"Es un gran honor visitar por primera vez a la madre Rusia", fueron las primeras palabras de Cristina Fernández al encontrarse con Putín. "El regreso de Rusia al escenario internacional es para nosotros una muy buena noticia", le diría posteriormente en el recargado salón dorado de la Casa de Recepciones del gobierno ruso.
En verdad, los rusos nunca se fueron, aunque tuvieron que retroceder tras su derrumbe como superpotencia socialimperialista en 1991 y mantener un perfil bajo en su disputa con los otros imperialistas, centrándose en la reconstitución de su poderío económico y militar, reestructurando su capitalismo de Estado, ahora ya despojado de su disfraz socialista (como todavía lo mantiene la gran burguesía china).
Poco a cambio de mucho
Ante el cierre de los mercados por la crisis, y de China en particular para la soja, la presidenta ha dado un vuelco hacia los amores de su juventud. Pidió disculpas por su anterior grosería de haber dejado esperando a Putín en el aeropuerto, cuando iban con Néstor camino a China, y hasta perdón por haber utilizado la palabra revolución, en referencia a Rusia.
Los rusos, como imperialistas que son, no dan puntada sin hilo. Presionaron por la reapertura de las exportaciones de carne, aunque solo se habrían acordado negocios menores. Pero jugaron fuerte, ofreciéndole, a través de la gigantesca petrolera Lukoil, de la llamada mafia rusa ahora estrechamente relacionada con Putín, reemplazar a Venezuela en el abastecimiento de fuel oil, a cambio de concesiones petroleras en la plataforma submarina, con lo que espera hacer pie para su presencia imperialista en el Atlántico Sur. Además ofrece el cebo de su participación en el gasoducto del Norte, estratégico en la relación con Bolivia.
Había que ver la alegría de Julio De Vido por haber logrado un sustituto de los petrodólares de Venezuela, venidos a menos por la caída del precio del petróleo. Sin importarle la diferencia cualitativa de la relación: la una con un país hermano del tercer mundo; la otra con un país imperialista, que quiere utilizarnos de peones en su disputa con los anglo-yanquis y europeos, e incluso con los chinos y japoneses, por el control de América Latina.
Habrá que seguir con atención los acuerdos (públicos y “no públicos”), tal el caso de las visas para viajar a Rusia, anunciadas por Cristina K y negadas por el gobierno de Putin.
Hay que enfrentar la crisis
Nada bueno podemos esperar de estos acuerdos con “la madre Rusia”. Es un imperialismo más que se suma a descargarnos la crisis, con la política de este gobierno que busca apoyos afuera para los grupos de burguesía intermediaria enriquecidos a su amparo, muchos de ellos de viejas relaciones con Rusia. A los que además ofrece un blanqueo de sus fondos con el pretexto de la crisis, cuando ésta lo que requiere son medidas inmediatas que le hagan pagar la crisis a ellos y no a los trabajadores y la producción nacional, como las 10 medidas que propone el PCR.
A la situación ya catastrófica del campo y de los pueblos del interior, por el saqueo impositivo al que se sumó la sequía, se están agregando día a día en los centros urbanos miles y miles de despedidos o suspendidos en las fábricas, en los comercios, en la construcción, etc. Y esto no se resuelve con anuncios de préstamos para autos o electrodomésticos, o para las vacaciones, que no se sabe cómo se van a poder pagar.
Tomando conciencia de la magnitud de la crisis, es necesario que los trabajadores y el pueblo se organicen desde cada lugar, y uniendo las fuerzas de la ciudad y el campo en comités de crisis y multisectoriales, tomen medidas para enfrentar la situación, con paros y movilizaciones que confluyan en un paro nacional activo, obrero, campesino, estudiantil y popular para torcerle el brazo a la política kirchnerista que busca favorecer a su grupo y sus amigos en desmedro del pueblo. La jornada del 20 de diciembre es un hito para el reagrupamiento de las fuerzas populares necesario para afrontar este desafío en el nuevo año.