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02 de octubre de 2010

Cuitas de tarefa

Hoy 1205 / Cuqui de Olivera, cosechera de Oberá (Segunda nota)

La cosecha de yerba mate, en Misiones, casi se extiende todo el año, aunque declina en octubre y se considera el fin de la temporada. Es cuando la mayoría de los tareferos pierden su faena y emprenden un duro peregrinar por las calles buscando changas para mitigar el hambre. Al cabo de levantar tanta riqueza, salidos de “su lugar”, la ciudad los mira con recelo, como si fueran un sobrante telúrico a aguantar.
Recién en marzo empieza la temporada fuerte de la yerba. E ingresan de hasta 20 camiones por día a alzar gente en el barrio San Miguel, de Oberá. Los cargan como a ganado.
Aún faltan unos días para eso y esta semana no entró un solo camión para tarefas ‘de ida y vuelta’. “Nomás algunos para ir a campamento”, se queja Cuqui de Olivera (35 años), tarefera desde la cuna porque, como dice ella, “casi no hay modo de hacer otra vida”.

Si sos tarefero…
“Nosotros trabajamos con mi papá desde los 6 o 7 años, después él se enfermó del corazón y estuvo 5 años en cama y continuamos yendo a la tarefa con mi madre. Después mi papá falleció y quedaron dos hermanos y dos hermanas más trabajando para que los más chicos fueran a la escuela y terminaran su 7º grado. Yo no terminé…, ya estaba en la tarefa. Siempre hice este trabajo, también supe carpir.
“Acá si vos sos tarefero, tu hijo va a ser tarefero, porque nunca le vas a poder pagar un estudio. Y eso es lo que tiene que suceder. Pero depende de juntarse…, luchar, pelear. Pero, cuando no tenés para comer, todos nos olvidamos de eso. Llegó la época de trabajar y todos van a trabajar porque nadie quiere pasarlo peor. Entonces los gurises terminan explotados en los líneos. Y de ahí ya es difícil que salgan. Procurarte algo mejor no es fácil. Por ahí entrás en un aserradero o algo así y sentís que lo lograste. Un día te accidentás, te pagan el seguro, pero quedás afuera. Y ya está: otra vez a la tarefa, si podés…

Mi gurisada
“Mi gurisada nunca cobró becas escolares. Varios están en edad escolar. La Sandra va a la escuela especial. La de 12 (años) hasta ahora va, pero tiene que recuperar. Los otros gurí, ninguno quiso ir; sí van el Nano, el Jorge y el Chavo…, o sea que tengo 5 a la escuela con la Sandra. Y a la Sandra ya no la voy a mandar más este año. Porque necesito sí o sí ganar un poco más. Y el tiempo es poco. Calculá que de acá a marzo yo tengo que comprar cuadernos, lápices, gomas y algunas cosas más; sí o sí esta quincena tengo que agarrar una tarefa. Como la ‘de ida y vuelta’ no empezó, voy a tener que ir a campamento, para comprar cuaderno para éste, para el Jorge, para el Chavo y para la beba…, así que no voy a poder mandar esa guaina a la escuela especial. Si ella está en casa no hace nada, pero mira por los chicos cuando vuelven de la escuela.
“Dicen que no van a abrir esa escuela que hicieron nueva. Y en la otra, como no hay aulas, los chicos van un día sí y otro no. A fin de año, todos tienen que recuperar. La Beba tenía clases lunes, miércoles y viernes. Y había semanas que tenía sólo 2 días, los demás tenían que prestar el salón para otro grado. Y todo el año estuvo así y dicen que este año va a ser igual. Entonces, ¿cuándo van a aprender los changos? Cómo no van a ir a recuperatorio si tuvieron tan pocos días y horas de clase. Si el que entra a las 7 y 30 sale a las 10 y 30. El que entra 10 y 30 sale a la 13,30… Qué van a aprender si la maestra no tiene ni tiempo de tratar con toda esa cantidad de alumnos. Y muchos me dicen, ‘bueno, es porque vos no los mandás al centro’. Pero de dónde voy a sacar de mi bolsillo para mandar los chicos al centro.”

Gurises en el monte
El gobierno de la provincia hace una gran propaganda diciendo que no quiere que los niños trabajen, pero la realidad es diferente. También lanzó el programa “Volver a la escuela” y entregó becas, que suelen quitar tan pronto el beneficiado computa inasistencias. Pero justamente esas faltas tienen que ver con la realidad laboral de las familias tareferas.
“En la provincia –describe Cuqui– hay una exigencia de no llevar niños a la tarefa pero ni modo de dejarlos. El que no tiene qué darles de comer, debe llevarlos para que en el monte coman. La Mónica ya se fue con toda la familia. Ahora se va la Blanca también, este lunes, se va toda la familia… Cuando empiezan las clases es igual. Si no hay con quien dejar los gurí se llevan al yerbal. Es que la crisis de todos estos meses nos dejó sin una reserva. Y como el fuerte de la tarefa coincide con la época en que los niños van a la escuela… Yo, por lo menos, mando mis chicos a la escuela, por eso prefiero la tarefa ‘de ida y vuelta’, pero cuando no hay más remedio, voy y le llevo a ellos.
“Me traslado con mi compañero y con siete chicos. Las guainas no van a los líneos pero ellos sí. Ese que anda terribleando ahí…, carga gajos; el que más hace es éste otro, es el más guapo. Al otro no le gusta virutear, le gusta quebrar. Sacar el gajo, romper…, esa cosa, no porque lastima mucho sus manos.
“Pero el negrito que tiene 11 años, ya se fue sólo a tarefear y lo único que no pudo es cortar porque es chico todavía, pero trajo $170 en una quincena. Y eso que le descontaron la comida. Porque, grande o chico, nadie te va a regalar un plato de comida”.

Delicadezas patronales
“Y hay patrones que no quieren llevar gente mayor al yerbal por si se lastiman, porque después tienen que pagar. Alguien de 50 y pico, ya es un problema para los patrones. Llevan toda gente nueva, muchachada como mi gurí, y un poco más. Mientras hagan el trabajo bien, no hay problema. A ellos no les importa qué te pasa a vos si no cómo le podés rendir en el trabajo. Algunos te hacen cuestión por los cortes, por ejemplo, en algunos secaderos están aceptando solamente las puntas y eso para el tarefero es más trabajo y rinde menos porque se tarda en hacer peso. Restringen el corte grueso y aceptan el palo bien fino. A veces te tocan gajos gruesos y tenés que cargar también el serrucho. Y es el capataz el que te mira. Pega una mirada, si ve que lo hacés bien él no te molesta. Donde vio un errorcito, allá te echa el ojo. La quebrada se hace a puño después del corte del gajo. La primera semana hasta que agarrás costumbre te duele todito el brazo…”
Cuqui se demora en detalles del oficio. De pronto, suspira y ensaya una conclusión: “La tarefa está difícil, viste. Por un lado lindo porque ya casi empezó, pero por otro lado feo porque no alcanza lo que se gana”. Cuqui, el año pasado, fue de las que estuvo firme en la lucha de los tareferos. En los cortes y en la carpa frente a la gobernación. También soportó un par de provocaciones. Episodios confusos que ocurren “cuando el río suena”. Uno de sus hijos adolescentes recibió una golpeadura, a otro más chico le hicieron fumar un porro, y una tarde intentaron quemar su casa.