Las movilizaciones de protesta desarrolladas el 19 de noviembre en todo el país eclipsaron por completo la concentración gobiernista efectuada 4 días antes en Guayaquil. Acostumbrado a medir por distintos medios el respaldo popular a su gestión, el presidente Rafael Correa dijo que en aquella se habían llenado 10 cuadras; ahora habrá que preguntarle qué opinión le merece que las organizaciones populares convocaron a tanta gente que, solo en Quito, coparon más de 15.
Por diversos medios el gobierno intentó desactivar la protesta, pero fracasó. Esos esfuerzos no se restringieron a los últimos días, en los que arreció la propaganda de contenidos violentos para generar en la población un sentimiento de temor, y presentó las reformas al Código del Trabajo reivindicando como creaciones históricas derechos que se encuentran ya tipificados en convenios internacionales de la OIT, como la prohibición de despedir a las mujeres embarazadas y a los dirigentes sindicales. Los procesos judiciales seguidos en contra de 53 estudiantes del colegio Mejía –para sentar precedentes- y las sanciones “administrativas” en contra de más de un centenar de jóvenes de varios establecimientos por participar en las jornadas de protesta del 17S y 18S tampoco impidieron la incorporación de los estudiantes en esta jornada.
Son tres momentos específicos en los que, en el curso de este año, el gobierno ha debido asimilar claras expresiones de desconfianza popular a su gestión: las elecciones del 23 de febrero pasado; las manifestaciones del 17S y los días subsiguientes; y, ahora, este 19N. No son los únicos momentos de lucha o de manifestación política claramente antigubernamental, pero sí los más importantes.
Es muy significativo que, a despecho de los deseos y cuanto el gobierno ha hecho en contra, hay un desarrollo y una calificación del movimiento popular. Éste crece, se fortalece, y en contraparte la imagen del presidente y su gobierno se corroe.
El movimiento sindical ratificó su capacidad convocante a otros sectores para la protesta, y este es uno de los elementos políticos de enorme trascendencia, pues, muestra la articulación de un movimiento social de protesta que tiene como núcleo a sectores populares organizados en los que las fuerzas de izquierda tienen una clara influencia.
Son dos jornadas masivas de protesta exitosas que se han producido en estos tres últimos meses y la pregunta que inevitablemente surge es qué viene luego. Los gritos de preparar un paro nacional del pueblo se escucharon con fuerza en la concentración efectuada en la Plaza de San Francisco. Ese es un gran reto que demanda enormes esfuerzos, pero sobre todo es necesario para cerrar el paso a las intenciones antidemocráticas del correísmo.