Las condiciones de trabajo en aquel entonces eran tremendamente duras para todos los trabajadores pero para las mujeres era aún más agotadoras, porque sumaban las tareas del hogar y el cuidado de sus hijos luego de 12 o 16 horas de trabajo. Dice la historia que en los talleres textiles de Nueva York de la época, colgaba un cartel que decía “si no viene el domingo, ni piense en regresar el lunes”.
En aquel entonces, las mujeres se organizaban para exigir el descanso dominical, 10 horas de trabajo y salario igual al de los varones. También derechos sociales y participación política reivindicando el derecho al voto.
Mucha sangre de hombres y mujeres corrió por las calles en todo el mundo hasta conquistar esos derechos. Fue precisamente un 8 de marzo de 1917, Día Internacional de la Mujer, que las mujeres rusas se amotinaron reclamando por la falta de alimentos, dando inicio al proceso que culminaría en la Gran Revolución de Octubre.
Durante la primera mitad del siglo, también en la Argentina hicieron falta combates encarnizados para poder lograr derechos laborales, sociales y políticos para el movimiento obrero en general y para las mujeres en particular. Pero en los últimos 32 años, desde la dictadura genocida del ´76 hasta ahora, la pérdida de conquistas ha sido despiadada. La primera gran pérdida fue la larga lista de beneficios para las trabajadoras que consagraba la Ley 20744 de Contrato de Trabajo del año 1974 (tiempo de lactancia, día “femenino”, guardería infantil en la empresa, resguardo de la maternidad, etc.) y luego, de ajuste en ajuste, los ´90 elevaron el número de desocupados a cinco millones. En esa situación muchas mujeres salieron a trabajar en las peores condiciones, como aquellas de principio de siglo: 12 a 14 horas de superexplotación, sin obra social, sin aportes jubilatorios, aguinaldo o vacaciones, dejando solos a los hijos por falta de jardines maternales y soportando despidos por embarazo, acoso sexual y malos tratos y ni qué decir de salarios bajísimos castigados hoy día por la creciente inflación.
Como ayer se suman agotadoras horas de trabajo doméstico, acrecentadas por efecto de la crisis económica, ya que la “doble jornada” no se resuelve con la tecnología moderna y mucho menos cuando la mayoría de las mujeres no accede a ella.
Luchar por cambiar, nuevamente, estas condiciones de vida y de trabajo de las mujeres, es parte de la lucha sindical, política e ideológica, contra la explotación de clase y la opresión de género que la refuerza. Incluir en el debate de paritarias la formulación de nuevos Convenios Colectivos de Trabajo que incorporen las reivindicaciones de las trabajadoras por su condición de mujeres es tarea de todo el movimiento obrero.
Las políticas del matrimonio K no han detenido el retroceso en las condiciones de trabajo ni corregido el deterioro salarial, por el contrario, han beneficiado a monopolios imperialistas amigos, terratenientes y especuladores. En el caso de las mujeres, aún siendo el 40% de la fuerza laboral ganan un 26,5% menos que los ya caídos salarios de los varones.
El cinismo de la actual presidenta Cristina Fernández es manifiesto al expresar recientemente que “las mujeres en la Argentina no sufren discriminación como en otros países, la prueba de ello es mi acceso a la Presidencia de la Nación”, o las consideraciones de su ministra de Salud, Graciela Ocaña, quien manifestó que “el flagelo del aborto no es un problema de salud pública sino de política criminal”
Ahora, como a principios de siglo, la lucha de las mujeres sigue siendo parte de las luchas obreras y populares: Casino de Buenos Aires, del pescado en Mar del Plata, del Indec, de los y las docentes de todo el país, de la textil Mafissa en La Plata, limoneros de Tucumán, asambleístas de Gualeguaychú , metalúrgica Gafa de Rosario, etc. y por este camino se volverá a triunfar.
02 de octubre de 2010