntan por el bolsín de comida
Al preguntarle a las compañeras cómo se ve el incremento del hambre en el barrio cuentan: “este año para el bolsón de Probienestar llenamos cualquier cantidad de planillas, tenemos mucha gente en lista de espera. También gente que es de PAMI y que igual no le corresponde, viene igual, golpea y pregunta, gente que son profesores… y uno no lo puede ayudar…
María agrega: “Hay mucha necesidad. Se necesita de todo, está tan caro todo. Los sueldos están muy bajos. Yo si tengo que tomar un remis para venir a comer, a veces no puedo venir a buscar la comida ni venir a comer.”
Edelmira: “El bolsín cada vez más se va achicando porque como todo aumentó, la cantidad que se daba antes, no se da ahora. Antes te daban dos leches, ahora es una”. 
En opinión de Olga, antes no se acercaba tanta gente a pedir el bolsín, pero “esta semana todo el tiempo han venido a golpear la puerta”.
La problemática de la salud es otra de las preocupaciones de las compañeras: “Los turnos son de acá a tres meses. Se puede morir usted y nunca le toca…” Edelmira agrega: “Sobre todo los estudios demoran mucho. Kinesiología, tenés que esperar tres meses”. Bernardina: “A mí me han dado el mes pasado turno para noviembre para el cardiólogo en la clínica Avellaneda”.
 
Nos bañaron con pintura
Beatriz, que es la presidenta del Centro, y al momento de la visita comparte el almuerzo, cuenta que pasa largo tiempo allí con sus tareas: “pongo la mesa, voy a hacer los trámites al PAMI o al banco”.
La historia de este grupo de compañeras y la lucha por los derechos de los jubilados y pensionados es de larga data. Olga y María se conocieron como manzaneras de Chiche Duhalde, entablaron amistad cuando se incorporaron al MIJP, luego de un Encuentro de Mujeres. Olga, según cuenta, conoció la Corriente y el MIJP por su hijo que estaba en Desocupados: “mi hijo era peluquero en Buenos Aires y le robaron las tijeras, todo, entonces se sumó con Cristina en la Corriente, y ahí me vine yo con él”. Bernardina recuerda cuando en la plaza Mitre hace más de diez años le dieron una medalla de la CCC. Y así, entre ida y vuelta y conversaciones que se multiplican y se superponen en su comida, las compañeras recuerdan cuando en los 90 y principio de 2000 marchaban con todas sus energías por la situación en los barrios: “No sabíamos a qué hora volvíamos a casa después de una marcha”, cuenta María. “Juntábamos madera para hacer mesas, sillas, banquitos para poder dar la leche”. Hacían recursos: “cortinas con botellas de plástico”; amasaban “panes para juntar la moneda para pagar los micros y marchar, 5 kilos de harina para hacer pizzas, 14 litros de leche”, ilustra María.
Compañeras que son nuestro orgullo, que resistieron cuando la Policía de Macri quiso desalojarlas del Puente Pueyrredón. Beatriz que estaba a cargo de la cocina en el corte, recuerda: “Nos bañaron con agua con pintura”. Olga agrega: “Las compañeras bien, resistieron ahí. Vos no sabías que iba a pasar si te chupaban o qué y ellas se mantuvieron ahí. Nos juntamos todos los compañeros a hacer fuerza para que con el agua no te tumben. Fue muy bueno que los compañeros no abandonaron en esa situación porque ver ahí el camión es difícil.”
 
La gente vende sus cositas para comer
La situación de hambre recrudece en los barrios, por eso las compañeras son testigo de las ollas populares que brotan por todos lados, al igual que las ferias. “La gente vende lo que tiene en la casa, por necesidad, sale y lo vende: un florero, una pava eléctrica, no sé, algo que te regalaron para tu casamiento… la gente se va desprendiendo de sus cositas porque hay que comer. El pan está a 40 pesos el kilo, ¿cómo hace una mamá con tres, cuatro chicos? Encima no hay trabajo para la juventud”, exclama Olga.
Otra vez, las conversaciones se superponen: la falta de oportunidades para los jóvenes, la droga que entró a los barrios, la prostitución “por un par de zapatillas, para comer, las chicas lastimadas por sus novios”. Así, la enumeración de dramas que ven a diario y con la promesa de vernos en el Encuentro Nacional de Mujeres, las compañeras se van levantando y despidiéndose hasta el día siguiente.