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14 de febrero de 2022

El afianzamiento del narcotráfico y adicciones como un mecanismo de control social del sistema

El psicólogo tucumano Emilio Mustafa analiza el afianzamiento del narcotráfico y la grave problemática de las adicciones, que afecta la salud de amplios sectores de nuestro pueblo, en Argentina y particularmente en su provincia.

 Las lamentables pérdidas de vida de 23 personas y las más de 80 personas intoxicadas, producto del consumo de cocaína de alta toxicidad, visibilizan la grave problemática de las adicciones por un lado, que afecta la salud de amplios sectores de nuestro pueblo, y por el otro el afianzamiento de narcotráfico y el narcomenudeo a lo largo y ancho de la Argentina.

Desde ya que no es un problema de nuestro país solamente, sino que es un fenómeno mundial, en el actual contexto histórico-social, de hegemonía del sistema capitalista en fase monopólica imperialista. En este contexto el consumo y producción de drogas encuentra tierra fértil para afianzarse, y desarrollarse en forma extraordinaria, convirtiéndose en unos de los negocios más importantes en la que se sostiene el sistema financiero.

Es precisamente por estos grandes beneficios económicos que se estructuran grupos económicos financieros internacionales, que generan vastas redes logísticas, tanto legales como ilegales para sostener el negocio del narcotráfico. Para ello cuentan con la complicidad en distintos países, de grupos criminales, que a la vez tiene contacto con  sectores estatales y privados, acompañados de un aceitado mecanismos de corrupción que engloba a algunos sectores de las fuerzas de seguridad y la policía, de funcionarios políticos y judiciales, siempre al calor y la protección de las clases dominantes y de poder.

 

Argentina

Volviendo a la Argentina, históricamente fue un país de paso en el tráfico de cocaína, hasta la década del los 80, esto se modificó a mediados de los años 90. Si bien el consumo de cocaína tiene una larga historia en nuestro país, asociada a sectores de clase media y media alta, su consumo no tenía la masividad y la gravedad, que sí se pudo observar a partir de la década del 2000 hasta la actualidad. El ingreso de la cocaína en la Argentina se da desde la frontera norte del país Salta y Jujuy, proveniente de Bolivia y Perú, siguiendo su circuito hacia las ciudades importantes del centro del país, hasta llegar a su destino principal que son los puertos más importantes de la Argentina,  como ser  Rosario, y los distintos puertos del Paraná,  Buenos Aires, y Patagonia. La cocaína que sale de la Argentina de los puertos, tiene destino Europa. Y un porcentaje de ese tráfico es para consumo interno en las principales urbes del país.

A mediados de los 90 se detectaron en las villas de Buenos Aires los primeros consumos de pasta base de cocaína (Paco) comercializada por narcos peruanos, a fines de los 90 se organizan las primeras madres de jóvenes adictos que denuncian los graves problemas de adicción que sufren sus hijos en los barrios a partir del consumo de la pasta base, este grupo de madres se comienzan a llamar las madres del paco.

Pero la verdadera explosión en la masividad del consumo de cocaína y de paco fue después de la crisis social, política y económica que derivó en el Argentinazo del 2001, dando lugar al agravamiento y la complejizacion de las adicciones, y poco a poco fueron generando las condiciones para el fenómeno del narcomenudeo, que en un proceso se fue instalando en el corazón de los barrios populares. Esto llevó a que Argentina deje de ser un simple país de tráfico de cocaína hacia los puertos con destino a los países europeos, para pasar a una  nueva etapa del narcotráfico en nuestro país, que es la de producir y acondicionar     “laboratorios” precarios o cocinas, para el estiramiento de cocaína, donde la producción de la pasta base, que  viene de Bolivia, Perú, y Colombia en menor medida, es procesada y estirada con el objetivo de generar el mayor volumen posible para su venta, por ejemplo un kilo de pasta base que se compra en dólares en la frontera, los narcos en nuestro país a través del estiramiento y corte, pueden sacar hasta 5 kilogramos de cocaína de diversa calidad, es tan redituable el negocio que venden hasta la basura, que es el “Paco”.  El negocio de los narcos es conseguir volumen, cuanto más cantidad puedan obtener en el estiramiento y corte mejor, es habitual  que agreguen adulterantes como benzocaina, cafeína, aspirinas, vidrio molido, harinas, bicarbonato de sodio, algunos tranzas agregan azufre rallado, venenos, como parantion que son utilizados para fumigar plantaciones, entre otros.

A la vez  hablar de “cocaína adulterada” es una verdadera paradoja, ya que  el procesamiento de las hojas de coca, para la elaboración de cocaína requiere de percusores químicos tales como solventes, combustibles nafta o kerosene, pergamonato de potasio, ácidos clorhidratos, soda caústica entre otros, todos estos altamente tóxicos para el organismo humano.

 

Tucumán

Nuestra provincia no está ajena a este fenómeno, entre el año 2006 -2007 aparece el consumo de paco en los barrios populares, en el año 2010 emergen las primeras organización de madres de jóvenes adictos (Madres de la Esperanza, Madres del Pañuelo Negro, entre otras) que denuncian el crecimiento de las adicciones afectando significativamente la salud de los chicos y chicas de los barrio. A la vez a partir del año 2013 se va afianzando el narcomenudeo en nuestra provincia, hasta llegar hasta un alto desarrollo en la actualidad, donde se observó el afianzamiento logístico y económico  de los tranzas en los barrios, logrando a la vez a nivel simbólico cierta legitimación social en la venta de drogas, ante las grave situación social de pobreza estructural que viven muchos sectores de la población.

Es importante resaltar que este crecimiento exponencial del narcomenudeo fue acompañado por la complicidad de un sector de las fuerzas policiales, que muchas veces miran para otro lado, o mantiene una estrecha convivencia con los tranzas en los barrios. Pero hay que aclarar que esto es una parte de la red, porque el narcomenudeo es una estrategia de distribución y venta, diseñada dentro de una estructura más grande, que requiere una logística económica financiera, de distribución, producción, a gran escala. El narcotráfico es esencialmente financiero y para ello necesita de las estructuras de bancos y financieras para el lavado y blanqueo de grandes volúmenes de dinero. Por eso los que realmente manejan el negocio, no viven en las villas ni en los barrios populares, sino en los lugares más exclusivos que el dinero puede pagar.

 

Pandemia, y aumento de consumo en Tucumán

La pandemia por Covid 19, desde marzo del 2020 hasta hoy, trajo aparejado el agravamiento de la crisis social, económica y sanitaria. La pandemia generó un alto impacto en la salud mental en nuestra sociedad, como trastornos de pánico, crisis de ansiedad, depresiones, violencia contra las mujeres, y el aumento del consumo de sustancias psicoactivas y las adicciones. El consumo de alcohol durante el primer año de la pandemia se disparó el doble en todos los sectores sociales, el alcohol hoy en Tucumán y Argentina es la principal sustancia de consumo, otra sustancia de gran uso son los psicofármacos con una gran incidencia en la clase media y alta, la cocaína mantuvo un alto consumo en los distintos sectores sociales, si bien durante el primer año de pandemia, el  2020, se encareció su precio por el cierre de las fronteras por la  cuarentena, en el año 2021  su distribución y consumo se restableció y estabilizó.

En los barrios populares de Tucumán se observó un agravamiento de la problemática de las adicciones y consumo de sustancias  en jóvenes y adultos, en barrios como La Costanera, Los Vázquez, Alejandro Heredia, ARA San Juan, San Cayetano entre otros,  registrándose un disminución en la edad de inicio de consumo, en niños de 10 y 11 años, este fenómeno fueron observados incluso antes de la pandemia, hasta el año 2017 la edad de inicio en estos barrios era de 15, 16 años.

La característica en estos sectores es el poli consumo, alcohol, psicofármacos como amplazolac, rivotril, donde cada pastilla el tranza la vende entre 50 a 60 pesos, marihuana, cocaína en su diversas formas “alita de mosca” que en los barrios en la actualidad cuesta entre 400 y 500 pesos la bolsita, cocaína fumable, paco, crack, y durante la pandemia volvió el consumo de inhalantes como el pegamento y naftas.

En el primer año de la pandemia en el barrio La Costanera, por ejemplo, antes de marzo del 2020 un papel de paco costaba 25 pesos, y después de marzo aplicadas las medidas de aislamiento y cuarentena, y cerradas las fronteras, el precio se cuadriplicó, en abril pasó a 50 pesos, en junio a 75 pesos, en agosto a 150 pesos el papel, este fenómeno tuvo un alto impacto en los chicos y chicas en situación de adicción, teniendo en cuenta que un adicto al paco puede llegar a consumir entre 30 a 40 papelitos en un día, el efecto de una dosis dura entre 8 a 10 minutos, el paco solo concentra un porcentaje mínimo del alcaloide, y el resto son diversas sustancias que utilizan lo tranzas para dar volumen. Esta situación, por el alto nivel de compulsividad y desesperación por consumir de muchos chicos, desencadenó un aumento de hechos delictivos con el propósito de conseguir dinero para seguir consumiendo,  a la vez los tranzas, ante el encarecimiento de la cocaína y el paco, muchos volvieron vender pegamento a 70 pesos la cucharada sopera en envase de gaseosas descartables.  Si bien hoy se volvió a restablecer la venta de paco y cocaína con mayor fluidez, se sigue vendiendo y consumiendo pegamento.

 

Fortalecer políticas en salud mental y adicciones

Es importante abordar las adicciones como un problema de salud mental.

Entendemos que a las adicciones hay que abordarlas como un fenómeno complejo, poli causal, es por ello que  requiere un abordaje integral. Concebimos a las adicciones como una enfermedad que afecta al sujeto en su dimensión bio-psico-social, que afecta a todas las clases sociales, pero sin embargo se manifiesta con mayor crudeza en los sectores bajos, al no tener resueltos su condiciones básicas de existencia, salud, vivienda, trabajo, educación.

Es necesario dar batalla a la profunda estigmatización y discriminación hacia las personas con consumo problemático, combatiendo discursos cargados de odios, acompañado de una profunda mirada de clase, ya que la discriminación no solo es a la condición de adicto, sino que se suma también su  procedencia social. Estos discursos son promovidos por el orden social dominante que difunden su ideología a través de herramientas comunicacionales masivas, discursos como por ejemplo “negro falopero”, “villero de mierda”, “tiene un plan social para drogarse”, “villero come polenta pipero”, “piquetero narcotraficante”, “se droga porque quiere”, etc., son ejemplo de ello.

En Argentina sigue predominando el modelo prohibicionista en el abordaje de las adicciones y el consumo de sustancias, en la actual ley 23737 predomina una doble perspectiva: la  punitivista y sanitarista, es decir, se trata al adicto como un delincuente y  enfermo, y si no cumple con el tratamiento se lo  vuelve a castigar. Sin entender la complejidad de la dinámica de las adicciones que implican tratamientos largos de estabilización psicológica, donde son esperables las recaídas. Es importante diferenciar al consumidor del narcotraficante, no criminalizar al adicto por su consumo, requiriendo un abordaje de salud mental. Y sí atacar a las organizaciones narcotraficantes.

En Tucumán si bien hubo pequeños avances en el abordaje de las adicciones por parte del Estado, todavía son insuficientes ante el avance de la problemática. Para ello es necesario  que el Ministerio de Salud implemente una política de fortalecimiento en salud mental y adicciones en la asistencia y estabilización orgánica, destinando presupuestos y recursos humanos en hospitales o policlínicas con protocolos de asistencia en crisis, y desintoxicación, creando equipos de abordaje territoriales para el seguimiento de los pacientes cuando salen del hospital, estos equipos se tienen que articular con los CAPS del primer nivel de atención, articulando al vez con los dispositivos territoriales de la Secretaría de Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social, como ser CEPLAS, grupos terapéuticos barriales, etc., fortaleciendo a la vez redes con organizaciones sociales y religiosas que contienen a los jóvenes en los barrios como, por ejemplo, el movimiento Ni un Pibe Menos por la Droga, casas parroquiales, etc.

Es urgente la creación de dispositivos para el abordaje de las mujeres en situación de consumo, quienes a nivel social son profundamente invisibilizadas. Tucumán  no cuenta con comunidades terapéuticas estatales para mujeres. La dinámica de las adicciones en la mujeres implica un abordaje distinto que a los varones ya que sufren con mayor crudeza la violencia que ejercen los tranzas hacia ellas, muchas chicas tienen que pagar su deuda de consumo prostituyéndose, con peligros de contraer enfermedades, y violencia física, sumado a la discriminación de la familia o del barrio por no cuidar a su hijos, a ser malas madres.

Desde mi punto de vista el abordaje de las adicciones en nuestra provincia está muy fragmentado, la idea de prevención y asistencia, si bien predomina la idea que solo el abordaje de las adicciones es trabajar la prevención con talleres deportivos y culturales, recreativos, que desde ya son importantes, pero si no está acompañado con una lógica de un plan de salud integral, que implique la posibilidad por parte de los jóvenes en ganar una participación activa en la construcción de su proyecto de vida, asumiendo un protagonismo político en la resolución de sus necesidades de trabajo, vivienda, educación., si esto no se logra, estas acciones terminan siendo parche de un sistema profundamente desigual.

Es importante abordar la prevención y la asistencia como una unidad dialéctica, porque a medida que un joven lucha por su recuperación, también está haciendo prevención, es importante tener estrategias flexibles en el abordaje de la problemática, hay lugares donde hay una gran cantidad de jóvenes en consumo y requiere un abordaje primero desde la asistencia  y una vez abordado esto avanzar hacia la prevención.

Pero para lograr cambios estructurales en esta problemática hay que atacar la desigualdad social que genera el sistema, a la vez se puede afirmar que en el sistema en que vivimos el narcotráfico y las adicciones le son totalmente funcionales ya que opera como un verdadero mecanismo de control social para mantener su intereses.

Existen propuestas de abordajes de las adicciones y de lucha contra el narcotráfico, que se engloba en la lógica de reducción de daño, que se presenta opuesta  y crítica al modelo  prohibicionista a nivel mundial. Si bien el planteo de la lógica de reducción de daño parte acertadamente que las problemáticas de las adicciones se tienen que abordar como un problema de salud mental, y para ello es necesario no criminalizar ni castigar a las personas que están en situación de consumo. Propone que el Estado garantice espacios de contención  brindando  la información necesaria de los daños que puede causar el consumo de sustancias, buscando las mejores condiciones para que  los consumidores sostengan  un consumo responsable evitando la mayor cantidad de daño posible. Por ejemplo, estas corrientes organizaron campañas de prevención en fiestas electrónicas, repartiendo folletos que informan, si es que vas a consumir pastillas éxtasis, la importancia de tomar mucha agua para estar bien hidratados y no mezclar con alcohol. Se centran en la información de los daños que puede sufrir ante un abuso de sustancias que en apariencia se podría decir que es válido, pero en esencia apuntan a respetar la decisión personal y la voluntad del consumidor. Pero no tienen en cuenta que el adicto lo primero que pierde es la voluntad, minimizando los daños orgánicos y psíquicos que genera el consumo de sustancias, pasando paradójicamente a una política de reducir daños a negar el daño que en concreto acarrean  las adicciones.

Estas corrientes a nivel ideológico, entienden el consumo de sustancias como un derecho individual, el consumo como propiedad privada propia de la ideología del sistema capitalista en que vivimos. Dentro de este modelo de reducción de daños confluyen corrientes que proponen la legalización de todas las drogas, uno de los referentes ideológicos es Milton Friedman, uno de los teóricos importantes del neoliberalismo, quien plantea en relación al consumo de sustancias, “que ningún gobierno puede decidir lo que una persona puede consumir o no” “porque cada uno es responsable de sí mismo”.  Por ello si todas las drogas fueran legales serían más seguras, ya que se contaría con información de los componentes que lleva cada droga, y sería menos peligrosa que ocurran sobredosis.

La legalización de las drogas no resuelve el problema de las adicciones, en realidad la legalización en el marco del sistema capitalista en su fase monopólica favorece aun más a las organizaciones criminales, para fortalecer sus estructuras financieras en el blanqueo de los grandes volúmenes de dinero que genera este negocio propio de la lógica capitalista.

Las corrientes de reducción de daño parte de una concepción profundamente escéptica de que la realidad no se puede transformar, entonces tenes que adaptarte y mejorar lo que se pueda dentro de lo que este sistema te ofrezca.

En definitiva las corrientes prohibicionista y de reducción de daño,  son dos caras de la misma moneda en relación que ambas responden al mismo sistema.

El narcotráfico y el consumo de sustancias hoy son dos herramientas fundamentales en que se apoya el sistema para mantener su poder. Por eso es necesario profundizar la lucha del pueblo en un camino revolucionario para terminar el profundo sufrimiento de miles de millones de personas, a través de la explotación y la desigualdad social que genera el capitalismo.