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25 de junio de 2025

Dimitrov: De la experiencia histórica del proletariado

Conquistar la confianza de las masas obreras

Jorge Dimitrov fue un dirigente comunista búlgaro, secretario general de la Internacional Comunista entre 1934 y 1943. A pocos días de un nuevo aniversario de su fallecimiento, el 2 de julio de 1949, reproducimos extractos de su Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, en 1935, en plena lucha contra el fascismo.

Después del VI Congreso de la Internacional Comunista, se llevó a cabo, en todos los Partidos Comunistas de los países capitalistas, una lucha victoriosa contra la tendencia a la adaptación oportunista a las condiciones de la estabilización capitalista y contra el contagio con las ilusiones reformistas y legalistas. Nuestros Partidos limpiaron sus filas de toda clase de oportunistas de derecha y con ello afianzaron su unidad bolchevique y su capacidad combativa. Con menos éxito se libró y, a veces, no se libró de ningún modo la lucha contra el sectarismo. El sectarismo no se manifestaba ya en formas primitivas y descaradas, como en los primeros años de existencia de la Internacional Comunista, sino que, disfrazándose con el reconocimiento formal de las tesis bolcheviques, frenaba el despliegue de la política bolchevique de masas. En nuestros tiempos, ya no es con frecuencia una «enfermedad infantil», como lo calificó Lenin, sino un vicio muy arraigado, y sin curarnos de él, no podremos resolver el problema de crear un frente único proletario y llevar a las masas de las posiciones reformistas hacia la revolución.

En la situación actual, el sectarismo, ese sectarismo engreído, como lo calificamos en nuestro proyecto de resolución, entorpece ante todo nuestra lucha por la realización del frente único, ese sectarismo, satisfecho de su estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas, satisfecho de sus métodos simplistas, para resolver los problemas más complicados del movimiento obrero sobre la base de esquemas cortados por un patrón; ese sectarismo, que pretende saberlo todo y no cree necesario aprender de las masas, de las enseñanzas del movimiento obrero, en una palabra, el sectarismo, para el cual todo es una pequeñez.

Este sectarismo engreído no quiere, ni puede comprender que situar a la clase obrera bajo la dirección del Partido Comunista, no se consigue espontáneamente. El papel dirigente del Partido Comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto solo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de revolucionarización, si apreciamos serenamente la situación concreta, no a través de nuestros deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones del comunismo. No debemos olvidar jamás las palabras de Lenin, quien nos advirtió con toda energía que: “… se trata precisamente de no considerar caducado para la clase, para las masas, lo que está caducado para nosotros”.

¿Acaso ahora, camaradas, hay todavía en nuestras filas pocos doctrinarios que en la política del frente único solo perciben, siempre y en todas partes, los peligros? Para esos camaradas, todo el frente único constituye un peligro rotundo. Pero esta «firmeza de principios» sectaria no es otra cosa que el desamparo político ante las dificultades de la dirección inmediata de la lucha de masas.

El sectarismo se manifiesta especialmente en la apreciación exagerada de la revolucionarización de las masas, en la apreciación exagerada del ritmo con que se apartan de las posiciones del reformismo, en el intento de saltar las etapas difíciles y los problemas complicados del movimiento. Los métodos de dirección de las masas se sustituían frecuentemente en la práctica por los métodos de dirección de un grupo cerrado de partido. No se apreciaba debidamente la fuerza de los lazos tradicionales entre las masas y sus organizaciones y direcciones y, cuando las masas no rompían estos lazos de golpe y porrazo, se adoptaba frente a ellas una actitud tan brusca, como frente a sus dirigentes reaccionarios. La táctica y las consignas se convertían en un «patrón», válido para todos los países, y no se tenían en cuenta las particularidades de la situación concreta en cada país dado. Se pasaba por alto la necesidad de desplegar, en el seno de las propias masas, una lucha tenaz para ganar su confianza, se descuidaba la lucha por las reivindicaciones parciales de los obreros y la labor dentro de los sindicatos reformistas y de las organizaciones fascistas de masas. La política del frente único se suplantaba frecuentemente por meros llamamientos y por la propaganda abstracta.

Las actitudes sectarias entorpecían en no menor grado la selección acertada de los hombres, la educación y formación de cuadros relacionados con las masas, que gocen de la confianza de éstas, de cuadros con consecuencia revolucionaria y probados en las luchas de clases, que sepan asociar a la experiencia práctica del trabajo de masas la firmeza de principios del bolchevique.

De este modo, el sectarismo retrasó considerablemente el crecimiento de los Partidos Comunistas, dificultó la aplicación de una auténtica política de masas, entorpeció la explotación de las dificultades del enemigo de clase, para fortificar las posiciones del movimiento revolucionario, impidió la conquista de las extensas masas proletarias para los Partidos Comunistas.

Luchando del modo más resuelto por extirpar y superar los últimos resabios del sectarismo engreído, tenemos que fortalecer por todos los medios nuestra atención vigilante y nuestra lucha contra el oportunismo de derecha y contra todas sus manifestaciones concretas, teniendo en cuenta que el peligro de este oportunismo crecerá, a medida que se vaya desplegando un amplio frente único. Ya existen tendencias a rebajar el papel del Partido Comunista en las filas del frente único y a reconciliarse con la ideología socialdemócrata. No se debe perder de vista que la táctica del frente único es un método para persuadir palpablemente a los obreros socialdemócratas de la justeza de la política comunista y de la falsedad de la política reformista, y no una reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas. La lucha eficaz por establecer el frente único exige de nosotros ineludiblemente una lucha constante, dentro de nuestras propias filas, contra la tendencia a rebajar el papel del Partido, contra las ilusiones legalistas, contra la orientación hacia la espontaneidad y el automatismo, así en lo que respecta a la liquidación del fascismo, como en lo que se refiere a la consecución del frente único, contra las más mínimas vacilaciones, llegado el momento de la actuación decisiva.

“Es necesario –dice el camarada Stalin– que el Partido sepa asociar en su trabajo la más elevada firmeza de principios (no confundir con el sectarismo), con el máximo de relación y contacto con las masas (¡no confundir con el seguidismo!) pues sin esto el Partido no solo no podrá enseñar a las masas, sino tampoco podrá aprender de ellas, no solo no podrá conducir a las masas y elevarlas al nivel del Partido, sino tampoco podrá escuchar atentamente la voz de las masas y adivinar sus necesidades candentes”.

 

hoy N° 2065 25/06/2025