El imperialismo ha preparado las condiciones para su propia ruina. Tales condiciones son el despertar de las grandes masas populares en las colonias y semicolonias, así como en los propios países imperialistas. El imperialismo ha impulsado a las grandes masas populares del mundo entero a entrar en la época histórica de la gran lucha por la liquidación del imperialismo.
El imperialismo ha preparado las condiciones, tanto materiales como morales, para la lucha de las grandes masas populares…
Fábricas, ferrocarriles, fusiles, cañones, etc., éstas son las condiciones materiales. La mayor parte de los poderosos pertrechos del Ejército Popular de Liberación de China proviene del imperialismo norteamericano, cierta parte proviene del imperialismo japonés y otra es de nuestra propia fabricación.
A la agresión de Inglaterra contra China en 1840 siguen las guerras contra China realizadas por las fuerzas aliadas anglo-francesas, por Francia, por Japón y por las fuerzas aliadas de las ocho potencias (Inglaterra, Francia, Japón, Rusia zarista, Alemania, EEUU, Italia y Austria); la guerra entre el Japón y la Rusia zarista sobre territorio chino; la guerra de agresión japonesa contra China, en el Nordeste, iniciada en 1931; la guerra de agresión japonesa contra toda China, que comenzó en 1937 y duró ocho años, y, finalmente, la guerra de los últimos tres años contra el pueblo chino, mantenida nominalmente por Chiang Kai-shek, pero, en realidad, por los EEUU.
Todas estas guerras de agresión, más la agresión y la opresión políticas, económicas y culturales, han provocado en los chinos el odio al imperialismo, los han hecho detenerse a pensar qué significa todo esto y los han obligado a poner en pleno juego su espíritu revolucionario y a unirse en la lucha. Ellos lucharon, fracasaron, lucharon de nuevo, fracasaron de nuevo, volvieron a luchar; acumularon una experiencia de 109 años, una experiencia de centenares de luchas, grandes y pequeñas, militares y políticas, económicas y culturales, con o sin derramamiento de sangre, y sólo entonces obtuvieron la victoria fundamental de hoy. Estas son las condiciones morales, sin las cuales la revolución no habría podido triunfar.
¡Qué diferentes son la lógica del imperialismo y la del pueblo! Provocar disturbios, fracasar, provocar disturbios de nuevo, fracasar de nuevo, y así hasta la ruina: ésta es la lógica de los imperialistas y de todos los reaccionarios del mundo frente a la causa del pueblo, y ellos no marcharán nunca en contra de esta lógica. Esta es una ley marxista. Cuando decimos que «el imperialismo es feroz», queremos decir que su naturaleza nunca cambiará y que los imperialistas nunca dejarán de lado sus cuchillas de carnicero ni se convertirán jamás en Budas, y así hasta su ruina.
Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, que tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista. La revolución del pueblo ruso siguió esta ley, y la ha seguido también la revolución del pueblo chino.
Las clases luchan, unas clases salen victoriosas, otras quedan eliminadas. Así es la historia, así es la historia de la civilización de los últimos milenios. La interpretación de la historia desde este punto de vista es el materialismo histórico; desde el punto de vista contrario, el idealismo histórico.
El método de la autocrítica sólo se puede aplicar en el seno del pueblo; es imposible persuadir a los imperialistas y a los reaccionarios chinos a que muestren benevolencia y abandonen el mal camino. El único medio es organizar fuerzas para luchar contra ellos, como lo hicimos en nuestra Guerra Popular de Liberación y en la revolución agraria, desenmascarar a los imperialistas, «irritar» a los imperialistas y a los reaccionarios, derrocarlos, castigarlos por sus transgresiones contra la ley, «sólo permitirles actuar en la forma debida y no tolerarles que se extralimiten, ni de palabra ni de hecho». Sólo entonces habrá alguna esperanza de tratar con los países extranjeros imperialistas sobre la base de la igualdad y del beneficio mutuo. Sólo entonces habrá alguna esperanza de dar a aquellos terratenientes, capitalistas burocráticos, miembros de la reaccionaria camarilla kuomintanista y sus cómplices que hayan depuesto las armas y se hayan rendido, una educación encaminada a transformar a los malos en buenos, y alguna esperanza de lograr convertirlos, dentro de lo posible, en personas buenas. Muchos liberales chinos -elementos democráticos de viejo tipo, o sea, partidarios del «individualismo democrático», en quienes Truman, Marshall, Acheson, Leighton Stuart y sus semejantes tienen depositada su esperanza y a quienes tratan constantemente de ganarse- caen a menudo en la pasividad y se equivocan con frecuencia en sus juicios sobre los gobernantes de los EEUU, sobre el Kuomintang, sobre la Unión Soviética y también sobre el Partido Comunista de China. Eso se explica precisamente porque no abordan los problemas desde el punto de vista del materialismo histórico, o no aprueban este modo de abordar los problemas.
Es deber de los hombres avanzados -comunistas, miembros de los partidos democráticos, obreros políticamente conscientes, jóvenes estudiantes e intelectuales progresistas- unirse, en el seno de la China Popular, con las capas y los elementos intermedios, los elementos atrasados de diversas capas, con todos los que aún se muestran vacilantes e irresolutos (estas personas continuarán vacilando por largo tiempo; vacilarán aun después que se hayan hecho firmes; vacilarán apenas tropiecen con dificultades), darles sincera ayuda, criticar su carácter vacilante, educarlos, ganarlos para el lado de las masas populares, impedir que los imperialistas los arrastren consigo, y decirles que desechen las ilusiones y se preparen para la lucha. Que nadie piense que con la victoria ya no es menester trabajar entre ellos. Todavía tenemos que trabajar, trabajar mucho y con paciencia, antes de poder ganar efectivamente a estos elementos para nosotros. Cuando los ganemos, el imperialismo se encontrará enteramente aislado, y Acheson no podrá poner en juego ninguna de sus tretas.
La consigna de «prepararse para la lucha» se dirige a los que todavía acarician ciertas ilusiones con respecto al problema de las relaciones entre China y los países imperialistas, especialmente entre China y los EEUU. En cuanto a este problema, ellos aún se mantienen en la pasividad, aún no han tomado su decisión, aún no están resueltos a librar una prolongada lucha contra el imperialismo norteamericano (e inglés), pues albergan todavía ilusiones con respecto a los EE.UU. En este problema nos sigue separando de ellos una distancia grande o bastante grande.
Hoy N° 1920 06/07/2022