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02 de octubre de 2010

La pelicula pone al desnudo la discriminación y explotación sexual.

Cuatro meses, tres semanas y dos días

Nuevo cine rumano

El film fue premiado con el máximo galardón, Palma de Oro, en el 60º Festival de Cannes, estuvo dirigido por Cristian Mangiu, y nos muestra alguna de las miserias de lo que fue la Rumania “socialista”, parte de esa Europa dependiente del socialimperialismo ruso.
“Cuatro meses…” transcurre en los últimos tiempos del gobierno de Ceausescu. La cámara del director Cristian Mangiu penetra en la esfera íntima de dos estudiantes universitarias, compañeras de cuarto en una triste residencia estudiantil; muestra la solidaridad y la incondicionalidad entre quienes tratan de resolver la situación de Gabita (Laura Vasiliu) quien, embarazada recibe la ayuda de su amiga Otilia (Anamaria Marinca) para interrumpir el embarazo.
Sin contar con otra ayuda que la que ellas podían brindarse, Otilia asume un rol más activo. Hace hasta lo imposible para resolver el drama de su amiga, tomándolo como propio: debe conseguir el hotel donde se hará el aborto, lidiar con el abuso del siniestro “doctor bebé” que lo practica para “ayudarlas”, deshacerse del feto y cuidar de la salud de su amiga.
Narrado casi en tiempo real, con imágenes crudas, muchas tomadas cámara al hombro, el director logra sintetizar durante dos horas –manteniendo siempre una rigurosidad formal en los detalles– el caso de una chica que puede ser el de cualquier joven sencilla que recurre a realizar un aborto clandestino; que durante el gobierno de Ceausescu estaba prohibido y se castigaba con varios años de cárcel, tanto para quien lo practique, solicite o colabore.
Si bien es un drama, en ningún momento se presenta la posibilidad para la catarsis ni tampoco hay “final feliz”, porque cualquier alteración de lo “normal” podría despertar sospechas al control estatal, que sin ser mencionado, está presente a lo largo de todo el rodaje; y como espectador uno puede sentir y la opresión que inflingen en las protagonistas.
El director del film no ejecuta juicio moral sobre la práctica del aborto, ni condena el régimen político que permite el sojuzgamiento y abandono de las mujeres a su suerte; solamente se limita a mostrar la realización del mismo, poniendo al desnudo la discriminación y explotación sexual.
Según el director de la película, en Rumania actualmente el aborto es legal, pero se calcula que para cuando concluyó el régimen de Ceausescu unas 500 mil mujeres habían muerto a causa de su práctica. Este dato la película no lo enuncia, pero se percibe un sistema de control que lo habilitaba en las peores condiciones, haciendo “la vista gorda” a la corrupción, el soborno, el mercado negro, etc.
El film logra sintetizar cómo se corrompe por dentro un país sometido a la represión política, social y cultural, con el disfraz de socialista. La atmósfera asfixiante revela cómo la penalización del aborto deja graves huellas psicológicas en las jóvenes que deben acudir a la ilegalidad para evitar el estigma social que les deja un embarazo no deseado, lo que nos ayuda en el debate en países como el nuestro donde todavía se le niega a las mujeres el derecho abortar de una manera segura y confiable. Cabe interrogarnos, si durante la gestión de Ceausescu murieron aproximadamente 500 mil mujeres a causa de abortos clandestinos, cuántas mujeres de países del mundo “globalizado” mueren diariamente, mortalidad que podría ser resuelta con programas de educación sexual y reproductiva, con provisión de anticonceptivos por parte del Estado, la legalización del aborto en condiciones, con un sistema sanitario acordes a las necesidades de la mayoría.