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02 de octubre de 2010

El acto de Cristina enlutó a Tucumán

Hoy 1222 / Ante la muerte de Carlos Miguel Marriera

Cuando el lunes 16 de junio una gigantesca protesta en todo el país repudió la represión contra los productores de Gualeguaychú, el kirchnerismo utilizando el aparato del Estado,  tensó todo para opacar la protesta popular. Había que juntar decenas de miles en Plaza de Mayo, no importaba cómo ni a qué precio.
Alperovich, fiel soldado de Néstor y Cristina no podía fallar. Doscientos pesos más la comida ofrecía a quien quisiera ir, el hombre se tenía fe, cómo no iba a poder juntar 2.000 personas entre tantos desocupados que hay en esta provincia. Además si el millón y pico que se necesitaba lo ponía el Estado, papita pa’l loro.
Y así fue que Carlos Miguel Marriera, joven desocupado de 21 años, que nunca había militado en ningún partido, hijo de un canillita, cayó presa de ese infame clientelismo político por pertenecer al contingente de miles que subsisten entre los empleos transitorios y la desocupación.
Pagó con su vida, cuando una pesada farola de Plaza de Mayo le destrozó la cabeza. La estructura no aguantó, estaba atiborrada de pasacalles con los nombres de aquellos que se querían hacer notar, para que sigan fluyendo las dádivas desde la caja K.
Un frío minuto de silencio fue el pretendido homenaje a este joven que quería ser profesor de Educación Física. Cristina Fernández de Kirchner no le dedicó ni una frase a este luleño, que supuestamente había ido a escucharla. Beatriz Alperovich declaró a la prensa, muy suelta de cuerpo, que fue un accidente, que le podía haber pasado a cualquiera, luego en Tucumán mintió diciendo que era un militante, que viajó porque quería ver de cerca a su presidenta, desmintiendo a sus padres y amigos que contaron la verdad.
El cadáver de este tucumano fue trasladado por tierra en medio de la escasez de combustible, parece que evaluaron que no valía la pena trasladarlo en avión, total era uno de los tantos jóvenes desocupados del interior.
El viernes 20 de junio todo fue dolor e indignación en Lules. El padre pidió a la presidenta que se ocupe de los jóvenes desocupados, dijo que su hijo aceptó viajar porque no tenía un trabajo estable, sus amigos y el pueblo acompañaron el cortejo que no contó con la presencia de ningún funcionario. No se atrevieron a asistir.