Noticias

19 de octubre de 2016

Dylan y el Nobel

Premio a un trovador de los sesenta con vigencia

 

 
Piénsese lo que se piense del Premio Nobel, lo cierto es que cada año coloca en el primer plano de la opinión mundial temas y protagonistas de distintas disciplinas, despertando controversias, generalmente menos intensas en las ciencias que en las letras o la política. El de Literatura de este año le fue otorgado al estadounidense Bob Dylan. Voces conservadoras objetan que se premie en ese rubro a un autor de canciones, sin embargo, es un reconocimiento merecido a un género no siempre valorado en su calidad literaria. Ciertamente, Dylan es un artista integral como escritor, compositor, cantante, instrumentista musical y pintor. Y sus canciones, como todas las canciones, constituyen una unidad de letra, música y canto; se las escribe no para ser leídas sino oídas. Y a menudo las letras, sobre todo las de aquellas canciones que hemos escuchado mucho, nos resultan desabridas al leerlas por separado, sobre todo en traducciones que por fuerza deben sacrificar la musicalidad de la rima para preservar el sentido, o viceversa. Aun así, son muchas las canciones de Dylan que “resisten” ser leídas como un poema desnudo. Entre ellas, algunas emblemáticas como Soplando en el viento, casi un himno de las movilizaciones de masas por los derechos civiles, contra el racismo y contra la guerra de Vietnam en los Estados Unidos de los años 60 y 70: “¿cuántas muertes serán necesarias/ para que se comprenda/ que ha muerto demasiada gente?/ (…) ¿cuántos años deben las personas existir/ antes de que se les permita ser libres?/ La respuesta, mi amigo/ está soplando en el viento”. O “Señores de la guerra”: “Déjenme preguntarles:/ ¿vuestro dinero es tan bueno/ como para comprarles el perdón?// … cuando les llegue la hora/ el dinero no servirá/ para recuperar sus almas.// Espero  que la muerte les llegue pronto;/ yo seguiré sus ataúdes en la pálida tarde/ y observaré mientras los bajan hasta su último lecho,/ y me quedaré ante sus tumbas/ hasta asegurarme que estén muertos”.
Las letras de Dylan se inscriben en una larga tradición de la canción popular norteamericana que incorpora la crónica de sucesos sociales –como en la antigua juglaría–, hechos policiales e injusticas del poder, con largas descripciones narrativas al estilo de los “blues hablados”. Él se inicia como discípulo admirador de Woody Guthrie, el cantante folclórico de protesta y miembro del Partido Comunista quien llevaba escrita en su guitarra la leyenda “Esta máquina mata fascistas”. 
Posteriormente, su música fusiona el estilo folk con el rock, incorporando instrumentos eléctricos. Sus canciones incluyen también la temática amorosa, tanto como imágenes oníricas, sentencias morales y referencias propias de la tradición judeo-cristiana (fue adherente a ambas religiones). Pero sus temas más escuchados y requeridos en sus recitales públicos son sus clásicos (que él siempre incluye), por eso ha dicho hace poco: “dondequiera que vaya, soy un trovador de los sesenta, una reliquia del folk-rock, un rapsoda de tiempos pasados”.