Los ferroviarios fueron uno de los destacamentos principales del movimiento obrero argentino, ya desde fines del siglo 19. Su primera organización gremial fue La Fraternidad (887), que agrupaba a los maquinistas y foguistas. En 1888 fueron a la huelga ante la arbitraria detención de un maquinista, al que culpaban de atropellar a una persona. La lucha se extendió en toda la línea Buenos Aires-Rosario durante tres días, hasta que fue liberado.
Los ferroviarios fueron uno de los destacamentos principales del movimiento obrero argentino, ya desde fines del siglo 19. Su primera organización gremial fue La Fraternidad (887), que agrupaba a los maquinistas y foguistas. En 1888 fueron a la huelga ante la arbitraria detención de un maquinista, al que culpaban de atropellar a una persona. La lucha se extendió en toda la línea Buenos Aires-Rosario durante tres días, hasta que fue liberado.
En octubre de ese mismo 1888, los obreros del taller ferroviario de Sola (Ferrocarril del Sud), en el porteño barrio de Barracas, entraron en huelga exigiendo el pago de sus salarios en oro, porque, como decía el periódico de los socialistas alemanes Vorwarts, “los empleados del Ferrocarril mejor pagos cobraban en oro, mientras que los trabajadores con sueldos bajos no(…) y entre tanto el precio de los alimentos, alquileres y vestimentas había subido mucho más”.
Los ferroviarios no lograron su objetivo en ese momento, pero germinó la organización gremial, y se desarrollaron varias luchas en distintos talleres y líneas, hasta la huelga de 1896, que tuvo gran magnitud. Ésta comenzó en los talleres ferroviarios de Tolosa, del Ferrocarril del Sur, contra la reducción horaria y de salario que la patronal inglesa quería imponer. Setecientos obreros en asamblea aprobaron la medida de fuerza, que comenzó el 9 de agosto, y duró cerca de tres meses. Se plegaron primero, otros talleres ferroviarios, como Sola, Rosario y Caballito, los cambistas, y otros gremios: mecánicos, constructores de carruajes, peluqueros, zapateros, obreras alpargateras, entre muchos otros, que resolvían en asambleas y dieron vida a un Comité Mixto, para conectarse entre ellos. En su punto culminante, cerca de 20.000 trabajadores se sumaron a la lucha, de distintos lugares del país.
El pliego común incluía “Implantación de la jornada de 8 horas con el mismo salario que regía antes para 10 horas”, supresión del trabajo por pieza, descanso los domingos y el pago de las “horas extraordinarias” al doble.
Los ferroviarios no pudieron triunfar, brutalmente reprimidos por la policía que detenía a sus dirigentes y prohibía las asambleas, y debilitados por la contratación de obreros en Europa para reemplazar a los huelguistas. Ocho establecimientos sí lograron conquistas en esta larga lucha. El último bastión fue el taller de Sola, donde los obreros y sus familias impedían el ingreso de los rompehuelgas. Así los ferroviarios entraron por la puerta grande en la historia del movimiento obrero argentino.