La variable de ajuste en estas tragedias son siempre los pibes.
La variable de ajuste en estas tragedias son siempre los pibes.
La relación entre estas catástrofes es válida. Diferentes espacios, otras circunstancias, disímiles causas, pero las consecuencias son siempre las mismas. Los que siempre ponen los muertos son los pibes.
Otra vez la noticia nos enluta y nos golpea. Hasta este momento son seis los jóvenes fallecidos en una megafiesta realizada en Costa Salguero, en el corazón de la city. Todos afectados, presumiblemente por el consumo de drogas de diseño. Mientras tanto otros tres internados luchan por su vida, aunque las secuelas de estos consumos son impredecibles.
Se ha difundido que los organizadores pertenecen a una S.A. que tiene experiencia en la organización de este tipo de eventos en otras latitudes. Se sabe por otra parte, que en estas fiestas electrónicas un importante sector de concurrentes ingiere drogas sintéticas como éxtasis u otras. Que son excitantes cuyos efectos duran varias horas, acelerando el ritmo cardiaco, produciendo vasoconstricción, las más de las veces efectos convulsivantes y elevando la temperatura corporal a niveles de alto riesgo.
Los que aparecen como los más notorios responsables de este hecho doloroso son inescrupulosos empresarios de la noche –aquí la analogía con Cromañon- bajo cuyo amparo se transa lo que allí se consume. Pero cuidado, pues la cadena de responsabilidades no termina sino que comienza allí. Donde se entrecruza el discurso hipócrita de “guerra al narco” y drogas cero, con el guiño perverso para que el festín siga funcionando.
Sosteniendo esta monstruosa maquinaria canibalista –que se devora a nuestros chicos- vamos a encontrar a la “mano invisible” del mercado, gestora de la cultura consumista. Que es la que legitima y propicia estos consumos de alto riesgo. Punto nodal este pues frente al interrogante sin respuesta ¿Por qué los jóvenes consumen sustancias psicoactivas? hay que reconocer que producto de esta cultura consumista aumentó la “tolerancia social” hacia las ingestas, como se ha reducido la “percepción social del daño” que producen los consumos.
Además, miles de jóvenes fascinados por el sutnami de propuestas de “la noche” donde lo que prima es el desenfreno, el desborde y la inducción química de la manía, han erosionado sus recursos críticos que le posibiliten discriminar esa delgada línea que separa la diversión de conductas que conlleven riesgos para su vida. En ese “combo” fatal se llega a consumir cualquier cosa, como lamentablemente ocurrió ese fatídico viernes.
Algunos han argumentado a favor de los consumos “inteligentes” donde cada persona es responsable de establecer sus límites. Uno de ellos es el Profesor de Ética Fernando Savater donde al opinar sobre las muertes que se producen en relación al consumo de drogas, advierte que “la vida que pierden es suya (del consumidor), no del Estado o de la comunidad” . ¿Se animará el Prof. de Ética a defender esta tesis frente a los familiares de las víctimas? Este argumento falaz e hipócrita es un insulto a las víctimas de estas tragedias, y salva de responsabilidades los mercaderes de la noche, a los funcionarios corruptos, a los grupos narcos. Porque si todo pasa por una decisión individual los dispositivos socioculturales que inducen al consumo no cuentan.
En esta “ruleta rusa” que son los consumos salvajes nadie se queda afuera, y no importa la clase social o el sector de pertenencia porque siempre estás expuesto. Hoy las campanas suenan por seis chicos al que oscuros intereses les arrebató la vida. Pero repican por muchos más que no han salido en los titulares televisivos y que este sistema perverso se los tragó.
No podemos quedar atrapados entre la falsa dicotomía de “guerra a las drogas” o legalización; el camino es activar el protagonismo de la gente para el diseño y ejecución de estrategias de promoción y educación para la salud, y de prevención de comportamientos sociales de riesgo, de crítica superadora a la cultura consumista y las causas que la gestan, de retomar las propuestas de la medicina social enunciada por Salvador Mazza, Ramón Carrillo y Enrique Pichon-Rivière entre otros.
Rosario 18 de abril de 2016