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03 de octubre de 2010

Nuestra corresponsal nos cuenta cómo fue adquiriendo características propias el corte de Paraná y la democracia directa que se practica día a día.

Del surco a la ruta

Hoy 1219 / El piquete en el tunel subfluvial, Parana, Entre Rios

Algunos de estos hombres y mujeres parecen haber fijado domicilio al costado de la ruta. Esperan, pero su espera no es pasiva; saben que esto tiene que definirse, y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para que, por una vez, no ganen los que ganan siempre –o casi siempre–.

Esta lucha ha tenido varias etapas. En los primeros días costaba conseguir agua o algo para comer. De a poco, la gente ha ido organizándose, y sorprende llegar y ver las casillas –que llegan a dieciséis–, los puestos de venta de torta fritas y choripanes, frente a los cuales se hacen colas larguísimas. El centro de la vida del corte es la carpa donde está instalado el equipo de sonido. Allí se realiza la asamblea general todos los días a las siete, se reúne la asamblea de delegados de pueblo, y se ha convertido en el lugar al que se acercan los que quieren hacer llegar su apoyo o plantear sus propios reclamos y trabajar para confluir.

Los hombres y mujeres que pueblan hoy el costado de esta ruta que une Paraná con Santa Fe, parecen acostumbrados a los cambios de clima, y sin embargo se amontonan alrededor del fuego cada noche. Son, en su mayoría, hombres, pequeños y medianos productores. Hombres y mujeres callados, acostumbrados al silencio, parecen haber encontrado la palabra. Entre un mate y otro se habla de muchas cosas: la salida para este conflicto, las mentiras del gobierno y de muchos medios, las cuestiones que han dejado de ser cotidianas y las que empiezan a serlo; se habla de reforma agraria, de federalismo.

Hay algunas caras que son ya conocidas: cuando uno llega al corte espera ver algunos rostros, a esta altura conocidos. Hay familias enteras, gurises que corren, otros que duermen en el cochecito o están aprendiendo a caminar en la ruta. Hay hombres grandes, que cada tanto se le animan al micrófono y agradecen a los más jóvenes seguir la lucha para que no desaparezca este interior profundo que hoy ha gritado basta, se ha subido a la ruta y parece que no hay forma de hacerlo bajar. Son pibes, hijos de pequeños productores, estudiantes de Agropecuarias que trabajan en el comedor de la Facultad para poder seguir estudiando, y que cuando les preguntan, dicen que saben que su futuro depende de cómo se resuelva todo esto, y que piensan seguir firmes.

También hay gente que se acerca desde la ciudad, que no tienen más tierra que las de las macetas pero que entienden que esta lucha es una sola, que no va a ser posible abrirle la mano a este gobierno solamente desde el campo, que es necesario sumar otras manos, otras luchas. Como la Petisa, que anda con su mochila y su tristeza a cuestas, sin faltar ni un solo día desde que empezó todo esto, y que cuando llega el viernes se instala derecho hasta el lunes a la mañana.

A ciertas horas se hace difícil mantener una conversación: la mayoría de los autos, camiones y micros que pasan hacen sonar sus bocinas incansablemente. Muestran carteles o agitan banderas argentinas (o un buzo si no hay bandera). Otros simplemente sonríen y saludan.

 

Lo que pasa en el corte es discutido en cada pueblo

Hay en este corte, al igual que en otros de la provincia, una organización que asombra. Los hombres y mujeres que lo construyen todos los días están ahí, sabiendo que es un espacio y un tiempo que se han ganado forcejeando con Gendarmería, discutiendo con los que quieren pasar, denunciando las mentiras de gobiernos y voceros alquilados. Aguantando.

Esa organización es un aspecto de la profunda democracia que se construye en el piquete. Lo que pasa en el corte es discutido en cada pueblo de los alrededores de Paraná. Todos participan de esas asambleas: productores, trabajadores, docentes, comerciantes. Se discute y se decide; se eligen los delegados. Para que lleven la voz del pueblo, remarcan. Esos delegados se reúnen en la carpa del corte, llevando todos ellos las resoluciones de las asambleas. Esas posiciones son planteadas en la asamblea diaria, en la que participan junto con los que están en el corte, que finalmente es la que define cómo seguir. Nada se decide por fuera de la asamblea: el que tenga cosas que plantear, que vaya a las siete y pida el micrófono.

Esta democracia, que temen algunos y muchos esperamos: en el corte se aprende, se construye y se practica todos los días.

Mientras tanto, veinte tractores esperan a un lado: los gendarmes no son lo único verde que puede subirse a la ruta.