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31 de julio de 2013

Crónicas proletarias

1º de Mayo de 1909

 El 1º de Mayo de 1909 era sábado. El movimiento obrero, dividido, realizaba dos concentraciones en Buenos Aires. Una promovida por el Partido Socialista, otra, por la FORA dirigida por los anarquistas.

 El 1º de Mayo de 1909 era sábado. El movimiento obrero, dividido, realizaba dos concentraciones en Buenos Aires. Una promovida por el Partido Socialista, otra, por la FORA dirigida por los anarquistas.
La concentración anarquista, a realizarse en la Plaza Lorea a las 17 hs., venía precedida de la decisión de los por entonces poderosos gremios del rodado de Buenos Aires: Conductores de Carros, Conductores de Vehículos, Choferes, de declarar una huelga a partir de ese día, “contra un código municipal invención del intendente Giraldes y contra la libreta de identidad, medidas todas que propiciaba también y sostenía el jefe de policía, coronel Falcón, perseguidor sistemático del movimiento obrero y de los anarquistas”, recuerda el dirigente anarquista Diego Abad de Santillán.
Falcón montó una provocación. Apareció en medio de la concentración en un vehículo, y al mismo tiempo sonó un disparo entre la multitud, que en ese momento se calculaba en 20.000 personas. Inmediatamente, el Escuadrón de Seguridad recientemente creado cargó contra la marcha a balazo y machetazo limpio. El saldo de la salvaje represión, entre 8 y 12 muertos, según las fuentes, 80 heridos y cerca de 200 detenidos. Mientras la Avenida de Mayo se teñía de sangre obrera, una parte de los anarquistas marchó hacia Plaza Constitución, donde se concentraban los socialistas. Tras un breve debate interno, cuenta el dirigente socialista Enrique Dickmann, los socialistas decidieron transformar su marcha en un cortejo, y se culminó en un acto de denuncia de los hechos ocurridos.
Entre los anarquistas que llegaron hasta el acto socialista, un muchacho se abrió paso hasta el palco mostrando entre sus manos un pañuelo ensangrentado, gritando “esta es la sangre de los hermanos que cayeron allá”. Después se sabría que aquél muchacho se llamaba Simón Radowitzky, el ejecutor de Falcón pocos meses después.
Al día siguiente, en un llamado conjunto, el Consejo Federal de la FORA, la Junta Ejecutiva de la UGT, y sindicatos independientes, denunciaba que “¡El propósito criminal, cobarde, bien deliberado, de nuestros enemigos, de nuevo se afirma sobre la matanza del pueblo obrero, pretendiendo ahogar con el crimen nuestros anhelos, nuestras obras revolucionarias, nuestro gesto libertario! ¡Es el signo de los tiempos burgueses: el asesinato colectivo!”, y convocaban a una huelga general, que comenzó el lunes 3 “hasta tanto se consiga la libertad de los compañeros detenidos y la apertura de los locales obreros”. Comenzaba lo que pasó a la historia como la “Semana Roja”, de la que hablaremos en otras columnas.