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11 de febrero de 2016

Muros, vallas, campos de confinación, casas marcadas, personas con pulseras, deportaciones… No estamos describiendo la Alemania nazi, sino la actualidad de la Unión Europea en 2016. 

Crecen las deportaciones de refugiados

Los gobiernos Europeos se sacan la máscara “humanitaria”

 
 Lejos quedaron las declaraciones “humanitarias”, las fotos de ocasión de los principales dirigentes europeos, y el lamento por los niños muertos en el Mediterráneo. Han desaparecido de las primeras planas y de los noticieros las imágenes de los más de 309 muertos ahogados, sólo en los primeros 31 días de este año.

 
 Lejos quedaron las declaraciones “humanitarias”, las fotos de ocasión de los principales dirigentes europeos, y el lamento por los niños muertos en el Mediterráneo. Han desaparecido de las primeras planas y de los noticieros las imágenes de los más de 309 muertos ahogados, sólo en los primeros 31 días de este año.
Diariamente aparece una nueva medida que tiende a restringir el ingreso y/o permanencia de los refugiados en Europa. Suecia anunció la deportación de 80.000 solicitantes de asilo. Eso sí, la viceprimera ministra, Åsa Romson, de Los Verdes, “no pudo contener las lágrimas” durante el anuncio, dicen los medios. El gobierno de Finlandia anunció que echará a 20.000 personas de su territorio. Alemania ya había dispuesto el cierre de sus fronteras, y ahora la canciller Merkel avanza en su política de deportaciones, apuntando explícitamente a impedir la “reunificación familiar”, para forzar a los refugiados que tienen parientes deportados o impedidos de acceder al asilo a que salgan de su territorio. Cuenta para esto con el apoyo explícito del jefe de la iglesia católica germana, cardenal Marx de Munich, quien declaró “Necesitamos una reducción en el número de refugiados”.
Entre las medidas contra los refugiados, en varios países han autorizado el despojo de su dinero a los asilados. Así lo hizo Dinamarca, donde su Parlamento aprobó, con los votos de los liberales en el gobierno, y los socialdemócratas opositores, una ley para sacarles a los refugiados todo su dinero y “joyas sin valor sentimental” que excedan los 1.340 euros. Medidas similares se tomaron en Suiza y en las regiones alemanas de Baviera y Baden-Württemberg, donde las autoridades (socialcristianos los primeros, socialdemócratas y verdes los segundos), pueden quedarse con el dinero y bienes de los refugiados que superen los 750 o los 350 euros, respectivamente. Más brutales han sido en las ciudades inglesas de Middlesbrough y Cardiff, donde se pintaba de rojo las puertas de las casas de los asilados y se los obligaba a usar pulseras de color púrpura “para facilitar el reparto de raciones”. Fue tal la indignación popular que tuvieron que dar marcha atrás. Países como Hungría, Bulgaria, República Checa y Eslovaquia, dijeron que los refugiados musulmanes no eran bienvenidos.
Los muros se extienden por todos los países. Hungría primero levantó vallas en la frontera con Croacia, luego Eslovenia también con Croacia, y Austria con Eslovenia. La Unión Europea está discutiendo “sellar” la frontera Macedonia-Grecia. El ministro de Migración de este último país, Ioannis Mouzalas ha denunciado que su par belga le planteó que hagan retroceder a los que vienen del mar “no me importa si los ahogáis”, dijo el ministro del Interior de Bélgica. Holanda, donde reina “nuestra” Máxima, propuso deportar a Turquía a todos aquellos que lleguen a las costas griegas a cambio de un cupo ‘legal’ de entrada a Europa de entre 150.000 y 250.000 al año. En línea con esta propuesta, la canciller alemana Ángela Merkel se reunió con el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, el pasado 8 de febrero, coincidiendo en que la Unión Europea otorgue a Turquía miles de millones de euros, para “contener” a los refugiados, y que la OTAN “se implique… en la gestión del flujo de refugiados desde Siria”, dijo Davutoglu.
El trasfondo de esta situación es el agravamiento de los factores de guerra en Medio Oriente, particularmente en Siria, con sus miles de muertos y millones de desplazados. Otra muestra de la política de las potencias imperialistas son las “negociaciones de paz en Siria” iniciadas en Suiza a fines de enero, y que a los pocos días debieron ser suspendidas sin acuerdo alguno. De estas negociaciones fueron excluidas las fuerzas que combaten al Estado Islámico en el norte de Siria, como el PKK, sus combatientes armados y la coalición que han formado recientemente. Esto fue posible por un acuerdo entre el gobierno turco de Erdogan y las principales potencias occidentales.
 
Nuevas muestras de solidaridad
Otras medidas contra los refugiados son más veladas, como la decisión de la coalición de gobierno alemana de declarar “seguros” a los países del Magreb africano (Marruecos, Libia, Argelia, entre otros), para “facilitar” la deportación de refugiados de ese origen. El gobierno y los medios alemanes vienen realizando una amplia campaña para demonizar al conjunto de refugiados musulmanes tras los ataques masivos a mujeres en la ciudad alemana de Colonia, a fines del año pasado.
Pese a todo esto, siguen multiplicándose las muestras de solidaridad por parte de vastos sectores populares, y esa solidaridad ha tenido nuevas expresiones en las canchas de fútbol. A los carteles de “bienvenidos refugiados” desplegados hace unos meses por distintas hinchadas, se sumó, el 31 de enero, la sentada de protesta de jugadores de la Segunda División de Grecia. Al comienzo del partido entre el AEL Lakrissa y el Acharnaikos, los jugadores se sentaron durante dos minutos en el campo de juego denunciando las políticas de la Unión Europea hacia los refugiados. El local AEL emitió un comunicado donde planteó que esta acción era “en memoria de los centenares de niños que mueren cada día a causa de la atroz apatía de la UE y de Turquía, sobre lo que pasa en el mar Egeo”.