La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) autorizó la inscripción de la vacuna Arvac Cecilia Grierson contra la Covid-19. Es la primera vacuna desarrollada enteramente en Argentina. Esto significa que, para producirla, dominamos conocimientos de ciencia básica, desarrollo de ciencia aplicada e implementación tecnológica en escala. Se suma este ejemplo de la ciencia y la tecnología nacional a muchos otros en variados campos. Como el de la energía atómica.
Sin embargo, alguna vez, el exministro Cavallo mandó a los científicos “a lavar los platos”. Y el candidato Milei dijo que “El Conicet tiene 35 mil personas. La NASA, 17 mil y produce más”. A pesar de estas opiniones de los dinosaurios de la política nacional (en el que se debe incluir a Bullrich, Macri, procesistas como Victoria Villarruel, y personajes del menemismo que se juntan en el mismo corral) la ciencia y la tecnología argentina muestran sus capacidades una vez más.
Desmintiendo a Milei, según el ranking SCImago 2023, que evalúa entre otras cosas la productividad científica dentro de la categoría de organismos gubernamentales, el Conicet aparece en el puesto 22 y la NASA en el 28, entre más de 1.700 instituciones del mundo evaluadas. A pesar de que el Conicet tiene un presupuesto en dólares 72 veces menor al de la NASA, y que el Estado nacional destina menos recursos sobre el PBI que el gobierno de EE.UU. Además, no es correcto comparar en términos de cantidad de personal al Conicet con la NASA, ya que ambos organismos no tienen las mismas finalidades y funciones. El equivalente argentino de la NASA es la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), que está conformada por 288 personas. (Chequeado.com).
Un tema de independencia nacional
Volviendo a la cuestión sanitaria, la propuesta del desarrollo argentino de la vacuna para la Covid 19, suena a pasada de moda, pero no es así. La Organización Mundial de la Salud propone prepararnos para futuras nuevas pandemias y epidemias, desarrollando la capacidad de producir vacunas en un lapso de cien días. Esto significa dominar plataformas de producción de vacunas que nos permitan adaptarla a otros gérmenes con rapidez. Se entiende por “plataforma de vacuna” a la tecnología usada para su producción y su forma de actuar sobre el sistema inmune. Las plataformas de vacunas hasta ahora son: de virus vivos atenuados, de virus inactivados, con vectores virales, vacunas basadas en ácidos nucleicos y vacunas a base de proteínas virales. Hoy se puede decir que dominamos en forma completa una plataforma que podrá adaptarse a otros casos en el futuro. Esto es importante desde el punto de vista de la prevención de enfermedades, pero también para la independencia nacional. No dependeremos en esta área. Ese es el camino.
Es hora de hablar de los fondos necesarios
La cuestión del estímulo a la investigación científica y tecnológica nacional y del porcentaje del PBI necesario es un tema a considerar. El promedio mundial del porcentaje de PBI dedicado a Ciencia y Técnica, según cifras del Banco Mundial, es del 2,27 %, con datos de 2017 y 2018. (Chequeado.com). Argentina ha avanzado en este rubro. Entre 2019 -último año del gobierno de Mauricio Macri- y 2022 la función “Ciencia y Técnica” del presupuesto nacional se recuperó, pasando del 0,23% del PBI al 0,29%. Para 2023 la inversión estimada alcanzaría el 0,34% del PBI, en cumplimiento de lo que dispone la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia. Pero recién en 2032 llegaríamos al 1% de nuestro exiguo PBI. Es decir, menos de la mitad del promedio mundial y la cuarta parte del porcentaje de los países que encabezan la tabla de posiciones (que tienen más del 4% del PBI). Esto debe cambiarse.
¿Dónde están los fondos necesarios?
Debemos promover, con los fondos necesarios, el desarrollo científico tecnológico independiente. El dinero necesario, en promedio, desde la planificación inicial de una vacuna hasta que ésta se coloque en el brazo de un humano, se estima en 1.000 millones de dólares.
¿Es mucho? ¿Y si lo comparamos con el dinero que exige el FMI para pagar una deuda externa usuraria, fraudulenta, ilegítima y odiosa? ¿O con la subfacturación de exportaciones (contrabando)? ¿O con la sobrefacturación de importaciones, a dólar oficial, de las filiales de monopolios extranjeros desde sus casas matrices? ¿O con la renta de los latifundistas (en gran medida extranjeros y en zonas de importancia estratégica) que impiden el acceso a la tierra de los campesinos productores?
No es mucho dinero, si comprendemos que es más importante la salud del pueblo que los intereses mezquinos de los que siempre ganan. Porque de los dos elementos que componen las fuerzas productivas de un país (las máquinas, aparatos y los dispositivos y el humano que trabaja con ellos), el elemento más importante es el ser humano. Ese ser humano en el que, parafraseando a Ramón Carrillo, reside la verdadera Nación.
Decía el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918: “Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.
Las medidas necesarias exigen una revolución para dar vuelta la situación a favor de los que siempre pierden. Una revolución democrático popular, agraria y antiimperialista con un nuevo Estado de democracia grande del pueblo, por y para el pueblo. Con las Malvinas recuperadas y con su integridad territorial completa, en una Argentina independiente de toda dominación extranjera, como reza el Acta de nuestra Independencia de 1816. Independiente de todos los bandos imperialistas, en camino ininterrumpido a un futuro donde no haya un puñado de seres humanos que sean lobos de otros seres humanos y en un mundo donde no haya un puñado de potencias que rapiñan a pueblos, países y naciones oprimidos y dependientes.
Escribe Horacio Micucci
Hoy N° 1984 25/10/2023