Estamos en horas decisivas del desarrollo de la pandemia en nuestro país, particularmente en la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires y Chaco. En la provincia de Santa Fe han comenzado a crecer nuevamente los contagios.
Por lo tanto es necesario mantener como tarea principal el esfuerzo por impedir que la pandemia provoque desgracias mayores, sobre todo en los sectores populares. Particularmente la heroica labor desplegada por el Partido, las organizaciones sociales, los trabajadores de la salud, etc., en la primera línea de fuego.
Y repudiar los groseros intentos de la derecha, de levantar alegremente la cuarentena, imitando las políticas de verdadero genocidio de los Trump, Bolsonaro, etc.
Simultáneamente, a través de los medios y las redes sociales, se difunde una inmensa cantidad de paneles, informes y trabajos, sobre los cambios que ocurrirán en el mundo por efecto de este virus microscópico.
Los hay con mayor o menor originalidad, con mayor o menor seriedad y sobre todo con mayor o menor carga de intereses políticos, sociales y hasta filosóficos, en muchos casos convenientemente disfrazados.
Como se trata de una pandemia nueva, desconocida, con muchos aspectos imprevisibles, el margen para la especulación y la fantasía aumentan muchísimo.
En general tienen en común una frase que suena importante: “Nada será igual”. Una verdad parcial, tan general como vacía de contenido concreto.
Lo que es concreto y verificable y por lo tanto más útil, es analizar qué es lo que ya ha cambiado en el mundo. Porque eso nos permitirá actuar hoy en un sentido justo y a la vez poder prever con menos errores algunos rasgos del futuro inmediato.
La situación económica mundial
Los ideólogos del capital imperialista plantean un relato en el que el sistema mundial imperialista está trastocado por un agente externo, el Covid-19, y que no tardará en restablecerse el orden perdido.
Sin embargo, las condiciones de crisis ya estaban presentes con anterioridad.
Después de la crisis económico-financiera de 2007‑09, las políticas aplicadas por las potencias imperialistas mantuvieron y profundizaron los desequilibrios productivos, comerciales y financieros preexistentes en la economía mundial en lugar de resolverlos, y los patearon hacia adelante.
Se agravaron los déficit de los EEUU, financiados mediante la creación de dinero “de la nada”, lo que le ha posibilitado seguir viviendo a costa del resto del mundo creando deuda y poniendo en peligro la posición del dólar como moneda de reserva mundial.
La creación de dinero “de la nada” y las bajas tasas de interés que han predominado en los países imperialistas, permitieron a sus corporaciones y gobiernos «resolver» sus problemas a un costo casi cero.
Todo el dinero nuevo, bombeado a sus economías por los bancos centrales, creó inflación, pero esto ocurrió principalmente en los mercados bursátiles donde cotiza el capital ficticio, cuyos precios, en consecuencia, se dispararon como burbujas lejos de las realidades económicas subyacentes, que crecieron muy lentamente o quedaron directamente estancadas.
Las olas de expansión financiera subsecuentes continuaron sobre la base de un endeudamiento que ha alimentado el parasitismo de las clases pudientes. Las desigualdades entre ingresos y riqueza alcanzaron máximos históricos.
Esa situación es la que ahora explota en el marco de las restricciones generadas por la pandemia.
Existe hoy una inmensa superproducción de bienes que no encuentra demanda, sectores enteros de actividad económica paralizados y mano de obra desempleada a gran escala, lo que está impulsando un derrumbe de los precios de las materias primas que terminará afectando a los países oprimidos, ya asfixiados por la deuda externa, la fuga de capitales y la expoliación de los monopolios.
Crecen a niveles insostenibles las deudas públicas y privadas. Las respuestas a la pandemia centradas en la emisión monetaria implican un aumento enorme de los déficits fiscales, en un momento en que los niveles de deuda pública en muchos países ya eran insostenibles. Además, la pérdida de ingresos de muchas familias y empresas implica un crecimiento de la deuda de sectores privados, lo que puede llevar a cesaciones generalizadas de pagos y quiebras.
Las burguesías imperialistas, en este marco, intentarán aprovechar la crisis detonada por la pandemia para salir del empantanamiento en que se encuentran, descargando la crisis en los contrincantes y preparándose para un nuevo reparto del mundo. Ya lo están haciendo mediante:
- Un ataque en profundidad a las conquistas de la clase obrera. El aumento del desempleo debilita aún más las posiciones conquistadas por los trabajadores, incrementando la explotación y creando una nueva relación entre el capital y el trabajo mucho más desfavorable para la clase obrera mundial.
- La asfixia de la deuda externa, la fuga de capitales, la caída de los precios de las materias primas y otras herramientas, buscando desplazar las consecuencias de la crisis hacia los países oprimidos.
- La acción de sus respectivos estados, utilizando las finanzas de los bancos centrales para mantener la “sostenibilidad” de sus sistemas financieros. Que otorgan financiamiento gratuito a sus propias corporaciones para mantenerlas en pie, sostener sus posiciones en el mercado mundial y ayudarlas a absorber o liquidar empresas competidoras incapaces de sobrevivir en el huracán de la crisis.
- El aumento de las rivalidades económicas entre las potencias imperialistas a través del proteccionismo (con el objetivo de reservar mercados), rupturas de cadenas internacionales de suministro, medidas contingentes para cortar aprovisionamientos estratégicos a los rivales, etc. Con las consecuentes medidas en los terrenos político y sobre todo militar.
- Muchos países capitalistas avanzados, particularmente Inglaterra, Francia y hasta Alemania y EEUU, transitaban un franco deterioro de su crecimiento, en algunos casos con retroceso. Incluso China, la “locomotora” del capitalismo, ya había recortado sus otrora altísimas tasas de crecimiento.
- Merece un párrafo especial, el estancamiento de la economía china, verdadera locomotora del mundo capitalista, principal potencia económica del mundo, y responsable del 50% de la producción mundial, y en conjunto con otros países del Asia, del 75 % de la circulación de mercancías. Este retroceso desde las tasas muy grandes de crecimiento que venía teniendo hasta el año pasado, y en el medio de un proceso de desaparición de su economía planificada, va a traer consecuencias todavía inimaginables sobre ese país y sobre los países dependientes total o parcialmente de China, como nuestro país.
¿Quiénes están pagando la crisis y los costos de la pandemia?
La crisis implica pérdidas inmensas de fuentes de producción y empleos, y por lo tanto un aumento de la desocupación, la miseria y el hambre. Agravadas al no tener otra forma de enfrentar la muerte de centenares de miles de personas, que una cuarentena estricta.
La crisis ha sido naturalmente acompañada en muchos casos, por una resistencia de los trabajadores y sectores populares de una gran envergadura, como las rebeliones francesas.
En América Latina, sobresalen los levantamientos populares en Chile y Ecuador, pero generalizados con características distintas desde México hasta Argentina. Con sus implicancias sociales y sobre todo políticas, al destruir ideas reaccionarias y conservadoras establecidas como dogmas de una religión. ¿Dónde quedó el “modelo chileno”?
Hasta los gobiernos tibiamente reformistas de América Latina, quedaron apresados por la realidad de las estructuras feudales y dependientes del continente.
Frente a esta situación, en muchos casos hipócritamente, se pone en discusión “¿cómo se sale de esta crisis?”
Pero antes debemos contestar la pregunta: “¿quién está pagando y por lo tanto va a seguir pagando esta crisis y estas pérdidas?”
El imperialismo yanqui, dirigido transitoriamente por el ultraderechista Trump, lo dejó claramente expresado desde el principio. Que se mueran todos los viejos e integrantes de las minorías que sea necesario, pero que se salven las empresas y el poder militar. En un país que no tiene salud pública y los sectores populares deben arreglarse con algunos seguros de desempleo temporarios. Tarea indigna que se llevó a cabo con diligencia y precisión. Aunque hizo crecer la resistencia popular.
En Alemania, Merkel osciló entre el “contagio de manada” y el desastre que eso produjo. Pero sus desvelos estuvieron centrados en todo momento en que se salve el grupo de empresas productoras de robots y maquinarias y la aerolínea alemana “Lufthansa”.
El Fondo Monetario Internacional en nombre de los principales países capitalistas, se “humanizó”, y entendiendo que los países dependientes no pueden pagar del mismo modo que antes de la pandemia, se concentra, como en nuestro país, en que paguen hasta el límite que les permitan las desastrosas crisis que atraviesan, con tal de salvar ese monumental instrumento de dominación que es la “deuda eterna”.
China, superó hasta ahora la pandemia con métodos represivos, casi militares, y se concentra en salir como la menos dañada de las potencias para redoblar su poder sobre los países dependientes, trasladándoles su crisis mediante la compra a precio vil de sus materias primas e imponiendo la exportación de sus productos de gran escala, aunque sean basuras, como los tests “truchos” vendidos a España y Argentina. Aumentando la exportación de capitales privados chinos, y por lo tanto la explotación directa de la mano de obra industrial y agrícola de los países dependientes.
La supuesta ayuda del “gran hermano chino” que sería un exponerte del “capitalismo más humano”, tan ensalzado por algunos sectores políticos y sociales, se redujo a la venta a precio de mercado de insumos primarios de sanidad que tendríamos que haber fabricado nosotros, previo pago de 10 millones de dólares a cargo de la Provincia de Buenos Aires. El avión humanitario anunciado, repleto de 1500 respiradores nunca despegó. O aterrizó en otro país.
Es a todas luces razonable pensar que si en el medio de la pandemia mundial, ésta es la conducta de los países imperialistas, su voracidad por descargar la crisis al final de ella, no tendrá otra limitación que la que los pueblos impongan.
¿Un mundo más unido?
Otra pregunta que se formula es: “¿Dada la tragedia que ha experimentado todo el mundo, y la solidaridad con que los pueblos en general han enfrentado sus sufrimientos, se puede pensar que después de la pandemia avanzará, si no la paz definitiva en el mundo, por lo menos una mayor fraternidad, un mayor deseo de que avance la humanidad, que disminuyan las enormes diferencias sociales, etc.?”
Otra vez, lamentablemente tenemos que reconocer que la conducta actual, la verdadera, de las grandes potencias, ha transitado por caminos absolutamente contrarios.
La rivalidad entre las superpotencias y particularmente entre China y EEUU ha aumentando en todos los terrenos. Han aumentado los gastos militares y los dispositivos para el control de otros países. No se ha cerrado ninguna base en el exterior. EEUU trata de contrarrestar con el lanzamiento al espacio del SpaceX, la superioridad de los cohetes atómicos chinos de última generación. Se han enfrascado en una disputa que sería escandalosa, sino fuera trágica, por el ocultamiento inicial del virus, de su mapa genómico, el pirateo para ver quién produce primero la vacuna y la convierte en una fuente de enormes ganancias y de predominio sobre terceros países. Una pelea de matones cínicos sobre el dolor de la gente.
De nuevo, y sin ser futurólogos, ¿no parece más razonable pensar que visto lo que hacen durante la pandemia, su conducta se agravará después, como se venía agravando antes?
Y que vamos a enfrentar un periodo más agudizado de disputa por el mundo en general y por la dominación de cada país en particular.
La “humanizacion” del capitalismo
Es comprensible suponer que un gran sufrimiento, pueda alentar deseos de cosas mejores.
Pero veamos lo que se ha ido produciendo objetivamente en el seno de las grandes potencias.
El capitalismo norteamericano ha exacerbado sus rasgos fascistizantes al extremo de intentar movilizar el Ejército contra el pueblo, lo que fue impedido por el rechazo popular que provocó. Incluso se opusieron algunos mandos superiores de las Fuerzas Armadas.
Mientras tanto apoya lo más reaccionario de América como Piñera y Bolsonaro, a pesar de los desastres que provocan, y desarrolla sus costados más irracionales, llegando Trump a recomendar, inyectarse lavandina en las venas.
Ha agravado el racismo permanente en toda la historia norteamericana, hasta llevar de vuelta el país a los años 60, con la movilización de la Guardia Nacional. Nada que hable de “humanismo”
¿Y por el lado del nuevo capitalismo chino?
Ya nadie discute ahora el carácter capitalista de China, pero se insinúa la figura del “capitalismo bueno”.
Por el contrario, aprovecharon la pandemia para imponer mayor control y militarización de la sociedad, utilizando los más sofisticados medios electrónicos, desatar mas represión sobre los luchadores democráticos de Hong Kong, mientras mantienen los campos de concentración para dominar a las minorías nacionales. Siguiendo la mejor tradición de la masacre de estudiantes y jóvenes en Tien An Men. Fortaleciendo el apoyo a algunas de las más feroces dictaduras de África. En nuestro país, mantiene una base militar, proyecta otra más y depreda nuestros recursos naturales.
No parece que vayamos a emerger de la pandemia con el fortalecimiento de sociedades más abiertas, más democráticas, ni tan siquiera más socialdemócratas. Sino todo lo contrario.
Empatía, generosidad, compasión y benevolencia no son ni fueron nunca las palabras claves del capitalismo en su fase más reaccionaria, la fase imperialista.
En todo caso las palabras claves han sido y siguen siendo: ganancia, competencia, monopolio, dominación y guerra.
¿Puede crecer “la derecha”?
Ha sucedido anteriormente, que el sector más reaccionario, más fascistizante, pueda ganar fuerza entre los sectores populares, por la desesperación frente a los daños recibidos. Eso buscan explícitamente Trump, Bolsonaro, Piñera. Y acá energúmenos como la Bullrich, Pichetto y Macri.
En nuestro país, donde existen grandes sectores de capas medias que se empobrecen fuertemente por la crisis agravada por la pandemia, los voceros y periodistas alquilados de las clases dominantes, vuelven a agitar el fantasma de la “anarquía”, del “comunismo” y llaman a terminar con la cuarentena, sin importarles la vida de miles de argentinos, fundamentalmente pobres y ancianos.
Sobran ejemplos en nuestra historia, por ejemplo en 1955 o en 1976, de que sectores muy grandes de esas capas medias pueden ser arrastradas y servir de carne de cañón de posiciones reaccionarias y fascistas, ante el miedo a retroceder o desaparecer.
Hasta ahora han fracasado.
Pero lo que pueda suceder de ahora en adelante depende en gran parte de las medidas que el gobierno tome para paliar verdaderamente los problemas de esos grandes sectores. Para lo cual tiene que golpear y fuertemente a los dueños de las riquezas que siguen haciendo negocios descomunales incluso con la emergencia, como los monopolios productores de alimentos y los supermercados, además de los sectores bancarios y financieros. Es imposible conceder abajo y al medio, sino se golpea arriba y a los poderosos.
Y también es decisiva la tarea de todos los sectores populares para ayudar al esclarecimiento y la organización de esos sectores, alrededor de un programa que verdaderamente los una al resto del pueblo hacia soluciones verdaderas.
Se puede avanzar
De los horrores de la Segunda Guerra Mundial, en aquellos países y pueblos que mantuvieron la lucha, se salió con la independencia de las colonias y el socialismo en China y otros países. Y en nuestro país provocó un movimiento político de magnitud, que culminó con el triunfo del peronismo y sus medidas nacionalistas.
En ningún caso se avanzó por la “humanización” del imperialismo menos malo. Aunque los pueblos con su lucha independiente pudieron y debieron aprovechar a fondo las contradicciones entre las potencias imperialistas.
Puede ser que dentro de las clases dominantes haya sectores que intenten hacer un lavado de cara al sistema imperialista actual mediante concesiones al pueblo, pero esto no es lo que predomina en las actuales relaciones de fuerza entre las clases y las naciones. Ni lo que históricamente ha ocurrido en el curso del desarrollo de una crisis, salvo que ésta contenga en los países un poderoso movimiento popular que ponga en crisis la gobernabilidad y en esa medida el propio sistema capitalista imperialista.
Se necesitan fuerzas revolucionarias
Se ha desatado una inmensa propaganda sobre lo positivo del “papel del Estado” por encima de su contenido de clase. No se debe olvidar que como en todos los países, el Estado es un estado de clase. En el caso argentino al servicio de la oligarquía terrateniente, de los imperialismos y de sus respectivos intermediarios.
Y por lo tanto hay dos caminos. O inclinarse frente a las exigencias de esos sectores para “que la situación no se desestabilice y se pueda mantener la gobernabilidad”, o avanzar en el camino de la soberanía nacional y de la satisfacción de las necesidades del pueblo, para lo que habrá que enfrentar la violenta reacción de los terratenientes y los monopolios.
Gramsci, en un lenguaje obligado a ser muy cauto, para que sus escritos pudieran atravesar los muros de la prisión del fascismo donde estaba encerrado, dice en Cuadernos de la cárcel:
“Se puede excluir que por sí mismas, las crisis económicas inmediatas produzcan efectos fundamentales; solo pueden crear un terreno favorable para la difusión de determinadas maneras de pensar, de formular y resolver las cuestiones que implican todo el desarrollo ulterior de la vida estatal.”
Justamente las experiencias históricas, por la positiva y por la negativa, han demostrado que para avanzar, siempre fue necesaria la existencia de un inmenso frente único, con un papel decisivo de una organización revolucionaria, de un Partido revolucionario, que desnudara quiénes son los responsables de los sufrimientos. En nuestro caso, los grandes terratenientes, los monopolios imperialistas y la burguesía intermediaria.
Y sobre todo, se ha demostrado, que si esas fuerzas revolucionarias estaban firmemente unidas a su clase y a los pueblos, podían crecer a saltos, justamente en medio de las grandes crisis.
Aparece un nuevo actor
En el medio de los sufrimientos de la peste, ya ha surgido con fuerza en todos los países, un nuevo actor que con mayor o menor claridad, con mayor o menor espontaneidad, busca salir del horror con cambios de fondo.
No quiere sufrir menos solamente, quiere una sociedad más justa y una vida más digna.
Sin lugar a dudas la avanzada mundial es la reacción, pacífica y no pacífica, de grandes sectores del pueblo norteamericano contra el asesinato de Floyd. Que desnudó la más cruda opresión de las minorías en la “gran democracia”. Desde siempre, pero ahora agravada, porque el peso de la pandemia se descarga particularmente sobre esas mismas minorías. Y con el plus de las políticas sanitarias, reaccionarias hasta lo irracional, de Donald Trump.
Ya no se trata de una contienda entre los más fascistizantes y los menos “de derecha”, por arriba, sino que irrumpió lo más profundo de las contradicciones de esa sociedad. De los crímenes racistas sobre los que se edificó y edifican los “grandes países llamados democráticos”.
Así la ola antirracista, avanza en el mundo entero, multiplicándose las movilizaciones en muchos países, algunas muy grandes y combativas como en Inglaterra, Francia, Bélgica, etc.
Es una ruptura con ideas históricamente impuestas por las clases dominantes para su dominio, de una envergadura similar al otro gran levantamiento del siglo XX: la rebelión de las mujeres que no deja de producir oleadas cada vez más profundas.
En América Latina se vuelven a levantar los pueblos, con el pueblo chileno en la avanzada. En la mayoría de ellos, el carácter clasista y racista de las medidas sanitarias que se toman, llega al máximo, sembrando la muerte y profundizando intolerablemente la miseria.
Pero no alcanza para evitar las demandas y luchas de las inmensas masas excluidas, enfermas, hambrientas y sin trabajo.
En nuestro país, la profundidad de la organización del pueblo por abajo para enfrentar la peste es lo que aseguró la imprescindible cuarentena, junto con las medidas justas tomadas por el gobierno nacional. Esa profundidad es el resultado de experiencias de lucha muy profundas grabadas en la memoria histórica del pueblo.
Vamos a cambios nunca vistos
Estas luchas y esta solidaridad que hoy avanzan, son la garantía de que en la postpandemia se fortalezca la lucha de los pueblos por trabajo, por pan, contra la superexplotación, por la soberanía.
La rebelión de las mujeres, la oleada antirracista mundial, la crisis política que atraviesan los gobiernos más abiertamente reaccionarios como en EEUU, Brasil, Chile, etc. nos permiten asegurar que el mundo que salga después de la pandemia, va a transcurrir en medio de inmensas luchas obreras, populares y nacionales.
No están las masas para aguantar un nuevo y brutal ajuste como el que preparan los imperialismos y gobiernos reaccionarios.
Y desde el seno de esas mismas luchas se fortalecerán las fuerzas que pugnan por garantizar una salida progresista y por izquierda, y no reaccionaria y por derecha. Con un programa y una posición política que plantee los cambios de fondo que necesita el país, para poder acaudillar a la clase obrera y el pueblo en una salida verdadera para los sufrimientos de la crisis y de la pandemia.
No solo para no sufrir tanto, sino para avanzar en un gran frente único por trabajo y soberanía. Para que la tierra no sea de los terratenientes sino de las y los que la trabajan. Para que exista un verdadero desarrollo industrial soberano al margen de los monopolios. Para terminar con el sometimiento a una u otra potencia imperialista. Y para garantizar el pan, el trabajo, la vivienda y la salud del pueblo.
Un lugar donde se concentra hoy esa batalla es en la lucha por la expropiación de la banda mafiosa que vació Vicentin. Una medida justa del gobierno de Alberto Fernández. Que recoge las grandes luchas en esa empresa de los obreros y las obreras aceiteros, textiles, de la carne, etc. Y una campaña sostenida de denuncia desde hace más de 7 años de nuestro Partido y del Frente Social y Popular.
Salieron a la luz quiénes son los verdaderos “dueños” de la Provincia. Y en pocos días, ha avanzado muchísimo el esclarecimiento del fenomenal saqueo de nuestras riquezas “por las barrancas del Paraná”. La verdadera razón por la cual en una provincia que produce alimentos para centenares de millones de personas, haya centenares de miles con hambre. Hambre contra la que lucha heroicamente el pueblo, con las compañeras y compañeros de la CCC a la vanguardia.
Estamos frente a una nueva y gran oportunidad en nuestro país y en el mundo.
La lucha contra la pandemia, el hambre y la superexplotación, la batalla por la expropiación de Vicentin, todas las luchas obreras y populares, la rebelión de las mujeres y el fenomenal levantamiento antirracista, marcan un camino para lograr cambios profundos, cambios revolucionarios.
Partido Comunista Revolucionario, Comité Regional Santa Fe
20 de junio de 2020