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02 de octubre de 2010

Crisis: lo peor no pasó

Hoy 1264 / Evolucion y perspectivas de la economia mundial capitalista

La mayoría de los economistas burgueses reconocen que la actual crisis económica y financiera tuvo una más rápida y abrupta caída en la producción y el comercio internacionales que todas las crisis capitalistas anteriores, incluida la iniciada en 1929 que se prolongó hasta 1933 y cuyas consecuencias se siguieron sintiendo hasta la segunda guerra mundial. Aunque, a diferencia de lo que ocurrió entonces –en particular en Estados Unidos donde predominó hasta inicios de 1933 la política de no intervención del presidente Hoover, recién reemplazado por Roosevelt ese año–, ahora se recurrió a una rápida intervención de los gobiernos y bancos centrales, con una drástica rebaja de las tasas de interés oficiales y enormes ayudas monetarias y fiscales, destinadas particularmente a evitar que se extienda la bancarrota del sector financiero y, en menor medida, al sostén de determinadas producciones y del consumo (particularmente en el sector del automotor, disponiendo de multimillonarios fondos para la reestructuración de los principales monopolios de dicha industria y en los llamados planes “dinero por chatarra”: el subsidio por los autos viejos para la compra de nuevos).
A costa de enormes déficits fiscales, las principales potencias imperialistas han logrado frenar o atemperar la caída e incluso, en algunos casos, mostrar signos de recuperación, aunque sigue habiendo dudas sobre qué va a suceder cuando se agote el efecto de los planes de estímulo. Estados Unidos frenó la caída de su producción industrial en el segundo trimestre de 2009, aminorando la caída de la desocupación (de un promedio de medio millón de puestos de trabajo perdidos mensualmente desde el inicio de la crisis, se disminuyó a 216.000 en el mes de agosto de 2009), pero sigue aún debilitándose su demanda de consumo e inversión, descartándose una rápida recuperación (más bien se espera una recuperación con crecimiento anémico o una contracción crónica, o una recaída más drástica, cuando se agoten los planes de estímulo), por lo que poco puede esperar la economía mundial de la locomotora yanqui.
En cuanto a China, la locomotora de reemplazo para sus apologistas (aunque el peso de su economía es todavía sólo un cuarto de la estadounidense), la tenue recuperación obtenida por sus planes de estímulo es considerada poco sólida (los propios dirigentes chinos hablan de incertidumbre a este respecto), aunque en lo inmediato haya permitido un cierto mejoramiento en los precios internacionales de la energía y ciertos alimentos, sobre todo atribuibles a movimientos especulativos, más que a una reconstitución sostenible de la demanda.

Mayor desocupación y superexplotación
La recuperación capitalista se da sobre la base de la reconstitución del ejército de reserva de trabajadores, a través del quebranto de centenares de miles de pequeñas y medianas empresas, e incluso de la quiebra o achique de grandes empresas, con el consiguiente aumento de la desocupación y la mayor explotación de los que siguen trabajando. Por lo que aún cuando se haya frenado la caída de la producción y se observe alguna recuperación, los millones de desocupados seguirán sin encontrar nuevos trabajos e incluso continuará aumentando la desocupación, aunque ahora sea a tasas más moderadas a nivel internacional, aunque  se seguirá sintiendo con mayor fuerza sobre los países más débiles económica y políticamente, en particular sobre los países dependientes y con gobiernos más entreguistas, como el nuestro.
Por ahora, el relativo sostenimiento de las economías de China y la India, en Asia, ha dado un cierto respiro a Japón y Australia e incluso a Francia y Alemania, que tuvieron un leve crecimiento positivo en el segundo trimestre de 2009. Pero este pequeño mejoramiento de Francia y Alemania no ha servido de impulso al resto de Europa, pues se ha hecho con disminución de sus importaciones: su contrapartida ha sido un empeoramiento de los otros, en particular de Italia, España y los países bálticos. En tanto la economía del Reino Unido de Gran Bretaña también ha seguido cayendo.
Internacionalmente, la crisis ha provocado una gran destrucción de valores y una recomposición del ejército de reserva de trabajadores, por lo que se podría esperar una recuperación de la tasa de ganancia de los capitalistas a través de la mayor explotación obrera. Pero esto constriñe aún más la demanda por consumo e inversión, por lo que sigue acrecentándose la desocupación (y el ejército de reserva), aunque sea a menor ritmo. El relativo mejoramiento de los índices de producción se basa solo en una mayor explotación de un menor número de trabajadores ocupados. Y existe el temor de que, agotados los planes de salvataje, se produzca una recaída, lo que podría tener consecuencias aún más catastróficas que las vividas hasta ahora. La enorme ayuda monetaria y fiscal utilizada hasta ahora ha provocado un endeudamiento tal de los Estados que debilita las monedas y hace difícil pensar en nuevas emisiones billonarias.
Esta crisis del sistema capitalista imperialista es la más grave y prolongada desde la segunda guerra mundial: duplica en profundidad y extensión a las peores crisis de este periodo como fueron la llamada “crisis del petróleo” de 1973-1975 y la “de la deuda” de 1981-1982. Sus consecuencias por tanto serán mucho más gravosas y prolongadas que las de aquéllas: tanto en las relaciones entre los monopolios y países imperialistas como para la clase obrera y las naciones y pueblos oprimidos. Y la pelea por quién va a pagar sus consecuencias va a adquirir ribetes cada vez más agudos.
Se acrecentarán los factores de guerra entre las distintas potencias imperialistas, buscando retener y/o ampliar posiciones en los distintos países y regiones, unas en desmedro de otras; pero también se pueden abrir cauces revolucionarios, particularmente en los países y regiones en disputa, si los trabajadores y las naciones y pueblos oprimidos se unen en la lucha por hacer pagar las consecuencias de esta crisis a los principales explotadores y opresores.