La movilización multitudinaria en la Plaza Tahrir y en las calles relegó las elecciones parlamentarias a un segundo plano. Si finalmente se cumple, la votación que comenzó el lunes 28 y que se prolongará en varias etapas hasta marzo tendrá lugar sobre un trasfondo incesante de lucha por verdadera democracia.
La movilización multitudinaria en la Plaza Tahrir y en las calles relegó las elecciones parlamentarias a un segundo plano. Si finalmente se cumple, la votación que comenzó el lunes 28 y que se prolongará en varias etapas hasta marzo tendrá lugar sobre un trasfondo incesante de lucha por verdadera democracia.
El viernes 25 de noviembre, faltando apenas tres días para el inicio de las elecciones parlamentarias, tuvo lugar en El Cairo la concentración más multitudinaria desde la caída del dictador Hosni Mubarak en enero. Desde entonces, cada día ese lugar emblemático del proceso revolucionario abierto en Egipto estuvo colmado de manifestantes. Cientos de manifestantes seguían acampando en la plaza Tahrir antes de la jornada electoral.
El último domingo el mariscal Tantaui, jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), amenazó con “consecuencias muy graves” si las manifestaciones seguían. Y ya se sabe lo que eso significa. Desde que el CSFA reemplazó al derrocado Mubarak, se iniciaron 15.000 juicios a civiles (más que durante los 30 años de dictadura de Mubarak); 13 fueron condenados a muerte. Se ha perseguido a las familias de los mártires de la revolución de enero; se practican torturas, y “controles de virginidad” a las mujeres. El 9 de octubre el régimen militar masacró a 500 cristianos coptos durante una marcha.
“¡Que caiga el mariscal!”
El viernes 25/11 más de 100.000 manifestantes se congregaron en la plaza Tahrir (Liberación) para exigir la salida inmediata del poder de los miembros del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA). Tras la caída de Mubarak, el Consejo había asegurado que permanecería sólo seis meses y convocaría a elecciones en agosto. Mintió. Maniobró para permanecer en el poder y para postergar y condicionar las elecciones, y desató una feroz represión contra las manifestaciones y las organizaciones populares.
La propia concentración fue un acto combativo y heroico, ya que durante un día y medio miles de jóvenes habían enfrentado, en verdadera batalla campal, la salvaje represión desatada por el gobierno desde el viernes anterior –cuando la policía desalojó a palos, gases y tiros el acampe de familiares de las víctimas de la rebelión de enero– cobrándose más de 40 asesinados y no menos de 3.000 heridos. Además de la capital El Cairo, también hubo combates en la combativa región industrial del delta del Nilo, en Alejandría y Puerto Said (Norte), Suez y Qina (centro) y Asuán (Sur). Los manifestantes organizaron equipos médicos en escuelas e iglesias, y redes de facebook y twitter para juntar máscaras antigás, vendas, gasas, remedios y donaciones de sangre. En sus sitios de Internet hacen denuncias y suben fotografías de los asesinados o desaparecidos.
Los manifestantes rechazaron al nuevo primer ministro designado por la dictadura: Kamal Ganzouri ya fue primer ministro del propio Mubarak entre 1996 y 1999. El jefe de gobierno anterior había renunciado con todo el gabinete al generalizarse la represión y los combates callejeros. Tras el nombramiento de Ganzouri centenares de manifestantes bloquearon la entrada de la sede del Consejo de Ministros, cerca de la plaza Tahrir, para impedir su ingreso al edificio.
La histórica Plaza Tahrir volvió a retemblar con consignas como: “¡El pueblo quiere libertad!” y “¡Que caiga el mariscal!” (Tantaui). Mohamed Tantaui, hoy jefe del CSFA, fue durante 20 años ministro de Defensa del tirano Mubarak. “¡Fuera, fuera, fuera!”, era el grito constante en la plaza. En el Cairo hay pintadas que muestran una cara, mitad Mubarak y mitad Tantaui. Los manifestantes reclaman que el Ejército entregue el poder a un gobierno provisional civil de unidad nacional.
¿Elecciones “libres”?
Las elecciones son tema de intenso debate. Las fuerzas reformistas las consideran “los primeros comicios libres” en el país en décadas. Pero no son “libres”: la dictadura militar las organizó en sucesivas fases a lo largo de varias semanas (para permitir toda clase de manipulaciones) y no sólo las controla férreamente sino que intenta imponer un texto con las reglas que el Parlamento electo debería cumplir al redactar la nueva Constitución. Las elecciones así condicionadas garantizarían un régimen “tutelado” por el Ejército: el mismo Ejército que durante tres décadas sostuvo la tiranía proyanqui de Mubarak.
Por eso las corrientes revolucionarias llamaban a postergar las parlamentarias, exigiendo que fueran convocadas por un gobierno provisional formado una vez caído el régimen del CSFA.
Consciente de que la nueva revuelta popular puede hacerlo terminar expulsado como Mubarak o linchado en la Plaza Tahrir, Tantaui sigue regando amenazas y promesas: ofreció adelantar la elección presidencial a julio del año próximo, crear un gobierno “de salvación nacional”, y hasta convocar un referéndum para abandonar inmediatamente el poder “si la situación lo requiere”. En los últimos días habló de un “Consejo Consultivo”, con el que ganaría tiempo hasta la conformación del parlamento.
Pero el pueblo egipcio ya no le cree una palabra, ni cree en el mentiroso pedido de “perdón” del CSFA por las decenas de muertos: sabe bien que es él quien da las órdenes.
“Ahora está claro que el que escribía los discursos del presidente Mubarak es el mismo que escribe los discursos del mariscal”, ironizó un comunicado del Movimiento 6 de Abril, la agrupación juvenil que estuvo y está en el corazón de la rebelión egipcia.
“Revolución” secuestrada
Los jóvenes egipcios consideran que su revolución fue secuestrada. Diez meses después del 25 de enero, pocas cosas han cambiado: en enero amplios sectores populares albergaban expectativas en que a la cabeza del Ejército resurgiera un nacionalismo popular como el que en los ’50, encabezado por Gamal Nasser, combatió a los imperialistas ingleses y franceses; pero la pobreza, el entreguismo proimperialista y la brutalidad policíaca del régimen mubarakista siguen incólumes ahora bajo el de Tantaui.
Por eso el Movimiento 6 de Abril rechazó la reunión que el fin de semana anterior realizaron fuerzas políticas egipcias (entre ellas la Hermandad Musulmana) con la Junta Militar. El Movimiento comunicó que los partidos y fuerzas políticas presentes en la reunión “no representan a Tahrir y no permanecen en la Plaza junto a los revolucionarios”. “Reiteramos las demandas de la plaza –subrayaron–: no negociar con los militares, que el Consejo militar escuche las demandas de Tahrir (es decir, la transferencia del poder a una autoridad civil), y que las cumpla de forma inmediata”.