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30 de abril de 2013

Un día de lucha de la clase obrera en todo el mundo, por sus reivindicaciones. Los comunistas impulsamos esta jornada en tiempos de legalidad o en la más cruda clandestinidad. Hasta en la cárcel, como enseñó Julius Fucik.

El 1° de Mayo

Día Internacional de los Trabajadores

El Día Internacional de los Trabajadores se estableció en el congreso fundador de la Internacional Socialista (conocida como Segunda Internacional), en París en 1889. Allí se resolvió que al año siguiente, en todo el mundo, los obreros harían una jornada de lucha el mismo día, para reclamar principalmente la jornada de 8 horas, y en homenaje a los “Mártires de Chicago”, los anarquistas enjuiciados y ahorcados por una provocación policial durante una huelga en esa ciudad estadounidense en 1886.

El Día Internacional de los Trabajadores se estableció en el congreso fundador de la Internacional Socialista (conocida como Segunda Internacional), en París en 1889. Allí se resolvió que al año siguiente, en todo el mundo, los obreros harían una jornada de lucha el mismo día, para reclamar principalmente la jornada de 8 horas, y en homenaje a los “Mártires de Chicago”, los anarquistas enjuiciados y ahorcados por una provocación policial durante una huelga en esa ciudad estadounidense en 1886.
Desde 1890, el 1º de Mayo, el proletariado “pasa revista… a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas”, como escribió Federico Engels el 1º de mayo de ese año.
A partir de 1890, la clase obrera argentina no dejó un solo año de manifestar en el Día Internacional de los Trabajadores, al igual que se hace en la mayoría de los países. Algunas veces con actos masivos, otras en la más cruda clandestinidad. En jornadas que pasaron a la historia por cruentas represiones (1904, 1905, 1909), con Estado de Sitio o sin él, con más unidad o más divididos, el movimiento obrero argentino mantiene esta larga tradición de lucha.
Desde los inicios, hubo debate entre las corrientes del movimiento obrero, si el 1º de Mayo debía ser una jornada de lucha, o un “día de fiesta”. Con el correr de los años, los gobiernos incidieron en este debate, intentando vaciarlo de su contenido rebelde. Así, bajo la presidencia de Alvear, en 1925, el 1º de Mayo fue establecido como “día de fiesta”.
Los comunistas, en Argentina y en el mundo, pelearon por restablecer el sentido original de esta fecha. Son innumerables los ejemplos de militantes comunistas que dieron su vida en defensa de los ideales encarnados en estas jornadas. De esos ejemplos, ofrecemos a nuestros lectores un extracto del testimonio del comunista checoslovaco Julius Fucik, escrito en una cárcel de la Gestapo de Hitler, poco tiempo antes de ser fusilado por los nazis. Este texto forma parte del Reportaje al pie del patíbulo, escrito por Fucik y sacado hoja por hoja de la prisión.

Intermezzo de Mayo de 1943
Hoy es 1° de Mayo de 1943. Precisamente estoy de servicio y durante ese tiempo puedo escribir. ¡Qué felicidad ser una vez más, aunque sólo sea por unos instantes, un periodista comunista, e informar sobre el desfile de las fuerzas de combate de un mundo nuevo!
No esperes oírme hablar de banderas flotando al viento. Nada de eso. Ni siquiera puedo describirte alguno de esos hechos heroicos que se escuchan con tanto placer. Hoy, todo es mucho más simple; ni el oleaje rápido e impetuoso de millares de camaradas que yo veía otros años irrumpir por las calles de Praga, ni el majestuoso mar de millones de otros camaradas que inundaban la Plaza Roja de Moscú. Aquí no puedes ver ni millones, ni centenares. Aquí sólo se ven algunos camaradas, hombres y mujeres, y a pesar de ello sabes que esto no es menos importante, porque es la revista de una fuerza sometida en este momento a una prueba de fuego, y que no se transforma en ceniza, sino en acero. Es como una revista en las trincheras durante la batalla. Y en las trincheras se lleva el uniforme de campaña.
Describo todo esto muy detalladamente; quién sabe si me leerás sin haber vivido con nosotros, podrás comprenderme. Trata de comprender, sin embargo; creéme hay en esto una fuerza.
El saludo matinal de la celda vecina, que toca dos compases de Beethoven, suena hoy más ceremoniosamente, más elocuente, y el muro lo transmite con más claridad.
Nos vestimos lo mejor que podemos; lo mismo ocurre en todas las celdas. Recibimos el desayuno con todos los honores. Frente a las puertas abiertas de las celdas pasa el servicio con el pan, el café negro y el agua. El camarada Skorepa nos da tres pedazos de pan en lugar de dos; es su saludo del 1º de Mayo, el saludo activo de un alma llena de atenciones. Y bajo los panes tus dedos aprietan otros dedos. Está prohibido hablar –hasta vigilan tus miradas–, pero, ¿acaso los mudos no se expresan claramente con sus dedos?
En el patio, bajo la ventana de nuestra celda, las mujeres entran rápidamente para el paseo de media hora. Me subo a la mesa y miro hacia abajo a través de las rejas. Quizá lleguen a verme. Me han visto y levantan la mano para saludarme. Repito el gesto; abajo en el patio hay hoy otra animación, muy distinta a la habitual, más alegre que otras veces. La guardiana no ve nada o no quiere ver. Y también esto forma parte de nuestro desfile de Mayo de este año.
Ahora nos toca a nosotros la media hora. Soy el instructor. Amigos, es 1º de Mayo; no vamos, pues, a comenzar como los demás días, aunque eso asombre a los guardianes. Primer ejercicio: un, dos, un, dos, el golpe de martillos. Ahora nos toca a nosotros la media hora. Soy el instructor. Amigos, es 1º de Mayo; no vamos, pues, a comenzar y el segundo ejercicio: segar.
¡El martillo y la hoz! Con un poco de fantasía los camaradas comprenderán quizá. ¡El martillo y la hoz! Miro a mi alrededor, sonríen y repiten los ejercicios con fervor. Han comprendido. Amigos, esta es nuestra manifestación del 1º de Mayo y esta pantomima es nuestra promesa del 1° de Mayo a la que, aún marchando a la muerte, nos mantendremos fieles.
De vuelta en la celda. Son las nueve. En este mismo momento el reloj del Kremlin marca las diez y en la Plaza Roja el desfile empieza. Padre, estamos contigo. En este momento se canta la Internacional; que resuene también desde nuestra celda a través del mundo entero. Cantamos. Uno tras otro se suceden los cantos revolucionarios, pero no queremos sentirnos solos, no estamos solos, estamos junto a los que ahora, en libertad, cantan a pleno pulmón, pero luchando también como nosotros.
“Ustedes, camaradas prisioneros. En las celdas hostiles y frías, están con nosotros, están con nosotros. Aunque no estén en nuestras filas…Sí, estamos con ustedes…”
También nosotros, los prisioneros de la celda 267 hemos visto con la imaginación el film solemne del desfile de 1943. ¿Realmente esto es todo? ¿Y el servicio de corredores del sector femenino que esta tarde se pasea por el patio silbando la canción de los guerrilleros y otras canciones soviéticas, para dar valor a los hombres que están en las celdas?
¿Y este hombre con uniforme de policía checo que me trajo papel y lápiz, y que en este momento vigila el pasillo para que ningún indeseable pueda sorprenderme? ¿Y aquél otro que en definitiva ha dado el impulso a esas carillas y que ocultándolas cuidadosamente las saca fuera para que puedan reaparecer a la luz cuando sea oportuno? Juegan su cabeza llevando esas hojas, la arriesga para establecer el contacto entre el hoy, entre rejas, y el mañana libre; luchan con abnegación, sin miedo, cada uno en su puesto, cada uno según su campo de acción y con todos los medios de que disponen. Y son a la vez sencillos y anónimos, y tan desprovistos de patetismo que no podrías siquiera adivinar la lucha de vida o muerte que sostienen al lado de nuestros amigos y en la que tanto pueden caer como vencer.
Dos veces, veinte veces, has visto a los ejércitos de la Revolución marchar en las manifestaciones del 1° de Mayo. Eso era glorioso; pero es en la lucha donde puede apreciarse la fuerza de este ejército y su invencibilidad; la muerte es más sencilla de lo que creías, y el heroísmo no tiene vanagloria. Pero el combate es aún más cruel de lo que podrías suponer, y para perseverar y llegar a vencer, para eso hace falta una fuerza inconmensurable. La notas todos los días en la acción, pero casi nunca llegas a percibirla por completo. Todo parece tan evidente, tan natural.
Hoy has tenido de nuevo la revelación de esa fuerza. En la revista del 1º de Mayo de 1943.