Con el crecimiento industrial se incorporaron a las fábricas cientos de miles de obreros rurales y campesinos pobres provenientes de las zonas más oprimidas de la Argentina y de países vecinos. Se incorporaban a las fábricas trayendo su experiencia de hambre, trabajo de sol a sol y prepotencia de patrones y capataces. Pero también traían su historia de rebelión, de luchas contra la opresión terrateniente e imperialista.
La clase obrera creció en organización y fuerza. El número de obreros sindicados creció de 80.000, en 1943, a 500.000 en 1945. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión el coronel Perón fue estructurando una organización sindical fuerte, basada en la conciliación de clases y subordinada al Estado. Dicha Secretaría fue impulsora, de hecho, de la conformación de comités de apoyo a Perón en todo el país.
Perón levantó la bandera de la justicia social, logrando que por decreto el gobierno de la dictadura militar otorgara mejoras sociales a los trabajadores. Así, entre 1943 y 1945, se lograron importantes conquistas salariales, el aguinaldo y otras como la jubilación, los convenios colectivos de trabajo, las vacaciones pagas, la rebaja y congelación de los alquileres y arrendamientos, el Estatuto del Peón. Reivindicaciones por las que el movimiento obrero había protagonizado heroicas luchas durante décadas, con mucha sangre derramada.
Junto con esto Perón se dirigía a los peones rurales y a los pobres del campo diciendo: “el problema argentino está en la tierra”, que “no debe ser un bien de renta, sino un bien de trabajo”. Con esta política dirigida a las masas proletarias en ascenso y a los pobres del campo, con el avance de los sectores nacionalistas de las Fuerzas Armadas y con el apoyo de un sector de la intelectualidad, de profesionales y de empresarios antibritánicos y antiestadounidenses fue cambiando el escenario político nacional.
La burguesía nacional (principalmente industrial) fue acumulando fuerzas y pasó a disputar la hegemonía a los sectores oligárquico-imperialistas, que pasaron a actuar abiertamente para sacar de en medio al coronel Perón, con el abierto apoyo del nuevo embajador de Estados Unidos, Spruille Braden. Los dirigentes de los partidos Radical, Conservador, Socialista, Demócrata Progresista y Comunista, junto a fuerzas gremiales, profesionales, universitarias, etc., convocaron a la “Marcha de la Constitución y la Libertad”, reclamando la destitución de Perón y el paso del gobierno a la Corte Suprema de Justicia.
La convocatoria contó con el apoyo de los grandes diarios y el auspicio de la embajada norteamericana, la Sociedad Rural y la Unión Industrial. El 19 de setiembre de 1945 el frente opositor exhibía en esa Marcha toda su fuerza, realizando el primer ensayo de lo que luego sería la Unión Democrática. En los primeros días de octubre un sector del ejército encabezado por el general Eduardo Avalos, con apoyo de la oficialidad de Campo de Mayo y otras unidades militares, le exigía al presidente Farrell separar al coronel Perón de todos sus cargos. Esto dejaba en evidencia la fractura en el ejército y en las Fuerzas Armadas.
El 8 de octubre, un comunicado oficial anunciaba la renuncia del coronel Perón a sus cargos de vicepresidente, ministro de Guerra, y secretario de Trabajo y Previsión.
La situación política se fue precipitando aceleradamente. Renunció el gabinete del gobierno de Farrell, pero emitiendo antes un decreto que convocaba a elecciones para abril de 1946.
Mientras el general Avalos desmontaba el aparato peronista de los puestos claves del gobierno, de las Fuerzas Armadas y de seguridad, Perón era detenido y llevado a la isla Martín García, y una movilización, principalmente de capas medias y altas, se concentraba frente al Círculo Militar reclamando la entrega del gobierno a la Corte.
Entre los trabajadores se afirmó la conciencia de que la ofensiva contra Perón, y luego su arresto, abrirían paso a la instalación de un gobierno de los “galeritas”, de la oligarquía, y con ello a la pérdida de sus conquistas sociales. Al mismo tiempo, un sector nacionalista del ejército, y de las otras Fuerzas Armadas y de seguridad buscaba reagruparse para contragolpear. A favor o en contra de Perón, pasaría a ser la división de aguas en la sociedad argentina.
El 15 de octubre la Fotia [Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar] declaró en Tucumán la huelga general. Esa misma noche hicieron lo mismo algunos sindicatos en Rosario, centrando sus reclamos en la libertad de Perón. Entretanto, Berisso había sido prácticamente “copada” por los obreros de la carne, que el 16 entrarían en Ensenada. Lo mismo ocurría en Valentín Alsina, Lanús y otras localidades del sur del conurbano bonaerense. También al mediodía del 16, los ferroviarios de Tafí Viejo (Tucumán) habían abandonado los talleres exigiendo la inmediata libertad del coronel Perón.
Presionada por la enorme agitación de las bases obreras y los dirigentes intermedios, en la noche del 16 de octubre el Comité Central Confederal de la CGT declaró el paro general para el día 18, en defensa de las conquistas sociales, sin plantear la libertad de Perón. La huelga se decidió en medio de una intensa polémica: parte importante de los dirigentes sindicales ya se habían vinculado estrechamente con la Secretaría de Trabajo, y con ese apoyo habían avanzado en desplazar a dirigentes opuestos a Perón. Del otro lado se ubicaban los dirigentes enrolados en los partidos Comunista y Socialista que, identificando a Perón con el nazismo, coincidían con la embajada norteamericana y con las fuerzas oligárquicas en reclamar la destitución del coronel.
Pero los paros que iban realizando algunos gremios, la efervescencia existente y el accionar de los activistas durante los días previos, hicieron que varios sindicatos en el Gran Buenos Aires declararan por su cuenta la huelga general, pasando por encima de la dirección de la CGT. La huelga y la puesta en movimiento de las masas proletarias se inició el 17 a primera hora. En la movilización tuvieron un papel destacado Cipriano Reyes entre los obreros de la carne, y el coronel Domingo Mercante, en ferroviarios.
Columnas de trabajadores de Berisso y de Ensenada marcharon juntas a la ciudad de La Plata. Piquetes de obreros peronistas paralizaron los tranvías, apedreando el Jockey Club y la representación del diario oligárquico La Prensa. La huelga se generalizó. Desde La Plata, nutridos contingentes viajaron a Buenos Aires, juntándose en el acceso con los del frigorífico Anglo de Avellaneda y otras columnas obreras. En los ferrocarriles el paro era casi total. Millares de personas, hombres, mujeres y niños se encolumnaban hacia Buenos Aires vivando al coronel Perón.
A media mañana, las columnas obreras provenientes de Avellaneda, Lanús y Berisso marchaban hacia Plaza de Mayo cruzando por cualquier medio posible el Riachuelo, incluso a nado. A ellas se sumaban los trabajadores de las fábricas de la Boca, Barracas, Patricios y de barrios populares del oeste de la Capital Federal. El aparato del Estado estaba partido; una parte del ejército y la policía apoyaba a Perón, otra parte quedó neutralizada, y el sector antiperonista fue desbordado por la movilización obrera y popular.
La pueblada en marcha alentó a los militares de la corriente nacionalista. Los coroneles Velazco y Molina coparon el Departamento Central de Policía y otros oficiales peronistas tomaron el Regimiento 3 de Infantería, mientras era neutralizado y se rendía el sector intermedio, representado por la jefatura de Campo de Mayo (guarnición decisiva en el desenlace de los acontecimientos). El almirante Vernengo Lima sublevó la Marina en contra de Perón, pero se vio aislado política y militarmente. Entrada ya la noche, el coronel Perón debió ser liberado y presentado en los balcones de la Casa Rosada ante una multitud que lo aclamaba. El presidente Farrell anunció la aceptación de la renuncia de Perón a sus cargos y el adelantamiento de las elecciones generales para febrero de 1946.
La pueblada del 17 de Octubre, hegemonizada por la burguesía nacional, no solo abrió paso al triunfo del proyecto nacionalista y reformista-burgués que encarnaba el peronismo. También reafirmó el camino de las “puebladas”, el de la Revolución de Mayo de 1810 y el de las insurrecciones radicales de 1890. Camino reiniciado luego, en otras condiciones históricas, con el Cordobazo de mayo de 1969 y, ya en el siglo XXI, con el Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Hoy N° 1982 11/10/2023