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29 de diciembre de 2011

15 y 16 de agosto de 1970

Conferencia Permanente del PCR de agosto de 1970

Documentos del PCR / tomo 2

I. La situación internacional

I. La situación internacional

Estamos ante una nueva situación internacional. Su rasgo esencial está dado por el hecho de que las masas comienzan a visualizar que las fuerzas proletarias y revolucionarias retoman la iniciativa, corporizada en la ofensiva revolucionaria en el Sudeste Asiático, y en la posición que en torno a esta ofensiva han tomado los partidos comunistas de China, Corea y Vietnam del Norte, así como en las luchas de masas que agitan al mundo capitalista, sea en los países dependientes, donde alcanzan a menudo un nivel revolucionario, sea en los países capitalistas imperialistas.

Sobre esta nueva situación internacional el Comité Central produjo el Informe del 2 y 3 de julio de este año.

El combate sostenido por los pueblos del Sudeste Asiático influye en toda la situación internacional, al insuflar aliento revolucionario al proletariado mundial y a los pueblos que luchan contra el imperialismo, a la vez que contribuye a agudizar todas las contradicciones del capitalismo.

Otro factor de magnitud ha sido el éxito de la Revolución Cultural Proletaria del pueblo chino que ha creado condiciones internas que se proyectan en la arena internacional. La coordinación de una política revolucionaria común en Asia con la República Democrática Popular de Corea y con el movimiento revolucionario del Sudeste Asiático, y los éxitos de los camaradas chinos en el dominio de la cohetería espacial, han desanudado la trenza del “equilibrio de fuerza” y el juego del statu quo.

Se desarrollan luchas y se vislumbran otras en todas partes del mundo. Ya no se trata de la ofensiva del Tet o el Mayo francés, aislados. Estos preanunciaron lo que luego corporizó en el Cordobazo, o en la diferenciación revolucionaria en el Medio Oriente o en Camboya, o en la lucha de los Panteras Negras en los EE.UU.

El reformismo atraviesa una crisis general. Su lógica lo lleva a posiciones cada vez más de derecha: apoyar a Lon Nol en Camboya, cercar a la embajada camboyana en Praga, repudiar el secuestro del máximo representante de la CIA en Uruguay por los Tupamaros, conceder apoyo y generoso préstamo a Ovando en Bolivia, traicionar la heroica lucha del pueblo palestino en Medio Oriente. Se refuerza el giro a la derecha del reformismo, pero se debilita su influencia en las masas obreras y populares.

El imperialismo yanqui ve reducido su campo de maniobra por la lucha antiimperialista y anticapitalista de la clase obrera y los pueblos oprimidos, por la agudización de las contradicciones interimperialistas, por sus crecientes dificultades financieras. Esto aumenta su agresividad. Así lo muestra el golpe de Estado en Camboya, la intervención en Laos, su posición ante los secuestros de diplomáticos yanquis en Uruguay, la política que han trazado Rockefeller y Nixon para América Latina. Su peligrosidad acrecienta al tiempo que su poderío relativo disminuye.

En un proceso difícil, pero necesario, se marcha hacia la reconstrucción de un movimiento comunista internacional revolucionario.

En América Latina subsisten y se subrayan los rasgos de continenta-lidad del movimiento revolucionario que se originan entre otra causas, en la común dependencia al capital monopolista yanqui. La actitud de los gobiernos de Argentina y Brasil ante los actuales sucesos en Uruguay y Bolivia, y eventualmente ante Chile, son ejemplo de esto.

El carácter continental de la revolución latinoamericana condiciona en forma especial la importancia que para la lucha de cada uno de nuestros pueblos tiene la consolidación y el avance hacia el comunismo de la Revolución Cubana.

Esto adquiere importancia particular ante los últimos discursos del camarada Fidel Castro con motivo del centenario del nacimiento de Lenin y con motivo del no cumplimiento del plan de la zafra de diez millones de toneladas de caña de azúcar.

Es innecesario insistir en los enormes aspectos positivos aportados por la Revolución Cubana. En su contribución gigantesca a la revolución latinoamericana y mundial. Se trata de una revolución muy profunda que liquidó casi totalmente la propiedad privada sobre los medios de producción e instauró relaciones socialistas de propiedad en la mayoría del agro y en la industria cubanos, todo ello en un lapso muy breve. Se ha caracterizado por la permanente movilización revolucionaria de las masas y por la educación de estas en el internacionalismo proletario. Ha rechazado los criterios reformistas que exageran el papel de los “estímulos materiales” en la edificación socialista. A pesar de la agresión constante y del bloqueo yanqui la Revolución Cubana ha conseguido logros históricos para su pueblo; logros que han sido y son inalcanzables para otros países de América Latina sometidos al yugo yanqui.

Sin embargo, a diez años de revolución está trabado el ejercicio pleno del poder, de la dictadura del proletariado, por las grandes masas de obreros organizadas y armadas a través de formas (soviets, consejos, etc.) que presentarán necesariamente particularidades nacionales, pero cuyo contenido general es de validez universal. Por consiguiente queda abierto un amplio cauce a las deformaciones de la dictadura del proletariado. Esta situación se ve agravada por las presiones del reformismo internacional, especialmente la de los dirigentes soviéticos. Desde luego, es preciso comprender que el proceso de la Revolución Cubana es particularmente difícil (subdesarrollo, debilidad del proletariado industrial, incesante agresión yanqui). Las deformaciones [actuales no son irreversibles, su]* superación depende de que la clase obrera cubana aumente su participación en la dirección de la revolución. La ofensiva de las fuerzas revolucionarias del proletariado internacional puede gravitar favorable y profundamente en ese proceso. Queda sobreentendido que en él debe jugar un papel determinante el Partido Comunista cubano, siempre que logre ubicar correctamente que la dictadura del proletariado es dictadura de la clase y no de la idealización de la clase.

Claro que la clase obrera que ejerce el poder arrastra lastres de los que debe desprenderse en la dura etapa de transición del capitalismo al comunismo. Esto eleva el papel de dirección del partido que debe impulsar el ejercicio del poder del Estado por la clase, al tiempo que libra una dura batalla contra esos lastres. En ese sentido el papel del partido es la clave.

Actualmente, los camaradas cubanos han revisado algunas de sus concepciones respecto a la revolución latinoamericana. Pero esta revisión no ha sido acompañada de una autocrítica profunda, ni por una comprensión justa del papel del proletariado en dicha revolución. Por lo tanto resulta una revisión parcial, insuficiente y equivocada, como se demuestra en la posición del PC de Cuba frente al gobierno peruano.

El proletariado cubano ha realizado una gigantesca movilización para elevar la producción y sacar a Cuba del subdesarrollo y el atraso. La misma se ha realizado en medio de una intensificada lucha de clases y bajo el cerco económico y la constante agresión del imperialismo yanqui. Habiendo logrado éxitos muy importantes en ese terreno -como la realización de la zafra azucarera más grande de la historia de Cuba y los enormes progresos en su ganadería y la industria pesquera- hoy discute la superación de insuficiencias y trabas que le impiden avanzar rápidamente en sus objetivos económicos y sociales. Lo hace liberado de monopolios, terratenientes y explotadores. Es la única porción libre del territorio latinoamericano. Nosotros sentimos como nuestros sus triunfos y como nuestras sus derrotas. Cuba no es una excepción en América Latina. Es la ola más elevada del combate antiimperialista y liberador que estremece a nuestros países y su defensa es parte inseparable de la lucha revolucionaria de nuestros pueblos.

El faro de la Revolución Cubana ilumina el único camino de liberación para los pueblos latinoamericanos, el camino de la hegemonía obrera en la revolución y su coronación socialista. Más aún hoy cuando el fracaso del experimento “populista” en Bolivia, las claudicaciones del gobierno de la burguesía peruana y, en otra medida, el fracaso de la experiencia oligárquico-burguesa colombiana, el del socialcristiano Frei en Chile acentúan el papel revolucionario del proletariado y del campesinado pobre en América Latina, al tiempo que se produce la crisis de las variantes pequeñoburguesas que no visualizan el papel de las masas obreras y campesinas.

Toda la situación política actual otorga un papel especial a los pueblos del Cono Sur de América Latina, en los que surge la posibilidad de estructurar un eje proletario revolucionario que permita aglutinar a los diversos movimientos revolucionarios de estos países sin que se dispersen o se agoten en la ineficacia.

Es por todo esto, reseñado sintéticamente, que crece la responsabilidad internacionalista de nuestro Partido, destacamento marxista-leninista de la Argentina, y que es preciso ligar estrechamente a nuestra lucha las tareas internacionales del proletariado mundial; en un momento en el que la situación internacional actúa cada día más intensamente sobre la situación nacional y en el que las luchas revolucionarias de la clase obrera y el pueblo argentino confluyen, en forma importante, con la lucha liberadora del proletariado mundial y los pueblos oprimidos.

 

II. El recambio del 8 de junio

Las luchas obreras, estudiantiles y populares de 1969 acabaron con el “orden” y la “tranquilidad” que balanceaba la dictadura ante las clases explotadoras como su principal conquista.

En aquella oportunidad la dictadura de Onganía no cayó, pero “fue conmovida hasta sus cimientos”, como señaló nuestro Primer Congreso.

Se abrió un periodo de crisis política.

Las clases dominantes tomaron conciencia, entonces, del tremendo odio popular que habían despertado sus medidas de congelación de salarios y liquidación de conquistas sociales, de desalojos, desocupación, represión y entrega. Otorgaron algunas concesiones mínimas, manteniendo el rumbo fundamental de su política. Y elaboraron o aceleraron planes destinados a capear el temporal en tanto resolvían, entre ellas, el futuro rumbo económico y político del país.

En primer lugar crearon instrumentos especiales destinados a estudiar y resolver las medidas concretas, económicas, sociales, represivas, ante cada conflicto o situación riesgosa, para impedir que las mismas se profundizaran o extendieran. Así abordaron conflictos como el de Los Ralos, Municipales, El Chocón, o los actos y manifestaciones del mes de Mayo.

En segundo lugar aceleraron los trabajos para montar una CGT participacionista y las elecciones participacionistas en la universidad.

En tercer lugar reforzaron y mejoraron todo el aparato represivo afinando los instrumentos de penetración y persecución de las fuerzas de izquierda y la preparación de las fuerzas policiales y militares para la represión en las ciudades y la lucha antiinsurreccional.

Por otra parte el Gral. Onganía para ganar tiempo pretendió crear la imagen de un presidente neutral entre las dos grandes corrientes oligárquico-burguesas del país -nacionalistas y liberales- capaz por lo tanto de garantizar el “juego limpio” que permitiera a ambas definir el futuro político y económico.

Sin embargo Onganía fue incapaz de resolver la crisis política. La situación se fue complicando y fracasaron los principales proyectos de su equipo destinados a superar el momento difícil; las contradicciones entre distintos sectores de la oligarquía burguesa terrateniente y las clases explotadoras se agudizaron hasta llevar al país a una situación caótica.

Nosotros analizamos en nuestro Congreso las causas de fondo del fracaso de los planes políticos de la dictadura.

Esas causas han sido, y son, el descontento popular y las contradicciones que crea el proceso de concentración y centralización monopolista, en favor, fundamentalmente de los monopolios imperialistas, y la elevada combatividad y el crecimiento de la conciencia de las grandes masas obreras y populares.

Por un lado la política de concentración y centralización monopolista que fundamentó la línea general de la dictadura es una política que exige, en un país capitalista dependiente como la Argentina, una pesada superexplotación de los trabajadores (que ganan en algunas industrias salarios hasta diez veces menores de los que se pagan en los países imperialistas) y una política de subordinación y expropiación de grandes sectores de la pequeña burguesía y la burguesía no monopolista.

De allí la imposibilidad oligárquico-burguesa de acompañar a su política (con el apoyo popular, con el “consenso”, como dicen sus teóricos).

Esto no significa que nosotros veamos lo que sucede en la Argentina como una excepción en el mundo capitalista actual.

En los países capitalistas avanzados el proletariado ha demostrado con hechos, la superficialidad de las teorizaciones tercermundistas sobre el inevitable “acomodamiento” o “integración” de la clase obrera, a la llamada “sociedad de consumo”. Esos teóricos han pretendido generalizar situaciones particulares, transitorias, desconociendo o negando las principales leyes de la producción capitalista descubiertas por Marx. Dado que el aumento constante de las necesidades determina el valor de la fuerza de trabajo, incluso en los EE.UU. pero especialmente en los otros países capitalistas avanzados, las posibilidades de gran parte de la clase obrera de satisfacer esas necesidades son cada día más difíciles.

El gigantesco desarrollo actual de las fuerzas productivas permite revelar con más nitidez ante el proletariado de las metrópolis el carácter esclavizador del capital, que condena a la clase obrera a una dura explotación para poder reponer su fuerza de trabajo.

Por ello, en los propios países imperialistas, si bien una parte considerable de la clase obrera es sobornada con los enormes superbeneficios arrancados en los países dependientes, se comprueba como cierta en particular y no solo en general la afirmación de Marx:

“El sistema de trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se desarrollan las fuerzas sociales productivas del trabajo, aunque el obrero esté mejor o peor remunerado”.1

Si esto es válido para el sistema capitalista en general, la situación se agrava en nuestro caso.

Aquí la clase obrera ha sufrido en los últimos años un deterioro absoluto de sus condiciones de vida y trabajo. Congelación de salarios, paralización de paritarias, normas de superexplotación, desocupación, agravación de las condiciones de vivienda y asistenciales, deterioro de todo el sistema previsional, etc. Se ha generado así un profundo descontento, odio, de la clase obrera a la dictadura y a las clases dominantes. Ni el pasado inmediato de la clase obrera, ni sus necesidades actuales como proletariado moderno, son terreno fértil para cultivar un apoyo de la clase obrera a esta política. Se han mellado incluso los tradicionales instrumentos reformistas utilizados para dopar a la clase obrera. En este forzado proceso de concentración y centralización monopolista que empujó (y empuja) la dictadura en un país dependiente con las palancas claves de la economía en manos imperialistas, no hay margen actual para reformas, salvo migajas.

Al mismo tiempo la dictadura ha generado un profundo descontento en la pequeña burguesía y la burguesía urbana y rural no monopolista. Desalojos, crisis de varias economías regionales, aumento agobiante de los impuestos (de una recaudación de 203 mil millones de pesos en 1965 se pasó a 498.200 en 1969), liquidación de todo resto de federalismo, negación de todas las libertades públicas burguesas, etc. Este descontento de la pequeña burguesía y considerables sectores burgueses no solo es otra causal de la falta de apoyo popular a la política oligárquico-burguesa, sino que corroe instrumentos tradicionales de dominio, al salpicar a la Iglesia, a las FF. AA., a las capas de profesionales, intelectuales, científicos, etc.

Las clases dominantes, especialmente luego del Cordobazo, que destruyó ilusiones peregrinas en un supuesto apoyo tácito a la política de la dictadura, fueron plenamente conscientes de esta causa profunda que socavó sus planes económicos y políticos. Pero la política de concentración monopolista que han seguido los monopolios y la oligarquía burguesa terrateniente es una política necesaria, inevitable para ellos por cuanto está determinada por el desarrollo y la organización actual de la producción capitalista. Por eso a partir de mayo-junio de 1969 las clases dominantes reacomodaron sus planes partiendo de la imposibilidad en la etapa actual de lograr apoyo popular a su política. Ellos consideran esta etapa como transitoria, y procuran entonces superarla en la mejor forma posible, con mano dura y con alguna zanahoria -del huerto populista o del huerto “democrático”- puesta por delante de sectores populares a los que esperan neutralizar.

Además el conjunto de medidas impulsadas por la dictadura luego de 1966, al agudizar todas las contradicciones de la sociedad argentina, ha reabierto viejas heridas. Sucede que la dictadura habló inicialmente de la “integración nacional”, propagandizó la imagen de un gobierno que resolvería los problemas más graves del interior, pero sus medidas a favor de una acelerada concentración monopolista y del camino prusiano en el campo, su política de restricción del consumo, la vía libre dada a los grandes monopolios extranjeros, agravaron la situación de todo el interior hasta el punto que a cuatro años de dictadura ésta debe reconocer ahora por boca de Moyano Llerena que los problemas se han agravado para la Argentina en la que viven “los dos tercios de los habitantes del país”. Al problema tucumano, se agrega el sanjuanino, al de la yerba mate el problema lanero. Ahora la dictadura reconoce la existencia de un “problema desocupacional”, pero no dice, claro está, que estuvo en sus planes forzar una rápida elevación de la desocupación para asegurar a los monopolios un ejército de reserva que les permitiese reducir los salarios.

Son las economías regionales las que más sufren el proceso actual de monopolización. Hace pocos días, por ejemplo, la industria molinera de las provincias de Córdoba, Santa Fe, Salta y Chaco denunciaba las difíciles condiciones en las que actúa como consecuencia de la competencia destructiva de Molinos Río de la Plata y La Plata Cereal que han ocasionado, desde 1964 al presente, el cierre de quince establecimientos molineros.2 La estrechez del mercado interno es una de las causas principales del estancamiento y la crisis de la mayoría de los cultivos industriales.

Cuando la dictadura lanzó sus planes de “transformación”, de “estabilidad”, en marcha hacia la Argentina “moderna”, que se auto-mandataron para edificar, vendieron a algunos economistas, e incautos, el mito de un “camino japonés” que permitiría a la gran burguesía argentina -luego de entregar al imperialismo la riqueza minera y las industrias básicas- monopolizar con el acuerdo de los consorcios extranjeros algunas ramas de la producción: alimentación, calzado, etc. En nuestro Congreso analizamos la utopía de los planes.3 Los hechos nos han dado razón por cuanto en los primeros meses de 1970 hemos sido testigos de las maniobras del grupo DELTEC en la industria de la alimentación y de la denuncia de la industria lechera ante el intento de copamiento de la misma por los monopolios extranjeros, lo que ha puesto de manifiesto que a gran parte de la industria argentina le­ espera en el futuro lo que ya ha sucedido con la industria del tabaco.4

Por ello, no solo se agudizaron las contradicciones con la burguesía no monopolista y la pequeña burguesía sino que se dificultaron los intentos de la dictadura por homogeneizar tras su política a la oligarquía burguesa terrateniente. El problema de las carnes fue el ejemplo más claro de esa situación.

Esto condicionó poderosamente la crisis política abierta en 1969. Desde entonces las contradicciones entre los de “arriba” no se atenuaron. Todo lo contrario. Porque terminado el primer periodo de la dictadura -el que Onganía llamó periodo de “reorganización” o “tiempo económico”- que las clases dominantes en su conjunto apoyaron y entendieron como necesario, llegó el momento de definir el rumbo futuro del capitalismo dependiente argentino, y con él, quiénes serían los privilegiados y quiénes los desplazados en ese futuro.

Esa fue una de las causas de la crisis política.

El otro factor que socavó los planes de la dictadura y fue la causa principal de la crisis política fue la elevada combatividad y la cada día mayor conciencia de las masas obreras y populares. Paralelamente a esta situación en las masas se perfiló una izquierda revolucionaria que introdujo un cambio importante en la política argentina.5

El surgimiento de nuestro Partido, y su accionar, ha operado en forma importante en la situación política nacional, a pesar de nuestra incipiencia, por el hecho de haber hegemonizado durante 1970 lo fundamental de las luchas del movimiento estudiantil y, principalmente, por haber comenzado a fusionar nuestra línea política con el movimiento obrero. Es tal la situación política del país, se han anudado de tal manera sus contradicciones, que luchas relativamente aisladas, de empresas, como la de El Chocón, la de Municipales de Capital y especialmente la de SMATA en Córdoba, en la medida en que cuestionan el aparato sindical del régimen y proyectan, incluso embrionariamente, una alternativa clasista, son capaces de conmover hondamente la situación política. El hecho es que dos pilares de la política de la dictadura: el Congreso participacionista de la CGT que había preparado San Sebastián y las elecciones participacionistas en la universidad fueron barrenadas por las luchas de masas. En el primer caso principalmente la lucha del proletariado del SMATA de Córdoba y en el segundo por las luchas estudiantiles de mayo que convocó la FUA, hechos en los que tuvo un destacado papel nuestro Partido.

Así se desfondaron los intentos onganistas de resolver la crisis política. El país volvió a agitarse nacionalmente para fines de mayo. Las contradicciones entre las clases dominantes y explotadoras se agudizaron hasta tal punto que, luego del paro del 23 de abril, empujado por un sector del gobierno, del debate en torno al problema de las carnes, las revelaciones sobre el papel de DELTEC en el gobierno, y el secuestro de Aramburu, el país se bambolea al borde del caos.

En ese momento se produce el recambio de Onganía por la Junta de Comandantes y luego la designación de Levingston como presidente de la Nación.

 

III. El libreto recambista

En las clases dominantes se habían ido polarizando dos grandes sectores.

Uno nacionalista de derecha, que propugnaba y propugna una dictadura militar entroncada con una organización sindical totalmente integrada al aparato estatal, con un sistema de gobierno “comunitarista”, “participacionista”, que pretende adaptar a la realidad nacional el modelo falangista y el brasileño de Garrastazú Médici. Sus defensores: el Coronel Guevara, Imaz, Señorans, Onganía.

En el otro sector fueron confluyendo los liberales de distinto signo, los desarrollistas (neoliberales o neonacionalistas) y el conjunto de fuerzas opositoras burguesas.

El secuestro del Gral. Aramburu -poco después del llamado del Coronel Guevara a impedir un “nuevo 13 de Noviembre” (o sea la repetición del golpe palaciego que en 1955 desplazó a Lonardi por Aramburu)-, fue utilizado por los nacionalistas de derecha para golpear la posible confluencia peronista-liberal que tejían, en esos momentos, Aramburu y otras fuerzas recambistas. A su vez, estas últimas aprovecharon el caos creado por el secuestro y la actitud dual de Prémoli, Imaz y Fonseca ante el mismo para desprestigiar al equipo nacionalista de derecha.

Los recambistas se habían propuesto aislar a Onganía, forzarlo a renegar de sus planes participacionistas y, de ser necesario, desplazarlo, evitando enfrentamientos violentos que facilitasen una eventual guerra civil. Este fue el significado del discurso de Lanusse del 29/5. Pero el intento de Onganía de contragolpear, la agudización de la crisis política por las luchas obreras y estudiantiles de fines de mayo, apresuraron el recambio. Este se produjo sin el acuerdo de la Aeronáutica (que hasta último momento sostuvo a Onganía) y sin haber acordado totalmente aspectos claves programáticos y la repartija de cargos.

Por ello luego del 8/6 siguieron los forcejeos entre los “de arriba”, los codazos y los compromisos transitorios. Ahora se escucha el coro de quejosos porque ningún sector está satisfecho.

El único satisfecho a cabalidad es el imperialismo yanqui. Tanto el presidente como los principales ministros son hombres de confianza del Pentágono o la CIA.

A casi dos meses de producido el recambio hoy puede indicarse el rumbo fundamental que la dictadura pretende imprimir al país.

En lo económico la dictadura pretende intensificar la superex-plotación de la clase obrera y contraer al máximo la capacidad adquisitiva de los salarios y el consumo interno, para obtener fondos a través del aumento de los saldos exportables que le permitan el “despegue económico”. La reciente devaluación monetaria ha favorecido principalmente a los exportadores de carnes congeladas y envasadas (DELTEC) y a los exportadores de oleaginosos y refuerza las posibilidades de compra de empresas nacionales por corporaciones extranjeras. En una entrevista con Carlos Araujo de Periscopio señaló Moyano Llerena: “la tendencia mundial del neocapitalismo es en favor de la concentración empresaria”. A su juicio, el principal factor es de orden tecnológico. Si el pez grande (cualquiera sea el origen de su capital) tiende a comerse al chico, se debería a que el primero cuenta con mejores chances para la absorción de tecnología. Como las mayores empresas están en poder del capital extranjero, simultáneamente con la concentración se da un fenómeno de desnacionalización. ¿Cuál es la salida para Moyano Llerena? Que la burguesía argentina entregue totalmente ese campo al capital extranjero, que una parte de esa burguesía argentina se asocie con él en algunas de esas grandes empresas y tecnifique pequeñas y medianas empresas. “Piensen -dice- en caramelos y dulces, en calzado, en confecciones de alta costura”. En su discurso ante la CGE volvió sobre el tema6 al señalar el ejemplo japonés y el de Suiza en donde “junto a empresas grandes, a veces gigantescas, que cumplen adecuadamente con su papel de innovación tecnológica, una parte importante de la economía está basada en pequeñas y medianas empresas de dimensión más humana podría decirse (…)”. Así concibe Moyano Llerena lo que llama la manera “de nacionalizar” el progreso técnico moderno adaptándolo a los recursos disponibles en la Argentina, y de una manera particular, a los humanos. El que esto haya sido dicho ante la organización más importante de la burguesía mediana argentina tiene un significado político especial. Tiene algo de consejo y mucho de amenaza.

 Lo señalado por Moyano Llerena es el eje fundamental que imprime un curso único a la política de la dictadura. Curso que tiene distintos momentos y sufre adaptaciones de acuerdo a las circunstancias. Su principal impulsor: el imperialismo yanqui. Señalamos antes que según el informe Rockefeller “en esencia” lo que hay que impulsar en América Latina es la “división del trabajo” y que la misma pretende fundamentalmente beneficiar a los capitales yanquis. “Los países menos desarrollados también se beneficiarían. Con abundantes provisiones de mano de obra y niveles de salario bien por debajo de los niveles de los EE.UU. -agrega Rockefeller- podrían exportar comidas procesadas, textiles, ropas, zapatos y otras manufacturas livianas, así como carne y otros productos agrícolas”. Todo esto transformaría a estos países en “mejores clientes para los productos de alta tecnología de los Estados Unidos”.7 Desde ya que esto no solamente agrava las contradicciones con el capital nacional argentino sino que también la genera con algunos monopolios yanquis, por lo que Nixon, en su discurso del 18/2/70, refiriéndose a América Latina y a las conclusiones del Informe Rockefeller subrayó la necesidad de: “hacer frente en forma franca a las contradicciones que hallaremos entre nuestros intereses de la política exterior más amplios y nuestros intereses internos más particulares”.

 Así que Moyano Llerena repite el estribillo de la canción de Rockefeller. Y este último, en su informe, no oculta el principal objetivo de los monopolios yanquis en Argentina a más del petróleo, la petroquímica, etc., cuando recuerda que: “Los campos de pastoreo de América del Sur son una de las más grandes fuentes de proteína animal en el mundo”. Lo que ya había sido claramente dicho -con gran escándalo de sectores de la burguesía argentina- en ocasión de la visita de McNamara a nuestro país en 1968, y fue centro de la polémica en torno al problema de las carnes este año.

La perspectiva por lo tanto es que -con la salvedad de una que otra concesión que imponga el momento político- el recambio del 8 de junio se propone seguir el rumbo fundamental que impuso el golpe de 1966, y que fue publicitado poco antes de junio de 1966 en las febriles reuniones que lo precedieron.

La perspectiva es, por consiguiente, la de una agravación de la situación económica y social de las masas trabajadoras y una creciente polarización en la pequeña burguesía y la burguesía nacional no monopolista.

En lo político el cambio más importante que pretende imponer el recambio es la diferenciación entre “enemigos” y “opositores”. Enemiga es la izquierda revolucionaria, y especialmente la socialista e insurreccional. De allí que no hayan abierto demagógicamente las puertas de las cárceles a los militantes revolucionarios y que en la reciente huelga de SMATA hayan diferenciado claramente a los “activistas” en general de los activistas revolucionarios, y especialmente a los de la Agrupación Primero de Mayo y de nuestro Partido en particular.

Separar a enemigos de opositores implica dividir a las fuerzas revolucionarias, dividir a obreros y estudiantes y como señala Análisis8 separar a las fuerzas revolucionarias de los obreros y aislar a las capas medias de la “estudiantina izquierdista”. Parte de ese plan es el ataque al movimiento católico del Tercer Mundo, especialmente a la izquierda de este movimiento.

 A partir de esta primera diferenciación la dictadura pretende impulsar un plan político totalmente regulado desde arriba, sin apuro, al margen de las masas, con el visto bueno de la mayor cantidad posible de políticos burgueses (empujando en cada partido o fuerza el acuerdo y la integración en el gobierno nacional y las provincias de los representantes mas nítidos en esos partidos de los monopolios), y de “juristas” que permitan una modificación de aspectos secundarios de la Constitución (instituyendo elecciones generales cada cuatro años) y la redacción de un Estatuto aristocratizante de los partidos políticos, que reconozca representación a dos o tres grandes partidos. La renovación de los cuerpos colegiados y de la presidencia de la Nación se haría cada cuatro años. La dictadura calcula poder llegar a esas elecciones presidenciales de aquí a cuatro años y lograr para entonces un acuerdo de las fuerzas oligárquico-burguesas y burguesas sobre el candidato a presidente y los puntos fundamentales de su programa. Así la dictadura ganaría unos ocho años que sumados a los cuatro ya pasados con Onganía, redondean el plazo inicial que según sus estrategas iba a permitir tanto el “despegue económico” (o sea: el reinado incontestado de los monopolios) como la integración de la clase obrera a través de la integración del peronismo.

Este es el significado del discurso de Levingston ante las FF. AA.9 cuando insiste que “la salida política se concretará cuando se hayan logrado los objetivos fundamentales de la revolución” (estos objetivos ¿son las “políticas nacionales” publicadas el 21/6/70?) y agrega que “deberán existir previamente niveles mínimos de convicción democrática, de coincidencia sobre algunos grandes objetivos y de tolerancias que ciertos sectores parecen desdeñar”. Por todo eso, agrega, “que el proceso no será corto”.

Por eso también, Cáceres Monié, acaba de señalar ante una pregunta sobre la posibilidad de que el plazo previo a una salida electoral sea de diez o veinte años que “ese es un plazo un poco exagerado”.10

 En ese juego ha entrado el reciente Congreso de la CGT al garantizar una dirección predominantemente dialoguista-participacionista.

La burguesía liberal, a partir de esta orientación y de la actitud dual del equipo recambista ante el secuestro de Aramburu, ha comenzado a quejarse. Mañosamente, como quien está obligado a hacerlo pero no reniega de posibles concesiones y favores del equipo gobernante.

El Comité Nacional de la UCRP se mantuvo inicialmente en una posición expectante, planteando sus posiciones y alertando frente a un posible “recambio”.11 Paralelamente dirigentes radicales como Mor Roig realizaban activas gestiones en “altas esferas”, y alas del radicalismo como la “larraldista” expresaban regocijo y esperanza ante el desplazamiento de Onganía.12 Más tarde, por boca de Balbín, exigían al gobierno “palabras limpias, conceptos claros (…), para que cada uno se ubique como corresponda”.13 Y el 15 de julio, luego del discurso del Gral. Levingston expresaron que sus palabras “lejos de inspirar confianza y despejar dudas vuelven a suscitar descreimientos”. En general las fuerzas de la burguesía liberal han manifestado disconformidad con el discurso de Levingston y la composición del gabinete.14

Al mismo tiempo ninguna de ellas cierra puertas al trabajo con la dictadura y se orienta fundamentalmente a conseguir cambios favorables por la vía de la presión y el trabajo con sectores militares.

Perón, en algunas cartas últimas, truena contra la dictadura y sus actuales personeros. Pero en la práctica le concede tregua. Al regreso de Madrid del dirigente peronista (nacionalista de extrema derecha) Pedro Michelini, que entre otras llevó correspondencia de Ongaro para Perón, expresó que no alentaba “ninguna esperanza” por las palabras del presidente, pero, terminó “esperemos que los hechos hablen más elocuentemente”. También Gazzera, luego del discurso de Levingston, señaló que “el arte de gobernar se ejercita exclusivamente sobre la base de los hechos que se ejecutan”.15 También Paladino recordó al regresar de Madrid que el peronismo no es sistemáticamente opositor.

 El PC denunció en su declaración del 9/6 el cambio de Onganía como “un nuevo golpe de Estado” producido por la lucha entre camarillas. Pero para demostrar que como es típico al reformismo sus hechos difieren siempre de sus palabras, comenzó a impulsar en los movimientos de masas en los que actúa, o dirige, una particular forma de “poner a los nuevos gobernantes de facto bajo la presión de las exigencias reivindicativas del pueblo”.16 Así la Liga Argentina por los Derechos del Hombre envió una petición a la Junta de Comandantes basándose en el segundo comunicado de la Junta que declaraba su voluntad de “establecer una auténtica democracia representativa”.

El MUCS planteaba en una solicitada la “apremiante necesidad” de “modificar la política represiva, hambreadora y entreguista que encabezó Onganía en nombre de la Revolución Argentina”.17 Y Héctor P. Agosti y otros afiliados al PC en solicitada firmada con dirigentes de partidos políticos burgueses declaraba que los mismos se unían en “acatamiento a los principios sobre los que se ha construido nuestra Patria, en especial los que se refieren a la soberanía popular, la vigencia de los derechos y garantías del hombre, la independencia política y económica de la Nación y la instauración de una auténtica justicia social” (sic) y pedían se restableciese la Constitución, se recuperase el patrimonio nacional, etc.18

El sucio espíritu oportunista resta tras las palabras duras. Entonces el PC argumenta: el cambio de nombres se debe a que la crisis es total. Por lo tanto “la cuestión del poder está abierta”, y entonces Nuestra Palabra editorializa sobre las ventajas de la representación proporcional sobre el sistema uninominal inglés o el de doble vuelta de los franceses.

Hoy es claro que la protesta de los distintos grupos burgueses se debe al hecho de que como señaló el dirigente nacionalista Basilio Serrano, en una mesa redonda en la revista Siete Días: “Aquí se está operando la presencia en la vida nacional de un grupo organizado dentro del Ejército que tiene planes propios que no conocemos del todo”. Ese grupo organizado responde de cuerpo y alma a los grandes monopolios que controlan las palancas claves del poder. Luego de cuatro años de dictadura el imperialismo -fundamentalmente el yanqui- ha avanzado tremendamente en el dominio de la economía nacional. Así lo mostró el debate sobre DELTEC. Pero demostraría mucho más el análisis a fondo de la madeja que han tejido tras el poder. Los contratos petroleros que en su época firmó Frondizi y fueron motivo del escándalo nacional son pieza de museo ante los nuevos contratos que firmó Onganía. Lenin, cuando daba a la Argentina como “modelo” de país dependiente, decía que “no es difícil imaginarse los fuertes vínculos que se establecen entre el capital financiero -y su fiel “amiga” la diplomacia- de Inglaterra y la burguesía de la Argentina, los círculos dirigentes de toda su vida económica y política.” 19 Las comisiones investigadoras sobre las concesiones a las compañías de electricidad, la discusión en su momento del problema de las carnes o de los contratos petroleros que firmó Frondizi, demostraron la profunda verdad de la afirmación de Lenin. Hoy la ligazón entre el capital financiero imperialista y los círculos dirigentes argentinos es tan estrecha que es imposible explicar la política argentina sin este factor determinante de la misma. Esa es la “mano dura” que impone la continuidad esencial de la política de la dictadura con Onganía y con Levingston.

La Argentina “moderna” que propugnan es una Argentina totalmente sometida a los intereses de los monopolios fundamentalmente yanquis. En ella no podrá existir incluso la “democracia representativa” que propagandizan y que suplican algunos partidos burgueses y pequeño-burgueses.

 

IV. Lucha revolucionaria y lucha oportunista

Ha retomado actualidad la polémica que sostuvimos en el momento de la ruptura con el PC reformista, en torno a lo que separa a la lucha revolucionaria de la lucha oportunista. La primera lucha por un poder popular revolucionario. La segunda por limosnas. Nosotros sostenemos que:

 “(…) la representación popular es nula si no dispone del poder en toda su plenitud, si ha sido convocada por el viejo poder y si éste permanece intacto junto a ella”.20     
“El proletariado lucha y seguirá luchando por aniquilar el viejo poder. Y hacia ese objetivo tenderá toda su labor de propaganda, de agitación, de organización y movilización de las masas. Si no logra aniquilar totalmente el viejo poder, el proletariado sabrá aprovechar también su destrucción parcial. Lo que no hará nunca será propugnar esa destrucción parcial, embellecerla, llamar al pueblo a apoyarla. En la lucha real solo se apoya efectivamente a aquel que aspira a más (y que en caso de fracaso alcanza menos), y no a aquel que ya antes de que comience la lucha, amputa de un modo oportunista sus tareas”.21

Por eso la consigna “ni golpe ni elección: revolución” que se coreó en manifestaciones posteriores al golpe es una consigna justa. Cuando Nuestra Palabra dice editorialmente “¿Soberanía popular? Déjese que el pueblo tome en sus manos el proceso político argentino!”22 el problema está en el “déjese”. Lo mismo cuando se hacen largas disquisiciones sobre la reforma constitucional. El problema está en el poder que convoca a la Constituyente. Tenemos en este país maravillosas constituciones provinciales que han establecido la reforma agraria, el monopolio estatal del petróleo y las fuentes de energía, y tenemos una Constitución Nacional que establece el derecho de huelga y el salario mínimo vital y móvil, pero todo el mundo sabe que esa es letra muerta y que siempre lo fue.

El centro no está por lo tanto en discutir, como hace Nuestra Palabra, los beneficios de la representación proporcional sobre el sistema uninominal inglés, sino en desenmascarar la continuidad del golpe recambista con la dictadura instaurada en 1966 y la falsía de sus promesas democráticas. Y poner como eje de discusión la lucha por un gobierno popular revolucionario que será conquista de la insurrección triunfante del pueblo (la clase obrera, los asalariados del campo y la ciudad, los campesinos pobres y medios, las capas medias de la ciudad y el campo -especialmente el estudiantado-) dirigido por la clase obrera y su partido de vanguardia.

Ese es el gobierno por el que luchamos y el proceso realmente democrático que queremos abrir para el país.23

Es preciso desenmascarar a la dictadura. Arrancarle su nueva careta “democrática”. Como señaló Nueva Hora Nro. 48 en su editorial, ella pretende seguir reforzando la superexplotación de los obreros con salarios de hambre acompañado de una dura represión, para desembocar luego en un proceso electoral muy conocido en este país en el que la clase obrera sólo podrá votar por los candidatos que acuerden Levingston-Lanusse y la embajada yanqui. A las capas medias, en tanto, le conceden una hipoteca “democrática” a cobrar el día en que haya elecciones y, mientras tanto, con impuestos, rebajas de aranceles a artículos de importación, negociados, y mil medidas más, les hipotecan sus bienes materiales.

Pasa a un primer plano la propaganda del programa liberador del gobierno popular revolucionario cuyos puntos centrales aprobó el Primer Congreso de nuestro Partido, enfrentando los programas “desarro-llistas”, “eficientistas” y “nacionalistas”, cuyas características también analizó nuestro Congreso; programas estos que tienen como eje distintas variantes para el proceso de concentración monopolista en la Argentina, y son, en definitiva, distintas plataformas de alianza de la gran burguesía con el imperialismo, que implican, con una u otra forma, la reforzada explotación de los obreros y empleados y la expropiación económica de gran parte de la pequeña burguesía urbana y rural y de una parte importante de la burguesía no ligada al imperialismo.

Solo un gobierno popular revolucionario puede lograr un impulso cuantitativo y cualitativo de la economía argentina como señalamos en nuestro Congreso.24

Todos los planes políticos de la dictadura tienen como elemento clave el integrar o neutralizar al proletariado. Resulta que en este país el proletariado no solo ha sido y es el “gran problema” de las clases dominantes por su combatividad y sus luchas sino que ha sido en los últimos años un gran problema electoral. En 1961 dejó en el aire en la Capital a un candidato de Perón y eligió a quien aparecía defendiendo a la Revolución Cubana; en 1963 desfondó el frente que tejieron muchos de los actuales ocupantes de la Casa Rosada con Solano Lima. En 1966 amenazaba con crear una difícil situación en la Provincia de Buenos Aires; reiteradamente votó en blanco en forma masiva. Los asalariados, que en este país constituyen los dos tercios de la población económicamente activa, deben ser “integrados”, o neutralizados políticamente para garantizar estabilidad a los planes de los monopolios. Si estos no logran ese objetivo su dominio será esencialmente precario, por más bayonetas en las que se apoye, y la posibilidad de una fuerza marxista-leninista enraizada en la clase obrera crecerá como perspectiva relativamente inmediata. Aquí está el nudo de discusión entre Onganía y los recambistas. El primero quería montar un falangismo criollo del tipo del brasileño, con sus organismos paramilitares como la organización MANO, ajustando cuentas con enemigos y opositores. Los recambistas creen muy peligroso ese camino -aunque no lo desechan totalmente- y quieren intentar el montaje de un sistema político que diferencie opositores (burgueses) de enemigos, como señaló Levingston en su primer discurso como presidente. Los recambistas, al darse un plazo de ocho años en el poder (cuatro antes de las elecciones y cuatro luego a través de un presidente de “acuerdo”), pretenden tomarse tiempo para integrar a la clase obrera a través de la integración del peronismo convertido en la columna vertebral de un gran partido burgués de tipo “populista”.

Este plan de integración de la clase obrera tiene tres obstáculos principales para realizarse:

1.         El proceso de concentración monopolista en la Argentina, (con las palancas económicas fundamentales en manos de los monopolios extranjeros y la consiguiente sangría de trabajo nacional que emigra a las metrópolis, y el fracaso del intento de elevar radicalmente la producción agraria por la traba latifundista) implica una sostenida superexplotación de la clase obrera.

2.         Nuestra clase obrera tiene una elevada disposición combativa y ha aquilatado en dos décadas de lucha ininterrumpida una gran experiencia de combate. A la altura del movimiento obrero de cualquier país capitalista con tradiciones de lucha. Junto a esa experiencia nuestra clase obrera ha acrisolado importantes elementos de conciencia antiimperialista y anticapitalista, de repudio a la dirección de las FF.AA. y a la llamada “democracia representativa” de la burguesía argentina.

3.         Hay una profunda crisis del reformismo y ha surgido una fuerza, si bien pequeña, firmemente aferrada al marxismo-leninismo y dispuesta a fundir al socialismo con la clase obrera argentina, que en tanto no sea apartada de ese camino, se constituirá, cada día más, en un escollo insalvable en los planes de la reacción. El PCR nació y se desarrolla en el periodo en que se profundiza la crisis internacional del reformismo, y el mundo conoce un auge de las luchas antiimperialistas y anticapitalistas.

 

Por todo ello hoy el trabajo político e ideológico del Partido adquiere una dimensión enorme. Al tiempo que tensamos las fuerzas en el combate diario contra la dictadura debemos desenmascarar, con la práctica política diaria y con un reforzado trabajo ideológico, los planes de la oligarquía burguesa terrateniente.

En lo inmediato es preciso observar que la crisis política abierta en mayo-junio de 1969 no ha sido aún resuelta. En forma latente se profundizan los elementos de la misma. Se ha postergado su resolución y se acerca la hora de encontrar salida a problemas de la importancia de los planteados, por ejemplo, en el debate de las carnes; se desenredó excesivamente la madeja tejida en torno al secuestro y posterior muerte de Aramburu, y se dificulta el intento por volver a enredarla para ocultar el sucio submundo de los aparatos represivos que han sido instrumentos para montar un proceso semejante al de Brasil. Sucede también que los partidos políticos expresan a clases sociales, con muchas mediaciones, es cierto, pero, en definitiva, hacerlos marchar en fila tras los dos o tres partidos oligárquico-burgueses que quiere estructurar la dictadura tiene sus bemoles, por cuanto generalmente significa encolumnar juntos a expropiados y expropiadores.

La política económica de la dictadura -que continúa la línea de Krieger Vasena- y la política universitaria, también continuista, operan como estimulantes constantes de la crisis política.

A los factores mencionados debemos agregar que las Fuerzas Armadas, transformadas luego del golpe de colegisladoras encubiertas en colegisladoras legales, sufren un proceso de debate y división que es expresión -en el propio brazo armado del Estado oligárquico-burgués- de diferenciaciones que se producen entre las clases sociales del país. Y debemos agregar que tras las distintas variantes del populismo se expresan grandes masas revolucionarizadas de la pequeña burguesía urbana y rural que, como señaló nuestro Primer Congreso, “rompen con las direcciones burguesas de derecha, que tradicionalmente las han expresado” y se orientan hacia la lucha revolucionaria contra el sistema capitalista-dependiente imperante.

Sería por lo tanto extremadamente peligroso el creer que la crisis política ha sido resuelta por la oligarquía burguesa terrateniente. Más aún con la inestabilidad política y social que predomina en los países latinoamericanos del Cono Sur, que es otra demostración más de la situación revolucionaria global que vive el continente y condiciona la situación política de cada país.

Al tiempo que fortalecemos una corriente comunista revolucionaria en la clase obrera y luchamos porque ésta actúe con independencia frente a las clases explotadoras, debemos estimular todos los intentos que se oponen a la institucionalización de la dictadura, impedir que se estabilice, hacer fracasar sus planes políticos, impedir que encuentre salida a la crisis política.

Por todo ello, habida cuenta de los elementos nuevos que se han introducido para dificultar el estallido del polvorín antidictatorial, es preciso continuar encabezando con audacia las luchas obreras, estudiantiles y populares, y orientarlas al enfrentamiento político con la dictadura en el camino de la insurrección antidictatorial liberadora. Es preciso destruir toda ilusión en el recambio que incluso en forma tácita presione sobre el proletariado para desviarlo de la lucha frontal contra el régimen.

Que el nuevo libreto de la dictadura sea esencialmente el mismo que el viejo -en cuanto a la contradicción esencial de clases en el país- no significa que en el país no cambió nada luego del 8 de junio y tampoco significa que para las masas aparezca tan clara la situación política como lo estaba antes del 8 de junio especialmente en las capas medias.

Por ello nuestra denuncia del rumbo esencialmente continuista del recambio debe saber aprehender lo que hay de nuevo en la actual situación. Lo nuevo (que no es tan nuevo como proyecto y ya fue intentado antes) es el rechazo del corporativismo onganista y el descarte del proyecto de Aramburu, proyecto este último que tenía más en cuenta la realidad de las fuerzas políticas actuales del país, se orientaba firmemente a la llamada “alternancia” de dos grandes fuerzas políticas (una predominantemente liberal y la otra predominantemente populista) y enarbolaba un programa económico que recogía propuestas de la burguesía no monopolista y las capas medias. Como señalamos antes, el proyecto fundamental del actual equipo tiende a un plan político muy controlado, que permita ir a elecciones con un “partido de la Revolución” y con fuerzas políticas “renovadas” o que reemplacen a las anteriores.

Existe una promesa de plan político y ciertas líneas generales del mismo que tratan de operar como imán para las capas medias y los equipos políticos de los partidos burgueses y pequeñoburgueses. Y han realizado el Congreso de la CGT, coronando un largo trabajo de San Sebastián.

Por otro lado, con el secuestro de Aramburu y los sucesos posteriores al mismo, incluida su muerte, Ias clases dominantes han logrado replantear problemas que diluyen o niegan la contradicción fundamental del país, replantear el debate peronismo-antiperonismo, desencadenar un operativo represivo gigantesco, y retomar la ofensiva política.

El plan político del equipo recambista será también barrenado por las fuerzas obreras y populares por lo ya señalado. Porque no podrán integrar al proletariado, y porque no podrán encolumnar obedientemente a las capas medias tras la oligarquía burguesa terrateniente. La rapidez con que esto se logre, y cómo se logre, depende en gran medida del Partido. De cómo éste se transforme en un gran partido proletario, y de cómo trabaje con esas capas medias que hoy, diariamente, expresan su protesta contra la política de los monopolios.25

En el momento actual se complica la labor del Partido. El desencadenamiento de luchas exige mucho más trabajo de la vanguardia, tanto político como ideológico. Exige una crítica más profunda que desentrañe la esencia de la dictadura de los monopolios y cree hechos políticos, luchas, iniciativas, que barrenen sus planes “electorales”. Teniendo claro que aquí existe un poder tras el trono: los monopolios, principalmente los yanquis. Que tienen un plan cuya viga maestra es el proceso de concentración y centralización monopolista que les impone una línea general, a partir de la cual hay momentos diferentes y adaptación, polémicas y diversos enfoques entre las clases dominantes; pero siempre con un plan fundamental que no cambia en su esencia. Por ello no debemos descartar tampoco que puedan imponer un régimen a la brasileña. Pero eso también depende en gran medida de nosotros. También en Brasil hubo momentos diferentes de una línea general, a partir de 1964, e incluso a partir de las luchas de 1968. ¿Qué es un régimen a la brasileña? Es un régimen de guerra civil con la vanguardia aislada de la clase obrera. Impedir el régimen a la brasileña no es impedir la guerra civil sino impedir una guerra civil con la vanguardia aislada.

El actual plan político de la dictadura tiene como objetivo esencial aislar y liquidar a la izquierda revolucionaria. Si sus planes marchan será con un partido “mayoritario” de la Revolución Argentina y uno o dos partidos minoritarios “opositores” integrados a ese sistema político. Si sus planes no marchan están dispuestos a seguir el camino brasileño actual.

Impedir que la dictadura rompa la unidad obrero-estudiantil que comenzó a desarrollarse en Córdoba en 1969, impedir que aíslen a las masas revolucionarizadas de las capas medias del conjunto de éstas, impedir fundamentalmente que aíslen a la vanguardia incipiente marxista-leninista del proletariado desarrollándola en forma ininterrumpida y profunda en la clase obrera, es vital en la actual coyuntura política.

El golpe de la dictadura y su campaña contra los sectores revolucionarios que crecen en los sectores católicos apunta a esos planes de la oligarquía burguesa terrateniente y por eso es deber revolucionario del proletariado apoyar la denuncia y la resistencia a esa provocación sin perjuicio de la necesaria diferenciación política e ideológica.

Todo esto nos permite comprender mejor los cambios en el movimiento sindical que son el fruto de un largo trabajo de las clases dominantes, con matices entre ellas, pero esencialmente de acuerdo en lo fundamental del Congreso de la CGT, Congreso que Onganía no pudo coronar, pero sí los recambistas, por cuanto el cambio producido en la situación política con el desplazamiento de aquél les permitió hacerlo.

En un largo trabajo las clases dominantes han logrado éxitos importantes en el montaje de un aparato sindical más adaptado a las necesidades del proceso de concentración monopolista.

La eliminación de Vandor, partidario de una integración más flexible de los sindicatos con el régimen, fue una de las piezas claves del montaje de esa CGT.

Se han asegurado el control participacionista de grandes sindicatos, como la Unión Ferroviaria, Textiles, Bancarios, Empleados de Comercio. Y han podido constituir una CGT que puede dificultar los enfrentamientos directos de las luchas con el Estado, y que vuelve al eterno juego de enfrentar al ministro de Economía “malo” tratando de convencer al presidente “bueno”.

El entronque del aparato sindical, en gran medida, con el aparato estatal, creando un original sindicalismo propio de un país dependiente con una clase obrera numerosa y organizada, hace que los sindicatos abandonen el campo fundamental para el que han sido creados: la negociación de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo de los obreros al capital. Y por consiguiente, las luchas económicas y gremiales, como hemos visto durante todo este año, se transforman fácilmente en políticas y fácilmente conmueven todo el andamiaje. El hecho de que las jerarquías sindicales no hayan podido destruir las organizaciones a nivel de empresa del proletariado, y que a ese nivel se puedan arrancar a los jerarcas resortes claves del aparato sindical, adquiere en la nueva situación una gran importancia. Desde allí debemos montar no solo la lucha por una dirección de alternativa clasista y revolucionaria del movimiento obrero sino también el desmoronamiento de los nuevos planes de integración de la dictadura. Nuevos Perdrieles deben generar la recuperación de la iniciativa revolucionaria.

Porque es precisamente ese eslabonamiento de sindicatos y aparato estatal, como se vio en El Chocón, esa inmediatez entre lucha económica y la lucha política -cuando y en tanto opera la vanguardia- lo que hace que la violencia vaya implícita en las luchas como condición para su triunfo.

Hoy el eslabón que permite hacer avanzar a las masas hacia la insurrección no está ni en las acciones terroristas desde fuera de ella, típicas del militarismo pequeñoburgués, ni en el “comandismo” en la clase que empuja luchas económicas para organizar, con los obreros más combativos, la lucha armada, y que, cambiando de clase como apoyo no cambia su línea de clase pequeñoburguesa. El eslabón hoy, que lleva a las milicias obreras es la organización de la violencia contra la represión patronal y estatal y contra el matonaje sindical.

Porque el plan del recambio une a la utilización de la demagogia populista, a la utilización de derechistas e “izquierdistas” que replantean la popularidad peronismo-antiperonismo, el reforzamiento de la represión en las empresas. El ejemplo de la represión en las obras de la construcción en el Sheraton, en donde la patronal, Coria y la policía implantaron un régimen represivo de tipo cuartelero, es típico en cuanto a unidad represiva del aparato sindical-patronal y policial. Y la represión montada en estos día en Squibb, ante la lucha por aumento de salario, es otro ejemplo más de todo ello: dureza patronal, maniobras y delación del aparato sindical, que exigen del Partido un rígido respeto a las normas de clandestinidad y una justa combinación de éstas con el imprescindible trabajo legal y el enfrentamiento violento de las masas a la represión. Organizar aquí la violencia, en todos los niveles necesarios y posibles de asimilar por la masa, forma parte esencial de una línea que apunte a hacer salir a la clase obrera del libreto recambista.

 

V. Las luchas de 1970

De todo esto surge la importancia de analizar sintéticamente, porque ya ha sido hecho con más detalle en Nueva Hora las principales luchas obreras y populares posteriores a nuestro Congreso.

Las principales luchas fueron la de Los Ralos, El Chocón, Municipales de Capital, Acindar, la ocupación de Perdriel, y las luchas de los trabajadores mecánicos de Córdoba el 23 y 29 de mayo, y luego la ocupación de plantas del 2 de junio y la posterior huelga.

Todas esas luchas expresaron que se mantenía la elevada combatividad de la clase obrera que ya apareció como rasgo esencial de las luchas de 1969. Pero fundamentalmente expresaron una elevación notable de la conciencia de las masas obreras, demostrada en los siguientes hechos:

–           Una tendencia al enfrentamiento directo y a la utilización de formas elevadas de lucha de clase, especialmente las ocupaciones de fábrica. El caso más elevado fue el de Perdriel.

–           Una tendencia a promover direcciones desde la base, capaces de conducir sin vacilaciones la lucha y directamente revocables en caso de traición o vacilación. Este fue el caso de El Chocón, independientemente de las limitaciones que luego tuvo la dirección de la lucha para llevarla al triunfo y para elevar la conciencia de los obreros en huelga, por la conocida línea reformista del PC codovillista. Allí se dio una combinación de trabajo clandestino que impuso una dirección ilegal,que luego fue obligada a ser reconocida, y posteriormente fue defendida por los obreros ante el desconocimiento patronal y de los jerarcas sindicales. Ese fue el ejemplo de municipales de Capital, principalmente de Perdriel y FIAT en Córdoba.

–           Una sed de debate político en las masas obreras, que en el caso de Perdriel realizaron asambleas en las que se discutieron aspectos vitales de la lucha de clases, del poder, de la vía pacífica o la insurrección como forma de acceso al mismo, etc. Que han discutido en varias asambleas masivas en lugares de trabajo en Municipales no solo la situación política nacional sino también las diferentes líneas que se enfrentan en ella, y principalmente la socialista insurreccional. Que hicieron lo mismo en la histórica asamblea de El Chocón, en la que participó Yaco Tiffemberg, desatando el odio de Imaz y la dictadura. Que en las asambleas del SMATA cordobés solo ovacionaban a los que ligaban con claridad su lucha a la lucha antidictatorial y liberadora.

–           Una clara ruptura de los estrechos marcos gremialistas, que permitió movilizar al proletariado mecánico de Córdoba en apoyo a los estudiantes bárbaramente reprimidos en la Facultad de Ingeniería.

–           El surgimiento, incipiente pero tangible, de agrupaciones sindicales clasistas que en algunas empresas, y en algunas de las luchas reseñadas, lograron transformarse en alternativa política, revolucionaria, frente a los jerarcas sindicales y al reformismo. Allí donde existían estas agrupaciones y organización del PCR, la lucha fue llevada sin claudicaciones, sin concesiones, con características que no se conocían en el país desde hace muchos años, y en algunos casos se imprimió a la misma características de violencia que superaron el marco pacifista que tuvo, por ejemplo, la lucha de El Chocón.

 

La dictadura de Onganía subestimó esa elevación de la conciencia de las masas obreras y subestimó también las posibilidades de los comunistas revolucionarios para incidir en el estado de ánimo y de conciencia de esas masas. El desmoronamiento de Torres en Córdoba con motivo de la ocupación de Perdriel, y el posterior reacomodamiento aventurero de éste ante el surgimiento de una oposición clasista que amenazaba con que las masas lo desbordaran golpeó el caracú de los planes de Onganía, que habiendo previsto “el pico” de la crisis política para mayo-junio, había tenido el cinismo de hacer convocar para el 29 de mayo -aniversario del Cordobazo- el Congreso de la CGT.

Al mismo tiempo las luchas estudiantiles, que en 1969 habían estado fuertemente impregnadas de espontaneidad antidictatorial, cobraron, desde la lucha contra el examen de ingreso a partir del momento en que la hegemonizó la línea mayoritaria en la FUA del FAUDI, un creciente tono antidictatorial y antiimperialista, y culminaron con manifestaciones, paros y ocupaciones de facultad en el mes de mayo que también señalaron una elevación de la conciencia de las masas estudiantiles, demostrada, fundamentalmente por el fortalecimiento en el orden nacional de la tendencia FAUDI y un desvanecimiento de las tendencias populistas que habían tenido un rol fundamental en 1969.

En la relación entre espontaneidad y conciencia comenzó a distinguirse, en 1970, la espontaneidad brumosa y servil a la ideología burguesa (aunque siempre la espontaneidad de las masas indique un embrión de conciencia diferente, como sucedió en el Cordobazo y en el Rosariazo) de la espontaneidad que viene abonada por el trabajo político e ideológico de la vanguardia y que se transforma en terreno apto para el crecimiento a saltos de ésta.

Mayo de 1970 encontró a la izquierda revolucionaria, y fundamentalmente al PCR, como polos de la lucha antidictatorial, y si en 1969, como señalamos en nuestro Congreso, se diluyeron los partidos burgueses y el comunismo reformista del PC, en 1970 aparecieron diluidos el populismo de izquierda a través de sus dos expresiones políticas fundamentales: la CGT de los Argentinos, que culminó su seguidismo a la burguesía con su disgregación como central obrera, y el FEN-Integralismo que carecieron de empuje suficiente dado el avance de las posiciones de la izquierda revolucionaria y del comunismo revolucionario en la universidad, especialmente en Córdoba.

Al mismo tiempo las luchas de masas mostraron la incipiencia de la fusión del PCR con las masas obreras, y la posibilidad de superar con relativa rapidez esta insuficiencia; y mostraron las debilidades de nuestro Partido que son necesarias de superar para poder asegurar que el proletariado juegue su rol liberador. Lo que es tema para un análisis particular.

Los lechuzones del “reflujo”, los que negaron la existencia del polvorín de descontento popular generado por la dictadura como un reflejo político de sus vacilaciones ideológicas pequeñoburguesas y de su falta de confianza en el proletariado, fracasaron de nuevo en sus cálculos. Pronosticaron un reflujo en el verano y los golpeó la lucha de Municipales y del ingreso a la universidad y las luchas tucumanas; luego de El Chocón vaticinaron lo mismo y fueron llamados a silencio por las luchas de mayo.

En torno a este debate sobre el estado de ánimo y conciencia de las masas lo que está en discusión es el nuevo momento en la lucha liberadora internacional de la clase obrera, posterior a la ofensiva del TET en Vietnam, al Mayo francés, al Cordobazo, a las luchas en los países capitalistas avanzados incluyendo los EE.UU., y al nuevo giro de la lucha en Indochina y el Medio Oriente. Vivimos un periodo de auge de las luchas anticapitalistas y antiimperialistas a escala mundial, una crisis general del reformismo, y esto empalma con el proceso particular -ya analizado por nuestro Partido- que se abrió en la Argentina con las luchas de 1969. Los que conciben la construcción del partido de vanguardia como una larga labor pedagógica realizado por minorías super selectas, desenfocan totalmente esa nueva realidad internacional. En esencia creen que el movimiento revolucionario de la clase obrera nace con ellos -como creyó Zárate en nuestro Partido- y son incapaces de ser vanguardia de una clase obrera adulta a la que los vapores reformistas pueden haber desorientado largo rato, pero no aletargado, como creen esos teóricos de biblioteca.

Ante el desarrollo de las luchas obreras y populares, el populismo fue expresándose, cada vez más, en el accionar de grupos de acción directa partidarios del terrorismo urbano, llamado por ellos: guerrilla urbana. Apareció también públicamente el FAL que se proclama comunista revolucionario.

Durante los últimos meses estas fuerzas accionaron con relativa regularidad, tanto en el terreno de las expropiaciones como en el de las acciones de propaganda armada, o sea, en el de las acciones armadas firmadas y popularizadas.

Es necesario diferenciar a los distintos grupos en acción.

Existen grupos que tras el concepto de la “unidad de los que accionan”, y del llamado “desgaste directo”, han concluido acuerdos con grupos de derecha, lo que inscribió, objetivamente, algunas de sus acciones, en los planes de éste o aquel sector de las clases dominantes.

Otro sector, el más numeroso e importante, se ha transformado en el brazo armado del populismo de izquierda. Como tal son expresión concreta del combate antidictatorial y antiimperialista, y en la gran divisoria política entre los partidarios de la vía pacífica -instrumentos en definitiva del régimen- y los partidarios de la vía armada, expresando a la pequeña burguesía radicalizada, se ubican del lado de los que luchan contra el imperialismo y la oligarquía.

Existen también fuerzas que se proclaman marxistas-leninistas comunistas revolucionarios y, en política, tienen planteos diferenciados del populismo de izquierda. Tal es el caso del FAL.

La solidaridad revolucionaria con los que enfrentan a los enemigos de la clase obrera y el pueblo con las armas y sus vidas es un deber revolucionario. Deber que no relega sino que coloca en un primer plano la polémica y la lucha ideológica, como hicimos en ocasión del secuestro del cónsul paraguayo y anteriormente con motivo de la detención del grupo de Taco Ralo.

La forma con que se concibe y organiza la lucha armada expresa siempre los intereses de clase de quienes lo hacen. Es una de las formas de expresión de la política de tal o cual clase.

El terrorismo urbano es la forma de lucha predilecta de la pequeña burguesía que prescinde de las masas; se basa en acciones aisladas que pueden ejercitar grupos aislados, selectos, al margen del apoyo popular, sin contraer compromisos con las masas que actúan como espectadores de un combate que no protagonizan; aunque a veces reciben los golpes que se cruzan en él. Expresa el individualismo pequeñoburgués y su temor a fundirse con el proletariado. En vez de ganar a las masas para que ellas hagan la guerra revolucionaria trata de hacer la guerra para ganar su apoyo. Las masas son relegadas a un papel secundarizado que se manifestará, sin dudas, en el futuro poder revolucionario. Por cuanto se proponen hacer la revolución a nombre de las masas, procuran centralmente “sensibilizar” a éstas y no elevar su conciencia.

Todas sus variantes critican nuestro “espontaneísmo” pero ellas son la expresión más cruda de una política que abandona al proletariado a la espontaneidad. Por ello un rasgo común en esos grupos cuando se proclaman marxistas es basar su acción en la tergiversación de los principios fundamentales del marxismo-leninismo en cuanto a la relación espontaneidad-conciencia y práctica social-vanguardia.

El FAL piensa que la agitación de un solo hecho revolucionario puede más que la agitación de mil verdades revolucionarias. Es cierto. El problema es de qué “hechos revolucionarios” se trata. Nosotros creemos que vale más para hacer avanzar la conciencia de las masas obreras una lucha como la de Perdriel que cien secuestros. Y nos colocamos aquí en el más firme terreno leninista. Decía Lenin polemizando con los populistas rusos y recalcando que de ninguna manera se trataba de negar la importancia de la violencia y el terror:

“Nosotros por nuestra parte, pensamos que solo merecen el nombre de actos verdaderamente revolucionarios y capaces de infundir verdadero aliento a cuantos luchan por la revolución rusa aquellos movimientos de masas vinculados con la conciencia política y la actividad revolucionaria de la clase obrera, cuyo ascenso se hace patente a los ojos de todos”.26

Y agregaba:

 “(…) aquellos acontecimientos cuyo protagonista es la misma masa, que nacen de los sentimientos y estados de ánimo de ésta, y no son puestos en escena ´con una finalidad especial´ por tal o cual organización. Nosotros pensamos que cien asesinatos de zares juntos no producirían jamás un efecto tan estimulante y educativo como la participación de decenas de miles de gentes del pueblo obrero en concentraciones para discutir sus candentes intereses y la relación de la política con ellos, como esta participación en la lucha, que pone en pie realmente a nuevas y nuevas capas indemnes del proletariado, elevándolas a una vida más consciente, a una lucha revolucionaria más amplia”.27

Por ello nuestra diferencia con el FAL, por ejemplo, que concibe la lucha de masas principalmente en esta etapa como una forma para “ejercer un firme apoyo al frente militar de lucha”, siendo que este “frente” no es un ejército de masas sino la acción de un grupo de militantes aislados, es una discrepancia de fondo, esencial, no secundaria. Para ellos los núcleos en las masas (“ligas campesinas”, “ligas de estudiantes revolucionarios”, “comités obreros interfabriles”), en esta etapa, “no deben desgastarse inútilmente en las rencillas sindicales de carácter local y parcializado”. Por eso si son consecuentes, no pueden preguntarnos a nosotros, ¿y después de Perdriel qué?, por cuanto ellos jamás construirán un Perdriel con esa línea.

Nosotros diferenciamos en los grupos partidarios del terrorismo urbano a los que se proclaman marxistas-leninistas y postulan un partido comunista revolucionario de los del populismo, y dentro de estos diferenciamos a la izquierda del populismo de la derecha del mismo.

En la lucha contra los proyectos de integración del proletariado a los planes electorales del recambio será posible, probablemente, llegar a acuerdos para golpear juntos.

Pero a más de la polémica política e ideológica esto requiere que esas organizaciones abandonen su práctica del “entrismo”, que muchas veces -como tenemos casos concretos en nuestro Partido- las transformó en poleas de la provocación política y policial, al igual que como enseña el movimiento revolucionario sucedió en otros países como en el caso de la Revolución Cubana con el agente Marcos Rodriguez.

Desgraciadamente estas organizaciones han teorizado el “entrismo” y nosotros estamos obligados a denunciar, con nombre y apellido a los agentes que se usen en esos menesteres y proceder con ellos como con cualquier otro infiltrado.

El FAL plantea por ejemplo como vía para construir una sólida organización revolucionaria de vanguardia “la incorporación individual de los más sanos activistas y propagandistas de otras fuerzas en una tenaz labor selectiva por integrarlos al plano de la revolución, en la perspectiva futura del frente de liberación y lucha armada simultánea”. Nosotros no rechazamos el terror revolucionario. No rechazamos la violencia. Todo lo contrario.

Sucede que luego de las gigantescas luchas obreras de 1969 en Córdoba y Rosario y de los combates de 1970 en El Chocón y el SMATA que han colocado al proletariado argentino en el más alto nivel del combate proletario mundial, y cuando todos los sectores oprimidos por el capitalismo dependiente argentino entran en combate, y crece la rebeldía social, en vez de concentrar todas las fuerzas para hacer arder el principal material combustible de la sociedad argentina: la clase obrera, y extender en ella la influencia socialista, estos grupos se dedican a las acciones al margen de ella, para “sensibilizarla”, o para “desgastar el aparato enemigo”, y en algunos casos para postular no un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera sino un gobierno peronista, en el mismo momento en el que Perón a través de los máximos dirigentes de su movimiento sindical y político negocia, transa y otorga tregua al recambio.

Es imposible que el proletariado juegue su rol si no derrota política e ideológicamente a esas variantes, lo que va unido a la propaganda de la insurrección armada, al apoyo al empleo de la violencia por las masas en sus luchas y a la difusión de las experiencias en este terreno que permita que las mismas resistan sistemáticamente a la violencia policial y del Ejército, organicen en esa perspectiva sus milicias armadas y, como señalaba Lenin refiriéndose a este problema, incorporen “por medio de esa resistencia la mayor parte posible del ejército a la lucha entre el proletariado y el gobierno”. Esa táctica, como enseñó Lenin “es la táctica que nosotros empleábamos en la lucha contra el terrorismo y que, según nuestra profunda convicción, fue coronada por el éxito”.28 En esto, y en todo, como nos critican los militaristas, nosotros somos “leninistas ortodoxos” que es la mejor manera de ser marxistas-leninistas creadores.

En este caso la ortodoxia marxista-leninista, está claro, implica no la repetición de dogmas sino el garantizar una guía comprobada por la práctica revolucionaria para la acción. En general los grupos partidarios del terrorismo urbano y militaristas que se proclaman marxistas acostumbran acompañar sus teorizaciones -que suelen ser organigramas para la revolución- con referencias a un marco filosófico y de la teoría del conocimiento supuestamente marxista-leninista; que parte no de Marx sino generalmente de intérpretes de Marx, como el filósofo del PC de Francia, Althousser, al que a la vez interpretan a gusto y paladar de ellos. Generalmente parten de una ignorante o intencionada falsificación de la relación conocimiento-práctica social, reemplazando a ésta por la práctica de grupos aislados de acción directa.

Nos achacan a nosotros el que pretendemos copiar el modelo ruso de insurrección, sin el marco de la guerra mundial. Eso no es cierto. Pero sí lo es que tratamos a fondo de estudiar la experiencia bolchevique para retomar las enseñanzas universales del marxismo-leninismo sepultadas por el reformismo de derecha y de “izquierda”. Por arte de magia identifican insurrección triunfante con insurrección rusa, pero olvidan, al igual que los reformistas de derecha, la larga serie de insurrecciones -algunas triunfantes- que protagonizó el proletariado desde fines del siglo XVIII hasta los últimos años, experiencias históricas que permiten estudiar, a partir del análisis de la formación económico social argentina y de los enemigos actuales de nuestra revolución, los detalles de una línea insurreccional; incluida en ella el dominio concreto del “arte” de la insurrección al que hicieron referencia los fundadores del marxismo.

En general todos estos grupos se caracterizan por ignorar la caracterización leninista de situación prerrevolucionaria, de situación revolucionaria y de situación revolucionaria directa o crisis revolucionaria, por cuanto su esquema militarista pretende aplicar formas válidas para países coloniales, con opresión nacional por una potencia colonialista (como fue el caso de Argelia), o válidas para un país semifeudal con crisis económica crónica. No extraen las formas de lucha de la experiencia de las masas, como decía Lenin, sino de sus cavilaciones.

Para nosotros lo que permite confluir una situación revolucionaria (cuando los de “arriba” y los de “abajo” no pueden vivir como antes; cuando se han agravado extraordinariamente las condiciones de vida de las masas; cuando se acentúa su actividad en forma notable) con la capacidad de la clase revolucionaria para realizar acciones que tumben al gobierno y al poder enemigo, es el Partido. El Partido no fabrica una situación revolucionaria. Es uno de los factores -muy importante pero no único- de la misma. Pero el Partido transforma una situación revolucionaria -que contribuyó a crear a través de su lucha política que como tal incluye la violencia- en una crisis revolucionaria o situación revolucionaria directa.

Una situación revolucionaria para transformarse en crisis revolucionaria exige un partido. Es ridículo discutir entre personas que se dicen marxistas esta verdad elemental, pero se ha llegado a tal grado de confusión, producto del envilecimiento del marxismo por el reformismo y el oportunismo, que hay supuestos “marxistas” que consideran que con un grupo relativamente numeroso de guerrilleros urbanos o militantes revolucionarios bien entrenados, capaces de dirigir militarmente a las masas, en ocasión de un Cordobazo futuro, espontáneo u organizado, se puede tomar el poder. Eso al margen de quién dirija políticamente al proletariado cordobés, o sea, independientemente de que lo dirijan Torres y Tosco o lo dirija un partido socialista con una línea insurreccional.

Nosotros nos mantendremos firmemente en el terreno leninista.

América Latina ha hecho una experiencia de diez años de foquismo. Sus resultados están a la vista. ¿Habrá que pagar el precio de otros diez años más de terrorismo urbano? El caso brasileño es un ejemplo -doloroso pero instructivo para los revolucionarios- de adonde lleva el terrorismo urbano en un país capitalista con un fuerte aparato represivo. El hecho de que los revolucionarios brasileños estén combinando cada día más la lucha revolucionaria de masas del proletariado y los estudiantes con el inicio de guerrillas rurales -en zonas tradicionales por la combatividad del campesinado- representa un gran paso adelante para el movimiento revolucionario latinoamericano.

Creemos en la importancia de la lucha de guerrilla rural en la Argentina, en determinada situación política y social integrada a una política que considera fuerza fundamental de la revolución argentina al proletariado.

En las condiciones actuales rechazamos como táctica de lucha al terrorismo urbano -llamado ahora guerrilla urbana- y la conspiración blanquista sin rechazar la práctica ni de la violencia, ni del terror, ni de la justicia revolucionaria, dentro de una línea que tiene como eje fundamental construir el partido político de la clase obrera, capaz de fundir al socialismo con ella y ser su Estado Mayor insurreccional.

 

VI. Balance de la actividad del Partido

El análisis de la práctica del Partido en estos meses -tan ricos en acontecimientos y en luchas de masa- tiene una gran importancia. Previamente a esta Conferencia se han realizado Conferencias de zona, o discusiones en las mayorías de las zonas, que permiten al Comité Central presentar a esta Conferencia un análisis de nuestro trabajo relativamente global que puede ser una base útil para la discusión posterior en las organizaciones partidarias.

El CC, a partir del Congreso, trató de esforzarse por aplicar como guía de su trabajo las resoluciones del Congreso, especialmente en cuanto a lo que éste señaló como objetivo central al decir:

 “Nuestro objetivo, que cubrirá una etapa relativamente prolongada, es el de constituirnos en la vanguardia marxista-leninista del proletariado argentino, clase dirigente de la revolución argentina y fuerza fundamental de la misma, y ser su estado mayor insurreccional”.29

Idea que estuvo en el centro del debate del Congreso e insisten sus resoluciones en subrayar:

 “No se trata de dar más importancia a ciertas tareas. Se trata de dar un viraje en la labor del Partido. De impulsar una reorganización total del mismo para que pueda cumplir con su misión histórica. Reorganización del Partido de arriba a abajo, que permita a éste ubicar lo fundamental de sus fuerzas en aquellas empresas de concentración del proletariado industrial capaces de arrastrar en determinado momento al conjunto del proletariado; al tiempo que la experiencia cordobesa de alianza de las masas estudiantiles con la clase obrera es multiplicada a lo largo y ancho del país; y al tiempo que afirmamos el trabajo del Partido en las llamadas ‘villas miseria’ y en algunas zonas rurales muy importantes del Noroeste y el Noreste.”

Y más adelante:

“El viraje fundamental que debe realizar el Partido a partir de este Congreso, es su proletarización.” 30

A poco más de seis meses del Congreso debemos señalar como rasgo más importante del balance de la aplicación del mismo que por primera vez en muchos años en la Argentina hoy podemos apreciar un comienzo de fusión de las ideas del socialismo científico, revolucionario, con la clase obrera. Incipiente, pero tangible, especialmente en el caso cordobés, y en el caso de la lucha de los Municipales de la Capital Federal. Y podemos señalar que la línea de nuestro Partido ejerció influencia muy importante y en ocasiones hegemónica en las luchas obrero-estudiantiles del último periodo.31

En la lucha por aplicar nuestra línea ya tenemos ejemplos de fusión de la misma con la clase obrera. Ejemplos lastrados por deficiencias importantes pero que permiten hoy al Partido realizar una discusión que tiene a la práctica como criterio de verdad.

Esto es un marco general en donde desde arriba reorganizamos el Partido, reubicando a los cuadros a partir de los cuadros de dirección nacional, y con organismos en los que aún predomina la lucha por la aplicación de la línea, como es el caso de Rosario, y, desde otro punto de vista, el de zonas que fueron muy debilitadas por la lucha fraccional y el trabajo de infiltración del enemigo, como en el caso de la zona 1 [Gran Bs. As.].

El Partido trabaja actualmente en cuarenta empresas importantes de concentración, a más de algunas empresas pequeñas y gremios, y se ha consolidado como organización nacional.

El Partido ha debido librar una batalla ideológica implacable para poder aplicar su línea.

Hay quienes han reducido nuestra línea política a una combinación telegráfica de nuestra valoración del estado de ánimo y conciencia de las masas (el “polvorín”) con nuestra definición de “hora del proletariado”, es claro que nuestra línea política es bastante más que eso. Pero también hay que estar en claro que sin esos elementos nuestra línea política pierde resortes claves para calibrar el momento político y construir línea política en concreto. No es casual que tanto en Córdoba, como en la zona 7 [Capital Federal], como en las mejores organizaciones que tenemos en la universidad o en el trabajo partidario en Corrientes, las organizaciones que protagonizan nuestros mejores ejemplos de trabajo impregnen a su actividad de un ritmo político presidido por esas valoraciones esenciales de línea. Valoraciones, por otro lado, impregnadas de una profunda confianza en el proletariado argentino y en las masas potencialmente revolucionarias de este país, que permiten luchar a fondo contra los resabios reformistas y las tesis revolucionaristas pequeñoburguesas.

Allí donde aparecen las teorías que limitan nuestra concepción del polvorín a un mero análisis coyuntural acertado, el Partido retrocede. Así sucedió en Córdoba cuando en el movimiento estudiantil, para justificar la repercusión en las masas de errores cometidos, se elaboró la teoría del “techo” al que habría llegado el movimiento estudiantil cordobés, teoría que frenó posibilidades mucho mayores de profundidad y extensión de las luchas de mayo de este año. Lo mismo con la teoría que acepta la validez del polvorín en general y lo niega para el lugar en concreto, como nos sucedió en el gremio ferroviario, o en Bahía Blanca, o las periódicas teorizaciones sobre el “reflujo” o la “pudrición”.

La aplicación de nuestra línea requirió y requiere una dura batalla contra el reformismo. Que suele disfrazarse como economismo doctrinarista. Luego del Congreso debimos luchar para liquidar sus expresiones en el caso del gremio automotor en la zona 4 [ Gran Bs. As.], en donde había prendido la “clandestinización” propia de quienes ven a la clase obrera como apoyo logístico de un ejército campesino o de grupos aislados de terroristas urbanos. En general este es un lastre pesado que arrastramos del PC reformista y que se traduce en un agitativismo doctrinario fuera de la empresa y en economismo dentro de ella.

Lógicamente como tanto el sectarismo obrerista como el economista carecen de visión de poder, esto se expresa en una propaganda y una agitación que diluye la lucha antiimperialista y democrática negando el rol de clase hegemónica del proletariado. Y se expresa en una organización que al tiempo que actúa como brigada de choque fuera de la empresa se diluye dentro de ella.

Nosotros consideramos que el Partido debe estudiar a fondo la experiencia del Partido en Córdoba por haber sido en este período lo más avanzado y que puede ayudar al resto de la organización a avanzar a un nivel semejante y evitar errores cometidos allí -que son responsabilidad no solo de la dirección zonal del Partido sino también del CC- independientemente del hecho, cierto, que son expresión del proceso real de conocimiento y de defensa del Partido.

En Nueva Hora se ha seguido el proceso de luchas cordobesas y hay un material importante para el análisis del mismo.

¿Qué es lo que permitió a nuestro Partido en Córdoba ayudar a construir una agrupación sindical clasista en la que es público nuestro rol, que ha sido seguida, en la lucha, por centenares de obreros y tiene un arraigo real? ¿Qué permitió al Partido reclutar cuadros obreros dirigentes de masa en condiciones de ser cuadros dirigentes del Partido en el lugar? En primer lugar la valoración del estado de ánimo de las masas, el polvorín, y la lucha por dotar al movimiento espontáneo de las masas de un polo clasista de alternativa. En segundo lugar el haber encontrado reglas muy importantes para insertarnos en las masas en este momento como son: el valor de la propaganda; una justa combinación del trabajo clandestino con el legal que comprendió que es imposible transformarse en alternativa real, física si se quiere, sin la aparición física de representantes de la agrupación y del Partido y que combinó esto con la labor clandestina: la comprensión de que las agrupaciones sindicales clasistas deben organizar a lo más combativo de la empresa o gremio y adecuar su lenguaje y propaganda a los niveles concretos del lugar.

El Partido, a partir de esos elementos y de un conocimiento profundo y diario de los problemas de la empresa y el gremio, y del estado de ánimo concreto de los obreros, pudo colocarse a la ofensiva política y ayudar a que una parte importante del proletariado cordobés actuase en las luchas de mayo-junio con independencia clasista, y con métodos de lucha elevados, que han dejado huella profunda en el proletariado.

Pero el Partido cometió allí errores, en los que, como dijimos, tiene responsabilidad el CC.El primero de ellos fue el de no apreciar políticamente por qué la dictadura cedió cuando la ocupación de Perdriel y las consecuencias que ello traería, o sea, preparar a la clase obrera del SMATA para la segura réplica de la patronal y su agente Torres.

En esto, en el caso de los compañeros cordobeses, existían ideas que subestimaban al Estado oligárquico-burgués y que subestimaron a Torres. Digamos, al pasar, que es preciso combatir la terminología trotsquista que califica a dirigentes como ése de “burócrata”, cosa que ya señalamos en nuestro Congreso. Si Torres es un burócrata -del estilo de los dirigentes de la CGT francesa- es posible que con la presión de masas se reacomode o que pelee por conservar su sillón. Pero no es así, porque ni él, ni ninguno de los dirigentes vandoristas o participacionistas, son burócratas, sino que son agentes de la patronal e inevitablemente, cuando llega la hora de la verdad, aunque trencen con éste o aquel general, juegan como agentes de la patronal. Como jugó Torres en Córdoba.32

La agrupación Primero de Mayo del SMATA en Córdoba metió ideas profundas en la masa. Por ejemplo la idea de una “Córdoba Nacional Triunfante”. Esa consigna para nosotros tiene la misma validez que tenía la de “incendiar Rusia” con la que los bolcheviques solían dirigirse a las masas campesinas antes de la insurrección, utilizando una figura que les permitía visualizar la gran rebelión de masas que es propia de las insurrecciones populares. Nosotros con ella propagandizamos la imagen de una futura insurrección popular dirigida por la clase obrera. Pero esa propaganda de la agrupación debe ir acompañada por la propaganda de Partido que explique lo que faltó en Córdoba en 1969 para tener una insurrección triunfante. Lo mismo con la lucha por el socialismo que implica esencialmente desentrañar para los obreros los secretos de la política burguesa -nacional e internacional- cosa que solo puede hacer a fondo la propaganda de Partido, propaganda casi inexistente en Córdoba.

La lucha reciente de SMATA nos ha permitido salir fortalecidos ante la masa del gremio por la justeza de nuestra posición en el conflicto y la abnegada labor de nuestros compañeros. Pero ella rebeló ideas profundamente reformistas metidas en la masa por el peronismo, el trotsquismo y el comunismo oportunista, como la idea de “unidad” contrapuesta a la de democracia proletaria. La unidad de los trabajadores frente a los capitalistas presupone la más amplia discusión, la propaganda de las distintas tendencias dentro del movimiento obrero, el control sobre los dirigentes y su reemplazo cuando no cumplen con sus deberes. En el conflicto de SMATA mientras Torres negociaba con el gobierno y la patronal, entraba y salía de la Casa Rosada a ver a éste o aquel ministro, y toda la burguesía conocía los términos de la negociación, los obreros del SMATA estaban desconociendo todo sobre la misma. El MUCS se opuso a enviar dos obreros electos en asamblea a acompañar a Torres porque eso iba contra la “unidad”. También el MUCS se opuso en ese conflicto a “levantar banderas políticas”, etc. Todo eso en aras de la “unidad” que como se ve en este caso es la unidad de los obreros tras la política de la burguesía.

Hoy en Córdoba el Partido que comenzó su trabajo con un pequeño núcleo de camaradas es una fuerza real en la clase obrera cordobesa, en el estudiantado y en la política provincial. Pero está en condiciones de multiplicar rápidamente sus fuerzas para lo que requiere, a más de afirmar lo que han sido sus méritos, como el vibrar con las inquietudes de las masas como vanguardia real de ellas, o sea, manteniendo ese “espontaneísmo” que nos critican los grupos pequeñoburgueses, superar los verdaderos errores espontaneístas de nuestro trabajo.

La importancia de esto es válido para todo el Partido y especialmente para sus organizaciones más avanzadas, o sea, para aquellas que han logrado una inserción real de nuestra política en las masas. Así se demostró ya en la lucha de Municipales en la que el Partido avanzó políticamente en la masa y creó condiciones para poder arraigarse posteriormente no solo donde ya trabajamos sino también en nuevos lugares del gremio. Pero allí había la idea de que la salida a la calle del gremio podía extenderse con facilidad al conjunto de los obreros de la Capital y ser detonante de un estallido generalizado. Nosotros debemos tener siempre presente ese objetivo pero en general la experiencia va demostrando que para realizar en el Gran Buenos Aires una lucha semejante a la cordobesa del 69 se requieren las condiciones que señalamos en el Informe al Congreso y para ello es preciso arraigar Partido en lugares claves.

También la lucha en Municipales mostró el papel negativo que jugó la idea de “irse del sindicato” que durante un largo periodo nosotros ayudamos a meter en las masas. Esta idea trabó luego la lucha contra la resolución del sindicato expulsando del mismo a los activistas más combativos.

También en el balance de nuestro trabajo en la universidad se señalan rasgos espontaneístas. Aparece claro que en la lucha contra los lastres reformistas, organicistas, militaristas (que son lastres que de no ser arrojados impedirán al Partido ser vanguardia real de la clase obrera) imprimimos a nuestro trabajo una orientación fuertemente espontaneísta, o sea, una orientación que cree que puede resolver los complicados problemas de la lucha revolucionaria solo con iniciativas políticas (que desde ya son lo fundamental, pero lo fundamental en un complejo interrelacionado de factores) y que tiende por lo tanto, naturalmente, a operar a través de las agrupaciones, del movimiento, diluyendo al Partido y sectarizando a las agrupaciones.

Como ya señalamos antes hay espontaneísmo y espontaneísmo. Hay un espontaneísmo ciego y un espontaneísmo que viene abonado con el trabajo de la vanguardia y se transforma en el caldo de cultivo de ésta. Nuestra lucha apunta centralmente, hoy, a transformar al comunismo revolucionario en una tendencia del movimiento obrero argentino que, como ya sucede en algunas empresas y gremios, haga indestructible a la organización de Partido por duros que sean los golpes de la reacción. Nuestra misión es consolidar en una parte importante del proletariado argentino la conciencia socialista y ser capaces de dirigir al conjunto de la clase y de las masas. Crear esa conciencia es algo mucho más complejo que la mera incidencia en la coyuntura política. Se debe construir un partido que sea estado mayor de millones. Todo esto, en las condiciones actuales del mundo capitalista, pisando el umbral de un década que será seguramente decisiva, de una década de guerras y revoluciones, de duros combates de clase, década de saltos y explosiones de masa; no se trata que el Partido pierda lo que es su principal mérito, la agilidad política y la iniciativa política, sino que complemente la misma con la perseverancia organizativa, con la valorización de los detalles organizativos, con el temple y la intransigente lucha ideológica, con la preparación militar de sus cuadros y de las masas, con la elevación de su nivel teórico.

En el último periodo, analizando la actividad general del Partido veremos también como rasgos de la misma un abandono de la lucha antiimperialista y democrática que se transforma inevitablemente en desviación política, en un cambio de la caracterización del tipo de revolución que hacemos, y que tiñe el accionar del Partido de un izquierdismo obrerista y de una soberbia en el trabajo de masas que a veces cree que somos importantes, como decía Marx, porque tropezamos con todo el mundo. No se trata de aminorar la lucha anticapitalista. Es un avance importante el que hayamos puesto en el centro del debate de asambleas de masa este tema. Pero, privada la línea del Partido del eje fundamental que desprendemos del análisis de la formación económico social argentina, el Partido se transforma en un partido ciego, incapaz de ver la salida revolucionaria para los problemas actuales de las masas e incapaz de transformar a la clase obrera en clase dirigente del bloque histórico de fuerzas revolucionarias. No es casual que en el debate con los obreros en algunas empresas de la Capital haya surgido el reclamo por el programa de Partido. Las masas quieren algo más que agitación de consignas generales sobre el momento y la salida.

Ese izquierdismo ha repercutido, con manifestaciones trotsquizantes y “comandistas” en el trabajo en las villas de emergencia, en donde algunos compañeros -con errores, es lógico, pero de los que tiene responsabilidad especial la falta de atención concreta-, han realizado un trabajo meritorio creando una base del Partido que puede permitir afianzarnos en esos lugares de vivienda obrera. Esto está también ligado a la no atención por el Partido al trabajo específico con las mujeres obreras que está originada en la subestimación burguesa de la misma o en una actitud pequeñoburguesa ante esto que idealiza una clase obrera propia de etapas avanzadas del socialismo. Y ha repercutido, ese izquierdismo, no solo en la no atención al trabajo campesino y entre las FF.AA. sino incluso, más concretamente, en la desatención de lo que ya teníamos allí.

Esto ha tenido reflejo en la falta de una política de alianzas del Partido. Nosotros no creemos llegado el momento de construir el Frente de Liberación Social y Nacional pero eso no implica no tener una política de alianzas, de acuerdos, de compromisos, permanente que apunta a la perspectiva de la creación del bloque de fuerzas revolucionarias hegemonizada por la clase obrera. Manteniendo una firme política de principios, esos acuerdos y compromisos deben ser diarios en nuestro accionar político. Lo contrario implica no comprender los cambios profundos que se operan en todos los sectores de la sociedad argentina -de los que tal vez el ejemplo más importante sea lo que sucede en el movimiento católico- y las posibilidades de desblocar hacia la revolución a importantes sectores del peronismo, del catolicismo, de las fuerzas liberales.

El trabajo realizado por nuestros camaradas de Corrientes con el movimiento del “Tercer Mundo”, y la subsiguiente aparición en el mismo de una corriente insurreccional, socialista, que influenció durante el movimiento de ocupación de iglesias en aquella provincia a masas populares de los barrios más pobres y las movilizó, combativa y organizadamente, contra la derecha católica y la dictadura, es un maravilloso ejemplo de trabajo a estudiar por todo el Partido que demuestra cómo se puede y debe combinar la firmeza ideológica con la más grande flexibilidad, la unidad con la lucha.

Como sucede generalmente con el izquierdismo el mismo suele ir acompañado de pacifismo. Pacifismo que se expresa en la desatención a la preparación militar del Partido y a las actividades específicas del Partido en ese frente, pero que se manifiesta fundamentalmente en una falta de búsqueda y de solución a los problemas concretos del accionar violento de las masas, al desarrollo masivo de núcleos de combate que sean no solo la necesaria autodefensa de las acciones de lucha de las masas, la avanzada del enfrentamiento con la policía y el Ejército, sino también, y fundamentalmente, el núcleo de las milicias obreras. Las ocupaciones de fábrica en Córdoba y las luchas populares de Corrientes desarrollaron formas organizativas de masas que hacen de la consigna de milicias obreras y estudiantiles una consigna de propagandización actual, y no ya para un tiempo futuro. Esta idea de las milicias obreras debe ser propagandizada (no agitada) y debe entenderse que la constitución de núcleos de combate (comandos, etc.) que se organizan ya espontáneamente en todo el país, es la base natural, el núcleo de las mismas.

En nuestro Congreso señalamos que podían madurar los elementos de una situación revolucionaria y el Partido no llegar a la cita con ella. En tal caso no habría crisis revolucionaria o situación revolucionaria directa. Es preciso comprender que uno de los impedimentos fundamentales para que el Partido falte a esa posible cita con una situación revolucionaria es la falta de preparación militar del mismo y de las masas. Y en esto, aclarados los ejes con el militarismo pequeñoburgués, menos charla y más acción. Menos organigramas sobre cómo hacer la revolución -organigramas que la vida dejará siempre de lado- y más trabajo práctico. Menos charla sobre los detalles a agregar a los cursos de instrucción y más instrucción.

El otro rasgo negativo de la actividad de Partido en el último periodo es el de la estrechez nacionalista. Ya el Congreso alertó sobre esa posible desviación muy ligada a la situación actual del movimiento comunista internacional y a nuestra relación con él. La falta de reacción del Partido -salvo ejemplos aislados- ante la agresión yanqui a Camboya o la débil reacción ante la situación represiva en el Brasil o ante la actual situación en Bolivia y Uruguay patentizaron una situación que el Partido debe superar a fondo.

Todo esto nos enfrenta con el problema de partido. Aquí seremos breves porque contamos con un informe especial del CC sobre esto.

Es claro que el periodo de agudas batallas de clase a escala internacional en el que entramos, y la complejidad de la situación nacional posterior al recambio, elevan a un plano elevado la atención a los problemas del Partido. Se elevan las responsabilidades de su Estado Mayor y de sus células. El proceso de concentración monopolista opera como constante irritador de las heridas de la sociedad argentina. Pero el eje de nuestro trabajo, el eje que señaló nuestro Congreso y con el cual hemos tratado de trabajar, procura lograr que la clase obrera no sea un mero objeto de esa situación, sino que la enfrente conscientemente para desplegar al máximo todas las contradicciones que encierra el régimen burgués-terrateniente imperante en el país.

Para ello es preciso destrozar las ideas reformistas, militaristas y espontaneístas, de todo tipo que traban la construcción del Partido que precisamos. La actuación del Partido en el conflicto del SMATA en Córdoba, en la lucha de Municipales en la Capital, y los avances últimos en algunas grandes empresas del Gran Buenos Aires demuestran que es posible construir en un plazo histórico relativamente breve, un fuerte Partido Comunista Revolucionario. Lo de relativamente breve no se refiere a que seamos impacientes en el sentido de la impaciencia propia del pequeñoburgués, sino a la necesidad de construir un partido al que una situación revolucionaria y las masas no le pasen por encima.

El reformismo subsistente y el movimientismo se reflejan aún como predominantes respecto de los problemas de Partido. Hemos avanzado desde el Congreso, pero el avance es lentísimo. Comenzamos a pasar de un malón a un partido organizado en células, pero estas son aún brigadas de choque en las que no existe un estudio de los problemas concretos y distribución de tareas que garanticen la responsabilidad individual. Esta propia Conferencia debe hacer un balance concreto de aplicación de la línea del Partido y de la construcción del mismo no solo nacionalmente sino en cada lugar en concreto. Es preciso ir terminando con una modalidad de trabajo según la cual se discute y se opina sobre todo, menos sobre el trabajo propio.

Desde el CC, trabados por el estado financiero del Partido, hemos estado más en contacto con los organismos zonales y básicos, aunque creemos que debemos educar a un partido que se oriente fundamentalmente con la palabra escrita y actúe con autonomía. Pero todavía somos en gran medida una federación de zonales, sin la homogeneización suficiente. Tal vez el mejor ejemplo de ello fue la resistencia que hubo a aplicar la línea del Partido en ferroviarios.

El Partido está educado en una democrática discusión de los problemas pero muchas veces se entiende esto como un sinfín de búsqueda del porqué, del porqué sin pasar a tomar resoluciones, distribuir responsabilidades, y actuar, como corresponde a un partido proletario. Un partido que aplica una línea y en el que cada militante tiene tareas concretas que cumplir, y de las que rinde cuentas, se hace un partido indestructible por la provocación política y policial por cuanto ésta debe destruir esa línea y mellar sus instrumentos organizativos. Para superar muchos de los problemas actuales hay que terminar en el Partido con los charlatanes, capaces de hacer largas discusiones sin ninguna base teórica seria marxista-leninista e incapaces de construir. En la etapa en la que entró el Partido la adhesión clara al mismo se manifiesta por la preocupación por construir y por la construcción en concreto. Sobre esa base deben promoverse los cuadros más capaces.

Esto exige que cada organismo del Partido tenga planes políticos, de preparación militar y de organización. Y que su cumplimiento sea controlado.

Los problemas de organización deben ser patrimonio de todo el Partido. No podemos construir un partido con “organizadores” apolíticos que devienen inevitablemente en oportunistas, incluso aunque se embadurnen de militarismo, y con “políticos” movimientistas que también devienen en oportunistas. Tenemos secretarios de organismos que hace meses discuten sobre el “espontaneísmo”, pero hace meses también que no controlan la llegada, distribución rápida, cobro de Nueva Hora ni sus planes de colocación en los lugares de concentración, ni impulsan la realización del curso militar, etc.

El Partido ha creado a través de su lucha en el último periodo una importante periferia partidaria en algunas empresas de concentración y en la universidad. El crecimiento pasa a ser tarea central, como tarea permanente del Partido. Esto exige planes concretos y una actividad específica destinada a crecer, a la vez que destruir las ideas que la provocación política y policial y que las desviaciones militaristas y trotsquistas metieron en el Partido respecto del tipo de militantes y su crecimiento. Hay dos formas de entender la categoría de candidatos a miembro del Partido en un país en el que afiliarse a un partido como el nuestro encierra muchas decisiones simultáneas. Una es entenderla como una forma de depurar al Partido y reducirlo (en vez de depurarlo por la forma natural: la lucha ideológica), reducirlo especialmente a “intelectuales lúcidos”, impidiendo el acceso de obreros y estudiantes combativos; otra forma, que creemos es la que indican los estatutos, es crear un filtro previo -desde ya que de muy relativa eficiencia- al ingreso de provocadores, aventureros y elementos inestables, por lo que ese periodo de candidatura apunta centralmente a conocer al candidato en lo político y lo moral.

En opinión nuestra hemos llegado a un momento de la actividad partidaria en el que tanto el CC como el conjunto de sus militantes debe elevar su nivel teórico marxista-leninista. El Partido debe avanzar en el estudio de problemas claves de la revolución referidos a la formación económico social del país, al imperialismo actual, al estudio de la realidad de los países socialistas, etc. Sin esto el Partido inevitablemente se estancará.

Esto plantea no solo responsabilidades en la elaboración sino también poder garantizar la aparición regular de la revista teórica del Partido, lo que es responsabilidad de todo el Partido.

El avance del Partido, tanto en su trabajo de masas como en su homogeneización política e ideológica se ha realizado en medio de una dura batalla política e ideológica contra dos desviaciones paralelas: el reformismo doctrinarista y el militarismo pequeñoburgués. Siendo que ambas son esencialmente apoliticistas muchas veces la una se transforma en la otra.

 

VII. Luchar en dos frentes: contra el oportunismo de derecha y de izquierda

En cuanto a la lucha contra el lastre reformista, oportunista de derecha, ella exige un largo trabajo de reeducación de todos los militantes del Partido. De arriba a abajo. Es condición indispensable para crear una corriente comunista revolucionaria en el proletariado por ser el reformismo la forma principal de manifestación de la ideología burguesa en la clase obrera. Esa desviación en el Partido tiene el terreno abonado por décadas de trabajo reformista en la clase de donde permanentemente surge la presión sobre los militantes revolucionarios. Y ve facilitada su permanencia por el origen de la mayoría de nuestros militantes: o el viejo Partido Comunista, roído hasta la médula por el reformismo, u otras fuerzas políticas también impregnadas de esa desviación.

El oportunismo se manifiesta a cada momento de nuestro trabajo. Principalmente en el economismo movimientista que relega al Partido a un trabajo “ideológico” de volanteadas, y regala el campo de la lucha política a la burguesía. Por eso el oportunismo de derecha y el de “izquierda” se dan el brazo dado que siendo la política la forma fundamental de la lucha de clases si abandonamos la lucha política entre las masas por practicar con ellas solo el economismo, o porque dedicamos a la organización a la ejecución de acciones militares al margen de ella, las estamos abandonando a la política burguesa 33. Ejemplos del primer tipo tenemos en todas las zonas. Ejemplo del segundo tipo fue la actividad en torno a la huelga de Fabril. Ongaro dirigía a la masa y nosotros le asegurábamos gran parte de la violencia que él capitalizaba, políticamente, al dirigir políticamente a la masa.

Hoy el oportunismo de derecha se manifiesta fundamentalmente con formas doctrinarias, obreristas, trotsquizantes, profundamente pacifistas. Con invocaciones antiespontaneístas, que de esencia niegan la existencia del polvorín antidictatorial, postulan un trabajo a cuentagotas que, tras una utilización deformada de la clandestinidad, en definitiva, se resiste a transformar a las células del Partido en dirección efectiva de la lucha económica y política de la clase obrera y a nuestros militantes en tribunos revolucionarios.

Derrotar esta corriente exige una profunda reeducación de los militantes por cuanto implica cambios profundos en su propia vida.34

La otra desviación contra la que debió combatir el Partido fue la desviación militarista que tuvo brotes en varias zonas, intentando, pese a la votación en contra del Congreso partidario, realizar acciones armadas de cualquier tipo firmándolas como partido, con lo que pretendían colocarnos de hecho en las condiciones de un grupo de “guerrilla urbana”. Al mismo tiempo, ex integrantes del grupo Zárate y elementos marginales al Partido, tejían un proyecto fraccional.

Un grupo militarista en el que participaban algunos afiliados al Partido elaboró un documento tendencial destinado a fraccionar el FAUDI en La Plata en coordinación con militantes de otros grupos políticos. Fue derrotado en una numerosa asamblea del FAUDI realizada en esa ciudad.

En Universitarios de Capital es donde se ha desarrollado la polémica más aguda con un grupo de compañeros -algunos de ellos miembros del Comité de Zona- que han sustentado y sustentan una posición de carácter militarista, oportunista de izquierda. Los miembros de la Conferencia del Partido y los Comités Zonales tienen los materiales sobre esa polémica que dada su importancia debe ser mencionada aquí.

Inicialmente aquellos compañeros presentaron en el Comité de Zona un “paquete” de medidas organizativas, inmediatamente después del Congreso. Junto con el mismo señalaban que el Congreso fue “epílogo” de un periodo (de elaboración estratégica) pero que no había elaborado aspectos claves de línea en torno a lo cual ellos comenzaron a elaborar y discutir. Desde ya que polemizando con las supuestas lagunas de línea -por otro lado siempre se pueden encontrar tales lagunas- el CC expresó su extrañeza ante la actitud de compañeros que luego de un periodo preparatorio de Congreso de nueve meses -oficial, por cuanto en realidad la discusión previa fue mucho más larga- que en Universitarios de Capital fue acompañado de lucha fraccional y paralización de la labor partidaria, al salir del Congreso, que trazó una línea, reiniciaran un proceso de discusión que evidenciaba: o que los compañeros confundían las organizaciones de lucha del proletariado con clubes de discusión; o que hacían plataforma política de su confusión de ideas; o que querían meter por la ventana posiciones que fueron derrotadas en votación expresa en el Congreso.

Las medidas organizativas propuestas de ser aprobadas transformaban al Partido en un grupo de terrorismo urbano y como decimos habían sido ya expresamente rechazadas por el Congreso. Esas medidas eran:

–           Eliminación del frente de propaganda.

–           Compartimentación del Partido de tal tipo que prácticamente se suprimía al Comité de la zona universitaria de Capital al establecerse que los cuadros colaboradores de éste los designaba por principio el Ejecutivo y al estructurarse la dirección con tres Estados Mayores (uno de organización, otro militar y otro estudiantil), con lo que se suprimía el criterio de una dirección política única que dirigiera el conjunto de la política.

–           La tendencia de masas debía tomar formas estrictamente clandestinas, tendiendo a no celebrar asambleas y a estructurarse en base a núcleos con un responsable y en forma piramidal.

–           Las escuelas se convertían en células que atendían a círculos cuyas direcciones eran designadas por la célula de escuela y pertenecían a su dirección, con lo que se apuntaba a un desarrollo de Partido propia de una organización centralista-burocrática o militarista, antagónica con el tipo de partido aprobado por el Congreso, y lógicamente con un número reducidísimo de miembros.

 

Hay que agregar que en algunos lugares, en algunas escuelas, estas ideas fueron aún más lejos y se propuso designar “responsable” de trabajo con la masa. Si unimos esto a la proposición sobre propaganda está claro que el Partido se transformaba en un partido militarizado con un trabajo de masas de “apoyo logístico”. Lo que tendría repercusiones nítidas en las organizaciones de masa estudiantiles que dirijimos, con la alegría de todos los que han combatido durante tres años la dirección actual de la FUA por lo que esto ha significado para sus planes recambistas, populistas, etc.

Al polemizar con estas proposiciones, que se acompañaban con la aceptación de la línea del Congreso, aparecieron diferencias importantes con ésta, en torno a una idea que ya había sido motivo de polémica en el Congreso del Partido: “por la insurrección al socialismo” planteando que la insurrección garantizaba el tránsito de la primera a la segunda fase de la revolución.Esta idea ahora era transformada en “curso insurreccional” planteando que el curso insurreccional de la política era la garantía de la fusión del socialismo con la clase y, en tanto que tal, era garantía de la hegemonía proletaria sobre las demás clases. Se planteó que previa a la insurrección existe un solo periodo con distintos periodos tácticos. Que la insurrección “más que un momento era una estrategia” y ésta era concebida como un “proceso”, como un “curso insurreccional”, en el que actuaban grupos armados paralelos al movimiento de masas, por cuanto la principal tarea del Partido era insertar la violencia en las luchas en la construcción de ese “curso insurreccional”. La acumulación de fuerzas devenía acumulación de fuerza y organización militar.

De lo expresado queda claro el núcleo de ideas que hizo que estos mismos compañeros hubiesen coincidido durante un largo periodo con el llamado “procesismo” en universitarios. Y queda claro que se parte de negar la teoría marxista sobre situación revolucionaria directa para dar una versión, corregida y mejorada, de las ya conocidas de terrorismo urbano.

Hay que decir que este núcleo de ideas fue acompañado de teorizaciones que es absurdo discutir entre marxistas-leninistas serios, como por ejemplo en torno a la relación entre las leyes de la política y las leyes de la guerra35 o la teoría surgida en la célula de una escuela universitaria sobre las contradicciones interimperialistas (que por haberse atenuado, se decía, no “facilitan” como en la Primera y Segunda Guerra Mundial las tareas del proletariado. Ahora “la burguesía está más unida para golpear”, etc.) que no es otra cosa que el replanteo de la archivieja teoría de Kaustky sobre el “ultraimperialismo” que fue archivada sin pena ni gloria, destruida por Lenin, hace cincuenta años.36 

La síntesis sobre esas ideas la da el Comité del sector universitario cuando dice, en un material de balance:

“En el sector gravitaron poderosamente ideas de signo radical pequeñoburgués que constituyeron un lastre muy serio para que el Sector se lanzara plenamente a aplicar la línea elaborada en el Congreso partidario. Su punto de partida es ajeno a una óptica de clase, marxista. Al basarse para elaborar las leyes de fusión del socialismo con el movimiento obrero y de la hegemonía proletaria en la forma de la lucha armada revolucionaria que le corresponde a nuestro país, incurre en el más vulgar revolucionarismo pequeñoburgués. El carácter del Partido queda así definido principalmente por la insurrección y no por su carácter de clase, sus objetivos históricos, su ideología, etc. La elaboración del ‘foco’ de Debray tiene el mismo basamento teórico, analiza la revolución desde el campo de los revolucionarios y luego de determinar por consideraciones estrictamente militares la ley universal del ‘foco rural’, edifica a partir de allí todos los mecanismos. En este caso no se llega a renegar públicamente del concepto de partido y de una perspectiva de clase, pero su significación práctica es independiente de las intenciones que se proclamen. En definitiva se trata de una posición revolucionaria que parte de la lucha armada revolucionaria, e intenta proletarizarla, pero no puede llegar más lejos que a una línea militarista que invoca el nombre de la clase, una nueva forma de blanquismo.

“Desde estas concepciones, asumidas en su esencia última en algunos casos como en el de los compañeros que la sustentaban en el Comité del Sector, o sin asumirla hubo un martilleo constante contra la orientación política del Partido. Formulando la ‘interpretación’ de las leyes de la política y de la guerra en razón del perfeccionamiento del aparato represivo del Estado, un antiespontaneísmo cuyo nudo fue atacar el polvorín. A través de propuestas de alternativas ‘antiespontaneístas’ enderezadas a militarizar y verticalizar el Partido, menospreciando la lucha ideológica y teórica, debilitando su carácter de organismo político vivo, como las que se plantearon en el Comité del Sector.

“En el transcurso del debate con estas posiciones se analizó el proceso por el que se llegó a esa situación en el Comité de la zona universitaria de la Capital. Ese fue el resultado de que en la lucha por construir una línea proletaria para la revolución argentina, en combate contra el reformismo, el oportunismo e ideas trotsquizantes, el núcleo político-ideológico de la discusión había permanecido confuso por todo un periodo para el anterior Comité Nacional, en particular para los compañeros que en nombre de éste participaron en el proceso pre-Congreso en el sector, en su conferencia y en el frente universitario, confusión de las que también había participado el compañero secretario del Comité zonal universitario.

“Esto se manifestó en el Congreso del Partido en proposiciones para un partido sectario, con rasgos militaristas, que fueron derrotadas en el mismo.

“Es preciso decir que algunos compañeros del Comité de zona universitario, que han sostenido estas posiciones antagónicas a las del Congreso partidario, recién en los últimos meses explicitaron abierta y francamente sus opiniones. Después de muchos meses de discusión sin que los camaradas mencionados escribiesen sus ideas y de un permanente martilleo contra la labor general del Partido, propio de quienes la enfrenta con discrepancias de línea, los compañeros mencionados del Comité universitario han reacomodado sus posiciones a partir de hacer las mismas críticas y plantear las mismas proposiciones prácticas cambiando el fundamento teórico.”

Aquí conviene decir que a más de confusión en las ideas los compañeros tienen confusión sobre el tipo de partido en otro aspecto. El Partido no es un club de discusión en donde se puede, cambiando rotativa-mente la posición de tiro (desde tal hecho práctico o tal otro) discutir periódicamente sobre lo aprobado por un Congreso que cerró unas discusión que rechazó explícitamente las proposiciones concretas de esos compañeros. No existe en la Argentina un partido con la libertad de discusión del nuestro pero es la libertad de discusión de una organización de combate, no de una mesa de café. Ya hemos vivido la experiencia de quienes exigían “democracia” para luego constituir un grupo militarizado donde ciertas discrepancias suelen sancionarse con la ejecución armada (tal vez por eso de la “combinación de las leyes de la política y de la guerra”) y la experiencia de grupos trotsquizantes que atacan nuestro “neostalinismo” pero fueron incapaces en toda su existencia de realizar un congreso con debate previo y en donde toda discrepancia termina en una división permanente en grupos y subgrupos.

 

VIII. Las tareas del Partido

Esta Conferencia debe marcar un momento importante en nuestra labor.

Inmediatamente después del 8 de junio el Partido impulsó luchas obreras y estudiantiles importantes en la Capital Federal y el interior del país.

Sin embargo, en las últimas semanas, asistimos a una intensificada ofensiva de la dictadura y las clases dominantes, que han retomado la iniciativa en todos los terrenos y desarrollan un intensísimo trabajo ideológico destinado a mantener a las masas bajo el encanto de la ideología burguesa terrateniente.

Los elementos ya señalados en el análisis de la situación política, y especialmente la debilidad del partido marxista-leninista de la clase obrera facilitan el desarrollo de variantes populistas y terroristas. Todo esto, en esencia, dificulta al proletariado actuar con independencia socialista, de clase, en la política nacional, y ha facilitado a las clases dominantes retomar la ofensiva política con posteridad a la lucha de SMATA en Córdoba.

Pero otro condicionante importante de esta pérdida de iniciativa política de masas contra la dictadura, el imperialismo y las oligarquía burguesa terrateniente, ha sido la falta de ubicación rápida del Partido en la nueva situación política del país.

De allí la importancia de producir un debate a fondo en torno a los temas de esta Conferencia. Esto no significa eximir de culpas a aquellos organismos de Partido en los que la pérdida de iniciativa política reconoce causas particulares más de los generales.

Como ya hemos señalado, en nuestros análisis de recambio producido el 8 de junio esfumamos, en parte, el rol que tuvo en el mismo el imperialismo yanqui impulsado por la situación internacional, por las necesidades del proceso de concentración monopolista y, fundamentalmente, por el fantasmas del nuevo Cordobazo, o “argentinazo” como dice el enviado de Perón: Paladino. En una América Latina cuyo signo más importante según Nixon es la inestabilidad política.

No fuimos en ese terreno consecuentes en la aplicación de la línea política aprobada por el Congreso del Partido. Consciente o inconscientemente atribuimos a los monopolios y a las clases dominantes un margen de maniobra que no se los permite ni la situación internacional del imperialismo, ni las necesidades del proceso de concentración monopolista, ni la presencia de un proletariado argentino que protagonizó los combates de clase más importantes del mundo capitalista en el último año.

Salvando, lógicamente, las dificultades para conocer con rapidez determinados cambios en las alturas -atribuimos inicialmente a la dictadura un plan político semejante al aramburista, que implicaba una apertura a sectores burgueses-. Este no era el plan político del recambio y era un plan que la oligarquía burguesa terrateniente no podía realizar. De allí que subestimamos las posibilidades de realización del Congreso Cegetista y que en la universidad bajásemos lanzas contra un libreto “liberal” que podía arrastrar, o confundir, a sectores estudiantiles, cuando el libreto recambista en la universidad, como lo ha declarado expresamente Cantini, es “continuar con la reforma universitaria de 1967 y ponerla íntegramente en vigencia”.

La represión; los salarios congelados tras la concesión de un miserable aumento del 7% y sin el funcionamiento de las paritarias; la terrible situación de miles de jubilados y el reconocimiento oficial de que la misma no podrá ser solucionada; la agobiante carga impositiva sobre las capas medias; los tentáculos del monopolio estrangulando día a día a sectores considerables de capas medias, la entrega al imperialismo, la continuidad de la política universitaria, o sea, la esencia de la política de la dictadura se mantiene. Lo nuevo introducido por el recambio del 8 de junio tiende al recauchutaje de los planes golpeados por el Cordobazo y las luchas obreras y populares a partir de 1969.

También se mantiene la combatividad obrera. Las capas medias resisten crecientemente la política impositiva, las medidas a favor de los monopolios, y toman el combate por reivindicaciones democráticas y antiimperialistas. Crece el descontento en las FF. AA. y en la propia policía. Se agudiza la lucha contra la derecha católica en el seno de la Iglesia.

Centrando en llevar al combate a la clase obrera, en dar a la misma una dirección clasista y revolucionaria y en arraigar en ella al PCR, debemos luchar para que el proletariado sostenga la lucha de las clases y capas aliadas en la actual fase de la revolución argentina y se transforme en su caudillo.

Nuestro trabajo en el próximo periodo debe tratar de romper el intento de institucionalización de la dictadura, romper la trampa integracionista y unir, tras el proletariado, a todas las fuerzas sociales capaces de derribar a la dictadura e imponer un gobierno popular revolucionario.

La unidad de las fuerzas revolucionarias del país exige la plena independencia del proletariado. En el plan político los acuerdos para golpear juntos, las alianzas, exigen el desarrollo de una fuerza socialista e insurreccional en la clase obrera y tendencias revolucionarias en el estudiantado, y el campesinado pobre y medio.

Por ello la tarea más importante del Partido en el próximo periodo es la conformación de una tendencia sindical clasista y revolucionaria de carácter nacional, asentada en agrupaciones clasistas de empresa y gremio, y el crecimiento del Partido política y orgánicamente en las grandes empresas de concentración.

Existen todas las condiciones para hacerlo con relativa rapidez si el Partido palpita con las inquietudes y los problemas de la clase obrera y no subestima la combatividad de las masas obreras y enfoca las tareas partiendo de esta combatividad, de este polvorín antidictatorial.

El debate de esta Conferencia del Partido debe cuajar en planes: políticos; de preparación militar y de propaganda y organización del Partido.

Tomando como puntos de arranque de la lucha antidictatorial liberadora: la lucha por un salario acorde con el costo de la vida con 8 horas de trabajo, unida a la lucha contra las direcciones traidoras y reformistas y a la construcción de direcciones y organizaciones independientes que la garanticen, la lucha contra la represión y por las libertades en todos los terrenos, y empalmando con el combate estudiantil, del campesinado pobre y medio (por precios remunerativos para su producción, contra el monopolio intermediario e industrializador, por la reforma agraria, por la rebaja o exención de impuestos) y de las capas medias, urbanas, es preciso crear las condiciones, desde abajo, para un paro nacional activo de 14 horas, de la clase obrera y las masas populares, que sea el inicio de un plan de lucha que, continuando el combate librado contra Onganía, acose a la dictadura, liquide su intento de institucionalizarse, y corone en la insurrección armada de todo el pueblo, dirigida por la clase obrera, que instaure un gobierno popular revolucionario.

Las tareas centrales del Partido en el próximo periodo al calor de la lucha antidictatorial liberadora e insurreccional, y del apoyo a la lucha mundial de la clase obrera y los pueblos contra el imperialismo son:

–           Construir y desarrollar las agrupaciones clasistas de empresas y gremio y constituir una tendencia sindical clasista de carácter nacional.

–           Consolidar nuestras posiciones en la universidad al calor de la preparación y realización exitosa del Congreso Nacional de Estudiantes de la FUA.

–           A partir de una política de hegemonía proletaria realizar un trabajo permanente de contactos, acuerdos, etc., con las fuerzas revolucionarias en primer lugar, y opositoras, para golpear juntos contra la oligarquía burguesa terrateniente y el imperialismo y derribar a la dictadura.

–           Abordar un trabajo sistemático en el campo entre los obreros rurales y en la medida de lo posible con el campesinado pobre y medio.

–           Organizar nacionalmente el trabajo en las Fuerzas Armadas.

–           Fortalecer el trabajo en las villas de emergencia.

–           Reorganizar nacionalmente el trabajo con los estudiantes secundarios.

 

Los informes del CC sobre el trabajo militar del Partido y sobre la política organizativa señalan las tareas concretas que deben ser planificadas y controladas en el periodo inmediato entre las que subrayamos: los planes de instrucción militar, los de Nueva Hora y Teoría y Política y, fundamentalmente, el crecimiento planificado del Partido en las empresas de concentración obrera.

En un periodo históricamente corto, pero rico en luchas y acontecimientos políticos, la línea de nuestro Primer Congreso ha demostrado su justeza, y el Partido, esforzándose por aplicarla, ha conseguido en algunos lugares éxitos importantes. Se han creado mejores condiciones políticas y orgánicas para que el Partido pueda avanzar en su transformación en el partido de vanguardia, marxista-leninista, de la clase obrera argentina. La quiebra, a escala internacional del reformismo, y el surgimiento de partidos comunistas y de fuerzas y organizaciones que trabajan para reconstruir un movimiento comunista internacional revolucionario, convierten a nuestro objetivo en parte de la lucha que en todo el mundo libran los partidos comunistas auténticamente marxistas-leninis-tas por dotar al proletariado internacional de un estado mayor revolucionario.

 

* Salto de texto en el original conservado.

1Carlos Marx, “Crítica del programa de Gotha”, Obras escogidas, pág. 462.

2“Reclama la industria molinera”, diario Córdoba, 29/6/70.

3Una de las razones más profundas del actual proceso económico nacional la explicó la Misión Rockefeller en su famoso informe posterior a la gira de 1969 por América Latina. La Misión Rockefeller recomienda esencialmente la división del trabajo “entre nosotros”, o sea, entre los yanquis y América Latina. Los EE.UU. sufren una aguda escasez de mano de obra calificada y enfrentan una redoblada competencia de los monopolios de otros países imperialistas -especialmente del Mercado Común Europeo y Japón- y esa escasez de mano de obra se les agrava, explica la Misión, al tener que mantener a obreros trabajando en líneas de productos que son ineficaces, lo que afecta la productividad de los EE.UU. De allí que Rockefeller destaque que: ”los bienes que EE.UU. está ahora produciendo ineficazmente podrían ser importados, principalmente de los países menos desarrollados”. Así, entre otras cosas, dice “el beneficio sobre el capital sería mayor”. Desde ya que Rockefeller no se refiere solamente a un mayor beneficio del capital invertido en los EE.UU. sino al que los yanquis inviertan tanto en la metrópoli como en los países dependientes.

4Según Jaime Fuchs entre 1966 y 1969, 95 empresas de capital nacional fueron transferidas a manos extranjeras. Ver La Razón del 5/8/70.

5“Desde el punto de vista político, el hecho primordial ha sido la aparición de una izquierda subversiva que ya lame los flancos del peronismo -un seguro del viejo régimen- inflamando la imaginación popular”, en Periscopio Nro. 41, 30 de junio de 1970.

6La Prensa, 23/7/70.

7Ver Informe de la Misión Rockefeller, pág. 93.

8 Ver Análisis, Nro. 490, del 4 al 10 de agosto de 1970, pág. 10.

9La Nación, 8/7/70.

10La Nación, 24/7/70.

11Ver declaración en La Razón del 16/6/70.

12 Idem.

13 La Razón, 21/6/70.

14Ver declaraciones de los Demócratas Progresistas (La Razón, 8/7/70), del sector conservador de González Bergez (La Razón, 8/7/70) y de los Demócratas Cristianos de Sueldo (idem). Los Socialistas Democráticos expresaron que los primeros nombramientos claves y el elogio a Onganía “constituyeron una dolorosa sorpresa” y que la “peligrosa doctrina de ayer se repite hoy” (La Prensa, 7/7/70).

 15Ver opiniones en La Razón, 8/7/70.

16Ver declaración del PC del 9/6/70.

17La Razón, 6/7/70, (el subrayado es nuestro).

18La Razón, 7/7/70.

19V.I. Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, O. C., Bs. As., Cartago, 1960, tomo XXII, pág. 278.

20V. I. Lenin, O. C., tomo XI, edit. cit. , pág. 109.

21V. I. Lenin, O. C., tomo XI, edit. cit. , pág. 24.

22Nuestra Palabra, 30/6/70.

23 Es llamativo el oportunismo político de muchos de los doctrinarios que nos atacaron con saña durante estos años. Allí está PO, furgón de cola de Torres en el conflicto de SMATA, volanteando en Córdoba en los días del recambio un llamado a los militares “nacionalistas” a dar el golpe. Y allí está el grupo de los SR de Rosario que, castos como San Antonio en medio de la “sucia” política, se dedicaban al economismo y la doctrina hasta que apareció en su seno una fracción “politicista” (“Vanguardia Marxista” en marcha al P. Obrero) que postula la “lucha por un Gobierno Provisional integrado por todas las fuerzas democráticas y que, en el plazo de un año llame a elecciones libres”. O sea: una consigna de la “Vanguardia” que hace tiempo ya fue dicha por la retaguardia.

24Primer Congreso del PCR, en Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR. 1967/1969, ver págs. 295-309.

25Se han realizado grandes concentraciones de campesinos y manifestaciones de transportistas contra los impuestos abusivos. Típico movimiento de capas medias. Se organizan protestas de los taxistas. Continúan las rebeliones comunales ante la imposición de comisionados por el poder central. Se pueden enumerar muchos ejemplos más de una actitud de protesta que tiene expresiones diarias.

26V. I. Lenin, “Nuevos acontecimientos y viejos problemas”, O. C., edic. cit. , tomo VI, pág. 273.

27V. I. Lenin, O. C., edic. cit. , tomo VI, pág. 274.

28V.I. Lenin, O.C., edic. cit. , tomo XXIII, pág. 122.

29Primer Congreso del PCR, en Documentos aprobados desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer congreso del PCR. 1967/1969, pág. 403.

30Idem, págs. 333-335.

31 El reconocimiento más brutal y más franco de esto lo hizo el ministro Imaz en su Conferencia de Prensa del día 4 de junio. Ver La Prensa, 5/6/70.

32Así balanceó la última huelga de SMATA la revista Jerónimo de Córdoba: “De esta manera la IKA-RENAULT había logrado deshacerse del sector más urticante de sus operarios y Torres, por su parte, descabezar a una incipiente dirección de alternativa en el gremio” (Ver Nro. 23 de julio de 1970). Claro que la victoria de Torres fue una victoria a lo Pirro, pero el comentario sirve para> mostrar su objetivo principal con las ocupaciones del 2 de junio, y con la huelga de 24, 48, 72 horas, etc., que condujo con el apoyo de todo el reformismo posteriormente.

33V.I. Lenin, “Lo principal en el oportunismo es la idea de la colaboración de clases”, O. C., tomo XXI, pág. 241.

34Todas las huelgas en la Rusia zarista, “pese al trabajo clandestino de los bolcheviques costaban enormes sacrificios de parte de estos y de los obreros revolucionarios. Pero con el ejemplo de estas víctimas, se formaban sin cesar nuevos cuadros en la lucha y la acción cotidiana para continuar la batalla. Las células bolcheviques se convirtieron así en las organizadoras de la lucha de las masas en el terreno económico y político”. Ver: “Cómo forjar un partido bolchevique” en Memorias…, O. Piatnitzki, Edit. Pavlov, México, pág. 404.

35Las opiniones de Lenin sobre la obra de Clausewitz son conocidas. No son el minimanual sobre táctica. Se refieren a otro problema. En cuanto a la obra de Clausewitz tan traída y llevada, sería conveniente que se vuelva a leer la parte respectiva en De la guerra, Les éditions de Minuit, págs. 703 a 710. Las corrientes militaristas han puesto de moda un lenguaje que acostumbra a confundir ejército de clase con ejército en el sentido militar del término, y hacer equiparaciones entre arte militar y política que, como decía Gramsci, solo pueden hacerse en términos de simplificación al absurdo.

36El tema de las contradicciones interimperialistas hoy es motivo de debate entre los marxistas. Se discute sobre la posibilidad de guerras interimperialistas, etc., pero en general el planteo sobre la “atenuación” de esas contradicciones es rechazado. Los EE.UU. al fin de la Segunda Guerra Mundial controlaban un tercio del comercio exterior del mundo capitalista y las ¾ partes de las reservas> de oro del mismo. Desde entonces hasta 1968 la producción norteamericana aumentó solo la mitad de la de Alemania y la cuarta parte de la de Japón. El poder adquisitivo del dólar se redujo desde 1948 en un tercio. En 1949 los yanquis tenían el 73,4% de las reservas de oro del mundo capitalista.

A fines de 1968 solo el 28%. Al fin de la guerra los EE.UU. ocupaban Alemania, Italia y Japón y prácticamente habían tomado posesión de ellas y dominaban a Francia e Inglaterra. Primero fue Francia la que escapó al abrazo yanqui. Luego la RFA y el Japón, países donde los yanquis revivieron el militarismo, y que ahora pretenden recuperar sus viejas zonas de influencia. Se comprueba, en síntesis, que el desarrollo desigual es ley absoluta del capitalismo en la época imperialista. Por otro lado la lucha interimperialista es cada día más aguda y contribuirá a acercar el fin del mundo capitalista.