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02 de octubre de 2010

Publicado en Nueva Hora N°1, 12 de febrero de 1968.

Declaración Constitutiva del Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria del Partido Comunista de la Argentina

Enero de 1968

En junio de 1966 se instaló en la Argentina una dictadura abierta del gran capital, la oligarquía terrateniente y los monopolios imperialistas. El objetivo de la misma es acelerar el proceso de concentración monopolista en el marco de acentuar el sometimiento del país a los dictados económicos, políticos y estratégico-militares del imperialismo yanqui.

En junio de 1966 se instaló en la Argentina una dictadura abierta del gran capital, la oligarquía terrateniente y los monopolios imperialistas. El objetivo de la misma es acelerar el proceso de concentración monopolista en el marco de acentuar el sometimiento del país a los dictados económicos, políticos y estratégico-militares del imperialismo yanqui.
Este proceso agrava, en primer lugar, el empobrecimiento y la explotación de los trabajadores de la ciudad y el campo, que enfrentan aumentos siderales en el costo de la vida, congelación de salarios, la liquidación de las conquistas sociales y la creación de una masa de mano de obra desocupada que facilita los planes de superexplotación. Esta política de la dictadura ataca, también, los intereses de la pequeña y mediana industria nacional.
Para lograr sus objetivos el golpe militar reaccionario del 28 de junio, en el que influyen considerablemente concepciones de tipo corporativo-fascista, intenta un complejo plan de reestructuración político-institucional. Como elementos principales del mismo se inscriben:
• El esfuerzo por alcanzar un acuerdo estable con dirigentes sindicales capituladores, convirtiendo totalmente el aparato que aquellos manejan, en parte del régimen, institucionalizando el llamado “sindicalismo de participación”;
• Instaurar el llamado comunitarismo;
• Las tentativas de orquestar un reagrupamiento político que desemboque en fuerzas manejadas totalmente por igual por las clases dominantes, que cubran con barniz “democrático” o populista la permanencia de la dictadura abierta de esas clases dominantes y le den, eventualmente, base de sustentación popular;
• El perfeccionamiento de organismos militar-represivos y de “Leyes”, como la del Servicio Civil de Defensa y la Anticomunista, para intentar destruir cualquier resistencia obrera y popular.

La crisis en el Partido y la Federación Juvenil Comunista
Precisamente en estas circunstancias, el Partido Comunista y la Federación Juvenil Comunista enfrentan la crisis más grave y profunda de su historia.
Nuestro Partido tiene 50 años de lucha donde se forjaron millares de combatientes y héroes que han escrito páginas gloriosas de la historia del movimiento obrero y popular; ha difundo el marxismo-leninismo y las realizaciones de la URSS y los países socialistas; en diferentes momentos ayudó a nuestra clase obrera y a nuestro pueblo a cumplir con sus deberes de solidaridad internacional, uniendo la bandera del internacionalismo proletario a la bandera del auténtico patriotismo; ha analizado el carácter y la etapa de la revolución en nuestro país.
Los méritos señalados no pueden ocultar concepciones y una práctica que determinaron que nuestro Partido no juegue el papel que le asigna una tesis cardinal del leninismo: dirigir a la clase obrera para que juegue su rol de vanguardia en la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.
Esta vacancia de dirección revolucionaria de las masas facilita la ofensiva del imperialismo y la reacción, y se hace más notoria ante las necesidades de lucha que impone a la clase obrera y el pueblo la dictadura de Onganía.
Es deber y urgencia revolucionaria, a fin de poder acaudillar las luchas que necesariamente sobrevendrán, dar -desde el seno del Partido- una respuesta clara a esta cuestión clave. Eludir y postergar la misma, significa impedir que la clase obrera pueda cumplir con su misión histórica, orientada por su Partido.

Los interrogantes de los militantes
Cientos y miles de militantes, que cumplen una necesaria y revolucionaria labor diaria, observan la disminución de la influencia del Partido en el movimiento obrero y campesino; cómo bajan los índices de colocación de la prensa partidaria; las dificultades crecientes para la realización de las campañas financieras; cómo las tareas parciales no se enmarcan en una perspectiva revolucionaria real y así muchos militantes pierden esta perspectiva; cómo merman los efectivos y aumenta el llamado pasivo del Partido.
Surgen otros interrogantes, expresión de una actitud proletaria, leninista, que sin desconocer ni subestimar la labor del enemigo y sus maniobras, coloca en el centro de las preocupaciones la actividad y el papel del Partido como factor capaz de modificar la situación.
¿Cuál es la razón por la cual en un país como el nuestro, con una clase obrera numerosa (una de las más importantes y desarrolladas de América Latina), con un importante grado de organización, con largas y honrosas tradiciones de lucha, que ha desplegado en los últimos años importantes combates, que en la ocupación de empresas y los paros generales ha logrado nuclear vastos sectores populares en torno suyo, sigue en lo esencial aprisionada por la ideología de conciliación de clases, sigue en lo esencial dirigida por los agentes del enemigo de clase?
¿Por qué los organismos del Partido no están dotados de una perspectiva revolucionaria de poder?
¿Por qué disminuyó la combatividad del Partido en relación a las tradiciones heroicas de sus militantes?
¿Por qué nuestro Partido, cuyo presunto mérito -según suele señalarlo la Dirección- es no estar nunca aislado, está en realidad separado políticamente de las grandes masas y no cuenta con ninguna fuerza aliada con vistas a la estructuración del Frente de Liberación Social y Nacional?
¿Por qué, en más de veinte años de existencia del peronismo, el Partido no logró ganar para las ideas del socialismo a una cantidad importante de masas influenciadas por el mismo, y por qué no logró desprender un sector con el cual pudiera estructurar una alianza política a largo plazo?
¿No hay acaso, junto a otros factores nacionales e internacionales, ninguna responsabilidad del Partido en la disipación de las sucesivas oleadas de acercamiento a las posiciones revolucionarias por parte de los más combativos militantes del movimiento obrero y popular, y en la disgregación o esterilización permanente de los sectores de izquierda de nuestro país?
En estas justas preocupaciones, que responden a causas objetivas, tiene sus raíces profundas la crisis que enfrenta nuestro Partido y que tuvo su primera exteriorización en el proceso abierto en la Federación Juvenil Comunista. Por ello a diario se pronuncian organismos y militantes, a pesar de que la Dirección oculta la información a la base, tergiversa las ideas y los hechos, “expulsa”, “sanciona” y excluye a camaradas y organismos íntegros.

La respuesta – La salida
La respuesta no es una presunta excepcionalidad argentina, o la sola enumeración de las dificultades, ciertas, que el enemigo opone a nuestra labor. La respuesta verdadera se abre paso a pesar del ocultamiento y la antiestatutaria represión política interna, que son fenómenos ajenos a la ideología del comunismo y a las normas leninistas de la organización.
Desde la Dirección del Partido se han ido dejando, solo para formulaciones verbales abstractas, la estrategia de clase para llegar a la conquista del poder por la acción revolucionaria de las masas.
En la mayoría de las luchas económicas y políticas desarrolladas en el país en muchos años, el Partido casi nunca ha dejado de estar presente, pero las mismas, sin subestimar el significado que para las masas tiene toda experiencia de lucha y los éxitos parciales obtenidos, no han logrado sedimentar fuerzas para construir una alternativa independiente para la clase obrera y el pueblo.
La dirección del Partido ha orientado y orienta una política ubicada en la línea de las presiones tendientes a evitar el mal mayor, tras distintas alternativas de la burguesía. Reiterados ejemplos de los últimos años expresan esta orientación. Es así que el camarada Codovilla señalaba que la tendencia encabezada por el contraalmirante Rojas dentro del gobierno de la mal llamada Revolución Libertadora, “declara inclinarse hacia posiciones ‘democráticas’ y de cierta resistencia al imperialismo yanqui” (Victorio Codovilla, Una trayectoria consecuente, tomo III, pág. 162). Posteriormente se señalaba a Aramburu como “antiquedantista”; podemos leer: “(…) Supo diferenciar (el Partido) al sector encabezado por el general Aramburu del encabezado por el contraalmirante Rojas” (Victorio Codovilla, Una trayectoria consecuente, tomo III, pág. 349). Ante el triunfo de Frondizi, y existiendo ya claras pruebas de claudicaciones programáticas, desde los titulares de la prensa partidaria se anunció que “el pueblo entraba en la Casa Rosada”. Ante el enfrentamiento de Azules y Colorados, se empujó a nuestra organización a ofrecer voluntarios a las tropas de Onganía y, desde Nuestra Palabra, se anunció con alegría: “El peso del pueblo se sumó al de Campo de Mayo”; y en la declaración del CC del 22/9/62, con referencia al sector “azul” se señalaba que “en sus comunicaciones radiales va al encuentro de algunas de las aspiraciones del pueblo argentino”. Durante el gobierno de Illia y con posterioridad a su caída, en la VII Conferencia, se señalan las posibilidades de éste en el sentido de movilizar a la clase obrera y el pueblo para una política popular o de reorganizar el gabinete incluyendo a representantes de partidos democráticos, ajenas totalmente a las posibilidades reales que ofrecía ese gobierno por su contenido de clase, y dejando de lado, en dichas afirmaciones, la concepción leninista acerca del Estado.
El Partido abandonó la formulación y realización de una política centrada en el desarrollo de comandos obreros y populares que agrupen a los sectores y militantes revolucionarios, como órganos de las luchas para su elevación al plano político y como un pilar para la construcción del Frente de Liberación Social y Nacional.
La Dirección del Partido no formula una política capaz de cohesionar a las fuerzas de izquierda, antiimperialistas, existentes en los diferentes sectores políticos y busca, por el contrario, permanentemente, el acuerdo con las direcciones de los partidos burgueses, olvidando la caracterización que de ellos hizo el XII Congreso. E ilusiona a las masas con la idea de que los mismos pueden sancionar, en una hipotética Constituyente, sin la existencia de un poder popular con la hegemonía de la clase obrera, los cambios de estructura que el país necesita.
La clase obrera no es indiferente, por cierto, a las contradicciones que existen en el campo de la reacción ni a las distintas formas (liberales o de tinte fascista) que adopta la dictadura de las clases dominantes; es necesario utilizar tales diferencias en beneficio de la clase obrera; ello será posible a condición de que el Partido señale ante la misma que aquellas son alternativas que responden a esas clases dominantes, tenga una estrategia propia y trabaje de modo permanente en la estructuración  de una opción independiente, de clase.
Es decir, hoy, unir la lucha por las libertades democráticas y por todas las reivindicaciones económicas y políticas a la lucha por derrocar revolucionariamente a la dictadura y por imponer un poder de los obreros, campesinos y demás sectores populares con hegemonía de la clase obrera. Partiendo y luchando tenazmente por este objetivo, pueden aparecer situaciones intermedias (debilitamiento del poder actual, dualidad de poderes, gobiernos provisionales, etc.) que no dejarán de ser aprovechados por la clase obrera. Pero debe ser claro que la misma solo podrá sacar beneficio de esas situaciones y de posibles alianzas amplias para enfrentar diferentes medidas de la dictadura, que ayuden a su aislamiento y caída, si conserva su independencia, crea y desarrolla su fuerza, estructura esa opción independiente y está preparada para decidir, en todos los terrenos que se desarrolle la lucha, el curso de los acontecimientos.
No hay tampoco una justa política de unidad con otros sectores que aspiran a la revolución y coinciden en sus líneas generales con el socialismo. Partiendo del desarrollo de esa unidad debemos, sí, polemizar con los mismos desde las posiciones del marxismo-leninismo, a fin de ayudar a superar las diferencias ideológicas existentes. La Dirección del Partido, que es muy benevolente ante los sectores de la burguesía, es muy intransigente ante la izquierda.

Las vías
En cuanto a las vías, el Partido mantiene la fórmula opcional de las dos vías y trabaja, en la práctica, con la concepción de la vía pacífica. En alguna oportunidad se enuncia claramente, al margen de los documentos oficiales, esta concepción; en efecto, en su discurso ante el XIII Congreso del Partido Comunista de Checoeslovaquia, pocas semanas antes del golpe militar del 28 de junio, el camarada Codovilla afirmó:

“La consigna central de nuestro Partido es ‘Por la acción de las masas, hacia la conquista del Poder’. Nos proponemos marchar hacia ese objetivo por la vía pacífica. Esto es posible porque hoy las fuerzas reaccionarias argentinas y sus amos imperialistas yanquis tienen que enfrentarse, para poder realizar sus fines siniestros, con un proletariado concentrado y combativo y con masas populares que están abandonando la ideología nacionalista burguesa que le inculcara el peronismo y que las llevaba en muchas oportunidades a la pasividad” (Intervención de Victorio Codovilla ante el XIII Congreso del PC Checoeslovaco, Actas en español, págs. 4 y 5).

La dirección del Partido pretende introducir la confusión tratando de identificar la vía estratégica de la revolución con las formas y métodos de lucha y, para ello, distorsiona a Lenin, en quien pretende ampararse; y es más, solo concibe la acumulación de fuerzas a través de las formas pacíficas de lucha.
Es fundamental definir en forma precisa la vía más probable de la revolución, como parte de la estrategia de la clase obrera y de su Partido. En nuestro país, en virtud de la profundidad de la lucha de clases, la estructuración de un Estado crecientemente represivo, el peso de las fuerzas armadas en la vida nacional y la política intervencionista del imperialismo yanqui, esa vía es la armada.
Esta definición, aunque no exista una situación revolucionaria directa, tiene una gran significación política y práctica para los militantes y las masas. En la misma definición está implícita, la necesidad de desarrollar y acentuar todas las formas de lucha y la labor de propaganda y organización en el seno de las masas, en la convicción de que solo se podrá transitar victoriosamente la vía de la revolución con la participación de las mismas. Preparados para ello, podremos aprovechar cualquier circunstancia histórica que abra una posibilidad distinta para la conquista del poder.

El movimiento obrero
En el movimiento obrero está fresco el recuerdo de la apreciación que se hizo del acuerdo del 1° de Mayo de 1966, apreciación que desubicó al conjunto del Partido e influyó en la clase obrera, facilitando la traición de los dirigentes peronistas e independientes de derecha y las maniobras que estaban realizando dichos jerarcas en combinación con los sectores del golpe de Estado; y que -desde el punto de vista del análisis de la responsabilidad del Partido- fue un factor que incidió para no poder enfrentar combativamente (a pesar  de lo que afirmaba en documentos anteriores), dicho golpe reaccionario.
Posteriormente, y ya hecha esa experiencia, se reiteró la misma actitud seguidista al valorar la declaración de la CGT ante la Ley Anticomunista y el desarrollo del Comité Central Confederal del 22 de agosto de 1967.
Estas posiciones tienen su antecedente, por ejemplo, en el informe del camarada Codovilla sobre “El significado del giro a la izquierda del peronismo”; refiriéndose a un informe de Framini, se lo señala como “el discurso de un dirigente proletario que plantea los problemas desde el punto de vista de clase”, cuando en realidad era la opinión de un burócrata sindical que en su trayectoria demostró estar siempre al servicio de la burguesía. 
En esta orientación seguidista radica una de las razones fundamentales por las cuales disminuyeron nuestras fuerzas en el movimiento obrero, que debe ser pilar de la actividad de nuestro Partido. Es preciso lograr que, sobre la base de una línea marxista-leninista, las células del Partido en las empresas industriales, comerciales, de transportes y agrarias, se transformen en la vanguardia viva y real de los trabajadores luchando por ganar a su clase para las ideas del socialismo, denunciando y combatiendo las deformaciones reformistas y nacionalistas burguesas, analizando y encabezando las luchas por sus reivindicaciones inmediatas y por un poder de nuevo tipo. Pero junto a la vanguardia debe existir en el seno de la clase obrera una fuerza organizada que sea producto del acuerdo de los militantes y sectores revolucionarios, estructurada en comandos obreros fabriles e interfabriles.
Estos comandos tendrán como objetivo central, junto a la lucha por las reivindicaciones económicas y políticas, ganar a la clase para la idea de la resistencia a la dictadura, de su derrocamiento y para la instauración de un poder de nuevo tipo.
Deben ayudar a elevar el espíritu combativo de las masas, enfrentar el aparato de represión del Estado y preparar a los trabajadores para encarar exitosamente la vía armada de la revolución en nuestro país. Además estos comandos orientarán sus esfuerzos para desarrollar y fortalecer una corriente consecuentemente clasista en el plano sindical, impulsando la formación y consolidación de comisiones, comités, movimientos, etc., por empresa o gremios que desarrollen las luchas reivindicativas de diverso tipo. Estos movimientos clasistas serán una fuerza capaz de fortalecer las comisiones internas, direcciones sindicales y bases para la recuperación del movimiento sindical para los trabajadores e imponer una dirección de la CGT independiente de los patrones y del Estado, que garantice el triunfo de nuestras luchas y contribuya decisivamente a la conquista del poder para el pueblo. En relación al movimiento obrero consideramos esta línea como la justa, en contraposición a la idea oportunista de “unidad sin exclusiones”. En función de tales objetivos políticos lucharemos por conquistar responsabilidades en las direcciones sindicales, para convertir esos puestos dirigentes en baluartes de lucha clasista y de denuncia de todas las posiciones conciliadoras.

La desviación oportunista y sus consecuencias
Estas concepciones y esta  práctica del Partido configuran una clara y profunda desviación oportunista, que lo ha llevado de derrota en derrota y que, en los momentos decisivos, paralizó o neutralizó al mismo como vanguardia efectiva de la clase obrera y del pueblo, a pesar de las mil veces abnegada labor de sus militantes.
Esta desviación ubica permanentemente al Partido tras distintos sectores burgueses, ya liberales, ya nacionalistas, y si bien no podemos concluir por ello que la Dirección del Partido cree que la burguesía está capacitada para dirigir y realizar la revolución democrática, agraria y antiimperialista, trabaja con la concepción de que esa burguesía será capaz de abrir ese proceso revolucionario en nuestro país y, en los hechos, posterga la lucha por la hegemonía de la clase obrera.
Lo que ha entrado en crisis, pues, es dicha política y dicha práctica; de cuya responsabilidad no nos excluimos pero que, a diferencia de la dirección, abordamos críticamente ante el conjunto del Partido y las masas, como punto de partida para una modificación radical que encamine al Partido por la verdadera senda clasista y revolucionaria.
Esta desviación del Partido tiene entre sus antecedentes la que fue criticada en el CC de julio de 1938. En esa oportunidad se señalaba una tendencia sectario-oportunista formada por Sommi, Cosin y otros, y otra formada por Orestes Ghioldi, Florindo Moretti, Paulino González Alberdi y otros, que “si bien estaban mejor orientados políticamente (…) terminaban por conciliar con esa tendencia”;  en ese CC se aprobó una resolución en la que se criticaban las desviaciones y “se combatían las corrientes conciliadoras con las desviaciones, y la lucha sin principios por la dirección del Partido y su consecuencia, la política de grupos” (Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina, Ed. Anteo, pág. 89). 
Posteriormente, en el XI Congreso, y en las discusiones previas al mismo, se hicieron autocríticas parciales sobre errores oportunistas y aventureros anteriores a febrero de 1946, cometidos por “temor a perder aliados” en el campo de la burguesía y “en la creencia de que no había que crear dificultades a los aliados internos y externos”, y por “relegar el programa de la revolución agraria y antiimperialista”, pero debemos señalar que no se analizaron con toda profundidad esos errores. Es imposible comprender las debilidades de la justa y heroica lucha antifascista en nuestro país en el periodo 1941-1945 sin analizar las desviaciones oportunistas en la dirección de las luchas de la clase obrera, el abandono de los planteos antiimperialistas y las insuficiencias en la organización y la lucha de los campesinos pobres y medios y de los obreros rurales, todo lo cual seguramente haría más factible la comprensión de la facilidad con que la gran burguesía, que tuvo desde sus inicios los comandos claves del peronismo, logró ganar la dirección de la mayoría de la clase obrera.
El camarada A. Ferrari señalaba en el N° 1 de la Revista Internacional de 1967 las consecuencias de aquellas desviaciones, que corresponden a un fenómeno más universal y que tuvo como centro el llamado browderismo (Browder era secretario del PC de los EE.UU. y exponente máximo de esa desviación), quien creyó en la posibilidad de cooperación de un sector del capitalismo norteamericano con la URSS en la posguerra para realizar transformaciones democráticas en todo el mundo capitalista. Concepciones coincidentes con las de Browder encontramos en documentos de nuestro Partido de esa época.
En el trabajo del camarada Codovilla La crisis económica y sus repercusiones políticas (Ed. Anteo, 1942, pág. 9) podemos leer:

“Los EE.UU. particularmente pueden abastecernos de materia prima, de maquinarias y de productos elaborados y, además, pueden suministrarnos el capital necesario para impulsar nuestras industrias, con miras a proveer el mercado interno de mercaderías que ya no pueden importarse, por estar las fábricas de Inglaterra y los Estados Unidos ocupadas en la producción de guerra”.

En abril de 1945, en su entrevista a la revista chilena Ercilla, ante la pregunta de: “¿Cree usted que la URSS, Inglaterra y los EE.UU. persiguen los mismos objetivos en la guerra actual?”, el camarada Codovilla, polemizando como aclara con “ultraizquierdistas” y elementos de “extrema derecha”, “poco esclarecidos políticamente”, respondió: “No es cuestión de creer o no creer, sino de atenerse a los hechos. Estos van demostrando que esas tres grandes naciones persiguen los mismos objetivos, no solo en la guerra, sino también en la paz que le seguirá”  (V. Codovilla, En marcha hacia un mundo mejor, Bs. As., 1945, pág. 3)
Dice más adelante, en el mismo reportaje, en las páginas 15 y 16:

“Las condiciones internacionales de cooperación entre los grandes países capitalistas y entre éstos y la URSS para la creación de un mundo mejor indican que EE.UU. e Inglaterra han de llegar a un acuerdo con respecto a la política a seguir en América Latina, a fin de contribuir al desarrollo económico, político y social de nuestros países en un sentido progresista (…) La política del Buen Vecino y la política de cooperación entre Norteamérica e Inglaterra en América Latina no solo no se excluyen, sino que se complementan, siempre que los dos países lleguen a la conclusión de que hay que abandonar definitivamente toda idea de considerar todavía a las naciones de América Latina como países semicoloniales o dependientes, sino como países que quieren salvaguardar completamente su independencia nacional y que se proponen liquidar su atraso realizando por vía evolutiva la revolución democrático burguesa (…) El interés de los EE.UU. y el de Inglaterra está en apoyarse y en apoyar gobiernos verdaderamente democráticos que reúnan en su seno a todos los sectores sociales progresistas, desde la burguesía hasta el proletariado, desde los conservadores hasta los comunistas -únicos gobiernos estables y solventes, capaces de asegurar el orden democrático- y ayudarlos a reorganizar su economía sobre bases progresistas, a fin de que puedan elevar el estándar de vida de la población laboriosa, única forma, para ellos, de ampliar el mercado de sus capitales (…) y  única forma, para nuestros países, de asegurar un desarrollo independiente de la economía nacional”.

Graves, sin duda, son las desviaciones apuntadas. Pero más grave aun es que no se hayan extraído las debidas conclusiones de las mismas y se insista en desviaciones que tienen la misma médula oportunista, en otra situación histórica; antes frente al capitalismo monopolista, hoy frente a la burguesía nacional, enajenando siempre -ayer y hoy, a pesar de la distancia y las diferencias- la independencia de la clase obrera y de su Partido. Sucede que en política, todo pasado no resuelto palpita como presente.

Latinoamérica
El enfoque de la solidaridad latinoamericana no escapa a la concepción oportunista. La Revolución Cubana dio una nueva magnitud y calidad a las luchas del continente, colocó la cuestión del poder en el centro de las mismas. Así como la Revolución de Octubre demostró en escala mundial la practicabilidad de las ideas de Marx y Engels, el triunfo y el desarrollo de la Revolución Cubana demostró en escala continental, que el socialismo como sistema y el marxismo-leninismo como teoría de la revolución, son verdades que no pueden ser desmentidas -como lo pretenden algunos- por ninguna presunta excepcionalidad latinoamericana. Las clases dominantes así lo comprendieron y tomaron conciencia de que existe una situación revolucionaria en el continente; por ello elaboraron una política nacional y continental en la que el imperialismo yanqui se arroga el derecho de intervenir política y militarmente donde lo crea conveniente a sus intereses. De ahí que sea completamente justa la necesidad de la coordinación y la unidad de los partidos comunistas y todas las fuerzas revolucionarias a fin de poder elevar la solidaridad a nuevos planos; esta tarea puede ser cumplida por la OLAS. Partiendo  de esa realidad y de esta necesidad, y no combatiéndola como en la práctica lo hace la Dirección de nuestro Partido, debemos polemizar y superar las tendencias que, desconociendo las diferencias de desarrollo y la independencia de los destacamentos de vanguardia nacionales, pretenden imponer una forma de lucha única, igual y simultánea para todos los países.
La Dirección del Partido, al poner en los hechos en primer plano las discrepancias, destacó formalmente, -no como corresponde a revolucionarios- la figura del camarada Ernesto Che Guevara, gran comunista, gran revolucionario argentino y latinoamericano. El ejemplo de pureza, heroísmo, valor y fidelidad revolucionaria del camarada Guevara, vive y vivirá en nuestro pueblo y en su lugar surgen y surgirán miles de nuevos combatientes por la sagrada causa del socialismo y el comunismo.

Los métodos antileninistas
La desviación oportunista analizada se ve consolidada por métodos propios de la época del culto a la personalidad y, por la violación permanente de los Estatutos por parte de la Dirección partidaria. El XX Congreso del PCUS abrió con su ejemplo un proceso de discusión en el movimiento comunista internacional; la Dirección de nuestro Partido tuvo también esa oportunidad que le brindó el movimiento comunista internacional para apelar con franqueza crítica y autocrítica a las bases para corregir sus errores y restablecer los métodos leninistas; pero no ocurrió así. El culto se fomentó y se sigue fomentando desde la dirección, partiendo de un criterio de infalibilidad, ajeno a un partido revolucionario, propio de un dogma, no del marxismo- leninismo. La Dirección jamás apeló, desde el punto de vista de la elaboración política, a las bases. Las opiniones de los camaradas que disienten con algunos aspectos de la política partidaria, surgidas de la reflexión y la práctica, son abordadas como “dudas”, jamás son asimiladas positivamente en un proceso de discusión constructiva partiendo de la posibilidad de modificar posiciones fijadas por la dirección. Siempre recae la responsabilidad en la base, que “no asimila” la línea. Reside en esto una razón fundamental del no funcionamiento de las células: la no discusión política, lo que por otra parte también ocurre en las direcciones intermedias. La mayoría de las reuniones abordan solamente tareas prácticas.
Entre el XI y el XII Congreso transcurrieron 17 años, hecho que fue señalado sencillamente como un “error” por el camarada Codovilla. Pero es más: el XII Congreso no se hizo sobre las Bases de discusión editadas en 1959; los delegados -más bien participantes- no fueron electos por asambleas y conferencias; éstas se realizaron con posterioridad al Congreso; los delegados se enteraron en el Congreso de que la tesis del mismo era el informe “Sobre el significado del giro a la izquierda en el peronismo”.
Posteriormente y desde la Dirección, se abandonaron las propias formulaciones y tesis aprobadas en ese mismo XII Congreso.
Vencido ya hace un año el plazo estatutario de realización del XIII Congreso, no aparecieron aun las Tesis del mismo, y tras haberse resuelto y publicado que los informes de la VII Conferencia, particularmente el informe central, servían de base de discusión del XIII Congreso, se les niega posteriormente ese carácter ante el proceso abierto en la FJC y en el PC. Esta demora en la aparición de la Tesis y la negación de ese carácter a los informes de la VII Conferencia, manifiestan una vez más el tremendo temor de la Dirección a que se abra un proceso de discusión política en el conjunto del Partido. Y es más aún: la participación de los 45 delegados a la VII Conferencia se hizo violando las disposiciones del artículo 50 de los Estatutos, que señala que “los delegados a la Conferencia Nacional serán designados por los Comités Provinciales”, cosa que nunca ocurrió.
Resulta evidente que un grupo de camaradas de la dirección, con el acuerdo o el silencio y la complicidad de los demás miembros del Comité Central, se coloca y actúa por encima de los Estatutos y del conjunto del Partido.
Como culminación, la dirección escinde ahora de hecho al Partido y desconoce a la FJC; pretende que a los miles de camaradas que se fueron marginando en los últimos años, hecho gravísimo que siempre fue abordado partiendo de debilidades personales -que sin duda existieron y existirán en muchos casos- sin enfocar la responsabilidad esencial que en lo político y orgánico le cupo a la organización, se sumen ahora cientos y miles de “sancionados” y “excluidos” con el fin de evitar la discusión que evidencie la desviación oportunista mencionada y la gran responsabilidad que tienen quienes han llevado al Partido a la actual situación de continuo debilitamiento y destrucción política y orgánica.

El Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria
Ante esta situación, y partiendo del deber y la responsabilidad revolucionaria que nos impone la actual circunstancia histórica y nuestra calidad de comunistas, con serenidad y firmeza declaramos que: asumimos ante el conjunto del Partido Comunista, de la clase obrera y el pueblo, con el fin de salvar al partido para la revolución, la responsabilidad histórica de reconstruir la línea y reestablecer los métodos leninistas. Para ello, organismos y militantes del PC de la provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, Córdoba y Corrientes, reunidos el 5 de enero de 1968 en un lugar de la provincia de Buenos Aires, nos constituimos en Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria del Partido Comunista de la Argentina.
Sólo estamos dispuestos a disolver este Comité Nacional sobre la base de que se acuerde el levantamiento de todas las antiestatutarias expulsiones y sanciones, se reponga a todos los camaradas en sus responsabilidades, se abra la discusión orgánica, se puedan utilizar los órganos de prensa para desarrollar el debate y se respete a plenitud la vigencia de los Estatutos. Porque solo la vigencia de las normas leninistas y una línea clasista consecuentemente revolucionaria, permitirá la construcción de un poderoso Partido Comunista. Y éste es precisamente nuestro compromiso revolucionario que nadie podrá impedir.
Somos conscientes que esos métodos antileninistas profundamente arraigados en los camaradas que forman parte de la dirección han impedido e impiden, como lo hemos demostrado, la discusión franca de las distintas opiniones. Por ello, por encima del oportunismo y la calumnia, por encima de maniobras y expulsiones, como comunistas conscientes, lucharemos desde el Comité Nacional de Recuperación del Partido Comunista para que la clase obrera y el pueblo argentino recorran el camino liberador que nuestra patria requiere en marcha al socialismo y por reconstruir su vanguardia marxista-leninista, su Partido Comunista.
Sabemos que muchos camaradas comparten nuestras opiniones; la vida, la práctica ha venido demostrando y demostrará cabalmente que, las acusaciones de “maoístas”, “trotsquistas”, “izquierda nacional”, etc., que se nos endosa desde los órganos de prensa del Partido no son sino el taparrabos que esconde el temeroso esquive y el descarado falseamiento de los verdaderos problemas suscitados. Tales actitudes por cierto no hacen honor a la teoría científica del marxismo-leninismo. Pero pese al oportunismo la verdad revolucionaria se abre paso y es hoy deber ineludible de todo comunista participar activamente en este creciente proceso. Por ello llamamos al conjunto de los militantes y organizaciones, a adherir y fortalecer el Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria del Partido Comunista.
Asimismo es nuestro deber alertar sobre distintas asambleas de células y barriales que se están realizando, por ejemplo en la Capital, para avalar direcciones impuestas con anterioridad por el Comité de la Capital y de las que se excluyen a los camaradas que han manifestado opiniones coincidentes con las nuestras. Es posible que dichas reuniones, que no elaboran ni discuten la política del Partido, desemboquen en el XIII Congreso, consumándose así una vez más un fraude a la voluntad de los afiliados.

La unidad del Partido sobre bases leninistas
Defendemos y defenderemos la unidad del Partido, la unidad que quería Lenin: unidad de acción, libertad de discusión y de crítica, y no esta ficción de unidad que vive hoy el Partido, donde tras el oportunismo conviven diversas interpretaciones, que en realidad expresan posiciones, sobre cuestiones fundamentales como la salida o el trabajo en el movimiento obrero, y se producen en todas las instancias grupos por afinidades que no se sintetizan en la discusión, lo que expresa que, desde el Comité Central, pasando por diversas instancias del Partido, no existe un funcionamiento político colectivo de las direcciones; esto puede comprobarse también en distintas reuniones del Comité Central o en la VII Conferencia donde no hay discusión de las ideas expuestas en los informes, sino asentimiento permanente con las mismas y balance de tareas y, cuando algún camarada expone una idea distinta no lo hace en discusión abierta con otros, ni la discusión se realiza en el colectivo. En más de una oportunidad la discusión es reemplazada por la intriga de guante blanco por parte de camaradas de la dirección que empujan a militantes a sostener posiciones que ellos prudentemente callan.
El abandono de las normas leninistas permite que convivan en el Partido la mayor dureza y el mayor liberalismo, y conducen al debilitamiento y destrucción de la organización partidaria.

El Movimiento Comunista Internacional
Vivimos la época, cuyo contenido fundamental lo constituye el paso del capitalismo al socialismo, iniciada por la Gran Revolución Socialista de Octubre, la época de la lucha de dos sistemas sociales diametralmente opuestos; la época de las revoluciones socialistas y de las revoluciones de liberación nacional; la época del hundimiento del imperialismo, de la liquidación del sistema colonial; la época del paso de más y más pueblos al camino socialista; la época del triunfo del socialismo y del comunismo en escala universal.
Somos parte del movimiento comunista internacional; tenemos el compromiso de luchar porque el mismo cuente en nuestro país con un aguerrido destacamento, capaz de dirigir a la clase obrera para que cumpla con su misión histórica.
Tenemos el orgullo de ser comunistas y formar parte del invencible ejército internacional del proletariado. Para nosotros, comunistas, la amistad con la URSS y los países socialistas, y su defensa, es una cuestión de principios. Desde 1917, con el triunfo y la consolidación del primer Estado Socialista en el mundo, su decisivo aporte al avance de la clase obrera internacional, la histórica derrota infligida al nazismo, el apoyo a los movimientos de liberación nacional, la transformación de la URSS en la potencia más avanzada del sistema socialista mundial, la han colocado en el centro del proceso revolucionario mundial. La defensa y la unidad con el sistema socialista mundial es, a su vez, una necesidad estratégica de todo el movimiento revolucionario mundial y del desarrollo de nuestra propia revolución.
Para nosotros, comunistas latinoamericanos, la amistad con Cuba socialista y su defensa, es una cuestión de principios. La defensa y la unidad con Cuba es, a su vez, una necesidad estratégica del movimiento revolucionario latinoamericano y del desarrollo de nuestra revolución.
Este proceso abierto en nuestro Partido se produce en momentos difíciles para el movimiento comunista internacional. Partiendo de la independencia de los destacamentos de cada país, somos conscientes de la necesidad de elevar la lucha por la unidad del movimiento comunista internacional. Esta lucha entronca con la lucha por la cohesión ideológica sobre la base del marxismo-leninismo.
La experiencia de nuestro Partido, y del movimiento comunista internacional en los últimos años, ha confirmado la validez actual de las tesis leninistas reiteradas en la Declaración de los 81 Partidos de 1960 que ubican al oportunismo de derecha y al reformismo como la desviación principal a batir para desarrollar las posiciones marxistas-leninistas. En lucha contra esa desviación principal y teniendo como base las condiciones históricas, relación de clases, desarrollo de los partidos y otros factores de la marcha revolucionaria interna en distintos países, aparecieron y se desarrollaron tendencias y prácticas igualmente ajenas al marxismo-leninismo.
Consideramos que la lucha por la unidad y la cohesión del M.C.I. exige:
1. Combatir y derrotar la línea nacionalista, antisoviética y divisionista de Mao Tsetung.
2. Combatir y derrotar la línea reformista y nacionalista que expresa coherentemente la Liga de los Comunistas de  Yugoslavia y se perfila e insinúa en otros partidos comunistas.
3. La polémica y la superación de las concepciones pequeñoburguesas, de las cuales es un vocero Regis Debray.

Solidaridad militante con Vietnam
Como comunistas, como revolucionarios, entendemos que Vietnam, como fue en cierto modo la guerra de España, es un punto de viraje para la situación internacional. El triunfo del pueblo vietnamita, contra el criminal invasor yanqui -que aparece como una posibilidad concreta- redundará en una modificación importante en la relación de fuerzas a favor del socialismo, la liberación nacional y la paz, y creará nuevas posibilidades para un mayor avance del proceso revolucionario mundial. Con su ejemplo esclarecedor ayudará a asestar un golpe demoledor a la concepción reformista y a superar la estrechez y lo erróneo de las concepciones que desenmarcan la lucha armada de la estrategia global que exige la lucha de clases.
Una tarea esencial es, pues, multiplicar la solidaridad con el heroico pueblo vietnamita.
El imperialismo, para alcanzar su objetivo fundamental de liquidar al sistema socialista y el movimiento de liberación nacional y de restablecer su dominio en toda la tierra, coloca al mundo ante la amenaza permanente de una guerra termonuclear. El fortalecimiento de los países socialistas, el desarrollo de la lucha revolucionaria de la clase obrera y de los pueblos, la política exterior de coexistencia pacífica entre los países de diferente régimen social, la estructuración de una táctica político-militar para enfrentar con todas las posibilidades la táctica actual del imperialismo y la lucha por la paz de amplias masas de diversos sectores sociales, integrándose en una estrategia única, derrotarán la política agresiva del imperialismo y asegurarán la paz mundial.
Hemos señalado nuestras opiniones; nuestro compromiso es la entrega sin concesiones a la causa del proletariado, por el que nos juramentamos combatir hasta la última gota de sangre contra sus enemigos. Hemos dejado establecidas en sus líneas más generales, las tareas que se desprenden de esas opiniones.
En nombre de ese sublime objetivo, recogiendo lo mejor de las tradiciones heroicas de nuestro Partido, en nombre de los mártires de la clase obrera y del pueblo, en nombre de los principios inmortales del marxismo-leninismo, en nombre de la causa sagrada del socialismo y el comunismo, llamamos a los organismos y militantes del Partido a adherir a este Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria, y nos comprometemos a redoblar nuestros esfuerzos para que nuestra clase obrera y nuestro pueblo, que tantas jornadas de combate heroico tienen en su haber, se organicen y luchen decididamente por sus reivindicaciones económicas y políticas, contra la dictadura de Onganía hasta derrotarla y por imponer un poder de los obreros, campesinos y demás sectores populares, con la hegemonía de la clase obrera, órgano revolucionario para cumplir las tareas de la revolución democrática, agraria y antiimperialista en marcha al socialismo.

Partido Comunista Revolucionario de la Argentina

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