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17 de mayo de 2017

Democracia a la francesa, sin champán

Tras el triunfo de Macron

Para un cronista sudamericano, asistir al circo francés que ellos llaman su democracia, es quedar atónito, y con los ojos abiertos, como si estuviéramos delante del alien de la película de Ridley Scott de 1979.

Para un cronista sudamericano, asistir al circo francés que ellos llaman su democracia, es quedar atónito, y con los ojos abiertos, como si estuviéramos delante del alien de la película de Ridley Scott de 1979.
Francia es un país en donde la gran mayoría de jóvenes no trabaja, o lo hace precariamente, en donde el subempleo es la norma, y los puestos de trabajo se otorgan a medio tiempo, lo que implica medio salario, que del vamos es una miseria (1.150 euros salario mínimo a tiempo completo). Teniendo en cuenta que sólo el alquiler de una vivienda no baja de los 800 euros, para estos jóvenes que ganan 575 euros netos al mes, y que deben vivir en sus autos, en casa de algunos parientes, o en la calle, asistir a un proceso electoral donde el ganador propone en su programa ajustes y flexibilidad laboral, y continuación de sus guerras de rapiña en África y Medio Oriente, es como diríamos en el más puro leguaje argentino, “cosa de locos”.
Sin embargo, por aquí tanto los medios, como la propaganda de Estado, y sobre todo su sistema de educación, se caracterizan por señalar que el espíritu de rebeldía es malo, y solo debe inculcarse que el objetivo de estos jóvenes debe ser el servilismo al Estado. Esto es no solo para las clases explotadas, sino que es el lugar común de la educación de las élites, de donde salen los dirigentes del Estado francés.
Así, este nuevo triunfador de las elecciones presidenciales, Emmanuel Macron, producto de la Escuela Nacional de Administración (ENA), y ligado a la banca Roschild, al FMI, y a toda la infraestructura financiera del país, logró encarnar una opción “moderada” frente al avance fascista de Marine Le Pen.
La gran realidad es que en este segundo turno electoral en el que Macron ganó con el 66% de los votos, tuvo una tasa de abstención + blancos + nulos de 38%. Hay que tener en cuenta que el 20% de la población no está inscripta en las listas electorales (la inscripción en esas listas no es obligatoria, y un 7% de la población no está inscripta, más un 13% que luego de cambiar de domicilio no ha vuelto a inscribirse). Por eso esta elección a la francesa tiene sus bemoles, como para que se le adjudique el título de democracia.
Ahora se vienen las elecciones legislativas y este “salvador” de la banca y la gran burguesía proimperialista, habiéndose definido previamente como “ni de izquierda ni de derecha”, no tiene partido, y debe crearlo de la nada. Es así que se ocupa de ganar tránsfugas de las diferentes ramas de la burguesía, liberal y social liberal, explicando que la mitad de su gobierno será constituido con miembros de la “sociedad civil”. Sí, nadie debe reírse pues según ellos por aquí el pueblo se divide en la sociedad civil, y los otros, es decir aquellos que están en política desde hace tiempo atrás. Así se buscan colaboradores por Internet, a los que luego de una fina selección se le ofrecerán puestos de candidatura para las legislativas y otros puestos en el gobierno.
En un país con una tasa de desempleo y subempleo con cifras de dos dígitos, los candidatos se presentan en gran número, pues nadie puede despreciar un puestito de diputado. Aunque para obtener la candidatura deban firmar previamente un contrato de sumisión a las directivas de la conducción partidaria, y con cláusulas de eyección en caso de no cumplimiento.
El programa es todo lo que los explotadores siempre han soñado: un nuevo código laboral que no tendrá en cuenta los acuerdos por rama sino que serán acuerdos locales por empresas, así cada trabajador sentado frente a su patrón podrá discutir sus condiciones de trabajo y salario, y como se sabe, un trabajador y un patrón tienen los mismos derechos y poderes –según ellos– entonces los nuevos acuerdos serán de “maravilla”.
La administración pública será reducida en lo que respecta a la educación y la salud. Y qué decir de los seguros de los desocupados, que pasarán a ser desocupados inseguros, además de los nuevos cesanteados, que casi no podrán dirigirse a la “justicia” o a lo que ellos llaman justicia, para pedir sus indemnizaciones,  por más irrisorias que sean.
A nivel de la Unión Europea propone impulsar la inversión y el aumento del gasto público, así como aliviar las condiciones de la deuda y del déficit, muy condicionados por el Banco Central Europeo. Pero, esto se hace contradictorio con la política alemana de Ángela Merkel, y con el propio programa de Macron de reducir drásticamente los puestos en la administración. Los economistas franceses de escuelas como el ENA, no llegan a comprender que una solución a lo Keynes solo podría tener lugar cuando las arcas del tesoro estén en verde, y no frente a las esqueléticas del Banco Central Europeo.
Estas incongruencias recuerdan a las del presidente francés Hollande y sus economistas del ENA, que en 2012 programaban una inversión, millonaria, financiada con las llamadas tasas Tobin que, para implantarse requieren un acuerdo previo de todos los países y entre todas las grandes burguesías financieras de estos Estados.
Así las cosas, para junio están programadas las elecciones legislativas; todo da a entender que habrá una atomización en el parlamento, y que será difícil conseguir una mayoría estable, con lo que vendrán las componendas y contubernios tan clásicas en la burguesía francesa.
Pero el pueblo y su clase trabajadora ya se rebelan. Solo con el anuncio del triunfo de Macron, muchos jóvenes se agruparon en la plaza de la República, en París, y en otras ciudades, y hubo enfrentamientos con la policía.
Todo indica que del lado popular, las luchas se preparan para crecer este año luego de las legislativas. Pero ya desde el primer día de la elección de Macron, los 279 trabajadores de GM&S, fábrica de piezas para la industria automotriz, en la Creuse (centro de Francia), prometieron hacer saltar la fábrica con garrafas de gas y recipientes de combustibles, ante la amenaza de cierre de la fábrica.