Se ha estrenado un documental de Mario Bohmecker sobre la historia de una guerrillera del ERP apresada en Tucumán y que, arrepentida dio una conferencia de prensa el 24 de marzo de 1976, día que la dictadura cívico-militar, más cruenta de nuestra historia, producía el golpe de Estado contra el gobierno de Isabel Perón.
La película transcurre en el interior de la vivienda de la entrevistada, una ex guerrillera arrepentida, en el país donde ella reside desde 1983: el Estado de Israel.
Se ha estrenado un documental de Mario Bohmecker sobre la historia de una guerrillera del ERP apresada en Tucumán y que, arrepentida dio una conferencia de prensa el 24 de marzo de 1976, día que la dictadura cívico-militar, más cruenta de nuestra historia, producía el golpe de Estado contra el gobierno de Isabel Perón.
La película transcurre en el interior de la vivienda de la entrevistada, una ex guerrillera arrepentida, en el país donde ella reside desde 1983: el Estado de Israel.
Sin registros de imágenes para contextualizar sus recuerdos, con cámara fija sobre su rostro, su figura, transcurren los más de 60 minutos de película.
A medida que transcurre el tiempo y ante las expresiones de la protagonista del film, uno se va preguntando siguiendo su racconto ¿Cómo no iba a tener dudas y arrepentirse de la lucha armada en la que se encontraba si no sabía para qué servía esa lucha?
Según lo manifiesta, leían a Marx, querían ser como el Che, pero da una imagen romántica y adolescente sin proponerse entender porqué luchar.
La poca preparación política y aun peor, militar, en este tipo de grupos, que demuestra la entrevistada, evidencian un aventurerismo y desconocimiento que realmente llaman la atención por la trascendencia que han tenido para los jóvenes de los ‘70 y por la gravitación ideológica-política que ha tenido el foquismo en todo nuestro país.
La película se adentra en un “conflicto personal” de la protagonista, al caer detenida-desaparecida, de salvar su vida a toda costa o resistir.
Supongamos que el grupo armado al que perteneció la protagonista era aventurero, pero ella no puede escudar su “arrepentimiento” en que los militares “la trataron bien” y no le exigieron nombres. Ella pudo inferir por los ruidos, que en “La Escuelita de Faimallá, donde supone la llevaron, había otros detenidos, no conociendo ni de sus condiciones físicas ni de sus destinos posteriores, por estar vendada. Sin embargo el mismo día del golpe, 24 de marzo de 1976 ella declara “estar arrepentida” porque alega, sus compañeros la abandonaron. Hechas estas declaraciones, en una situación confusa, la trasladan a Paraguay con una identidad falsa, contacto con los servicios secretos paraguayos, asunto difícil de imaginar en un militante leal a su organización y convencido, que está claro, no era este el caso.
Más allá si estamos de acuerdo o no con el foquismo, formaciones especiales, etc., como se llamaba a los grupos guerrilleros en esos tiempos, aunque sí sabemos que la vía armada la impone el enemigo de clase y en lo que creemos que va a desembocar cualquier lucha revolucionaria, el conflicto que plantea la ex militante no es solo su posible traición a sus compañeros o su arrepentimiento; el problema está en sus declaraciones, una descalificación de todos los revolucionarios y de la necesidad de la revolución misma, que desde Espartaco, necesitó y necesita hoy más que nunca, terminar con la opresión de nuestros pueblos, terminar con la injusticia, pobreza y desigualdad manifiesta.
Acabar en nuestro país, después del ‘83 a la fecha con la dependencia estructural, con los enriquecimientos escandalosos de gobiernos que se dicen progresistas, que usan la posibilidad que les da el sistema capitalista para descargar la crisis del sistema en nuestras espadas, para el copamiento de empresas del grupo de socios, funcionarios y amigos realizando escandalosos negociados y beneficiar con la entrega de nuestros recursos a los poderosos de la tierra. Luchar contra esto, en nuestro país o denunciarlo fuera del nuestro, es una tarea que venimos haciendo desde hace más de 44 años, con los sucesivos gobiernos y en todos los terrenos, el social, cultural, político, gremial, económico, etc., y no nos arrepentimos. Y cuando la mayoría del pueblo decida resistir y pasar a la ofensiva, “en una u otra vía”, nos encontrará al frente de la misma.
Porque no olvidamos ni perdonamos los 30.000 desaparecidos, nuestros muertos y torturados, los niños arrancados a sus madres y entregados y un país quebrado que nos ha dejado la criminal dictadura (en la película no se la nombra).
Estas vidas valiosas no se rifan, como pareciera sugerir el film, a pesar de dirigentes arrepentidos, hoy convertidos en funcionarios o en “honorables doctores” fuera del país.
Porque nuestra memoria está viva, ante la dilemática de la protagonista nos preguntamos: ¿Cuál es la respuesta del director de Cuentas del Alma? ¿Por qué eligió una señora arrepentida que desde el 83 vive en el estado sionista de Israel? Y en todo caso, nos interesa saber: ¿Cuál es la posición del director frente a la realidad argentina y cómo evalúa nuestra historia reciente? Quizá esta película nos esté dando una respuesta sobre “los arrepentimientos” de algunos artistas e intelectuales argentinos.
D.D.