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11 de noviembre de 2010

29 y 30 de junio y 1º de julio de 1990 de 1990

Documentos 6 Congreso del PCR. Situación política nacional

Documentos del PCR / tomo 6

I-Introducción

I-Introducción

La economía argentina atraviesa la más prolongada, generalizada y profunda crisis en lo que va del siglo. Esta crisis castiga cruelmente a las grandes masas trabajadoras de la ciudad y el campo, a la mayoría de la intelectualidad y el pequeño y mediano empresario nacional. Y es, en última instancia, la causa de la inestabilidad política y social en todas sus formas.
La Argentina es un país dependiente, oprimido por los monopolios y países imperialistas, en donde subsiste el latifundio con su carga de atraso y explotación. La dependencia nacional se manifiesta, entre otras formas, en la tremenda fuerza destructora con la que se expresan, aquí, las crisis que sacuden periódicamente al mundo capitalista.
La economía nacional, al igual que la de la mayoría de los países latinoamericanos y africanos, no ha podido aún recuperarse de la crisis capitalista mundial de 1981-1983. Desde 1982 la mayoría de los países imperialistas logró un rápido crecimiento de su economía y aumentó en más del 40% la renta nacional por habitante. Mientras tanto, los ingresos por habitante de los países latinoamericanos y africanos, salvo pocas excepciones, descendieron. En nuestro caso es la demostración de que no estamos frente a una simple crisis coyuntural, de esas que se producen en todos los países capitalistas como un resultado, inevitable, de las contradicciones de ese sistema económico-social, y como un mecanismo del mismo para regular esas contradicciones. La crisis económica argentina es la demostración evidente, para todo aquél que quiera ver la realidad, de la existencia de lo que se ha llamado la crisis estructural de la economía argentina, es decir: la agudización de su contradicción principal resultante de la dependencia económica al imperialismo y de la subsistencia del latifundio de origen precapitalista que traban toda posibilidad de un desarrollo múltiple y sostenido de la economía nacional, impiden una verdadera modernización de la misma y condenan a tremendas privaciones y sufrimientos a la clase obrera y al pueblo. Con la crisis actual han salido a luz las lacras de una economía estancada desde hace muchos años, con problemas crónicos que en vez de aliviarse se agravan con el paso del tiempo.
Se ha evidenciado esa crisis, ese cepo estructural, con lo que se comprueba que la gravedad y la persistencia de la crisis actual no es el resultado del fracaso de tal o cual política realizada dentro de los límites de este sistema –aunque estas políticas puedan atenuarla en sus consecuencias o empeorarla– sino que es el resultado de la crisis de un sistema económico-social propio de un país dependiente, oprimido por el imperialismo (incluso con una porción de su territorio nacional ocupado por un país imperialista) y en el que se mantiene el atraso del latifundio, de origen precapitalista, cuyas raíces se hunden en el pasado colonial.
Al mantenerse e incluso reforzarse este sistema, con las medidas aplicadas desde 1976 hasta hoy, la economía argentina (particularmente en su producción industrial) globalmente se estancó desde el golpe militar violo-videlista, y desde inicios de la década del 80 directamente retrocedió. Hoy es una economía incapaz de resolver los problemas más apremiantes de la enorme mayoría del pueblo: trabajo, pan, vivienda, tierra, educación y salud.
Por todo ello si no se liquida de raíz ese sistema económico-social podrá haber paliativos transitorios y relativos, pero no habrá soluciones reales para los problemas de las grandes masas populares. Por ello toda la lucha de las masas debe ser conducida con el objetivo estratégico de acumular fuerzas revolucionarias para barrer ese sistema y el Estado oligárquico imperialista que es su principal instrumento de opresión. No contraponemos la lucha por las reformas a la lucha por la revolución. Pero las primeras sirven de poco si no acumulan fuerzas para la segunda.
Reemplazada la dictadura en 1983 por el régimen constitucional, una gran parte del pueblo tuvo la ilusión que el cambio de una forma de gobierno, la dictatorial, por otra, la constitucional, sin liquidar el poder oligárquico-imperialista que estuvo atrás de la dictadura, iba a permitirle mejorar su situación que ya entonces era muy difícil. Creyeron en la mentira alfonsinista, según la cual, con la simple vigencia de la forma de gobierno republicana establecida por la Constitución de 1853, habría trabajo, pan, educación, vivienda y salud. Esas masas creyeron que Alfonsín era quien mejor aseguraría ese cambio porque se engañaron con su falsa apariencia de demócrata y de opositor a la dictadura. Pero Alfonsín no fue un verdadero combatiente antidictatorial. En realidad se opuso, en su momento, a un sector de la dictadura (al sector proyanqui) y estaba asociado a otros jerarcas de la misma (al sector prosoviético) con el que negoció la transición post-dictatorial. Esa ilusión se mantuvo, mayoritariamente, en las elecciones de 1985, alimentada por el aparente éxito del Plan Austral. Pero a poco andar, con la ayuda de nuestro Partido y otras fuerzas opositoras, las masas calaron la mentira alfonsinista, y su lucha, principalmente la lucha de los trabajadores, fue el factor principal que deterioró, y en definitiva derrumbó, los sucesivos planes alfonsinistas. La Argentina fue en 1987-1988 el país del mundo con mayor número de huelguistas.
La clase obrera y las masas populares no se ilusionan por lo general, en nuestro país, con las supuestas ventajas del régimen parlamentario. De allí el sucesivo fracaso de las tácticas que, como sucedió con Izquierda Unida y antes con el FREPU, pretenden conducirlas por esa vía muerta presentándola como el principal camino de tránsito hacia la revolución. Pero las grandes mayorías populares sí atribuyen hasta ahora –por el peso de concepciones ideológicas reformistas muy fuertes– poderes exagerados al voto para castigar políticas como las de Alfonsín y posibilidades, en realidad inexistentes, a caudillos paternalistas para lograr cambios que sólo se podrán alcanzar por el camino revolucionario.
Las masas, desengañadas del alfonsinismo en una parte y en busca de revancha en otra, buscaron el camino apoyando al renovadorismo de Cafiero. A poco andar, también desilusionados por éste, se volcaron al apoyo a la candidatura del Dr. Menem. Para el triunfo electoral de Menem, por primera vez en muchos años, se coaligó una fuerza obrera y popular en un frente único de once partidos: el FREJUPO. Esta fuerza, hegemonizada por la burguesía, fue mayoritaria en las urnas el 14 de mayo de 1989. La campaña electoral de Menem y el FREJUPO suscitó, una gran esperanza popular.
Apenas producido el triunfo del FREJUPO, las fuerzas derrotadas en las elecciones –fuerzas hegemónicas en la economía y el poder– contragolpearon, e impusieron el traspaso acelerado, y condicionado (por la minoría legislativa y judicial del FREJUPO) de la presidencia de la Nación al Dr. Menem, en medio del caos económico y social que estimularon para facilitar esa maniobra y en plena hiperinflación y la bancarrota del Estado.
Menem, que ganó las elecciones, con una campaña de contenido nacionalista y reformista, una vez instalado en el gobierno, como ha sucedido también en otros países de América Latina, puso en marcha una política contraria a la prometida, una política liberal, de mercado, privatizadora, mercado externista, monetarista y fuertemente recesiva. El gobierno de Menem, inicialmente, golpeó con sus medidas a determinados sectores monopolistas (especialmente a los contratistas del Estado) y se apoyó en otros (exportadores, principalmente); se apoyó o prometió concesiones a algunos países imperialistas (EE.UU. y Gran Bretaña) y se alejó de otros (europeos y soviéticos). No dejó de forcejear con aquellos a los que hizo concesiones; y no dejó de negociar con aquellos de los que se alejó. Atendió los reclamos de los sectores más necesitados mediante un programa de emergencia, y el régimen de paritarias que siguió funcionando, pero, mediante tarifazos, “colchones” de precios y la devaluación del austral, el salario real cayó. Momentáneamente logró parar la hiperinflación. Pero esa política se agotó en seis meses y la crisis siguió descargándose, brutalmente, sobre las masas populares y el pequeño y mediano empresario nacional. Simultáneamente el Dr. Menem indultó a la mayoría de los militares condenados por crímenes contra el pueblo durante la dictadura militar.
Es conocido el viejo juego que hacen los monopolios imperialistas y los terratenientes (que manejan las principales palancas económicas y el poder) con los gobiernos burgueses a los que no controlan, o controlan sólo parcialmente. Los cercan, chantajean y presionan para obtener concesiones que los desprestigien ante las masas, y, una vez que esto sucede, o los subordinan totalmente a sus objetivos, o los voltean. Esto es lo que están haciendo con el gobierno de Menem.
Como resultado de todo esto las masas, poco a poco fueron pasando a la lucha por sus reivindicaciones y contra la actual política económico-social. Se ha agudizado la disputa interimperialista por el predominio en el poder. Como resultado de la crisis, de esa feroz disputa entre diferentes grupos imperialistas, monopolistas y terratenientes y principalmente por la derrota del alfonsinismo y su proyecto, se dividen y disputan cada día más los de “arriba”, mientras la situación es cada día más insoportable para los de “abajo”.
Estamos en un momento de transición, de acelerado reagrupamiento de fuerzas en el campo popular, y en el de la oligarquía y el imperialismo. Como alertamos antes del 14 de mayo el curso de los acontecimientos dependerá del papel que juegue en ellos la clase obrera.
Las medidas que tomó el gobierno de Menem en Enero golpearon duramente a la especulación financiera. El gobierno siguió apoyándose, alternativamente, en diferentes grupos monopolistas. Hizo últimamente concesiones a los monopolios italianos, alemanes, soviéticos e ingleses. Y profundizó su rumbo privatizador y de economía de mercado.
Este proceso coincide, internacionalmente, con un momento de reagrupamiento de fuerzas a escala mundial entre los diferentes grupos monopolistas y los estados imperialistas, en el que subsiste la indefinición de cuestiones fundamentales para el futuro.
Y coincide principalmente con los cambios en el Este europeo y en China. Cambios que han facilitado a la burguesía mundial desatar una desenfrenada campaña antirrevolucionaria y anticomunista, planteando que se acabó el tiempo de las revoluciones, el liberalismo ha triunfado, y el “comunismo ha muerto”. Cambios que asimismo aprovechan los imperialismos para atacar las posiciones tercermundistas, planteando que el antiimperialismo y la independencia nacional son cosas del pasado. Que para modernizarse y progresar el único camino es insertarse en el “mundo uno”.
El PCR jugó un papel innegable, históricamente, en la lucha antigolpista, en la resistencia antidictatorial y –nadando contra la corriente en un principio– en el desenmascaramiento del alfonsinismo y en la lucha por liquidar sus planes siniestros, que pretendían perpetuarlo en el gobierno hasta el siglo próximo. Fuimos, en gran medida, artífices de la creación del FREJUPO y jugamos un gran papel para su triunfo. La creación y el trabajo del FREJUPO permitieron a las organizaciones del Partido estrechar fuertes lazos con las grandes masas peronistas.
El PCR nació como fruto de la lucha de clases en la Argentina; es un instrumento de la clase obrera argentina para el combate por su objetivo histórico de terminar con la explotación del hombre por el hombre; y fue y es expresión de la lucha mundial del proletariado revolucionario contra el revisionismo. Ha sobrevivido hasta ahora a la campaña anticomunista y no se ha rendido, no ha claudicado ante ella. Este es nuestro mayor mérito histórico.
La revolución, como el “viejo topo” del que habló Marx, excava bajo la superficie hasta que sale a la luz y aunque por un tiempo se sumerja volverá a emerger mundialmente y en la Argentina. El crecimiento numérico del Partido y su fortalecimiento orgánico e ideológico constituyen, por eso, una necesidad urgente del movimiento revolucionario argentino.
II-La crisis económica

1. El estallido de la actual crisis económica argentina fue casi simultáneo con la caída de la economía mundial en la última crisis cíclica (1981-1983). En nuestro país la quiebra del grupo bancario BIR (en 1981) y la quiebra y liquidación de otros bancos (Banco Los Andes; Oddone; entre otros) ligados en su mayoría al grupo financiero prosoviético, grupo que estuvo estrechamente asociado al grupo hegemónico en la dictadura militar, detonó la crisis cíclica de cuya fase depresiva, aún hoy, la economía nacional no ha logrado salir. Por un decreto firmado por Videla la dictadura otorgó, entonces, 5.000 millones de dólares a ese grupo, tratando de evitar su bancarrota. No sólo no la evitó: al emitir moneda nacional por un equivalente a ese monto desencadenó un proceso de inflación del que aún tampoco hemos salido. Desde entonces, salvo cortísimos períodos, hemos tenido depresión e inflación. Los países imperialistas de Occidente salieron hace años de la fase de depresión del ciclo pero nuestra economía no logra hacerlo. Una vez más se evidencia, como se dijo muchas veces, que, siendo el nuestro un país dependiente, cuando las potencias imperialistas se resfrían nuestra economía pesca una pulmonía. Y como la dependencia económica del país se agrava cada día más, los períodos de enfermedad son cada vez más graves y más largos.
En 1988 el producto por habitante fue –según datos oficiales– un 15% inferior al de diciembre de 1983; y éste ya era muy inferior al de 1974. La producción agropecuaria ha descendido en relación con la de 1982-1983. La producción industrial se mantuvo prácticamente estancada luego de 1975, y a partir de 1981 directamente retrocedió en relación a aquél año. Según los datos del Banco Central y el Consejo Federal de Inversiones, estudios de la Organización Panamericana de la Salud han estimado que el ingreso per cápita cayó en el orden nacional, entre 1980-1981, en australes de 1987, de 552,16 australes a 491 australes y en el Gran Buenos Aires de 667 australes a 569,36 australes. Según el Ministerio de Trabajo hay actualmente 900.000 desocupados totales y más de 3.600.000 entre desocupados y subocupados. Hay que agregar a esta cifra 1.500.000 cuentapropistas que sobreviven “changueando”, en condiciones muy precarias y sin ningún beneficio social. Millones de personas viven por debajo del límite de pobreza. En los cinturones que rodean a las grandes ciudades, centenares de miles (sólo en Rosario más de 200.000) lo hacen en condiciones de miseria extrema. En el Gran Buenos Aires –según estudios de la Organización Panamericana de la Salud– si a principios de la década del 80 uno de cada cinco hogares podía ser clasificado como pobre, en 1987 la relación había aumentado a uno cada tres. El crecimiento de la renta terrateniente y de los beneficios monopolistas, lejos de inyectarse en el país, se volcaron a la especulación; así por ejemplo se evaporó gran parte de los abultados superávit comerciales externos y alrededor de 40.000 millones de dólares de capitales de origen nacional (al igual que en la mayoría de los países de América Latina) han emigrado. La deuda externa supera los 60.000 millones de dólares y la Argentina ha sido declarada “país no confiable” (no recibe créditos externos y debe pagar al contado sus importaciones y servicios). Se han paralizado la mayoría de las obras públicas y la construcción de viviendas populares; la mayoría de la población del Gran Buenos Aires carece de cloacas y agua corriente. Se han agravado la crisis hospitalaria y la educacional hasta límites no conocidos en el país.
Entre 1969 y 1988 hay 155.000 explotaciones agropecuarias menos. Sólo en la Pampa Húmeda han desaparecido, desde entonces, unas 82.000 explotaciones. Esto pese a que los terratenientes parcelan sus latifundios para reducir el monto del impuesto inmobiliario, por lo que es de imaginar que el número real de productores agropecuarios que ha dejado el campo es aún mayor.
En el país ha aparecido un fenómeno nuevo: una enorme masa de población desocupada en forma crónica, permanente, que en el mejor de los casos sólo trabaja un corto período de tiempo al año. Una enorme masa de población castigada por el hambre, de tal manera, que en el país de las cosechas record el “país de las vacas y el trigo”, gran exportador de todo tipo de productos agro pecuarios, existen bolsones de pobreza (sobre todo en las provincias del norte) que superan a los de otros países de América Latina, y sólo pueden ser comparados con algunos países africanos. En los años 1989 y 1990, en algunas zonas de NOA en las que reina soberano el latifundio azucarero, la desnutrición infantil en menores de cinco años pasó del 5% en 1980 al 40% en la actualidad.
Las masas juveniles sufren, la desocupación y la falta de perspectivas. Tanto en la ciudad como en el campo. Miles de jóvenes desertan de la escuela secundaria y la universidad. Miles de profesionales jóvenes —cuya educación costó al país mucho trabajo– emigran.
La situación de la vejez también se ha agravado con jubilaciones de hambre, con el precio de medicamentos por las nubes, y por el hecho de que existe una enorme masa, especialmente de mujeres, que carece de toda jubilación o pensión.
La crisis actual se da en el marco de una agudización de la dependencia del país ante el imperialismo, de un fortalecimiento del latifundio y la parasitaria clase de los terratenientes y del crecimiento de la corrupción, que salpica a todo el aparato estatal oligárquico-imperialista.
La crisis de estructura

La crisis coyuntural, ese fenómeno periódico que sacude y a la vez regula, cíclicamente, la economía capitalista, adquiere características especiales en países dependientes como el nuestro, donde aún se conservan las lacras del atraso que proviene de la no realización de la revolución agraria y antiimperialista. Todavía más en las condiciones actuales, cuando la dependencia al imperialismo se ha reforzado luego del gobierno dictatorial y de los casi seis años de política alfonsinista. Se ha reforzado la dependencia tecnológica del país y la dependencia en insumos básicos, incluso para la agricultura y la ganadería. Cargamos el fardo de una gigantesca deuda externa y mantenemos una economía fundamentalmente agroexportadora o exportadora –en el último período– de aquellos productos industriales (acero, aluminio, productos petroquímicos, etc.) que en la nueva división internacional del trabajo los países imperialistas asignan para producir a los países del Tercer Mundo. En algunos casos, como sucede con los contratos de pesca con la URSS, en condiciones de enclave semicolonial. Esto cuando los precios de las materias primas y productos agropecuarios que exportan los países del Tercer Mundo “han llegado a sus niveles más bajos de la historia en relación con los precios de los bienes manufacturados y servicios en general, tan bajos como en los peores años de la Gran Depresión “… “si los precios de las materias primas en relación a los precios de los bienes manufacturados hubieran mantenido el nivel de 1973 o incluso de 1979, no habría crisis en la mayor parte de los países deudores, especialmente los latinoamericanos”1 Así los países imperialistas pudieron descargar los efectos de la crisis de 1981-1983 sobre los países del Tercer Mundo.

4. Las políticas dictadas por el Fondo Monetario Internacional a partir de la crisis capitalista última, presionaron para devaluar permanentemente nuestra moneda para así estimular las exportaciones y comprimir las importaciones, lo que ha hecho que nuestros productos de exportación se vendan a precios inferiores a los precios ya bajos del mercado internacional. Esto ha llevado a comprimir en una forma sin precedentes la demanda interior y a la caída del salario real. Esto ha sido así en todos los países de América Latina, y en la Argentina en especial. Como resultado, principalmente, de la política de la dictadura militar, somos uno de los 17 países “altamente endeudados” del mundo, lo que nos somete a una tremenda presión de la banca acreedora.
El desarrollo de algunas ramas industriales, en las últimas décadas, (petroquímica, aluminio, acero, celulosa y papel) no se ha hecho para afirmar un rumbo independiente del país. Ha sido subordinado a los intereses globales de los monopolios imperialistas y, consecuentemente, ha aumentado nuestra dependencia. La interdependencia, de la que tanto se habla actualmente,
significa, en nuestro caso, una creciente dependencia. La interdependencia es el resultado del desarrollo capitalista que ya con la gran industria –como dijo Marx– en el siglo pasado, “creó el moderno mercado mundial… creó la historia universal”; y como escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, estableció “una interdependencia universal de las naciones.”
¿Qué predomina en la relación crecientemente interdependiente entre los países centrales y la periferia del Tercer Mundo? ¿La cooperación o la dependencia? Predomina la dependencia. En realidad lo que se pretende negar cuando se afirma lo contrario, es la existencia del imperialismo. Los centros imperialistas mundiales tienen palancas económicas que les permiten determinar la orientación y el ritmo de crecimiento de las economías de países como el nuestro. Con el avance tecnológico, en tanto nuestro país no se independice, el abismo que nos separa de los países desarrollados crece geométricamente.
La Argentina es un país oprimido por el imperialismo. Y la regla, en un país oprimido, es que en él la opresión de las masas es doble. Porque también la burguesía nacional y el campesinado en su conjunto –incluso el rico– son oprimidos por el imperialismo. Debe acumular la burguesía propia y la extranjera y esto lo pagan las masas explotadas con una doble opresión.

5. También creció el peso del latifundio y el parasitismo de la renta agraria sobre el conjunto de la producción. Lo fundamental de la producción de granos se hace pagando arriendos que van del 35 hasta el 50 % de la producción en la pampa húmeda. Los terratenientes, en general, introducen máquinas y mejoras de diverso tipo para modernizar sus explotaciones; pero conservan, en mayor o menor medida, relaciones impregnadas de resabios precapitalistas. Se modernizan pero no olvidan las mañas de su pasado semifeudal. Por eso se mantienen formas atrasadas de renta (en especie e incluso en trabajo) en grandes zonas del país y en otras la renta en dinero sólo esconde la realidad de una relación de producción precapitalista basada en el trabajo familiar.
Según repitió Antonio Cafiero durante la última campaña electoral, la oligarquía tradicional “ya no existe” en la provincia de Buenos Aires. Se habría evaporado. Pero una investigación reciente, realizada por el economista Eduardo Basualdo, publicada en Página 12 (11/3/90) en los 27 partidos de la cuenca del Salado en esa provincia (cuna de la más rancia oligarquía argentina) demuestra que “desde hace décadas, los grandes propietarios agropecuarios bonaerenses están dividiendo, artificialmente, sus propiedades agropecuarias para, de esta manera, eludir el pago de impuestos a la propiedad inmobiliaria rural’ y que este proceso “en nada afecta la concentración de la tierra ya que las parcelas en que se subdividen las grandes propiedades siguen perteneciendo, directa o indirectamente, a los mismos dueños”. Se comprueba que “la espectacular subdivisión de las grandes propiedades coexiste con una no menos importante concentración de la tierra” y se comprueba, en esos 27 departamentos, que “el estrato de 5.000 ó más hectáreas concentra el 29,6% de la extensión de la muestra (1 millón 300.000 hectáreas)”. Se encuentran entre los grandes propietarios que tienen más de 10.000 hectáreas los apellidos de “conocidas familias de la oligarquía argentina como Marín, Garciarena o Pueyrredón” y entre los grupos empresarios que manejan también empresas en otras actividades económicas se encuentran “conspicuos integrantes de la oligarquía argentina como los Duhau, Larreta, Anchorena, Leloir, Apellaniz, etc. “Y entre los grupos industriales que tienen propiedades agropecuarias y controlan el 17% de la extensión de los grandes propietarios en la zona, se encuentran “Loma Negra, Bunge y Born, Terrabusi y Bemberg” Que explotan sus tierras con todas las mañas semifeudales de la oligarquía. Todo en el centro tradicional de la oligarquía argentina; lo que comprueba que ésta goza de buena salud, pese a las opiniones de Cafiero y Felipe Solá.
Para tomar otro caso: en la cuenca tambera de Villa María, en la provincia de Córdoba, zona riquísima de la Pampa Húmeda, sobre 2.680 explotaciones tamberas, 2.025 se explotan con tanteros medieros. La mayoría de éstos está lejos de ser empresarios capitalistas como imaginan los trotzquistas y revisionistas. El 55% de los tambos de esa zona se explotan a mano. La mayoría de esos contratos de mediería es “de palabra”.
También en la riquísima (y cercana a la Capital) zona de Magdalena-Chascomús, la mayoría de los tambos aún se explota a mano, sobre la base fundamental del trabajo familiar del mediero.

6. Los sucesivos planes de ajuste que han pretendido resolver la crisis han agravado las causas de fondo de ésta; la dependencia al imperialismo y el atraso latifundista. Han aplicado planes llamados “monetaristas”, que pretenden parar la inflación y acumular fondos para aliviar la deuda externa a costa de estrechar aún más el mercado interno y no impulsar la producción. Sin medidas de fondo que golpeen a los grandes monopolios, a los terratenientes, al capital intermediario, que gracias a la crisis se han enriquecido en forma inaudita en estos años, no se podrá resolver en forma progresista la crisis actual. Se la podrá “resolver”, en el mejor de los casos, como en Chile, en Bolivia, y en México, agravando todos los males estructurales de nuestra estructura económico-social y creando condiciones para una crisis aún más profunda en el futuro. Sólo la revolución democrática, popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo, podrá aplicar esas medidas de fondo necesarias para la felicidad del pueblo y el progreso nacional.
Sin una política revolucionaria no podrá evitarse que el pueblo pague las consecuencias de la crisis. Con medidas reformistas se podrá aliviar, transitoriamente, para uno u otro sector, esas consecuencias, pero no será posible impedir que las clases dominantes utilicen la propia crisis para su enriquecimiento y fortalecimiento.
La lucha revolucionaria de la clase obrera y el pueblo enfrenta a enemigos muy poderosos y deberá destrozar, para triunfar, el Estado oligárquico-imperialista que las clases dominantes han construido, durante muchas décadas, como principal instrumento de su dominio.
Desde hace muchas décadas, las familias de terratenientes hegemónicas en las diferentes regiones del país (Pampa Húmeda, Noroeste, Noreste, Centro, Cuyo Patagonia) han ido entrelazando sus intereses con los del capital monopolista, y en especial con el capital financiero, nacional y extranjero. Simultáneamente, los principales grupos de capital monopolista que actúan en el país se han hecho dueños de extensas propiedades agropecuarias. Con la política seguida luego de 1976 esta verdadera rosca oligárquico-imperialista hizo grandes negocios, aprovechando los favores del Estado mediante el recurso de la especulación más desenfrenada. Los estallidos hiperinflacionarios de 1989 y 1990 le permitieron, también, acumular grandes beneficios. La lucha interimperialista y la lucha de diferentes camarillas (exportadores versus mercado-internistas; contratistas del Estado versus exportadores; industrialistas versus terratenientes exportadores, etc.) vinculadas cada una de ellas predominantemente a uno u otro imperialismo, desgarran a esas clases dominantes, especialmente en los momentos de crisis, como éste, y facilitan la lucha de la clase obrera y el pueblo por su liberación, siempre que se tenga en cuenta que, estratégicamente, todos los imperialismos y todos los terratenientes son enemigos de la revolución y se oponen a ésta.

 

III. Crece la disputa interimperialismo

1. Como consecuencia de los cambios producidos en la situación política internacional se ha agudizado la disputa interimperialista por el predominio en la economía nacional.
Aprovechando las dificultades económicas de las dos superpotencias (la URSS y los EE.UU.) creció la influencia de los monopolios europeos (principalmente alemanes e italianos, y, en el último período, la de los ingleses) y la de los monopolios japoneses. Durante el período alfonsinista se produjeron cambios importantes en este sentido.
En primer lugar, como resultado de la política alfonsinista, se reforzó el proceso de concentración monopolista.2 Las 200 empresas líderes cuyo peso en el Producto Bruto Interno (PBI) representaba poco más del 30% en 1983, pasó a representar el 41 % a fines de 1988.
En segundo lugar, como producto de la política dictatorial y del alfonsinismo, disminuyó la importancia del sector estatal; éste, que en 1975 facturaba el 46% de lo facturado por las 200 empresas líderes, facturó el 37% en 1980, el 32% en 1983 y el 30,4% en 1988.
El sector estatal es muy importante en la economía argentina. No sólo por lo que representa ese 30,4% de la facturación de las 200 empresas líderes, que facturan las 19 empresas estatales que integran ese pelotón privilegiado de la economía nacional. Sino también porque 5 de esas 19 empresas (YPF, Gas del Estado, SEGBA, Aerolíneas Argentinas y Somisa) integran el grupo de las 10 empresas más grandes del país. Y porque los principales bancos del país son estatales.

2. El peso de los monopolios manejados por testaferros conocidos de la URSS es muy grande en la economía nacional. En un proceso que comenzó a evidenciarse a fines de la década del cincuenta, fue adquiriendo con el apoyo del Estado y los gobiernos amigos, el control de ramas claves de la economía nacional y esto se mantuvo en lo fundamental, bajo el gobierno de Alfonsín. Tienen la principal empresa privada de acero (Acindar); el monopolio de la fabricación de aluminio (Aluar); la principal empresa de neumáticos (FATE); dos de las principales petroleras (BRIDAS y ASTRA); tienen un peso hegemónico en papel y Pasta celulósica (Papel del Tucumán, Celulosa Jujuy, Alto Paraná-Massuh, Papel Prensa); peso muy importante en la pesca con empresas que manejan con testaferros y con la pesca que hacen por los acuerdos con la URSS; fuertes proveedores de los ferrocarriles a través del grupo BGH y de la participación en Materfer; peso hegemónico en los medios de comunicación a través de Clarín (AGEA S.A.) y el control de DYN, Canal 13, Canal 9, Cablevisión, Radio Mitre, Rivadavia, América, Página 12, Sur, Crónica, y una extensa red de diarios, canales de televisión, radios, etc., del interior, además de la hegemonía, incuestionable, en los sectores periodísticos, artísticos, y en medíos de comunicación estatales y privados, como resultado de veinte años de predominio en el aparato estatal, son el principal grupo en vitivinicultura y tienen peso decisivo (en algunos casos. hegemónico) en las empresas de la construcción, carne, azúcar, fruta, lanas, jugos cítricos, yerba mate, textiles, plásticos, calzado (GATIC, entre otras, que trabaja con la patente de ADIDAS) y un gran peso en el comercio.
El sector financiero controlado por ese sector de monopolios manejado por testaferros conocidos del socialimperialismo soviético –con diversos grados de asociación y alianza con sectores de terratenientes y burgueses nacionales– es, de lejos, el grupo privado más importante (BIBA, Irving Austral, Quilmes, Credicoop, Crédito Argentino, Mercantil, Buenos Aires Building, entre los mayores, y otros menores como Banco Patricios, Alas, del Buen Ayre, etc.) Este sector financiero fue el más afectado por las medidas que tomó el gobierno de Menem en enero de 1990, pero esto no menoscaba que siga siendo el grupo financiero más importante del país; más aún porque en lo fundamental, aunque surgen contradicciones y enfrentamientos internos, el grupo de empresarios y bancos manejados por los testaferros soviéticos, hasta ahora, ha trabajado en lo fundamental unido.
Ha sido esta fuerza, muy grande, la que le permitió controlar al sector prosoviético luego de 1983, no sólo la Confederación General de la Industria y la Confederación General Empresaria sino también organizar, desde las oficinas de BRIDAS, al grupo de –los llamados “capitanes de la industria” que fue el poder tras el trono con Alfonsín. Dicha fuerza, por otra parte, le permite desde hace mucho– subordinar y comprar a una parte de los jerarcas sindicales para hacerlos jugar en el movimiento obrero en función de sus planes.
Para evaluar el peso del grupo monopólico soviético en la economía nacional hay que agregar: que no ubicamos en el mismo el peso muy grande que tiene ese grupo en la burguesía burocrática que controla las empresas estatales claves en el país, control que resulta fundamental para el desarrollo de los diferentes grupos monopolistas. Y tener en cuenta, también el peso muy grande que tienen las fuerzas prosoviéticas en el movimiento cooperativo (agrario, industrial, comercial, financiero y de seguro) que es uno de los movimientos cooperativos más grandes del mundo. Además, en el análisis anterior, sólo ubicamos a grupos dirigidos por testaferros públicos, en la práctica, por años de actividad económica y política, pero no ubicamos en el mismo a grupos muy poderosos que están estrechamente vinculados a las fuerzas prosoviéticas, y de los que existen numerosos y convincentes elementos como para pensar que forman parte de ese grupo. Así sucede, por ejemplo, con las empresas que maneja el grupo Hirsch dentro del grupo Bunge y Born (que son la mayoría de las empresas que maneja el grupo en la Argentina) y sucede lo mismo con La Serenísima, empresa que facturó por más de 400 millones de dólares en 1988.
El cambio más importante sucedido respecto de la relación de la URSS con la Argentina en los últimos años es que aquella ya no es, como en los tiempos de la dictadura militar, el principal cliente de nuestras exportaciones. Es sí, en menores cantidades, el principal comprador de granos. Pero en 1988 fue el tercer comprador de nuestras exportaciones y en 1989 el 4to, (en su mayoría compra soja, pellets de soja. y aceites vegetales; también compra tubos sin costura, lanas y cueros semielaborados y elaborados), En esto ha incidido la situación económica de la URSS (que se manifestó en una disminución muy grande de sus compras en el Tercer Mundo) y la contradicción que tienen con la industria argentina para vender sus productos manufacturados y compensar así lo que nos compran.

3. Los yanquis son el principal grupo por sus inversiones directas de capital, con mucho peso en el petróleo (Esso, Amoco entre otras); petroquímica y química (Dow Chemical; Monsanto; Exxon Chemical, Ducilo, etc,); tabaco (Massalin); Carne (Swift principal empresa frigorífica del país); Good Year y Firestone; Xerox; IBM, Continental, Cargill; Coca Cola; Gillette; Refinerías de Maíz; Kodak; etc. Entre las 200 firmas que más facturan hay 31 firmas yanquis que, agrupadas, son el principal grupo privado (facturan el 11,8% del total). Debemos tener en cuenta, sin embargo, lo señalado respecto del grupo soviético y Bunge y Born, etc., y además que, hasta ahora, salvo muy raros momentos, los grupos monopolistas yanquis no actúan unidos, últimamente los yanquis han avanzado al pasar a manos del Citicorp el control de Celulosa.
Debe considerarse, para evaluar el peso de los yanquis, que son los principales acreedores de la deuda externa y que, en lo interno, tienen un gran peso entre los bancos extranjeros. Estos, luego de las medidas adoptadas por Menem en enero, controlan el 80% del call money, mecanismo con el que los bancos se proveen de fondos. En 1988 los EE.UU. se convirtieron en el principal cliente de las exportaciones argentinas.
Además los yanquis son fuertes proveedores de insumos industriales y los principales beneficiarios por la dependencia tecnológica del país; son los principales proveedores de repuestos para la aeronáutica civil y han sido, tradicionalmente, proveedores de las Fuerzas Armadas. Ejercen una fuerte influencia cultural por su peso internacional en los medios de comunicación y en los mecanismos formadores de la opinión pública, la moda, las costumbres, etc. Son nuestros principales proveedores de híbridos para la agricultura y de agroquímicos para la misma. Aprovechan, todavía, la subsistencia de pactos y acuerdos militares suscriptos en la época de la inmediata post guerra y durante la llamada guerra fría. Aprovechan también su poderío regional en América Latina, a la que consideran su “patrio trasero”, para presionar a los gobiernos argentinos de mil maneras.
Si se tienen en cuenta los datos correspondientes a las 200 grandes empresas que más facturan se observa que, entre 1983 y 1988, los monopolios yanquis bajaron un 29,7% su peso entre ellas y se redujo a la mitad la diferencia de lo facturado por ellas de lo facturado por las empresas de testaferros soviéticos que integran ese grupo (de 1.500 millones de dólares a favor de los yanquis a 835 millones). Esto pese a que también bajó el peso relativo de las empresas del grupo soviético dentro de las 200 empresas líderes (bajó un 6,2%).

4. El grupo inglés es muy poderoso. Tiene dos entre las diez empresas que más facturan y una de ellas (Shell) es la principal empresa privada del país. Controlan bancos muy importantes (Roberts; Francés; Lloyds y Barclay) y compañías de seguros (grupo Roberts). Su ocupación de Malvinas, Georgias, y Sandwich del Sur le da un gran poder de presión. Son grandes terratenientes dueños de millones de hectáreas en todo el país especialmente en la Patagonia. Tienen una influencia tradicional en la oligarquía argentina. Ahora, llevada por las necesidades de la competencia en el Mercado Común –especialmente con Alemania– Gran Bretaña trata de restaurar esas viejas relaciones con la clase dirigente argentina.

5. El grupo italiano es también muy poderoso en el país. Especialmente en la producción industrial. Pertenecen, o están muy vinculados a ese grupo; Siderca, Techint-Propulsora-Cometarsa-Comatter; Sevel-Sideco-Philco; Pirelli; Fiat; Rigolleau; Cinzano. Tiene peso en el sector financiero (Banca Nazionale del Lavoro; Sudameris; Di Nápoli), Entre 1983 y 1988 los intereses italianos representados en el grupo de empresas líderes, crecieron un 40%. La alianza de los monopolios de este grupo, o de algunos de ellos con una u otra de las superpotencias, ha sido decisivo para volcar las fuerzas a uno y otro lado desde la década del 60.

6. El grupo alemán dentro de las empresas líderes creció, entre 1983-1988 un 61,5%. Se estima en más de 1.500 millones de dólares las inversiones
directas alemanas en la Argentina, concentrados en sectores de capital intensivo y alto uso tecnológico (Suplemento especial de Clarín: 29-1V-1 990). Son muy fuertes en el automotor (terminales y autopartes) Autolatina-Transax (mayoría Volkswagen); Mercedes Benz; Deutz; Bosch. En la química: Bayer; Hoechst; Basf; en electrónica y comunicaciones: Siemens; en petróleo y energía (sobre todo por su vinculación con la industria atómica) servicios y alimentos. El Deutsche Bank– es muy importante en el país. La República Federal Alemana es un importante cliente de nuestras exportaciones (tal vez sus compras son mayores por la utilización de puertos holandeses por los importadores alemanes) y se ha convertido en el principal comprador de carnes argentinas. La República Federal Alemana ha tejido una estrecha relación con la cúpula de nuestras fuerzas armadas a partir de la fabricación, con tecnología alemana, de tanques, naves de guerra, aviones, e incluso, de proyectos especiales como el misil Cóndor. Los alemanes son fuertes proveedores de tecnología (entre 1977 y 1989 se celebraron 612 contratos de esa naturaleza).

7. También tienen fuerza los franceses que controlan empresas como la Renault; Dreyfus; entre otras, y bancos como el Supervielle.

8. Es interesante la lista de los grupos económicos que más crecieron entre 1983 y el 88 según la mencionada lista de grandes empresas. Ellos fueron: El Hogar Obrero; grupo Indupa; Siemens; grupo Massuh; grupo Macri; grupo Perez Companc; grupo Pescarmona; grupo Sancor; La Plata Cereal (subordinado al grupo suizo André); Arcor; Soldatti; Ledesma; Bagley-Patrón Costas; Mastellone; grupo Techint; grupo Bridas; Bunge y Born e Isaura.
En 1989 se produjo un cambio importante en la composición de las exportaciones porque las manufacturas de origen industrial (acero, aluminio, químicos, petroquímicos, combustibles, celulosa y papel) con el 37% del total sobrepasan a las de los productos agropecuarios, aunque todavía dos tercios de nuestras exportaciones son de origen agropecuario (productos agropecuarios y manufacturas de origen agropecuario).

9. Existe un grupo importante de monopolios de origen nacional que pueden ser considerados “maduros” porque salen al mercado exterior a competir. Pero para hacerlo han debido subordinarse, a través de la servidumbre tecnológica y financiera, al capital monopolista internacional, por lo que hoy es difícil caracterizarlos como monopolios “nacionales”, por los lazos que tienen con grupos italianos, franceses, alemanes, soviéticos, etc., que los utilizan como tapaderas “nacionales” para sus inversiones. Entre estos grupos están: Bunge y Born, Techint, Pescarmona, Cartellone y Pérez Companc.
En los últimos años han crecido otros monopolios “maduros” de origen nacional: Hogar Obrero y Sancor (de origen cooperativo); Bagley; Terrabusi; Indupa; Ledesma; Arcor; grupo Soldatti (Compañía General de Combustibles y Química Estrella) y Garavaglio y Zorroaquín.
10. El sector hegemónico de las clases dominantes, los monopolios controlados por el socialimperialismo y los sectores terratenientes y de burguesía intermediaria a él subordinados, ha sido debilitado principalmente por la lucha popular.
Por otra parte la propia Unión Soviética sufre una profunda crisis y tropieza con grandes dificultades para su expansionismo imperialista y sus objetivos de dominación mundial. Estas dificultades, sin embargo, no llevan al socialimperialismo a cejar en su puja por el control de la Argentina.
Con esos objetivos, en nuestro país aprovecha a fondo las contradicciones interimperialistas.
En acentuada y dura, disputa con el imperialismo yanqui y los sectores oligárquicos a él subordinados, el socialimperialismo y sus socios locales hegemonizan hasta ahora el bloque de las clases dominantes, sobre la base de sus fuertes posiciones en la economía, en el Estado y en la sociedad argentinos y de asociaciones y amplias alianzas con sectores proeuropeos.

11. Una de las consecuencias más graves de la crisis y de la disputa interimperialista por el control de la economía nacional es la quiebra de la pequeña y mediana industria nacional. Según los datos obrantes en el Ministerio de Economía de la Nación las pequeñas y medianas empresas conforman el 96,5% de las unidades productivas y ocupan el 75,6% de la mano de obra. La situación de crisis generalizada de la pequeña y mediana empresa repercute pesadamente en las economías regionales ya que la enorme mayoría de los establecimientos fabriles en el interior está representado por ese tipo de empresas (sólo el 1,1 % de los establecimientos fabriles de la Región Norte, son por ejemplo, establecimientos de la gran industria). Consecuentemente el proceso de concentración monopolista, acelerado por la crisis económica, es aprovechado por los monopolios para eliminar competidores y liquidar, o absorber, a las pequeñas y medianas empresas. Esto implica desocupación y atraso, y de ninguna manera trabajo, progreso y modernización. Las elevadísimas tasas de interés vigente y la falta de crédito accesible para el pequeño y mediano empresario, la política de dar la espalda al mercado interno, los tarifazos y elevados impuestos, la política liberal de mercado y su consecuencia de abrir el gallinero al zorro, la entrega a los monopolios extranjeros de empresas nacionales que pueden ser utilizadas para estimular a la pequeña y mediana empresa, todo esto, ha llevado a la ruina a miles de pequeños y medianos empresarios y amenaza con arrastrar a la quiebra a muchos más. La experiencia mundial ha probado, también, que el estímulo a la pequeña y mediana empresa en países como el nuestro es el medio más idóneo para incorporar los adelantos científicos y técnicos.

 

IV. El gobierno de Menem

1. Con motivo de la constitución del FREJUPO, a fines de 1988, y luego del 14 de mayo, caracterizamos al Dr. Menem como representante de un sector de la burguesía nacional. Para nosotros, la burguesía nacional de un país oprimido por el imperialismo, como es la Argentina, es aquél sector de esa clase social cuyos intereses la hacen oponerse, con una u otra forma, y en mayor o menor medida, al imperialismo. La diferenciamos de la burguesía intermediaria por ser éste, en un país dependiente, el sector de la burguesía subordinado al imperialismo. En un país como el nuestro, con un grado muy grande de desarrollo capitalista y con una nación con 180 años de independencia política, la burguesía nacional, como clase, en bloque, no integra el frente de las clases revolucionarias y hace ya mucho tiempo que dejó de ser una fuerza motriz de la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista. Por eso nuestra línea con ella, desde nuestro primer congreso, en polémica con la dirección del P“C” con la que veníamos de romper, fue la de neutralizarla. Esto implica ganar al sector más afín –en un momento determinado– a las fuerzas revolucionarias, aislar al sector reaccionario y neutralizar a la mayoría de esa clase social.
Incluso el sector de burguesía nacional posible de aliarse en determinados momentos a la clase obrera y a las fuerzas revolucionarias, es vacilante, su carácter político es dual y siempre debemos estar alertas, cuando nos unimos a él, porque lo más probable es que en el futuro nos traicione y porque cuando se une a nosotros lo hace disputándonos la dirección de las masas oprimidas a las que influencia. Así como, cuando traiciona, no debemos confundir a la burguesía nacional con los enemigos estratégicos de la revolución (los imperialismos, los terratenientes y la burguesía intermediaria del imperialismo) porque muy probablemente en el futuro debamos unirnos de nuevo con ella. Y así como criticamos en su momento la línea seguidista de la burguesía de la dirección codovillista del P“C”, criticamos, luego de 1972, la línea de los nuevos dirigentes de ese partido y de los sectores prosoviéticos que utilizaron la teoría del capitalismo dependiente para golpear como enemiga a la burguesía nacional en bloque, con el objetivo de facilitar el golpe de Estado hegemonizado por los prosoviéticos en 1976. Criticamos, así, una línea que ya fue practicada, con resultados funestos para el pueblo, por las fuerzas comunistas y de izquierda respecto de los gobiernos de Yrigoyen y de Perón, a los que hicieron el blanco principal de su lucha, actuando como instrumento de los golpistas del 30 y de la Unión Democrática en el 46. Si en la burguesía nacional, o en un sector de la misma, predomina su aspecto, antiimperialista (entendido éste no como antiimperialista en un sentido revolucionario) o su aspecto conciliador, depende, siempre, de circunstancias concretas –nacionales e internacionales– que deben ser analizadas en concreto. Este análisis, para nosotros, debe hacerse desde un punto de vista político, no meramente económico o economicista. Y no depende del carácter monopolista o no de la burguesía, ya que hay sectores de burguesía que son monopolistas y son nacionales y otros que son pequeños o medianos y son agentes o testaferros, burguesía intermediaria, de algún imperialismo.

2. Cuando nosotros caracterizamos a Menem como un representante de la burguesía nacional tuvimos en cuenta todo lo anterior. Y la historia política concreta de Menem.
Carlos Menem ha sido peronista desde su inicio en la vida política.
Carlos Menem fue parte, desde 1955 hasta ser electo presidente, de la corriente nacionalista, federalista, plebeya y verticalista del peronismo. Fue leal al gobierno peronista hasta el día del golpe de Estado de 1976 y duramente castigado por la dictadura. Fue electo gobernador de La Rioja en tres ocasiones.
Su triunfo en la interna peronista, en 1988, es historia reciente y es analizada en el balance de la actividad del Partido.
La candidatura de Menem a presidente fue levantada por un sector nacionalista –principalmente del interior del país– a partir de 1975 y relanzada en 1987. Al ser sostenido por fuerzas muy débiles, ya que su apoyo principal estaba en la provincia de La Rioja (la provincia, en muchos aspectos, más pobre del país) buscó inicialmente el apoyo de sectores de burguesía intermediaria y terratenientes para ganar la interna peronista. Así su candidatura fue apoyada por el grupo prosoviético de Saadi. Este grupo para financiarlo y sostenerlo le impuso varias condiciones. Por lo que es público esas condiciones fueron: llevar a Eduardo Duhalde como vicepresidente; dar una posición nacional en el partido a Ramón Saadi; acordar con Lorenzo Miguel para la interna; y amnistiar a los dirigentes presos o perseguidos del Peronismo Revolucionario. Con este apoyo Carlos Menen tuvo el aparato (incluido el aparato Montonero) y el dinero necesario para ganar la interna peronista. Para ello se apoyó en los sentimientos de rebeldía social y de repudio al alfonsinismo, de las grandes masas obreras y trabajadoras peronistas, por lo que tuvo el apoyo de la mayoría de esas masas.
A fines del año 1988, e inicios del año 1989, al hacerse notoria la posibilidad del triunfo electoral de Menem diversos grupos monopolistas y terratenientes decidieron apoyarlo. Entre esos grupos se destacaron el de Pérez Companc y el de Bunge y Born. Principalmente el de este último. En el congreso peronista de febrero de 1989, realizado en Mar del Plata, y en el programa que aprobó ese congreso, se evidenció la participación de hombres del grupo Bunge y Born. Esto originó un momento de tensiones en el FREJUPO que casi llevaron a la ruptura del mismo, porque la dirección del Partido Justicialista presionó para que ese fuese el programa del Frente. Luego de muchas discusiones, en las que nuestro Partido jugó un papel muy importante, se aprobó el programa electoral del Frejupo, un programa reformista bastante avanzado, que en los hechos coexistió durante la campaña con el programa del P.J. y también con la orientación que Menem impuso a esa campaña. El discurso electoral de Menem, no coincidía enteramente ni con el programa del FREJUPO ni con el de su partido. Ganadas las elecciones, precipitada la hiperinflación, producidos los saqueos de la llamada ‘Tablada Social”, colocado el país al borde del caos y la guerra civil, se produjo el contragolpe de las fuerzas derrotadas electoralmente el 14 de mayo. Estas fuerzas controlaban el poder, los resortes claves del gobierno (incluido el parlamento) y las palancas principales de la economía. El Dr. Menem aceptó recibir anticipadamente el gobierno y, al hacerlo, fue condicionado por el alfonsinismo gobernante, ya que el no controlar ni el Parlamento, ni la Corte Suprema de Justicia, ni el Ejército, debería gobernar inicialmente sobre la base de acordar con aquél. Y fue condicionado por los grupos económicos que lo apoyaron para ganar las elecciones. Por lo que a partir de asumir el gobierno hizo una política muy diferente a la que prometió en la campaña electoral. Ha aplicado una política que descarga los efectos principales de la crisis sobre las masas trabajadoras del campo y la ciudad, obreras, asalariadas, campesinas y de la pequeña y mediana empresa. Por esta razón, quienes tuvieron exageradas ilusiones con la perspectiva que abría el triunfo electoral, o aquellos que directa o indirectamente se opusieron a Menem durante esa campaña, lo han calificado de haberse entregado o vendido al grupo Saadi, primero, y luego al grupo Bunge y Born, al City Bank, al imperialismo yanqui o al imperialismo inglés. Pero esto no es así. Menem ha hecho hasta ahora, en las dificilísimas condiciones en las que asumió la presidencia, concesiones alternativas a uno u otro sector de las clases dominantes sin entregarse totalmente a ellos. Los ha golpeado con medidas como las de enero que eliminaron el déficit cuasifiscal, con impuestos de emergencia, con el control de los contratos con el Estado, con la eliminación de subsidios, con penalidades a los evasores impositivos, y ha utilizado esos golpes para negociar con unos y otros. Forcejea y concede. Se apoya en un imperialismo para enfrentar y negociar con otro. Así se ha recostado, primero, en la mejoría de relaciones con los yanquis e ingleses (acuerdos con el Fondo Monetario Internacional; negociaciones y acuerdos sobre Malvinas y concesiones a los capitales ingleses, etc.) para endurecer sus posiciones con la URSS y negociar, en mejores condiciones que las que acordó el alfonsinismo, los contratos de pesca; sin anular éstos y sin anular el carácter depredatorio de las riquezas nacionales que tienen estos contratos. Luego ha hecho promesas y concesiones a los acreedores yanquis sin dejar de forcejear con ellos por lo que el Fondo Monetario Internacional aún no efectivizó su acuerdo financiero con el gobierno. Este procura conseguir mercados mediante la unificación económica latinoamericana; objetivo en el que coinciden distintos sectores de la burguesía nacional (unos para negociar acuerdos con EE.UU. y Canadá; otros para hacerlo con Europa Occidental; otros con una Europa con eje alemán-soviético; otros con Japón y el área del Pacífico). Hasta ahora Menem beneficia a los terratenientes –sin dejar de forcejear con ellos en algunas cuestiones– esperando que en estas condiciones puedan aportar a la reactivación económica. Todo lo ha hecho en defensa de un capitalismo “decente, competitivo y eficiente”, como lo ha declarado en su discurso del 11 de Mayo. Es decir: como un defensor de este sistema. No como su enemigo. Como un burgués.
3. Por todo eso seguimos considerando a Menem un representante de un sector de la burguesía nacional y no un agente del imperialismo ni un títere del mismo.
Pero sucede que esta burguesía nacional, que siempre dijimos que nació castrada desde el punto de vista revolucionario, hoy ha perdido incluso los mejores atributos reformistas que tuvo en otras épocas. Lo que es un resultado concreto de las circunstancias actuales (económicas, sociales y políticas) de tipo nacional e internacional. Más aún en el caso del sector de burguesía que expresa Menem, una burguesía provincial muy débil, con múltiples lazos que la unen a la burguesía monopolista extranjera y nacional y a los terratenientes.
Cuando nos referimos a los atributos reformistas de la burguesía nacional habíamos de los que caracterizaron al peronismo de la primera época. La época-anterior a la crisis de 1951-1952, época en la que existía un enorme mercado para nuestros productos del agro y en la que la mayoría de los actuales acreedores de la Argentina eran nuestros deudores; cuando a la burguesía imperialista no le preocupaba mayormente el desarrollo, en países como la Argentina, de una industria liviana que producía lo que ella no podía abastecer por las consecuencias de la guerra, El desarrollo de esa industria liviana obligaba, a su vez, a la burguesía nacional, a tomar medidas que ampliasen el mercado interno para poder colocar su producción. Como es sabido Perón hizo eso sin liquidar el latifundio (conciliando con los terratenientes) y sin acabar con la dependencia (forcejeando y conciliando con los monopolios imperialistas a los que hizo concesiones muy importantes, como sucedió con los de la industria frigorífica). Cuando estalló la crisis de 1951-1952 el gobierno peronista produjo un viraje en su política realizando concesiones al imperialismo y a la oligarquía. Frecuentemente, cuando se lo acusa de olvidar las enseñanzas de Perón, Menem acude a citas de discursos y artículos de Perón de esta época.
Cuando Menem, como peronista y representante de la burguesía, dice que no puede hacer lo que hizo Perón en su primer gobierno, tiene, desde este punto de vista, razón. Más aún cuando entonces existían líderes de lo que luego se llamó el Tercer Mundo como Sukarno, y Nehru, entre otros, triunfaba la revolución China, y la URSS practicaba una política socialista. Pero lo que Menem olvida es que Perón, no hizo como él. No siguió la política de “moda”. Inicialmente Perón gobernó contra la voluntad de las potencias imperialistas de la época; y en América Latina políticas nacionalistas como la que él aplicó, no estaban de moda.
Pero no está en eso nuestra discrepancia con Menem. No le pedimos que haga lo que hizo Perón en 1946. Tampoco le pedimos que haga una política revolucionaria, ya que para hacerla primero habría que haber hecho la revolución, lo que desde ya no será el resultado en la Argentina, de ganar una elección parlamentaria o presidencial; y además debería ser Menem, un revolucionario, cosa que no es.
Nuestra discrepancia con Menem, en cuanto a la línea que aplicó al asumir el gobierno está en que no sólo abandonó el programa del FREJUPO,
programa que le permitió tener el apoyo de un frente sin cuyos votos no sería presidente (ya que le permitió tener colegio electoral propio) sino que también abandonó las banderas reformistas que levantó en esa campaña electoral para ganar el voto de las masas populares: salariazo; revolución productiva; defensa del mercado interno y muchas otras. No lo criticamos por hacer un programa reformista en vez de uno revolucionario. Lo criticamos porque forcejea y concede a los imperialistas, burgueses intermediarios y terratenientes, pero, hasta ahora, lo que predomina en su política son las concesiones sobre los forcejeos. Lo criticamos por encarar la crisis con un programa neoliberal abandonando su programa reformista, lo que trae tremendos padecimientos a las masas y agrava la dependencia y el atraso del país.
Menem se autodefine como pragmático. Hay que entender esto no filosóficamente sino políticamente. El dice no ser liberal y ser pragmático. Pero ha sido seducido por las baratijas que venden los neoliberales, partidarios de la economía de mercado y la libreempresa. Esto no es extraño porque esas son las teorías de moda. En el Este y el Oeste. En el Norte y en el Sur. Pero Menem, que critica las políticas nacionalistas y populistas que se aplicaron en otros tiempos por ser “un libreto probado y fracasado”, un “antiguo remedio” que ya no cura al enfermo, olvida que el libreto que él aplica fracasó mucho antes que el otro. Ese “remedio” liberal fue responsable de que la crisis del 30 sorprendiese, como sorprendió, a la burguesía mundial, derrumbando sus sueños de un progreso indefinido, y haciendo añicos las ilusiones de los revisionistas de entonces deslumbrados, como los de ahora, por las virtudes del capitalismo. Fue un “remedio” que en su momento casi mató al paciente.

4. Nuestra participación en el FREJUPO no tuvo como razón principal la caracterización política y de clase de Menem. Esta es importante para saber si lo ubicarnos como amigo, como enemigo o como representante de una fuerza a neutralizar. Pero nuestra participación en el FREJUPO fue el resultado de nuestra lucha contra el alfonsinismo, en las condiciones concretas en que se hizo, y de nuestra convicción de la necesidad de unirnos con las grandes masas obreras y populares del peronismo para poder llevar al triunfo la lucha revolucionaria en la Argentina. Toda nuestra línea política ha estado basada en la tesis leninista que no se podrá ganar a esas masas “con la teoría, necesitan de la experiencia.”
Participamos en el FREJUPO y fuimos el motor de su organización básica en los Comités de Apoyo, como dijimos entonces, por la necesidad de: derrotar al alfonsinismo; conseguir una mejoría en las condiciones de vida de las masas (estábamos en pleno derrumbe de la economía nacional previo al estallido hiperinflacionario de junio y hablamos de “tener yerba para el mate y poder comer”); conseguir mejores condiciones para la lucha de masas; y acumular fuerzas revolucionarias. En general esos objetivos fueron conseguidos con la derrota del alfonsinismo en mayo de 1989. Todavía hoy existe un debate sobre esto con las fuerzas que, en forma abierta o encubierta, hicieron una política de frente único con el alfonsinismo desde 1983, como sucede con el MAS, el P“C” y la ahora llamada “centro izquierda”.
El resultado más importante de la alianza en el FREJUPO fue la derrota política del alfonsinismo y de su proyecto de gobernar la Argentina, como mínimo, “hasta el años 2000”. Este proyecto representó, en su momento, el sueño preciado del bloque terrateniente, prosoviético y prosocialdemócrata, dominante.
Y el otro resultado importantísimo para nuestro proyecto revolucionario ha sido y es el reforzamiento de la unidad de los comunistas revolucionarios con las masas que dirige o influencia el peronismo, masas que son parte mayoritaria de la principal fuerza motriz de la revolución argentina. Quebrando cerca de treinta años de división entre comunistas y peronistas nos unimos a ellas en la lucha antigolpista y enfrentamos juntos la resistencia antidictatorial. Luego del 83 marchamos varios años por caminos separados hasta confluir en 1988 en el FREJUPO.
Antes y después del 14 de mayo mantuvimos nuestra independencia política, ideológica y organizativa. Así lo hicimos en la campaña electoral (en la que realizamos nuestra propia propaganda) con el sostenimiento de tres programas: el del FREJUPO, el programa electoral del Partido y el programa estratégico del Partido. Luego de las elecciones nos opusimos al rumbo económico-social del gobierno y al indulto. En unidad y lucha nos mantuvimos en el FREJUPO.
Acertamos al valorar en 1988 el estado de ánimo de las masas que llevó al triunfo electoral del 14 de mayo de 1989. Esas masas depositaron enormes esperanzas en Menem. Luego del 8 de julio de 1989 ha predominado en ellas una gran confusión –por las alianzas de Menem con la derecha liberal y por su política– junto a expectativas que fueron fuertes hasta noviembre del año pasado, cambiaron a desesperanza en los últimos días de diciembre y primeros días de enero, para volver a abrirse un momento de expectativas a partir de fines de marzo. En este momento, lo que predomina en las grandes masas explotadas, es, con críticas, la idea de “darle tiempo a Menem.” Se puede advertir, asimismo, en la creciente discusión de masas sobre quién debe pagar la crisis, y en cómo lograrlo, un rasgo nuevo, de avance, en la conciencia obrera y popular.

5. El gobierno de Menem tuvo dos etapas. La primera llegó hasta la crisis de diciembre. La segunda llega hasta hoy (mayo de 1990). Las dos etapas tienen elementos comunes: la política de mercado y fundamentalmente de privatizaciones de empresas estatales. Pero en la primera Menem lideraba un gobierno que dirigía un hombre del grupo Bunge y Born y el peronismo no controlaba ni el Poder Legislativo ni la Corte Suprema de Justicia. En la segunda el gobierno se ha peronizado y Menem controla, directamente, la conducción económica –a través de Erman González– y el manejo de las principales empresas estatales. Menem –al no poder subordinar a Ubaldini ni a Miguel– alentó, a través del Ministerio de Trabajo y de la ANSSAL, la división de la CGT, utilizando el aparato estatal y empalmando, objetivamente, con sectores divisionistas de la CGT Azopardo que trabajan para otro proyecto político. Ha mantenido el régimen de paritarias, intentando simultáneamente avanzar con medidas legislativas que impidan el libre accionar del movimiento obrero (reglamentación del derecho de huelga) y eliminen algunas de sus principales conquistas (ley de empleo). Junto con esto ha reducido el papel del aparato del partido Justicialista en el gobierno y practicado una línea de alianzas y enfrentamientos para ir organizando una fuerza política propia, basada en fuerzas peronistas pero con alianzas con otras fuerzas. Ha mantenido semicongelado al FREJUPO, que gracias en gran parte a nuestro trabajo en ningún momento aprobó su línea económico-social, ni el indulto a los asesinos de la dictadura militar.
El gobierno de Menem sigue siendo un gobierno heterogéneo y débil. La política de las clases dominantes es presionarlo para que conceda y utilizar sus concesiones para desgastarlo ante las masas populares. El bloque hegemónico en las clases dominantes (constituido por los terratenientes y monopolios prosoviéticos unidos a sectores de monopolios europeos que se alían con los primeros para disputar posiciones a los yanquis en América Latina) bloque también hegemónico en la cúpula del Ejército y la Aeronáutica, lo hostiga utilizando principalmente al alfonsinismo y a Izquierda Unida. Simultáneamente trata de cercarlo, aprovechando para esto último a las fuerzas liberales que influencia y a las corrientes prosoviéticas del peronismo (como las del grupo Saadi, Montoneros, etc.). En este juego de hostigamiento y cerco que practican los sectores prosoviéticos con el gobierno de Menem, lo que predomina es el hostigamiento.
La política de Menem en las Fuerzas Armadas también es una política de forcejeos y concesiones. Ha eludido una alianza con la corriente nacionalista porque ella sería contradictoria con su línea neoliberal, y porque teme quedar prisionero de esa corriente por no tener, Menem, una fuerza propia desde la cual negociar. En los hechos fue quedando atrapado por la corriente lanussista del Ejército y sólo ganó cierto margen de maniobra por la desaparición de Cáceres. Los indultos que ha anunciado a los jefes de la dictadura van a deteriorar aún más su fuerza en los sectores democráticos, y van a reforzar la fuerza del lanussismo militar en la cúpula. Esto no unificará a las Fuerzas Armadas porque ha crecido, numérica y orgánicamente, la corriente nacionalista en la oficialidad y la suboficialidad y esta corriente dispone, cada día, de mayor poder de acción.

6. La situación global es de mucha inestabilidad. La estabilidad económica es precaria y lograda gracias a la paralización de las obras de infraestructura, la construcción y gran parte de la actividad productiva; y a costa de afectar seriamente la labor educacional y la asistencia hospitalaria. El gobierno ha avanzado en armar una fuerza propia luego de la crisis de marzo pero camina por un camino de cornisa y el menor soplo puede desestabilizarlo.
Cuando la inestabilidad crece, como sucedió desde fines de febrero hasta mediados de marzo, el peronismo aparece desgarrado por sus contradicciones internas hasta el punto que parecen llevarlo al colapso. Cuando Menem logra cierta estabilidad esas contradicciones se mantienen latentes: entre renovadores cafieristas y menemistas; dentro del menemismo entre los “celestes” (Eduardo Menem-Bauzá-Dromi-Manzano) y los “Rojo Punzó” (la mayoría de los funcionarios que trabajan en las secretarías de la presidencia: Kohan, Cardozo, Arias, Béliz, entre otros); entre Ubaldini y Barrionuevo; entre los “miguelistas” y el sector de De Genaro en la CGT Azopardo; entre el menemismo y el grupo Saadi-Jorge Antonio, etc.
Todas estas contradicciones internas del peronismo van a agudizarse en la medida en que se aproximen las elecciones de 1991. Más aún porque éstas serán elecciones con distritos provinciales y municipales.
Necesitamos conocer y caracterizar estas contradicciones a nivel general y en cada provincia, sindicato y movimiento de masas para determinar cuándo ellas expresan la contradicción con el enemigo y el enemigo principal en particular (el sector prosoviético de los terratenientes y monopolios intermediarios) y cuándo expresan contradicciones secundarias, de carácter nacional y local, para no confundir a amigos con enemigos, en cada provincia, y reducir el radio del golpe de la lucha de masas.

 

V. La situación en el movimiento obrero y popular

1. La situación en el movimiento obrero es difícil en primer lugar por la división sindical. Esta ha dividido en dos a la CGT dejando de un lado (CGT Azopardo) a lo fundamental de los gremios estatales y a un sector de gremios industriales cuya fuerza principal es la UOM. La mayoría de los gremios industriales ha quedado en la CGT San Martín. Un grupo de gremios muy importantes (entre ellos Luz y Fuerza y Bancarios) se mantiene en una posición intermedia.
Se han reorganizado las “62 Organizaciones” bajo el liderazgo de Lorenzo Miguel, enfrentando a la “mesa de Enlace” menemista.
Todo esto cuando el crecimiento de la desocupación (900.000 desocupados totales y 3.600.000 subempleados) hace sumamente difícil la lucha sindical.
La lucha por la unidad del movimiento sindical debe ser un reclamo permanente de la lucha del movimiento obrero porque esa unidad ha sido siempre un instrumento, sumamente eficaz, del que dispuso la clase obrera para influir en la política general del país y para colocarse a la cabeza de todos los explotados y oprimidos de la sociedad argentina. Y su división es una necesidad de las fuerzas reaccionarias p ara imponer su política y de las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas para impedir la hegemonía proletaria en la lucha social y revolucionaria.
Desde este punto de vista la CGT Azopardo a través de sus “Bases para un plan nacional de reactivación “ ha hecho un aporte importante, positivo, en varios aspectos, porque reivindica el mercado interno, la industrialización, la defensa de las empresas estatales frente a la política que las entrega a los monopolios extranjeros, la defensa de la legislación laboral, la reforma del régimen impositivo y financiero. No coincidimos con el diagnóstico que hace de la crisis ese documento y con el hecho de que no propone cómo lograr los objetivos que plantea. Pero el hecho de haber elaborado una propuesta y haber estimulado la manifestación en defensa de las empresas estatales del 21 de marzo, son un primer paso para que el movimiento obrero vuelva a colocarse en el centro de la escena política nacional y cree las condiciones para retomar el rumbo que el pueblo votó el 14 de mayo.
Al mismo tiempo la entrevista de Ubaldini con Alfonsín –en medio de la ofensiva golpista de éste– lo mismo que la no convocatoria a un acto el 1º de Mayo, dificulta al movimiento obrero romper la falsa opción entre el seguidismo a la política del gobierno y la oposición golpista.
En la lucha por la unidad sindical y por colocar al movimiento obrero en el centro de un amplio reagrupamiento obrero y popular pueden jugar un gran papel las regionales de la CGT, ya que ellas pueden expresar, más directamente, las aspiraciones de las masas. Esto porque los sindicatos que la componen escapan más fácilmente al control de los jerarcas sindicales prepatronales y proestatales. La reciente lucha de los estatales de Jujuy y los empacadores de Río Negro así lo demuestra.
La recuperación por fuerzas combativas del sindicato FOETRA de Capital ha sido un ejemplo claro de las posibilidades que existen, con una línea justa, para que esas fuerzas y nuestro Partido ganen la dirección de los sindicatos. Así se demuestra también en el avance registrado en los últimos meses en los sindicatos docentes, de FATRE, estatales y en algunas grandes comisiones internas de gremios industriales y estatales. Sin ganar los sindicatos será imposible que el movimiento obrero pueda hegemonizar el movimiento popular y orientarlo en una dirección revolucionaria.
La unidad en el FREJUPO de nuestro Partido con el peronismo y otras fuerzas ha sido muy importante para el avance de nuestra fuerza sindical en una serie de gremios y comisiones internas. El no haber cedido a las presiones del enemigo, y haber mantenido el blanco en los oligarcas que se han enriquecido con la crisis, nos permitió reforzar la unidad con los sectores combativos del peronismo y dar algunos de esos pasos adelante (así ha sido en FATRE, UOM, ATE, Ferroviarios, Docentes, Alimentación).
A partir del Sexto Congreso el Partido debe dar un viraje en todo su trabajo en el movimiento obrero. Allí deben centrarse, especialmente en las empresas de concentración, nuestros mayores esfuerzos, disposición de cuadros y de fuerzas.

2. En el movimiento popular se ha producido una gran movilización barrial para enfrentar el hambre. Miles de mujeres y hombres han organizado y mantenido ollas y comedores populares que permitieron aliviar la situación de millones de personas. En ese proceso, en algunos barrios y localidades del interior, se avanzó en la organización del movimiento popular y, en especial, del movimiento de mujeres. Tiene enorme importancia el trabajo del Partido en estos movimientos populares barriales, especialmente en aquellos ubicados en zonas estratégicas desde el punto de vista revolucionario. Nuestro trabajo barrial está retrasado en el Gran Buenos Aires y en el interior. Durante la oleada de saqueos, en junio de 1989 y posteriormente en febrero-marzo de este año, cuando las fuerzas de la Coordinadora, el MAS y el P“C” intentaron apoyarse en el descontento de las masas para sus planes golpistas, se evidenció la importancia para el futuro del trabajo en ese movimiento.

3. Lentamente, luego de varios meses de gobierno peronista; la clase obrera y las masas populares han ido organizando su combate por las reivindicaciones económicas y sociales.
El movimiento obrero ha realizado numerosas luchas de reclamo salarial y paros y manifestaciones contra la política de privatizaciones de empresas estatales. También se han realizado marchas y concentraciones muy combativas de los jubilados, que obligaron al gobierno nacional a aumentar jubilaciones y pensiones y tomar medidas ante la grave situación del PAMI y el precio de los medicamentos.
De todas las luchas realizadas se destacan, especialmente, la de los estatales de Jujuy y la de los empacadores de fruta de Río Negro.
La de Jujuy ha sido la lucha más grande que se recuerda, en años, en esa provincia. Más de 45.000 estatales realizaron una lucha que duró más de 30 días, haciendo paros; cortes de calle; marchas; concentraciones y una huelga de hambre de los dirigentes del conflicto en la que participaron mas de 100 personas. Durante esa lucha los estatales jujeños desenmascararon a los 18 grandes terratenientes de la provincia (22 fincas) a los que se les rebajó el impuesto inmobiliario por lo que más de mil millones de australes dejaron de entrar al tesoro provincial, en el mismo momento en que el gobierno de la provincia se negaba a dar el aumento reclamado por los trabajadores. La lucha de los estatales concitó el apoyo solidario de todo el pueblo de la provincia de Jujuy y obligó al gobierno provincial a conceder un aumento importante de los sueldos. Esa lucha tonificó a toda la organización sindical de la provincia en los lugares de trabajo, y prestigió y fortaleció al Frente de Gremios Estatales y a la CGT. Estos dirigieron la lucha con una “linea justa”, que golpeó al enemigo principal (los que se enriquecieron y enriquecen con la crisis), criticaron al gobierno nacional por su política general (sin hacerla el blanco principal de la lucha) exigiendo medidas como “la reforma monetaria que saque definitivamente el dinero de la especulación”; un impuesto de emergencia (cuyo proyecto de ley redactaron los gremios en lucha) a las grandes empresas y los grandes propietarios de tierra para enfrentar la crisis; y trazaron una neta línea divisoria con los golpistas que pretenden montarse en las luchas populares para dar su golpe “con maniobras políticas seudoconstitucionales”.
La otra lucha que conmovió al movimiento obrero y popular, pese al silencio de los medios de comunicación, ha sido la de los empacadores de fruta de Río Negro y Neuquén quienes, ante la negativa patronal a pagar los salarios que había acordado con el Sindicato de Empacadores de Fruta de Río Negro y Neuquén, ocuparon las plantas empacadoras impidiendo la salida de los camiones cargados con la fruta para exportar, hasta que, luego de más de diez días de lucha, consiguieron vencer la prepotencia patronal y la represión policial que intentó, con saña, pero infructuosamente, quebrar la lucha tanto en la provincia de Río Negro como en la de Neuquén.
Tanto en Jujuy, como en el Comahue, al igual que en la lucha que han librado contra los despidos los trabajadores de la pesca en Mar del Plata, las mujeres fueron la avanzada en el combate, enfrentando con firmeza y dignidad la represión, el hambre y la soberbia patronal.

4. También se han comenzado a movilizar las masas campesinas en distintas zonas del país. En el Norte (NOA y NE) se ha avanzado en la organización de movimientos y cooperativas de campesinos pobres en lucha por la tierra. Se destaca en este sentido la lucha de los medieros del Vinalito en Jujuy, que han conseguido del gobierno provincial la concesión de tierra para más de cien familias de medieros. El movimiento por la tierra se desarrolla, con formas diversas, en esas provincias del Norte. También se han organizado movimientos de medieros en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Han tenido repercusión nacional la lucha de los productores tamberos que han desenmascarado –especialmente en Entre Ríos y provincia de Buenos Aires– la opresión a que los somete el monopolio lechero, especialmente La Serenísima y Sancor. En Correa, provincia de Santa Fe, acaba de realizarse una combativa asamblea de productores agrarios en protesta por las excesivas cargas impositivas. Allí se desenmascaró a los grandes deudores del Banco de la Provincia de Santa Fe que adeudan cerca de 100 millones de dólares al mismo, y a los grandes evasores impositivos de la provincia, que adeudan millones, mientras se niegan créditos a los productores y el gobierno provincial los asfixia con fuertes impuestos. En la Asamblea de Correa, representantes de filiales de la Federación Agraria Argentina, que agrupan a productores medios e incluso pobres, plantearon el gran problema de los arriendos abusivos y se exigió a la dirección de la FAA la lucha por la rebaja de los mismos. Avanza la idea de luchar por una nueva ley de arriendos que los rebaje a porcentajes no mayores del 18-20% de la producción y que garantice estabilidad a los productores, y crece el reclamos de una reforma agraria para poder resolver los grandes problemas del país.

5. A poco de triunfar el gobierno del Dr. Menem se realizó en IV Encuentro Nacional de Mujeres. El mismo fue un éxito y denunció a los que se enriquecieron con las políticas de la dictadura y el alfonsinismo. Ahora se marcha al V Encuentro a realizarse en Santiago del Estero. El desarrollo del movimiento de mujeres es, en nuestro país como en todo el mundo, uno de los hechos más destacados del actual combate obrero y popular. Aquí ese movimiento levantó el 8 de marzo de 1984 una lista de reivindicaciones. Algunas de ellas se conquistaron o se avanzó en la dirección de conquistarlas (ley de patria potestad compartida, ley de divorcio, igualdad de los hijos ante la Ley, jubilación al ama de casa en varias provincias, entre otras).
La lucha librada por las mujeres por participar y ocupar el lugar que les corresponde en la vida política partidaria, sindical y popular, hace que,
permanentemente, vayan adquiriendo energías para ir rompiendo con los prejuicios y costumbres que esta sociedad genera en relación a las mujeres. Como una demostración de esto está la organización sindical de las trabajadoras del servicio doméstico, uno de los sectores más oprimidos y sumergidos de esta sociedad.
Se viene demostrando que impulsando las luchas por las reivindicaciones específicas, a través del frente único, es posible integrar la lucha reivindicativa y política del movimiento de mujeres con la lucha general de la clase obrera y el pueblo.

6. El movimiento por los derechos democráticos realizó grandes manifestaciones y actos contra la sanción del indulto a los condenados por crímenes contra el pueblo durante la dictadura militar. Decenas de miles de personas, en especial jóvenes, han participado en sus actividades. La sanción del indulto por parte de Menem, contrariando sus explícitas promesas preelectorales ha contribuido a la confusión de vastos sectores antidictatoriales que fueron y son utilizados por las fuerzas prosoviéticas para su campaña golpista contra el actual gobierno. Este movimiento no se ha desarrollado más por línea sectaria, antiperonista, que ha predominado en las más importantes de sus organizaciones, como resultado de la línea empujada en ellas por las fuerzas prosoviéticas.

7. En varias provincias se han desarrollado actividades y organizado comisiones y movimientos, con la participación de nuestro Partido, contra la entrega del petróleo y por la defensa de YPF, de Entel, y de los ferrocarriles. En algunas provincias el FREJUPO ha sido el Centro impulsor de estas iniciativas.

8. En forma lenta ha ido avanzando el movimiento juvenil. Existen causas objetivas por las cuales ha sido lento el avance del movimiento juvenil: la represión dictatorial que se ensañó particularmente con los jóvenes; no está cerrado el balance de las masas juveniles sobre los hechos previos y posteriores al golpe fascista de 1976; y la juventud es la principal destinataria de la actual campaña anticomunista, en todo el mundo, campaña que impulsa a la juventud al individualismo y al escepticismo. Ha sido un gran obstáculo para ese avance su inicial adhesión mayoritaria al alfonsinismo, y la confusión posterior, hasta que se volcó, también mayoritariamente al FREJUPO el 14 de mayo de 1989. La juventud juega un gran papel en el movimiento de derechos humanos, en los centros de ex combatientes de Malvinas, en los movimientos vecinal por pan y trabajo y, en forma incipiente, en la lucha contra la droga. Durante el último año se realizaron grandes movilizaciones de los estudiantes secundarios por el medio boleto. Se han organizado secretarías de la juventud en gremios, principalmente estatales. La organización de actividades deportivas sigue siendo la principal forma organizativa de la juventud obrera y barrial, Se mantiene una actividad en los centros de la juventud federados a la Federación Agraria Argentina, centros que son los más activos defensores en los congresos y actos de esa organización de la exigencia de reforma agraria.
La juventud universitaria enfrenta graves problemas como producto de la crisis, Las universidades han estado a punto de dejar de funcionar por falta de fondos y miles de estudiantes han abandonado sus estudios. En 1989 se realizaron pequeños combates por comedores, becas y rebaja en el transporte. Derrotado el alfonsinismo se han creado mejores condiciones para que la masa estudiantil pase a la lucha por sus reivindicaciones, impidiendo el arancelamiento y conquistando comedores, becas y boleto estudiantil.
En el movimiento estudiantil, más que nunca, tiene importancia la lucha ideológica en defensa del marxismo-leninismo y el comunismo, dado que los estudiantes universitarios y secundarios, son sometidos a un prolongado y variado maceramiento ideológico para ganarlos para la ideología burguesa en todas sus formas.

9. La crisis también afecta, grandemente, a la masa de profesionales –especialmente a los profesionales jóvenes– y a la masa de intelectuales. Las esperanzas que despertó en una gran parte de ellos el triunfo de Menem han sido seguidas por la desilusión producida por la crisis y la línea con la que el gobierno la enfrenta. Todos los problemas educacionales, culturales, y de desarrollo científico, se han agravado y han comenzado a producirse movilizaciones de profesionales, técnicos y trabajadores científicos en defensa de las fuentes de trabajo, de incrementos salariales y del presupuesto educativo y sanitario. También se han producido grandes luchas de los profesores universitarios.
El trabajo para ganar a la enorme mayoría de los intelectuales para la lucha antiimperialista y democrática exige de las organizaciones partidarias esfuerzos políticos y organizativos grandes para poder estudiar y generalizar experiencias muy ricas realizadas por el Partido en su trabajo en la intelectualidad en estos años.

10. El Partido ha realizado una lucha intensa para mantener el frente único que se estructuró para las elecciones: el FREJUPO. Hemos debido realizar, a nivel nacional y en algunas provincias, una dura lucha para mantenerlo y para que tuviera una línea independiente del gobierno, cosa que, en general, hemos logrado, en batalla contra los que quieren llevarlo a una posición seguidista del gobierno; y contra los que quieren romperlo, para organizar lo que se ha dado en llamar el “frejupito” y confluir con los que trabajan para el golpe institucional.
Cuando se tensaron los aprestos para el llamado golpe institucional el FREJUPO jugó un papel muy importante en su denuncia, y fue un factor clave para el fracaso de ese intento en el mes de marzo de este año,
La defensa de una orientación correcta ha sido la condición principal para mantener el FREJUPO. Y esto es clave para reagrupar a las grandes mayorías populares que triunfaron el 14 de mayo de 1989 y con vistas a las elecciones de 1991.

 

VI. La oposición alfonsinista y el golpe institucional

1. Desde julio de 1989 se ha ido conformando el núcleo de la oposición alfonsinista al gobierno de Menem. Esa oposición –de matriz prosoviética y prosocialdemócrata– fue el núcleo principal, la punta de lanza, en los meses de febrero y marzo de este año, del proyecto del golpe institucional.3
El alfonsinismo ha jugado, desde julio de 1989, el papel de mascarón de proa de esa oposición. Asegurando, primero, que no se investiguen los innumerables desfalcos producidos bajo su gobierno como los realizados durante la “crisis del dólar” de febrero de 1989 (crisis que enriqueció a un puñado de bancos manejados por la Coordinadora Radical y sus aliados) y durante el estallido hiperinflacionario de junio de 1989; o los ocurridos en la Casa de la Moneda o en los manejos del Banco Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Todo esto a cambio del apoyo a las leyes de emergencia y otras que necesitaba Menem para gobernar.
A partir de diciembre el alfonsinismo pasó a la oposición abierta ignorando que hacía seis meses había abandonado el gobierno en una forma nunca vista en el país.
Decimos que Alfonsín ha jugado el rol de “mascarón de proa” porque su desprestigio popular y en las Fuerzas Armadas, le impiden ser el factor unificador de una salida golpista. Es sí el elemento provocador que utiliza la fuerza política que le queda para crear el clima necesario para el proyecto de golpe institucional. El alfonsinismo, responsable principal de la impunidad de la inmensa mayoría de los culpables de la represión dictatorial, utilizó y utiliza, en acuerdo principalmente con el P“C” y el MAS, el tema del indulto como un punto convocante y de confluencia política para la conformación del bloque opositor gorila.
Como sucedió desde 1983 ahora también el alfonsinismo tuvo como aliados, marchando en un andarivel paralelo al suyo, pero coordinadamente con él, al MAS y al P“C”; y por otro andarivel, también paralelo, a sus viejos aliados del “centro izquierda”: Auyero, Monserrat y Volando.

2. En los meses de febrero-marzo de este año esas fuerzas se apoyaron en la alianza con el sector de De Genaro en la CGT de Azopardo y con el renovadorismo cafierista, para empujar sus planes de “golpe institucional”. Cuando la lucha se tensó estuvieron a punto de romper el FREJUPO a partir de los sectores aliados que tienen en el Partido Intransigente y la Democracia Cristiana; y atrajeron a su lado al llamado sector “de los 8” y al sector de Saadi en el peronismo.
El fracaso de los intentos de saqueo por el repudio de las masas, la relativa estabilidad del dólar y los precios, lograda en marzo; la resistencia del ubaldinismo a plegarse a esos planes y muy especialmente la oposición a ellos de Lorenzo Miguel; la muerte súbita de Cáceres; la denuncia de nuestro Partido y el FREJUPO que produjeron la reunión con Menem y frustraron el intento de emblocar al FREJUPO en una posición golpista junto al sector de De Genaro en la CGT; algunas concesiones del gobierno como el aumento a jubilados y el brusco cambio de frente de la URSS evidenciado en el telegrama de Gorbachov a Menem fueron, entre otros, elementos que frustraron la aventura alfonsinista que ya había puesto fecha al golpe institucional (segunda quincena de marzo). El brusco cambio de los soviéticos tuvo que ver, evidentemente, con la firma de los contratos de pesca, pero también con negociaciones más globales con los yanquis y occidentales, evidenciadas posteriormente en el gabinete de Violeta Chamorro, el intento de negociaciones con la guerrilla de El Salvador, los acuerdos de la URSS con Fidel y algunos cambios en la línea de éste, y en la línea conciliadora de Bush con Gorbachov respecto a la declaración de independencia de Lituania.
Los acontecimientos de febrero-marzo de este año bocetaron las formas del posible reagrupamiento de fuerzas en las futuras crisis políticas.

3. Fortalecido por el fracaso golpista, Menem maniobró rápidamente, organizó el acto por el SI el 6 de abril y aumentó el número de miembros de la Corte Suprema, con lo que privó a Alfonsín de su principal carta “institucional”. También aisló políticamente a Cafiero, obligándolo a negociar para poder aspirar a la reelección en la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Fortaleció sus lazos con los liberales y con la oposición radical a Alfonsín (oposición que ha crecido amenazando potencialmente la supervivencia de Alfonsín al frente de la UCR) e impidió, transitoriamente, la ruptura del FREJUPO.

4. Mientras tanto los prosoviéticos dentro de la UCR han organizado, en alianza con la socialdemocracia, al sector más abiertamente ligado a ellos, como “izquierda” de la UCR (Fredy Storani, Caputo, Barrios Arrechea, Álvarez Guerrero, dirección de Franja Morada). Repiten así el esquema que les sirvió para copar ese partido en 1957 y en 1982.
Los prosoviéticos trabajan también para hegemonizar y unir abiertamente a la “izquierda” peronista, uniendo a “los 8”, con el peronismo revolucionario y los sectores de izquierda del sindicalismo peronista. Aquí tienen una fuerte competencia con sectores socialcristianos.
Trabajan también para asegurar la hegemonía del sector abiertamente prosoviético de Monserrat-Volando y Auyero en la Convocatoria Democrática de Centro Izquierda.
El acto del 11 de Mayo de Izquierda Unida va a facilitar a los sectores prosoviéticos nuclear fuerzas para que el frente opositor al gobierno se incline hacia un centro-izquierda afín a sus objetivos.
También ha ido creciendo una opción de derecha, cívico-militar, en la que los prosoviéticos tienen influencia, unidos a sectores terratenientes del interior y sectores civiles y militares ligados a otros imperialismos. Nos referimos al “bussismo”, generosamente financiado por Papel Tucumán y el directorio del Ingenio Concepción, en Tucumán. El “bussismo” ha crecido en alianza con Ruiz Palacios en Chaco, Pita (aliado a Navajas Artaza) en Corrientes, Ulloa en Salta, entre otros.
5. Todos estos planes civiles y militares son paralelos y simultáneos a la preparación de fuerzas especiales, político-militares, para el caso de ser necesario. Y todos esos planes parten de la necesidad de hacer “estallar” el peronismo y el FREJUPO con vistas a las elecciones de 1991, ganando para fuerzas afines a los prosoviéticos el control de los grandes centros urbanos del país (Gran Buenos Aires; Rosario; La Plata; Córdoba, etc.)

6. También se organizan en lo civil y en lo militar, los integrantes de la corriente nacionalista en las Fuerzas Armadas, También trabajan con vistas a 1991 y se han trazado una línea independiente de Menem y de la oposición alfonsinista.

7. Con un fuerte apoyo económico (proveniente principalmente de las centrales socialdemócratas) se proyecta levantar el MAS como la gran fuerza electoral de la izquierda. Son también la más importante fuerza de izquierda para la agitación golpista.
En tanto transcurre la crisis del P“C” (Fava-Etchegaray), cuya resolución estará estrechamente relacionada con la resolución de los planes de reagrupamiento de fuerzas anteriormente mencionados. Actualmente existen cuatro organizaciones surgidas de la crisis del P“C” revisionista: la oficial; la que orienta Arévalo; la de Bustelo-Vélez; la de los disidentes ligados a Iscaro y otros ex dirigentes. Ahora el Comité Central y la Comisión Política del P“C” se han dividido en tres tendencias duramente enfrentadas la de Fava, Pereira y Etchegaray; la de Dratman y Alvarez; la de Sigal. En esta división, como en las anteriores, tiene gran influencia la polémica interna en la URSS entre los gorbachovianos y sus opositores, y la polémica entre los soviéticos y los cubanos.

 

VII. Reagrupar a las fuerzas obreras y populares sobre la base de las fuerzas que triunfaron el 14 de mayo de 1989

1. Nuestra línea política parte de considerar a la actual crisis como una crisis propia del sistema dependiente y atrasado que predomina en nuestro país. No habrá solución a los problemas populares y la crisis seguirá descargándose sobre las masas trabajadoras si no se liquida ese sistema de raíz con la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo. Pero no se podrá liquidar ese sistema por el camino que las clases dominantes señalan como el único posible para la liberación de las masas explotadas: el sistema parlamentarista o electoral. Camino que esas mismas clases dominantes han atrincherado para impedir que las masas conquisten, por él, su liberación. Utilizamos ese camino para ayudar a las masas a comprender, por su propia experiencia, que por él no van a conseguir nada. Nosotros, como enseñó Mao: exigimos “a las clases dominantes un tránsito pacifico” pero estamos convencidos que esas clases dominantes nunca entregarán el poder por su propio voluntad, sino que, invariablemente, recurrirán a la violencia para defenderlo.4 Por lo que nuestra línea es acudir a las palabras y no a los puños”, pero estar preparados para cuando el enemigo utilice la violencia; como lo ha hecho históricamente frente al proletariado y al pueblo argentino cuando éstos amenazaron su poder.
Frente a la crisis proponemos salidas y programas de coyuntura pero esclarecemos que sólo un gobierno popular, hegemonizado por la clase obrera, puede aplicar a fondo esas medidas.

2. Desde el punto de vista estratégico –de lucha por la revolución de liberación nacional y social– son enemigos todos los imperialismos, todos los terratenientes, toda la burguesía intermediaria y todos los reaccionarios que les sirven. Por eso no es posible –como plantean las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas– apoyarse en un imperialismo para liberarse de otro. Sí es posible utilizar las contradicciones entre ellos, como enseña nuestra experiencia, para avanzar por el camino revolucionario e incluso para el propio triunfo de la revolución, como enseñó la Revolución de Mayo y como enseñaron las revoluciones Rusa y China. Por eso, tácticamente, golpeamos hasta 1973 al imperialismo yanqui como enemigo principal, y luego a las fuerzas prosoviéticas que pasaron a hegemonizar el poder en la Argentina.
Nuestra Plataforma para la crisis plantea que a ésta la paguen los que se enriquecieron con la dictadura y con el alfonsinismo. Estos sectores también se beneficiaron, en general, con la hiperinflación en junio y diciembre del año pasado y en febrero de este año. Tácticamente, en cada empresa, gremio o provincia tratamos que el blanco principal de ataque esté en aquellos terratenientes y monopolistas que hegemonizan el bloque de clases dominantes.
Partimos de la defensa de los intereses inmediatos y mediatos de la clase obrera y las masas oprimidas y, desde allí, con el mencionado blanco, “criticamos o no” al gobierno de Menem según conceda o forcejee con las clases dominantes y en especial con el grupo hegemónico de esas clases. Nuestra línea frente a la burguesía es la línea de unidad y lucha; de apoyar lo positivo y criticar lo negativo. Nos preocupa principalmente la unidad con las masas del campesinado pobre y medio y la pequeña burguesía urbana pauperizada. Luchamos, también, para unimos con los sectores burgueses que podemos atraer o neutralizar frente al enemigo y enfrentamos las medidas y posiciones reaccionarias de estas clases para poder unimos con ellas –de ser necesario– en el futuro y poder unimos con las masas que influencian.
Hay quienes niegan que haya algo positivo en el gobierno de Menem. Influencia para esto, como es lógico, la situación económico-social de las masas populares en general y la desesperación de grandes sectores populares de capas medias, en particular, que son arrastrados a la ruina por la crisis y la actual política económica. Pero contribuye también a ese juicio un análisis unilateral, influido por la burguesía prosoviética y proeuropea que han sido afectadas por algunas de las medidas del gobierno. Y hay quienes no ven lo negativo, influenciados por la burguesía nacional. En estos análisis aparecen también diferencias estratégicas con el programa del Partido. En el primer caso, cuando sólo se ve lo negativo, esto sucede, muchas veces, porque pese a trabajarse con una línea sindicalista, reformista, o populista, se trabaja con la idea de una revolución socialista de inicio. Y cuando sólo se ve lo positivo se debe muchas veces, a que se resigna la lucha por la hegemonía proletaria en la revolución. En los dos casos –desde la “izquierda” o la derecha– se trabaja con una idea evolucionista y electoralista, a lo más golpista, porque ninguna de estas propuestas vincula la misma a una línea insurreccional.
Junto con nuestra plataforma para la crisis, que implica la crítica al rumbo actual de la política del gobierno y la lucha contra el mismo proponemos un gabinete de unidad popular, sobre la base de las fuerzas que, unidas en el FREJUPO, ganaron las elecciones del 14 de mayo, ampliadas con otras fuerzas obreras y populares que estén de acuerdo con ese cambio de rumbo. Desde este punto de vista el programa del FREJUPO, es una base de discusión, que nosotros encaramos desde nuestra propia plataforma para la crisis.
Proponer un cambio de gobierno –como hace ahora el MAS, y no hizo con el gobierno alfonsinista– significa, en concreto, en las actuales circunstancias, un camino golpista y no un camino revolucionario. Y proponer una plataforma sin una propuesta de gabinete popular significaría seguir un camino de seguidismo a la actual política menemista, política que, desde el punto de vista popular y nacional, es un camino de sufrimientos y de derrota.
4.    Mao Tsetung: Obras Escogidas. Tomo V, Pág. 540.

3. Nuestra propuesta no sólo es adecuada al actual momento político sino que también puede ser útil para enfrentar, con la movilización de las masas, un posible golpe de Estado abierto o institucional sin caer en el seguidismo al gobierno menemista.
Cuando se tensó la movilización de masas, en febrero, planteamos la consigna de paro activo de doce horas con movilización, en lucha por las reivindicaciones inmediatas, por un gabinete de unidad popular y contra el golpe institucional. Esta consigna de paro activo debe ser utilizada de acuerdo con las circunstancias concretas que predominen, ya que, para mediados de marzo, ella, en determinado momento, confluyó, objetivamente, con la propuesta de golpismo institucional y actualmente puede ser movilizadora, y justa en la lucha contra la reglamentación de la ley antihuelgas, la proyectada ley nacional de empleo y contra la política de privatizaciones.
Como planteamos en la resolución política de la reunión del Comité Central del 12 y 13 de agosto de 1989: “el Partido debe encabezar la lucha de las masas por sus reivindicaciones políticas y sociales y ser la vanguardia de un gran movimiento contra el hambre y la desocupación. El tema no es si tomar o no las reivindicaciones sino con qué política tomarlas”. La reciente experiencia de lucha de los estatales de Jujuy es ilustrativa sobre esto. Nuestra línea para impulsar las luchas debe tener en cuenta: que el blanco de las mismas sea el enemigo principal al que golpeamos nacionalmente y en cada provincia o municipio en cada fábrica o gremio de acuerdo con la consigna “que la crisis la paguen los que se enriquecieron con la dictadura y el alfonsinismo”. Debe contribuir a la lucha para cambiar el rumbo de la política actual y a reagrupar fuerzas para ese objetivo y para el gabinete de unidad patriótica y popular que lo garantice y debe oponerse al golpe institucional que prepara el enemigo. Debe ayudamos a acumular fuerzas revolucionarias atendiendo a que el principal instrumento para esto es la lucha de clases en todas sus formas.
Nuestra línea actual tiene en cuenta, principalmente, lo que piensan las masas proletarias y oprimidas de la ciudad y el campo que, sin tener grandes esperanzas en el gobierno menemista, tienen actualmente expectativas y le “dan tiempo”. Es correcto atender el estado de ánimo de las clases aliadas en la revolución, y especialmente el de la pequeña burguesía. Pero es cambiar de clase (como comunistas) partir del estado de ánimo –por otro lado móvil como pluma al viento– de la pequeña burguesía, para trazar la línea del Partido. Actualmente los sectores políticos que expresan a la pequeña burguesía, sectores muy influenciados por los revisionistas, tienen frente al gobierno peronista una impaciencia y una animosidad que no tuvieron frente al alfonsinismo. Quisieran, desde este punto de vista, que encolumnáramos al Partido en la “vereda del NO”, tras las banderas “rojas” del “socialismo con democracia” del MAS y el P“C”.
Nuestra línea ha confrontado, exitosamente, con esa línea pequeñoburguesa al servicio del revisionismo, en varios acontecimientos de masa. El primero fue en el IV Encuentro de Mujeres. El más reciente en la lucha de estatales de Jujuy. Este ejemplo debe ser estudiado porque sintetiza bien nuestra línea para el momento actual, independientemente de que pueda mejorarse.

4. En cuanto a la lucha contra las privatizaciones de empresas estatales participamos, de hecho, en un frente único con fuerzas peronistas, frejupistas y opositoras. En ese frente único tenemos unidad y lucha. Nuestra línea en este terreno parte de la definición marxista del Estado como un instrumento de dominio de las clases dominantes. En nuestro caso la oligarquía proimperialista y proterrateniente. Ni la sociedad por acciones, ni la transformación en propiedad estatal, suprimen el carácter capitalista de las fuerzas productivas, como plantearon Marx y Engels. El Estado argentino, desde este punto de vista, debe ser “desprivatizado”, si se quiere, en vez de privatizado, ya que las empresas estatales en su totalidad han sido utilizadas para el crecimiento y el beneficio de los monopolios hegemónicos. Entre 1946 y 1955 las empresas estatales sirvieron –con excepciones– para un cierto desarrollo de la burguesía nacional y de un sector estatal que apuntaló una política en general autónoma frente al imperialismo. Pero luego de 1955 no fue así. Y así como en el siglo pasa o y comienzos del actual, el Estado argentino fue el instrumento para la apropiación de tierras y ganados por los latifundistas, y la gran palanca que utilizaron los imperialistas hegemónicos, especialmente los ingleses, para dominar el país, luego de 1955 el Estado argentino sirvió, principalmente, para afianzar primero el dominio de los monopolios yanquis e ingleses y luego preponderantemente el del socialimperialismo soviético (valgan los casos de Aluar, Papel Prensa y la política de la Corporación de Empresas Estatales con la dirección de Madanes como ejemplo) y también alemanes (caso Siemens y sus contratos con ENTEL) italianos (concesiones al grupo FIAT y a Techint), etc.
Luego del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, los revisionistas tergiversaron el análisis de Lenin sobre el capitalismo monopolista de Estado y revisaron la teoría de Lenin sobre el imperialismo planteando la existencia de una nueva etapa de desarrollo capitalista en la que, en la práctica, existiría una contradicción principal entre el Estado capitalista y los monopolios privados. La clase obrera según esta teoría, debería defender el Estado capitalista contra los monopolios. Para la concepción revisionista el llamado “capitalismo democrático de Estado”, sobre la base de la estatización de las empresas claves y sin destruir el Estado oligárquico-imperialista, abre un período de transición que posibilitaría la resolución pacífica de las tareas democráticas y antiimperialistas y el tránsito pacífico al socialismo. Esta fue la teoría que guió al trío prosoviético de Gelbard-Broner-Madanes luego de 1973, fue la teoría aplicada en Chile en el gobierno de Allende, y, de fondo, es la teoría de algunos de los consejeros que participaron en la redacción de la última propuesta de la CGT Azopardo.
Para nosotros, en un Estado capitalista, imperialista o dependiente, el Estado sirve a las clases que lo dominan y, como dijo Mao, “es una grave desviación del marxismo” creer que las empresas estatales en sí mismas expresan otra cosa. Más aún cuando luego de décadas de estatización existen muchos directivos patriotas en ellas pero, la mayoría, está dirigida por una burguesía burocrática totalmente corrompida y al servicio de los monopolios privados. Por eso nuestra defensa de las empresas estatales, frente a las privatizaciones, la hacemos articulado con nuestra línea de destrucción del Estado oligárquico-imperialista, atacando la idea que sin destruir ese Estado esas empresas pueden ser utilizadas para una política autónoma con la simple designación de uno y otro funcionario patriótico. Atendemos, sí, a la diferenciación entre burguesía nacional y burguesía proimperialista, ya que si la burguesía nacional controla las palancas de las empresas estatales éstas pueden jugar un cierto papel para frenar la penetración imperialista. Pero sólo jugarán un rol decisivo para un desarrollo autónomo, autosostenido y en beneficio de los intereses de las masas populares, cuando se destruya este Estado oligárquico-imperialista y se edifique un poder popular hegemonizado por la clase obrera.
La política privatizadora de Menem es entreguista. No es cierto que procure mejorar la eficiencia de las empresas estatales. Es una política que trata de acordar con los tenedores de bonos de la deuda externa y busca una forma de aliviar la presión de los acreedores externos, rematando el patrimonio nacional, entregando esas empresas a grupos monopolistas que sólo buscan rapiñar ese patrimonio apropiándose del mismo por monedas. Es una política que remata lo que da ganancias y se queda con lo que da pérdidas al tiempo que afronta la deuda de esas empresas, por lo que agravará aún más el déficit estatal y favorecerá una tremenda corrupción, ya que muchos de los negocios en marcha atienden más –como sucede en el caso ferroviario– a la especulación que a los servicios que se pretenden privatizar.

5. En el gobierno hay sectores progresistas y patriotas y hay sectores reaccionarios y entreguistas. Pero la principal expresión política de la reacción y la entrega nacional están en la oposición al gobierno. Porque el bloque que hegemonizó el poder en la Argentina, desde 1971, tiene lo fundamental de sus fuerzas fuera del gobierno y ese es el blanco principal a golpear para que avancen las fuerzas revolucionarias. Su punta de lanza es el alfonsinismo prosoviético. Su proyecto político, a corto o largo plazo, es el golpe institucional, cualquiera sea la variante que éste pueda llegar a tener (gabinete de coalición con un primer ministro afín a esas fuerzas; renuncia o remoción del presidente y su reemplazo por un hombre de esa corriente, etc.). El golpe institucional requiere el apoyo de una fuerza militar que les permita enfrentar con éxito golpes y contragolpes de Estado rivales. Esa fuerza militar está conformada en tomo al “lanussismo “ del Ejército.
En lo esencial las críticas al gobierno que le hace esta oposición representan un “quítate para que yo me ponga”. No se oponen a la línea económica principal, como demostró la propuesta alfonsinista frente a ésta (propuso: “anclar” el dólar; cambiar la política impositiva, como había planteado en su momento Jorge Born; y atender a lo social, como si él durante su gobierno se hubiese preocupado mucho por el tema). Tampoco se oponen a las privatizaciones. Se oponen al plan que beneficia al grupo yanqui encabezados por el City Bank y proponen hacerlas en beneficio del grupo Madanes-Garfunkel en ferrocarriles; de Bridas y Astra en el petróleo; de la SAS en Aerolíneas, etc.
La lucha contra el golpismo institucional o abierto de esas fuerzas será una constante de nuestra línea. En algunos momentos, como a principios de marzo, estará en el primer plano y en otros será secundarizada por la necesidad de privilegiar la movilización contra el rumbo económico-social y político que sigue el gobierno. La oposición golpista se monta en la crisis económica y en la línea del gobierno, para tratar de reinstalar, a plenitud, en el poder, al grupo hegemónico prosoviético social-demócrata europeo que gobernó con Alfonsín. No encaramos esa lucha defendiendo al gobierno de Menem. Por eso proponemos una propuesta de gabinete de unidad patriótica y popular. Cuando el peligro de golpe se tensa, golpeamos juntos con el menemismo.
Si la lucha de clases crease otra situación, de tipo revolucionario, el Partido debería estar preparado para un cambio brusco de política y consecuentemente de consigna. Hoy no es el caso, y quienes nos empujan a la oposición abierta al gobierno no nos empujan hacia la revolución sino hacia la más negra contrarrevolución: la del lanussismo, el alfonsinismo y sus seguidores del MAS, y el P“C” gorbachoviano.

6. El cafierismo –fuertemente entrelazado con los prosoviéticos y con el alfonsinismo por lazos que se ataron hace tiempo y son difíciles de romper– vacila entre el gobierno y la oposición.
Trata de atraer al “miguelismo” a sus planes, hasta ahora sin éxito.
Vamos a un enfrentamiento con el cafierismo que puede afectar las alianzas en el FREJUPO, ya que no podemos votar favorablemente la constitución provincial que Cafiero acordó en oscuro contubernio con el alfonsinismo. Constitución incluso sancionada por un camino inconstitucional, desde el punto de vista de la constitución oligárquico-burguesa que rige en la Provincia de Buenos Aires.
Debemos aprovechar la campaña por el plebiscito constitucional en la Provincia de Buenos Aires, para plantear los problemas de fondo de la Provincia y nuestra propuesta programática para resolverlos,

7. Se mantiene un grado importante de fractura entre la corriente lanussista y la nacionalista en las Fuerzas Armadas. La primera es heterogénea. La nacionalista también.
La corriente nacionalista que encabezan Rico y Seineldin reivindica la gesta antiimperialista de Malvinas y ha avanzado en sus posiciones contra las dos superpotencias, contra las privatizaciones de empresas estatales, en sus críticas al generalato corrupto de la dictadura y en sus planteos de unirse al pueblo. Se apoya en un poderoso movimiento de suboficiales, que tiene múltiples formas orgánicas, y tiñe de tonalidades populares al movimiento. Tienen retraso en ubicar una posición correcta para el problema agrario, Esta corriente tiene que repudiar la mal llamada “guerra antisubversiva” y condenar los crímenes cometidos contra el pueblo por la dictadura prooligárquica y proimperialista de Videla-Viola. Esto creará mejores condiciones para su unidad con el pueblo para enfrentar al enemigo común,
Nuestras relaciones con la corriente nacionalista de las Fuerzas Armadas han avanzado en este período. Nuestra línea para el caso de enfrentamientos sigue siendo la de terciar. Terciar implica una posición activa y no un pretexto para mantenerse en un ni-ni (Ni con uno ni con otro) que, de fondo, es expresión de un antimilitarismo verbalista e intrascendente. Terciar implica mantener una línea de frente único que golpea a un enemigo común. El frente único puede implicar una relación orgánica de frente o simplemente golpear juntos. El frente único –cualquiera sea la forma que adopte– nunca implica, en nuestro caso, reconocer la dirección político-militar a una fuerza burguesa, sino luchar por la hegemonía obrera en los acontecimientos, lo que plantea, ante estos, la necesidad de movilizar con independencia a las fuerzas obreras y populares.
En el futuro será necesario intensificar por todos los medios posibles el trabajo hacia las Fuerzas Armadas. Siempre entendimos que es la lucha popular, en sus múltiples formas, la que puede fracturarlas. Sin esto es imposible el triunfo de la revolución, Y las luchas crecerán en el futuro y, como muestran algunos ejemplos recientes, ante ellas se evidencia esa fractura en los cuarteles.

8. Debemos asumir rápidamente la defensa del Hospital Público ante el avance de proyectos privatizadores que intentan transformar a las instituciones sanitarias en depósitos de indigentes e introducir el lucro como objetivo fundamental.

9. Nuestra línea principal a tiende a reagrupar a las fuerzas obreras y populares que triunfaron en las elecciones del 14 de ayo, ganar allí la hegemonía para las fuerzas obreras y populares (entendiendo por populares, especialmente, al campesinado pobre y medio y a los sectores pauperizados de la pequeña burguesía urbana) y unirnos con sectores patrióticos y populares que no votaron entonces al FREJUPO.
¿Dónde está el contingente principal a reagrupar? ¿Desde dónde reagrupar? ¿Desde dentro o desde fuera del FREJUPO? ¿Las fuerzas principales a unir son las que el 14 de mayo votaron al FREJUPO o las que entonces votaron al radicalismo o a Izquierda Unida?
Nuestro trabajo principal apunta a las grandes masas obreras y populares que aún hoy, en abrumadora mayoría, siguen al peronismo. Nuestra orientación estratégica –como planteó el Comité Central de 26 y 27 de febrero de 1988 – “apuesta a fundirnos con las amplias masas que siguen al nacionalismo burgués, al peronismo, ganarnos su confianza y su corazón, organizarlas y llevarlas a la revolución a través de luchas parciales y, principalmente, de su propia experiencia.” Ganarlas no sólo por la propaganda y la teoría sino por su propia experiencia a la que debe servir esa propaganda y por recorrer, con nosotros, un largo camino de lucha. Esto implica unidad y lucha.
El Partido jugó un gran papel para constituir el FREJUPO en el orden nacional y nos corresponde un gran mérito en haberlo mantenido, lo que vino a resultar clave durante los preparativos del golpe institucional alfonsinista de febrero-marzo. También fue importante el FREJUPO para que la confluencia producida en torno a la propuesta de la CGT Azopardo no fuese hegemonizada totalmente, por las fuerzas socialdemócratas que confluyen con el alfonsinismo e Izquierda Unida. Estos hechos demostraron que mantener el FREJUPO es útil para nuestra línea política.
No se descarta que el FREJUPO se rompa. En todo caso nosotros no trabajamos para esto. Menos aún cuando el programa que lo une es relativamente bueno y los métodos de funcionamiento que practica son democráticos. Lo que tendrá importancia para la lucha actual y con vistas a 1991.
Pero si el FREJUPO se rompiese ¿Cuál será el centro de nuestra política de alianzas? ¿Las fuerzas agrupadas en el peronismo o las de izquierda pequeñoburguesa que se opusieron desde adentro y desde afuera al FREJUPO? Entendemos que el centro de nuestra política, en tal caso, estaría en unirnos con esas masas peronistas.

10. Desde el Quinto Congreso nuestro Partido ha avanzado en el trabajo y la influencia en el movimiento obrero, el campesinado pobre, el movimiento de mujeres, las fuerzas Armadas y, lentamente, comienza a avanzar en el trabajo juvenil y estudiantil. El FREJUPO nos ayudó para ser conocidos por las grandes masas.
También el desarrollo del PTP nos ha servido para ser conocidos y extender nuestra influencia nacionalmente. Tenemos actualmente trabajo en todas las provincias. Conseguir la personería electoral del PTP, allí donde aún no la tenemos, y asegurar todos los detalles necesarios para mantenerla (en las provincias en las que la hemos conseguido) es importante para las tareas actuales y con vistas a las elecciones de 1991, elecciones que tendrán base municipal y provincial. Los recientes ejemplo de afiliación al PTP en Santa Cruz, Santiago del Estero, Mendoza, Córdoba, Entre Ríos y la zona sudoeste de la Capital federal, son demostrativos de la posibilidad de reclutar miles de afiliado al PTP y crecer orgánicamente y no sólo numéricamente a nivel nacional, tonificando así nuestras fuerzas en el movimiento obrero y popular.
Nuestra influencia no se traduce aún en un crecimiento orgánico importante del PTP y PCR. Nuestra influencia debe multiplicarse en mucho y una revisión profunda, una verdadera campaña de rectificación de nuestro estilo de trabajo debe emprenderse para poder crecer, orgánica e ideológicamente. Más aún en el apogeo de una nunca vista – por su magnitud y características – campaña anticomunista.
Nos ata las piernas para ese crecimiento nuestra extrema debilidad financiera. Pagamos con ella nuestra independencia política, pero si no la superamos será imposible multiplicar nuestras fuerzas y se afectará, en la práctica, esa independencia.
El Sexto Congreso debe servimos para poner a foco los centros políticos del movimiento obrero en cada regional. Y para producir un verdadero viraje en nuestro trabajo hacia las cincuenta grandes empresas que definen, y definirán en el futuro, el rumbo del movimiento revolucionario argentino.
El PCR vuelve a apostar, –como siempre–, a la clase obrera y a confiar en ella su futuro y el de la revolución.