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11 de junio de 2014

La semana pasada el gobierno nacional y el provincial mostraron los dientes favoreciendo los intereses patronales en el conflicto de los trabajadores de Gestamp, empresa autopartista de la zona norte del Gran Buenos Aires, donde la patronal despidió 67 trabajadores. 

Cristina, Scioli y Pignanelli contra los trabajadores

Gestamp militarizada

Este conflicto se da en un nuevo momento de la crisis, en medio de una oleada de suspensiones y despidos que afecta a miles de trabajadores en distintas industrias, avalados por la política kirchnerista de ajuste, entrega, hambre y represión. La propia presidenta de la nación Cristina Fernández encabezó el ataque diciendo “las fuentes de trabajo no se defienden tomando fábricas ni rompiendo fábricas” y exigiéndole a Scioli que tome medidas, porque “hay un gobernador, porque hay Justicia provincial, porque hay Policía provincial que tienen competencia para actuar”. 
Y actuaron. El Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, que había decretado el sábado 31/5 una conciliación obligatoria contemplando la reincorporación de los despedidos –y que la empresa incumplió el lunes 2-, la revocó el martes 3, con fundamentos que casi no tienen antecedentes. Dice la resolución que “la mayoría de los trabajadores afectados no son sindicalizados” y que “los problemas a considerar no son generales sino particulares”.
La empresa española, que había recurrido la medida, salió luego a agradecer públicamente al gobierno nacional, al provincial y al Smata, por haber “encauzado el conflicto”. Pignanelli, secretario del Smata, “se puso la gorra” y mandó patotas contra los trabajadores despedidos; salió en los medios a atacarlos diciendo que “no son compañeros” y desplegó una campaña en las terminales y autopartistas para meter miedo a los despidos, tratando de impedir las protestas. 
 
Una planta militarizada
El conflicto de Gestamp, como hemos reseñado en números anteriores, comenzó a mediados de abril con la suspensión de 67 compañeros. Suspensiones que el 15 de mayo, se transformaron en despidos. Inmediatamente, el gobierno provincial llenó la planta de efectivos policiales y el nacional desplegó la gendarmería afuera. 
Los despedidos montaron un acampe en la puerta, rodeados de mucha solidaridad popular, hasta que a fines de mayo un grupo entró a la planta burlando a la seguridad y se mantuvo durante cuatro días en el puente grúa, con lo que interrumpieron la producción de la autopartista. Esto puso como loca a la presidenta, que despotricó: “Estos 9 trabajadores han tomado la planta de Gestamp y tienen paralizados a miles y miles de trabajadores”. Tiene razón Cristina, porque la medida de los trabajadores impedía la llegada de un insumo clave a las automotrices que en estos tiempos del “just in time”, no tenían stock para seguir produciendo. Al plantarse, los compañeros dieron trascendencia al conflicto, a diferencia de otras fábricas que cerraron en un desangre silenciosos. Además, obligaron a que tanto el gobierno nacional, como el de Scioli y el traidor Pignanelli paguen el costo político de defender los despidos. Los compañeros bajaron ante la conciliación obligatoria del Ministerio de Trabajo provincial.
 
Una lucha, distintas posiciones
A lo largo de todo el conflicto de Gestamp, se volvieron a manifestar las mismas posiciones que ya aparecieron en la oleada de la crisis del 2009. Los jerarcas traidores empujan el miedo y el sálvese quien pueda, haciendo el triste papel de policías. En el caso de Pignanelli, su actitud policial recuerda a los tiempos en que el Smata nacional intervino el Smata Córdoba que dirigía René Salamanca y también, cuando jerarcas sindicales hacían de buchones de la dictadura. Se volvió a ver a los que miran para otro lado, porque en Gestamp “están los zurdos”. Un sector de la izquierda trotskista, particularmente el PTS, empujó, como ya es su costumbre, sacar la lucha fuera de la fábrica, con cortes de calle mediáticos a kilómetros de la planta y dividiendo a los despedidos de los trabajadores dentro de fábrica. 
Y se volvió a demostrar como correcta la línea impulsada por los clasistas y revolucionarios en la histórica huelga de Kraft, de prepararse para una lucha prolongada y firme, con los trabajadores dentro de la fábrica. Así, con asambleas y el cuerpo de delegados garantizando la unidad y la democracia y con dirigentes combativos y clasistas, lograron en el 2009 triunfos parciales y marcar un camino para toda la clase obrera y el pueblo. 
 
Acto solidario
El viernes 6 se realizó un acto solidario con los despedidos en la puerta de la planta, con la participación de activistas de distintas organizaciones sociales, políticas, estudiantiles y de derechos humanos, entre ellas la CCC, el PCR, la agrupación 1º de Mayo de la alimentación, el MAS, PO, PTS. Los despedidos agradecieron la presencia solidaria, en particular la de Elia Espen, madre de Plaza de Mayo, y cedieron la palabra a representantes de las organizaciones. Gustavo Ruiz, uno de los trabajadores cesanteados, leyó una carta que escribió, en la que denuncia que la mayoría de los despedidos son gente con carpetas médicas y con inquietudes gremiales: “hicieron una lista negra como en la peor dictadura” y ni les pagaron la indemnización. Dice la carta “es tremendo el terror” que imponen a los que están trabajando, “la patota, Recursos Humanos y la policía”. “Queremos trabajar y estar lo mejor posible y no en las actuales condiciones. La lucha es despareja y sabemos el terror que les meten. Sólo les pedimos que no bajen los brazos y piensen qué Argentina queremos”. 
En la carpa quedaron los compañeros discutiendo las medidas a seguir, en la pelea por la reincorporación de los despedidos.