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02 de octubre de 2010

Del artículo de Juan Manuel Villulla y Pablo Volkind, publicado en la revista La Marea nº 29, extractamos esta nota.

Debates sobre el agro argentino

Hoy 1206/ ¿Tiene vigencia la Reforma Agraria?

El debate está planteado en los términos que lo formula Héctor Huergo –editorialista del suplemento Clarín Rural– en la nota “Solo quieren producir más y más” [del 6/10/2007] que sintetiza, según este periodista, los anhelos de “los productores, los proveedores de insumos, los fabricantes de maquinaria y todo el interior profundo” en camino a “la mayor cosecha de la historia, la más esperada, la de 100 millones de toneladas, la mitad de soja. Sí, 50 millones de toneladas de soja que a los precios internacionales actuales significan 17.000 millones de dólares”.
Está claro, desde esta perspectiva “productivista” esto no solo es lo mejor que se puede hacer con los campos sino lo que se debe. “Atender a las demandas del mundo” que requiere nuestros alimentos y materias primas y generar un importante ingreso de divisas. Si se deben pagar costos sociales, no queda más remedio, son las consecuencias no deseadas de la
“modernización”. En sintonía con esta visión, quienes imaginaban la necesidad de una reforma agraria en función de “aumentar la producción y la productividad”, “tecnificar el campo”, “poner en producción tierras ociosas y montes nativos”, “expandir la agricultura en detrimento de la ganadería”, etcétera, esta reforma ya no sería necesaria.
Pero la reforma agraria no tiene esencialmente un fin “productivista” o “tecnicista” tal
como era planteada por perspectivas burguesas intermediarias del capital imperialista, que solo buscaban “optimizar” los rendimientos del agro en un país dependiente a su servicio. Esta posición seudo desarrollista (sostenida por el gobierno de los Kirchner solo para enfatizar la necesidad de dejar las cosas como están) no solo no está en contradicción con la dependencia, sino que está al servicio de la misma.

El campo que necesita la Argentina
Por el contrario, si jerarquizamos las necesidades populares y tomamos como punto de referencia un agro que pase a diversificar su producción para abastecer a una industria local en cantidad y calidad necesarios; que garantice nuestra soberanía alimentaria para terminar con el hambre en un país de carne, leche, huevos y cereales; que pase a resolver de inmediato la desocupación en las ciudades y la sed de tierras que vienen planteando miles
de originarios y campesinos pobres en la Argentina; que cambie las condiciones de vida en el medio rural garantizando rutas, tendidos eléctricos, gas, agua potable,
comunicaciones, escuelas y hospitales; si tomamos todo esto como horizonte necesario y posible, se torna ineludible una reforma agraria profunda e integral adecuada a las necesidades y realidades de cada región social y productiva, que elimine la base del poder terrateniente, como parte de la destrucción de este Estado, y como parte de la lucha de la clase obrera y el conjunto del pueblo por su liberación nacional y social.