Ya desde 1880 hay registros de conflictos laborales protagonizados por mujeres, en nuestro país. La dirigente socialista Carolina Muzilli (1890-1917), menciona una huelga de domésticas ese año por la imposición de la libreta de conchabo, libreta en la cual los patrones daban un “certificado de buena conducta” sin el cual el trabajador no podría conseguir empleo. Cuenta Muzilli que una de las primeras despedidas en esa huelga fue una joven francesa de 15 años, que se negó a realizar tareas ajenas a sus funciones de niñera, y no aceptó que le rebajen el salario “para el lavado del delantal y la cofia”.
En noviembre de 1881 estalló en San Luis la primera huelga docente. Sus protagonistas, todas mujeres, fueron la directora y un grupo de ocho maestras de la Escuela Graduada y Superior de la capital puntana. “Por falta de pago absoluto en los pasados ocho meses, y regular en seis años anteriores”. Dicen las maestras, “suspendemos las tareas de la Escuela a nuestro cargo hasta que el Excmo. Gobierno nos haga justicia y nos pague”. A los cinco días fueron destituidas por el reclamo, y una parte fue luego reincorporada. Cabe mencionar que quien encabezó esa huelga era Enriqueta Lucio Lucero, esposa de Germán Ave Lallemant, primer director del periódico marxista El Obrero, aparecido en 1890.
Ya en la década de 1890, en algunas fábricas, talleres y locales comerciales las mujeres se empiezan a organizar. En 1896 las obreras alpargateras de La Argentina constituyen una asociación y se declaran en huelga, reclamando principalmente aumento de salarios y reducción de la jornada. Estas obreras, así como las cigarreras, fueron activamente solidarias con la huelga ferroviaria de ese año.
Tanto los socialistas como los anarquistas trabajaron para la organización gremial de las mujeres. Las socialistas constituyeron en 1903 la Unión Gremial Femenina, integrante de la Unión Gremial de Trabajadores, y las anarquistas crearon un año después el Comité de Huelga Femenina, vinculado a la Federación Obrera Argentina. Cigarreras, fosforeras, costureras, entre otras, librarían batallas los primeros años del siglo 20.
No podemos olvidar el protagonismo de las mujeres en la huelga de inquilinos que sacudió los conventillos de Buenos Aires y se extendió al interior, en 1907. Aquí, si bien el reclamo principal era por los altos alquileres, se mezclaban reivindicaciones gremiales, pues en muchos casos las piezas además de vivienda eran el lugar de trabajo de miles de mujeres (costureras, planchadoras, empaquetadoras, lavanderas, etc.).
