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20 de agosto de 2014

La política oficial en materia cultural, lejos de promover una verdadera identidad nacional, de rescatar nuestras más gloriosas tradiciones de lucha y de promover una estética popular, revulsiva, independiente y crítica, convoca y seduce, detrás de simbologías tendenciosas, fundamentalmente a la juventud.

Cultura y deuda externa

Si no se pagara la deuda ilegítima…

 Esto lo hace con logos y arquetipos del orden de “El Eternauta”, o con el bautismo del nombre de Néstor Kirchner a todo centro cultural que inaugure el oficialismo y, desde ya, con contenidos amañados, tergiversados y disfrazados de “épica”.

 Esto lo hace con logos y arquetipos del orden de “El Eternauta”, o con el bautismo del nombre de Néstor Kirchner a todo centro cultural que inaugure el oficialismo y, desde ya, con contenidos amañados, tergiversados y disfrazados de “épica”.
No obstante, hay hechos concretos (justos y caros a la cosa cultural), en los que es más arduo desentrañar la esencia del doble discurso (algo similar ocurre con la política de derechos humanos K).
Algunos ejemplos: en Mar del Plata, la inauguración del MAR (Museo de Arte Contemporáneo), que pertenece a la órbita del Instituto Cultural de la Pcia. de Bs. As., es un hecho positivo que deriva en aspectos negativos. Lo positivo es que hay un nuevo museo en la provincia. Lo negativo es que tanto Scioli como Telerman (presidente del Instituto Cultural) lo han convertido en su “chiche nuevo”, antagonizándolo por sobre los demás organismos culturales de la provincia (cuerpos artísticos, teatros, museos y bibliotecas), que sufren falta de presupuesto, desprogramación, problemas edilicios y de seguridad e higiene, etc.
Otro caso es la inauguración de centros culturales vinculados a la actividad visual, rubro que recibe gran apoyo para proyectos en todo el país, pero que tampoco escapa a las generales de la política económica K: para el videasta que recibe un subsidio para producción, comprar una cámara profesional, su herramienta de trabajo, es casi prohibitivo.
 
El “pago serial” de la deuda afecta a la cultura
El pago “serial” de la deuda externa ilegítima afecta, también, a la cultura. Esto se traduce, por ejemplo, en el citado desfinanciamiento de los cuerpos artísticos de la provincia de Buenos Aires y del resto del país, con vacantes que no se renuevan, cuerpos artísticos que no cuentan con los planteles necesarios para su óptimo funcionamiento, edificios deteriorados, falta de presupuesto, planes de giras desactivados, etc. Durante la llamada “década ganada”, los cuerpos artísticos de la Pcia. de Buenos Aires, no sólo no se incrementaron, sino que el Cuarteto de Cuerdas del Teatro Argentino fue desactivado. Los cuerpos artísticos estables de la Nación son nueve (entre coros, orquesta, banda y ballet); si bien son organismos nacionales, todos tienen sede en la Capital Federal, con muy pocas giras y sin tener la Nación cuerpos artísticos designados en las provincias. En lo que va del gobierno kirchnerista, sólo se creó un cuerpo artístico nacional (también con sede en la Capital Federal). En Quilmes, con fondos de Nación, se inauguró el Teatro Municipal, viejo anhelo de los artistas locales, en tanto que para la Escuela Municipal de Bellas Artes de la misma ciudad hay un proyecto de traslado a un nuevo edificio que no va a tener espacio para albergar a la totalidad de los alumnos.
Nosotros, los trabajadores de cultura del Partido estamos en condiciones de plantear, en cada lugar en donde nos toque participar, nuestro rechazo de plano al pago de la deuda externa ilegítima, porque contamos con línea al respecto, y con lo que nosotros podamos aportar en el sentido de cómo y cuánto afecta dicho pago a la cultura. En este sentido, los foros o mesas de debate que podamos promover son una herramienta imprescindible. Podemos establecer guiones de discusión o temarios al respecto, y convocar a colegas y referentes del sector. 
 
Por una política cultural al servicio del pueblo
Porque bregamos por una política cultural que, por ejemplo, funde un teatro o centro cultural en cada pueblo, que entre decididamente en las escuelas para articular con las currículas de cada materia la visita a ese teatro para disfrutar de Yupanqui, de Bach, del Cuchi, de Brecht, de las bagualas anónimas, de las canciones de Schubert, de la cumbia de aquí y la de Colombia, de las coreografías del Chúcaro o de Bejart, etc., y que promueva la posibilidad concreta de que el pueblo, por medio de la cultura, “talle” en todos los sentidos de la palabra. Para que las manifestaciones culturales del pueblo se puedan expresar y replicar, con reales posibilidades materiales para ello, tanto en espacios convencionales como no convencionales.
¿Cuántos jóvenes en las esquinas piden a gritos (aunque esos gritos sean mudos) cambiar la botella de cerveza o el faso por un trabajo, por aprender un oficio y por participar de una murga o de un coro? ¿No piden participar de un coro? Entonces, es nuestro deber darles la posibilidad de conocer qué es un coro, o una comedia, o una banda de sicuris. Porque podemos decir, citando a Luisa Calcumil, que no vamos a llevar cultura a los barrios, sino que vamos a encontrarnos con la cultura que ya está en los barrios. Estamos en condiciones de salir a debatir, con propios y ajenos, en qué medida el pago de la deuda ilegítima afecta específicamente a la cultura.
Si no se pagara la deuda ilegítima sería posible, por ejemplo, fundar cuerpos estables profesionales en cada localidad, abriendo, de esta manera, la posibilidad de acceso a un trabajo específico a cantantes, bailarines, actores, instrumentistas, otorgándoles a los estudiantes de arte la posibilidad de acceder a un trabajo estable, concurso mediante, en su propia ciudad al terminar sus respectivas carreras, evitando el desarraigo y promoviendo el fortalecimiento de la cultura local. ¿No sería esta una manera de promover la cultura del estudio, el trabajo y la perseverancia en materia artística, en contra del falso paradigma de lo “rápido”, lo “espontáneo” y “fácil”, la falaz quimera del “hallazgo” de ídolos televisivos y mercantilizados?
Si no se pagara la deuda ilegítima, ¿cuántos programas culturales, urbanos y rurales, de recuperación de la serenata y la narración familiar, de edición de revistas comunitarias, de construcción de instrumentos, de estudio de la cultura negra y originaria, de recuperación de los teatros de las viejas sociedades españolas e italianas, etc., se podrían financiar? ¿Cuántas bandas de rock podrían acceder a equipos de sonido propios mediante subsidios o créditos blandos?
Es cierto que un primer estímulo puede estar asociado a la espontaneidad, a lo fortuito. Pero luego viene, diría Yupanqui, “el camino más difícil”, no sólo por lo arduo y a veces árido del proceso de dedicación y estudio sino, fundamentalmente, por la decisión de por qué, para qué y para quiénes haremos arte. ¿Cuántas vocaciones artísticas se despiertan con un primer estímulo? Escuchar, por ejemplo, el 4º movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven, y descubrir que esa melodía que se escuchaba en la misa del pueblo tiene otro “envase”; o pasar por la vereda y escuchar ensayar al baterista de la banda de rock del barrio; o zapatear por primera vez en el patio de tierra el malambo que bailaba el abuelo; o escuchar en la radio el ballet Estancia de Ginastera y encontrar que ese malambo (autóctono, familiar) se puede vestir también con un lenguaje sinfónico.
¿Hasta dónde puede llegar el vuelo artístico, intelectual e ideológico de un pibe que se entera en clase de por qué Beethoven tachó su dedicatoria de puño y letra a Napoleón de la portada de su Sinfonía Heroica? Y, si ese chico pudiera asistir con su escuela a escuchar en vivo dicha sinfonía, ¿no estaríamos alimentándolo y cultivándolo en los valores más altos y preciados de la Humanidad? Cuando ese mismo chico encuentra que Yupanqui siempre propició escuchar a Bach “porque hace bien al alma”, ¿no hallará conexiones profundas entre lo propio, lo que le pertenece por cercanía y por tradición, con lo universal? Y cuando ese joven escucha la versión de Divididos de la zamba “El arriero”, de Don Ata, ¿no se acercará de un modo poético e inefable al mismo grito con el que, en su tiempo y a su manera, Beethoven, Lorca, Yupanqui, los esclavos norteamericanos, nuestras vidaleras (y ese propio pibe), horadaron la noche profunda con su filo?
 
El arte siempre debe tener filo
Porque el arte siempre debe tener filo. Filos diferentes, según la necesidad (como los distintos cuchillos de los variados oficios rurales). Así, el arte puede tener filo para enamorar, para acunar, para llorar a los muertos queridos, para mitigar, para alegrar, para sublevar.
La poesía es un arma cargada de futuro, al decir de Gabriel Celaya. Para que esa arma dispare sus contenidos y sus formas, los comunistas revolucionarios tenemos ideas en política cultural. Claramente, el gobierno nacional tiene otras ideas.
Curioso: eso es lo que Néstor Kirchner le respondió a Juan Carlos Alderete cuando éste le entregó el fallo del juez Ballestero acerca de la deuda externa: “lo conozco, pero tengo otra idea”.