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04 de julio de 2012


El 9 de julio, ayer y hoy

Hoy 1426 / Por la libertad y la independencia

El 9 de julio de 1816, en el Congreso reunido en la ciudad de San Miguel del Tucumán, “los representantes de las Provincias Unidas en Sud América”, declararon “a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos violentos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7°, sus sucesores y metrópoli”. Y el 19 de julio, en sesión secreta, debatieron y resolvieron agregar a la fórmula del juramento, que se hizo el 21 de julio: “y de toda otra dominación extranjera”.


La revolución iniciada el 25 de Mayo de 1810, que llevó a esa Declaración de la Independencia, pasaba en 1816 uno de sus momentos más difíciles, ya que el rey de España, Fernando 7°, había sido restaurado en el trono, con el apoyo de la Santa Alianza de los imperios más reaccionarios de ese momento (Austria, Prusia y Rusia), a los que se aliaba la “progresista” Inglaterra. Y aquí, en América, los ejércitos realistas españoles superiores en formación militar habían derrotado a los patriotas en Chile, en Venezuela y en Colombia, mantenían el Perú y avanzaban hacia el Noroeste argentino por el Alto Perú (hoy Bolivia), demorados sólo por las heroicas guerrillas como las dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana Azurduy, los caciques Titicocha, Cáceres y Cumbay, y tantos otros en el Alto Perú.


En esas circunstancias, cuando parecía imposible que la revolución pudiera sostenerse en las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde Cuyo San Martín escribía a los congresales en Tucumán: “Pensemos en grande, y si la perdemos, que sea con honor.” No era un voluntarista, porque veía que la revolución podía triunfar apelando a las reservas patrióticas del pueblo y armando sus ejércitos en particular con esas masas explotadas y oprimidas, principalmente indígenas y mestizas, que venían protagonizando heroicos combates, aplastadas y derrotadas muchas veces, pero cuyas luchas abrieron el camino de la primer revolución latinoamericana.


También en esas difíciles circunstancias había quienes pensaban que era imposible independizarse de España, sin recurrir al “protectorado” de alguna otra potencia europea. El agregado al juramento de ser independientes de España “y de toda otra dominación extranjera”, salió así al cruce de las intrigas de las distintas potencias que operaban aquí a través de sus “amigos” en la aristocracia terrateniente y comercial criolla, disputándose entre ellas el dominio de Latinoamérica en reemplazo de España. La firmeza de los verdaderos patriotas cerró paso a esas maniobras, permitiendo que se utilizara también esa disputa a favor de la lucha por la independencia.

 

Así se pudo triunfar
La guerra de guerrillas de los pueblos de Salta, Jujuy y del Alto Perú, la independencia de Paraguay liderada por Gaspar Francia, y el curso de la revolución en la Banda Oriental, encabezada por Artigas, permitieron mantener la independencia declarada en Tucumán y cubrieron la espalda de San Martín. Quien, apoyándose principalmente en los pueblos de Cuyo, pudo así conducir la epopeya histórica de construir el Ejército de los Andes, cruzar la Cordillera, derrotar a los realistas en los campos de Chacabuco y Maipú, y posteriormente, con el apoyo chileno, y ya con la oposición de la oligarquía bonaerense, pudo llegar por mar a Lima y contribuir a la independencia del Perú.


Así, tras la prolongada y heroica guerra que duró hasta 1824, se logró la independencia de España. Pero los intereses de la aristocracia terrateniente y comercial criolla impidieron que la voluntad independentista y libertaria de nuestros pueblos se efectivizara. Sus gobiernos embarcados en guerras civiles y con los países hermanos para mantener sus latifundios y privilegios, endeudaron al país en empréstitos leoninos y lo sometieron a la dependencia de los imperialistas que se disputan el dominio del mundo.


Una y otra vez, a lo largo de nuestra historia, con heroicas luchas y memorables levantamientos contra el régimen oligárquico imperialista, el pueblo argentino demostró su voluntad de querer ser libre e independiente. En esa lucha los trabajadores y el pueblo, y los sectores patrióticos y democráticos, lograron importantes conquistas, pero también sufrieron duras derrotas. Parte de ese proceso, en lo que hace a la independencia nacional, fueron el proyecto de nacionalización del petróleo por el yrigonenismo en 1929 y la declaración de la independencia económica por el gobierno de Perón en 1947, también un 9 de julio en San Miguel de Tucumán.

 

Un nuevo vasallaje
Pero la reacción oligárquica instaurada a sangre y fuego en septiembre de 1955 y los gobiernos serviles posteriores, con breves respiros democráticos interrumpidos por dictaduras militares (como las de Onganía a Lanusse, de 1966 a 1973, y las de Videla a Bignone, de 1976 a 1983), masacrando al pueblo restauraron plenamente el poder del Estado oligárquico imperialista, sometieron el país a condiciones de vasallaje con las distintas potencias imperialistas, entregaron las riquezas fundamentales e impulsaron de nuevo el endeudamiento hasta poner al país en una situación de dependencia peor a la que se vivió con la crisis de 1930 y la llamada década infame.


Hoy nuestro país se encuentra sometido a la dominación de los distintos imperialismos que disputan entre sí, en una situación agravada por la política kirchnerista que refuerza la estructura latifundista y dependiente del país. Con millones de hectáreas en manos de grandes latifundistas nacionales y extranjeros que provocan la miseria y el éxodo del campo; con el petróleo, la energía y las comunicaciones sometidos a la expoliación extranjera; con las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ocupadas y tratados de garantía de inversión con las grandes potencias que nos sojuzgan.


La precariedad laboral, los bajos salarios, la desocupación y el hambre siguen siendo hoy las manifestaciones principales de una crisis social y nacional, que no es simplemente coyuntural pues tiene su base en la dependencia y el latifundio que nos sojuzgan. Frente a eso el pueblo se viene alzando en memorables jornadas, desde el Santiagueñazo de 1993, alumbrando el camino para una segunda inde- pendencia. A doce años de iniciado el nuevo siglo, y 196 años de la primera declaración de la independencia, hitos como el Argentinazo de 2001 y la rebelión agraria de 2008, muestran que la Argentina está preñada de revolución como en vísperas de 1810.

 

Por una segunda independencia
Este 9 de julio nos encuentra a los argentinos en la forja, junto a los pueblos hermanos, de la segunda revolución liberadora de América Latina, como parte de la lucha del proletariado y todos los pueblos oprimidos del mundo para terminar para siempre con la explotación y la opresión. Nuestro primer compromiso es trabajar por el triunfo de esta lucha en nuestro país, engrandeciendo y fortaleciendo en ella al Partido Comunista Revolucionario, el PCR, como herramienta fundamental para que la clase obrera pueda jugar un papel decisivo en el frente único con los demás sectores del pueblo y todas las fuerzas democráticas y patrióticas, necesario para avanzar en el camino de imponer un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático. Sólo un poderoso PCR puede garantizar una dirección con la decisión y la firmeza necesarios para que la clase obrera y el pueblo argentinos logren un triunfo definitivo de la revolución, en unión con los demás proletarios y pueblos de Latinoamérica y de todos los países del mundo.