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02 de octubre de 2010

Después de las Olimpíadas

Finalizados los juegos olímpicos en China, es importante repasar la suerte de la delegación argentina en los mismos. Dijimos en una nota previa al comienzo de Beijing 2008, refiriéndonos a la política deportiva del kirhnerismo, que “Esta política, que plantea como única preocupación cuántas medallas se puedan obtener en los Juegos Olímpicos, y no un pueblo haciendo deportes, da como resultado que ni en medallas, ni en el deporte para la mayoría del pueblo, nos irá bien”.
¿Cuál es el balance del gobierno? Durante estos años nuestros funcionarios de la Secretaría de Deporte se llenaron la boca diciendo que iban a realizar una política deportiva basada en el “deporte social”, que cambiarían la anquilosada dirigencia de muchas federaciones y del propio comité olímpico, y que iban a implementar la colaboración de empresas privadas al estilo de la realizada en España para Barcelona 92.
Nada de esto sucedió, y al término de los Juegos el gobierno nacional publica una solicitada donde balancea que esta es “la mejor performance en los últimos 60 años”, apropiándose de las 6 medallas conseguidas por atletas argentinos en Atenas 2004, y de las 6 obtenidas en Pekín.
El problema de este balance, es que se lo crean, porque esto garantizaría el inmovilismo en materia de política deportiva, y que se acallen las denuncias de falta de fomento del deporte hasta las próximas olimpíadas.
Para hacer que les cierren los números, la Secretaría de Deportes “olvida” un dato: a partir de las olimpíadas de Seúl 1988, se otorgan diplomas olímpicos a los deportistas entre el 4° y el 8° puesto. En este rubro, la Argentina pasó de 3 en Seúl, tuvo un pico en Sydney 2000 con 12 diplomas, cayó a 7 en Atenas 2004, y en Pekín obtuvo 3, como hace 20 años.
El doble discurso de este gobierno campea también en el área de los deportes. Mientras habla de las medallas, baja el rango de la Secretaría de Deportes de la Presidencia –a la que pertenecía– al Ministerio de Acción Social, y destina, en valores constantes, un presupuesto que equivale a un tercio menor del de la década del ’90. Comparada con el resto de los países del continente, Argentina tiene el décimo presupuesto de América y el quinto de Sudamérica detrás de los 350 millones de dólares que Hugo Chávez le otorga al deporte venezolano y de los más de 200 millones que Lula le da al brasileño.

Luchar por un deporte para el pueblo
Como ha dicho recientemente Rubén Magnano (DT del equipo de básquet campeón olímpico en Atenas): “El crecimiento del deporte va de la mano directa de la educación y la salud”. Un breve repaso por la salud y la educación kirchnerista son la mejor muestra del estado catastrófico del deporte amateur.
Las recientes y crecientes luchas de trabajadores de la salud, y de docentes y estudiantes muestran el estado de abandono de la salud y la educación de las grandes masas, en momentos en que los argentinos pobres suman más de 12 millones, y los indigentes llegan al millón setecientos mil.
Si a este dato le agregamos que de los 12 millones de compatriotas bajo la línea de pobreza, casi cinco millones son chicos entre 0 y 17 años, vemos la mentira kirchnerista del “deporte social”.
Son los trabajadores y el pueblo los que con sus luchas van buscando maneras de acceder a las prácticas deportivas. Son los jóvenes que se organizan en los barrios contra la desocupación y el “paco” los que pelean por la canchita para jugar al fútbol o al voley, son los secundarios que salen a la calle por el presupuesto los que reclaman lugares e implementos para practicar deporte.
Este es el camino, uniendo estos reclamos a los de todo el pueblo por frenar la política de este gobierno usurero, cuyo principal “deporte” repartir la torta entre sus monopolios amigos.