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19 de junio de 2019

Otto Vargas, secretario general del PCR fallecido el 14/2/2019

Crítica a la teoría del capitalismo dependiente

Extractos de ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Vargas, Jorge Brega. Editorial Ágora, Buenos Aires 2017, págs. 57/63.

Hacia 1972 hicimos la crítica al concepto teórico de capitalismo dependiente. Con posterioridad al XVI Congreso, como usted dice, el PC cambia su caracterización de la Argentina y acepta la que trazó la reunión de partidos comunistas de América Latina en 1969. Esta caracterización, hecha por algunos teóricos latinoamericanos como Teotonio Dos Santos, Darcy Ribeyro, entre otros, fue defendida en la Argentina por sociólogos como Julio Godio, quien la tomó de aquéllos y la adaptó a la Argentina. Cuando nosotros rompimos con el PC, sucedió que en la búsqueda de las raíces de la desviación oportunista de derecha, encontramos que subyacía un concepto teórico que, contradictoriamente con lo que opinaba la dirección del PC sobre Perón, asignaba a la burguesía nacional un papel revolucionario mayor que el que tenía.

En la búsqueda de las raíces teóricas de ese error vimos que la dirección del PC exageraba la subsistencia de rasgos precapitalistas en la estructura económica argentina, y en vez de analizar el desarrollo acelerado de relaciones capitalistas en el campo y sus características, hablaba de resabios semifeudales, lo que a nosotros nos parecía exagerado porque no se correspondía con la realidad que veíamos en la práctica en el campo argentino de esos años. Al mismo tiempo era esta caracterización de semifeudalidad lo que tenía que ver con la asignación de una potencialidad revolucionaria desmedida a la llamada burguesía democrática.

La subestimación del desarrollo capitalista argentino llevaba a la dirección del PC a incluir a la burguesía nacional en bloque –de la cual, vuelvo a insistir, excluía a Perón– dentro de las fuerzas motrices de la revolución democrática nacional. Y nosotros habíamos aprendido duramente con la experiencia de esos años, que la burguesía nacional en bloque no integra el frente revolucionario. Por lo tanto, como en otros problemas, fuimos empujados por la práctica política a la necesidad de esclarecer determinados conceptos teóricos. El problema fundamental que estaba en debate era el carácter de la revolución en la Argentina, que nosotros pudimos definir con precisión recién después de 1972. Se puede decir que desde nuestra fundación tuvimos una caracterización acertada de la revolución en la Argentina, pero mechada con elementos erróneos y en una lucha de líneas muy aguda con posiciones trotskizantes.

 

–¿Cómo definieron ustedes estos temas para el caso argentino?
–Partiendo de aquella polémica con la dirección del PC, hacíamos hincapié en el desarrollo capitalista de la Argentina. Decíamos: “Es un país dependiente pero capitalista. No es un país dependiente como los recién liberados de África”. Tengamos presente que los años 60 fueron la década de la descolonización de África, donde a partir de 1958 con la liberación de la ex Guinea Francesa por una vía relativamente pacífica, se produjo una explosión liberadora por la cual las colonias, con algunas excepciones, fueron prácticamente barridas. Por consiguiente, la diferenciación entre los países dependientes con predominancia feudal o semifeudal, y los países dependientes con relaciones capitalistas predominantes, era un tema teórico central. Y a nosotros nos pasaba como al nadador inexperto que en determinado momento ve que lo está arrastrando la corriente.

 

Principales consecuencias
En primer lugar, la caracterización de capitalismo dependiente secundariza la división que hizo Lenin entre países opresores y países oprimidos que, como decía él, es la división fundamental del mundo actual, independientemente de que los países oprimidos por el imperialismo tengan relaciones sociales predominantemente feudales, semifeudales o capitalistas. Los teóricos del capitalismo dependiente revisan la teoría leninista del imperialismo; y la dependencia, que es el dato esencial de los países del Tercer Mundo, para ellos es un rasgo. Esto venía de la mano de las teorías de moda de Luis Althuser en filosofía, que planteaban que si bien podía haber una contradicción principal, había siempre una contradicción sobredeterminante de los procesos revolucionarios. Y nosotros mismos decíamos, como dicen actualmente los defensores de la teoría del capitalismo dependiente, que la dependencia es un rasgo más, que lo fundamental es el carácter capitalista y que es la contradicción burguesía-proletariado lo que se tensa cada vez que se agudiza la lucha de clases en la Argentina. Por lo tanto, el elemento desencadenante, como diría Althusser, la contradicción que sobredetermina a la contradicción principal es la contradicción proletariado-burguesía.

Este primer problema –que ya veremos debido a qué necesidades mezquinas del socialimperialismo soviético fue difundido hasta llegar a tener el eco que tiene actualmente– lleva aparejada una segunda conclusión, que la burguesía nacional en bloque forma parte del enemigo. Por eso –como hace hoy día la Izquierda Unida– ellos golpean a la burguesía en bloque, considerando perimida la concepción leninista, posteriormente desarrollada a fondo por el maoísmo, que diferencia a la burguesía intermediaria (es decir: la subordinada al imperialismo) de la burguesía nacional (la que políticamente enfrenta al imperialismo). Como advertí antes, tampoco la burguesía nacional va a participar en bloque en el frente de fuerzas revolucionarias, porque como enseñaron Lenin y posteriormente Stalin y Mao Tsetung, basándose en la práctica revolucionaria de este siglo, ella puede jugar un papel importante en aquellos países en los que se ha producido su escisión de la burguesía intermediaria, pero al mismo tiempo su carácter político es dual. Hay momentos en que predomina su aspecto revolucionario o combativo sobre su aspecto negativo, pero aun entonces esto es a medias, se va a detener a mitad de camino, y siempre en determinado momento va a traicionar marchando hacia la contrarrevolución. De modo que siempre hay que ver qué predomina, su aspecto antiimperialista o su aspecto conciliador con el imperialismo, dependiendo esto de circunstancias políticas concretas.

Es decir que la segunda consecuencia de la teoría del capitalismo dependiente es el golpe a la burguesía nacional en bloque junto a la burguesía intermediaria proimperialista. De allí que esta teoría sea hoy el basamento de las políticas alternativistas del tipo de Izquierda Unida en la Argentina.

Ellos no consideran como nosotros que puede ganarse a un sector de ella para tratar de neutralizarla en bloque, como clase. Otro sector de la burguesía nacional obligatoriamente se va a oponer. Al decir esto no hacemos predominar un análisis economista sino político. La política nos ha enseñado que hay un sector de la burguesía nacional que inexorablemente se une a los enemigos del pueblo, y hay otro sector muy grande que debe ser neutralizado. Por lo tanto, al decir que, tomada en bloque, la burguesía nacional debe ser neutralizada, le estamos dando un trato diferenciado del que hay que darle a la burguesía intermediaria, cuyos componentes son simples agentes, testaferros o intermediarios de los monopolios imperialistas, es decir de lo que ahora se llaman “las multinacionales”, sean estas yanquis, rusas, inglesas, francesas, italianas, etc.

Cuando nosotros llegamos al maoísmo ajustamos esto de la neutralización de la burguesía, planteando como camino para ello, aislar al sector más reaccionario, ganar al sector más afín a las fuerzas revolucionarias y neutralizar a la mayoría.

En tercer lugar, y entiendo que es lo más importante desde el punto de vista teórico-político general, la teoría del capitalismo dependiente va a una revisión del proceso histórico concreto de los países latinoamericanos y al desarrollo de la tesis trotskista que considera a las colonias españolas de América como sociedades en las que predominó el capitalismo desde el inicio.

Partiendo de esto se llega a la negación total de resabios precapitalistas en el campo. Esto es una barbaridad en países como Paraguay, Ecuador, Colombia, gran parte del Perú y del interior del Brasil. Pero es también una barbaridad en la Argentina, que tiene provincias en las que aún subsisten relaciones de producción derivadas de las mercedes originarias de la colonia, y donde existen casos como el de La Rioja con una gran cantidad de campesinos que son meros ocupantes de mercedes indivisas, o casos de miles y miles de pastajeros en Jujuy y Salta que pagan todavía con la “obligación” en trabajo y en especies; y, en fin, un país en el que reina el latifundio en forma soberana en gran parte de su territorio. Y este latifundio no es el resultado de un desarrollo capitalista como el de los Estados Unidos, que fue unificando a las pequeñas unidades de miles de farmers independientes arruinados, en grandes explotaciones capitalistas; o estamos en presencia de un latifundio como el de la provincia de Buenos Aires –que existe hoy, aunque esos “teóricos” lo nieguen– con propietarios cuyos apellidos se van a encontrar en todos los registros de la época de la colonia y del origen de la independencia nacional como los Anchorena, los Lezica, los Pereyra Iraola, los Alvear y tantos más.

Hoy N° 1771 19/06/2019