La señora presidenta hizo convocar al Salón Blanco de la Casa de Gobierno a todos los funcionarios, políticos, sindicalistas y empresarios que podían aplaudirla. Allí hizo leer un decreto por el que ratifica que el aumento de las retenciones al campo se mantiene y que lo que exceda de lo que recauda por el 35% (no de las ganancias sino de toda la producción), lo va a dedicar a hospitales, viviendas y caminos por el “sistema De Vido”, con los gobernadores e intendentes que se subordinen y garanticen el “retorno” para su marido.
Noventa días le llevó “meditar” cómo hacer para justificar la inconstitucional resolución del 11 de marzo (que se basa en un decreto de la dictadura), lo que no le dio tiempo de pedir una ley al Congreso, y entonces se “percató” de que ese era un “sobrante” que promete usar de esa manera para lograr consenso (de paso, autoriza a Alberto Fernández a dar “otro destino” a la plata asignada a esos rubros en el Presupuesto). Pero no se conformó con eso. Comparó el reclamo de los chacareros y pueblos del interior con las Pascuas golpistas de 1987 sugiriendo que a diferencia del ex presidente Alfonsín (ella no se considera “estadista”, sino “humildemente” presidenta), iba a la guerra: no iba a decir como aquel “La casa está en orden, ¡feliz Día de la Bandera!”.
“Rendición incondicional”, como diría el bocón de su marido, y los que no la apoyen cometen un pecado de avaricia que es peor que el de la soberbia…
02 de octubre de 2010