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18 de abril de 2012


Crónicas proletarias

Hoy 1415 / ¿sindicato o partido?

Esta pregunta recorrió desde los comienzos nuestro movimiento obrero, con respuesta confusa en muchos casos. Los marxistas promotores del acto del 1º de Mayo de 1890 fueron impulsores de la federación gremial, meses después. Se la llamó Federación de Trabajadores de la República Argentina o Federación Obrera Argentina. De ese mismo núcleo de marxistas del ‘90 salió la iniciativa de organizarse políticamente, lo que se concretó en 1892 en la Agrupación Socialista Buenos Aires “que fue el plantel de lo que es hoy el árbol frondoso del Partido Socialista en nuestro país”, escribió en 1917 uno de sus fundadores, el dirigente de los tipógrafos alemanes Augusto Kuhn.
Este fue un recorrido con idas y vueltas, pues se confundió muchas veces la acción política y la acción gremial. Por esos años el proceso de diferenciación entre sindicatos y partidos se estaba dando en todos los países, y se reflejó en la Segunda Internacional, a la que estaban afiliados tanto unos como otros. Por eso la Federación Obrera Argentina le escribía a la Internacional que “ha hecho franca y espontánea confesión de fe socialista… adhiriéndose por este voto a los propósitos y fines del grande partido internacional socialista obrero” (El Obrero, 26/12/1891).
Meses antes, El Obrero definía: “Un partido de resistencia, por medio de la organización fuerte en la Federación Obrera, y un partido político internacional de ofensiva al Estado burgués, no hay para nosotros otro camino sobre el que pudiésemos adelantar” (El Obrero, 8/8/1891).
El debate sobre sindicato o partido llevó a la ruptura del núcleo de El Obrero en dos sectores, que más tarde volvieron a unificarse. Un sector planteaba que no había condiciones para la formación de un partido político, y que esto “dividía” las escasas fuerzas proletarias, por lo que había que desarrollar la Federación Obrera. Desde los fundadores de la Agrupación Socialista se argumentó “El único lado débil por donde podemos atacar a la fortaleza del enemigo lo reconocemos en la constitución del Estado moderno. Y como el arte de elevar y hacer caer el Estado es la política, debemos formar un partido político”.
En el caso argentino, en el socialismo predominó tempranamente una línea reformista, parlamentarista, dirigida por Juan B. Justo. Esto alimentó el desarrollo de corrientes anarquistas que pregonaban el apoliticismo, e incluso una división que generó una corriente “sindicalista” que se separó del Partido Socialista al principio del siglo 20.