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04 de mayo de 2011

El camarada Derli Prada, actor de larga trayectoria en el teatro independiente, nos cuenta la importancia de este movimiento, y cómo es la pelea para no corromperse y vivir de la cultura.
 

El arte puede reflejar la vida del pueblo

Hoy 1367 / Reivindicación del teatro independiente

Conversamos primero sobre la realidad de los actores hoy, y sus relaciones con el gobierno. Decía Derli: “Hay una crisis en el teatro. Una demora, en el teatro profesional y semi profesional. No se pone a tono con el teatro más vivo, más encarnado en la problemática social, en la problemática política. No pasa lo mismo con el cine. Ahora por ejemplo, se hizo un festival de cine político. En el teatro cuesta mucho, es como si se hubiese escapado la escena, los formatos, la estética, para un lado que no es el que tuvo tanto valor en la Argentina el teatro independiente, como reflejo de la vida y de las luchas sociales de nuestro pueblo.
“El teatro independiente fue un bastión de denuncia, de testimonio, de creación, de nuevas formas, de competencia de ideas y estilos. En la década del ‘60 todo se mostró en la Argentina: la avanzada inglesa, Bertolt Brecht, Ionesco y el teatro del absurdo, el teatro de la crueldad, la investigación, las escuelas. Argentina es un modelo de capacidad actoral, de mucho desarrollo en la metodología de actuación, muchos profesores. En este momento estamos en un teatro que tiene poca comunicación con la masa, no así el cine y otras disciplinas artísticas.

—Los grandes medios hablan del movimiento teatral en la Argentina, y que en Buenos Aires hay más teatros que en Broadway…
—Es cierto eso, pero falla en eso que teníamos antes, en los bastiones. Teníamos teatro independiente, teatro Fray Mocho, algunos del PC, otros de los anarquistas, de los socialistas, de los peronistas. Y tenían una problemática social. Hubo distintas situaciones que llevaron a esta crisis. La TV absorbió una gran parte de los actores del teatro independiente. Muchos grupos fueron muriendo por esto. Hoy el teatro independiente existe, es muy grande, pero no es como aquel, con cooperativas de 60 o 70 actores, que construíamos la propia sala, el teatro propio, que teníamos repertorio, elenco estable y obras programadas para varios años.

—¿Cómo llegaste al teatro?
—Yo empecé en Junín, a los 15 años, haciendo teatro vocacional en un grupo de teatro ferroviario. Vengo de familia de trabajadores ferroviarios y de frigoríficos, y yo mismo trabajé en el ferrocarril. Me crié con mis abuelos paternos, él era socialista, en Junín. Era dirigente ferroviario, y tuvo participación en un gran paro por Sacco y Vanzetti.
Con esos ferroviarios me inicié al teatro, llegué a actuar en un circo criollo, y a los 20 años me vine a Buenos Aires. Acá ingresé y estudié en Nuevo Teatro con Alejandra Boero, Asquini, Pinti, Alterio, Correa, Víctor Laplace, etc.
Tuve suerte y empecé a actuar enseguida. En 1963 debuté en una obra de mucho éxito, “Raíces” de Arnold Wesker. Pudimos comprar un teatro enorme, el Apolo, y lo pagábamos con la plata que sacábamos de las funciones de dicha obra. Después recorrí mucho espacios y grupos: el teatro San Martín, el Payró… son muchos años, y siempre volví al teatro independiente, un teatro donde se pone el hombro, un teatro de lucha, combativo, de creación colectiva. También en lo estético investigamos mucho, lo hicimos con B. Brecht. De teatro argentino hice muchas obras del dramaturgo Ricardo Monti con dirección actoral de Jaime Kogan, con él trabajé en óperas en el T. Colón, y dramáticas en el T. San Martín.
Nunca había militado en ningún partido. Una amiga que era de VC me dio materiales maoístas, y en los años ‘68, ‘69, me enteré que había habido una ruptura en el PC y que se había formado el PCR. Entré a trabajar en los laboratorios Roemmers, fui elegido delegado de sección y delegado general en distintos periodos y ahí conocí un compañero del PCR, y entré al Partido.
Por unos años dejé el teatro. Como Otto [Vargas] cuenta en un libro, refiriéndose al gran auge de aquellos días “había algunos que pensaban que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, que se tocaba con la mano, como un compañero que hacía teatro”. Ese era yo. Estuve ocho años sin hacer teatro. Volví en el ‘80 en plena dictadura con “Marathón” de R. Monti en los teatros de San Telmo, y el Payró con dirección de Jaime Kogan. El otro día se cumplieron 30 años de la obra, y la única grabación que quedó es con mi actuación. Se puede ver en Youtube.
Con la inauguración del Centro Cultural Gerónima encontré mi lugar en el Partido, y desde el ‘89 estoy en Cultura. Estuve en varias elecciones de actores, y creo que hice cosas valiosas en teatro. Participé en el Movimiento de Reconstrucción y Desarrollo de la Cultura Nacional (a llegada de la democracia), el Movimiento por la Verdadera Historia a los 500 años de la conquista de América, y el Modacuna.

—¿Y porqué pensás que hay muchas obras pero existe ese divorcio con lo social?
—Mirá, no veo los grupos circulando por la masa, por ejemplo, del Gran Buenos Aires. Hay excepciones y es muy valioso el trabajo teatral que desde hace muchos años realiza el grupo “Teatro De Las Ollas” de San Miguel, “Locomun” de Mar del Plata, “La Calle Larga” de Avellaneda, “Raíces” de Capital. Quizás en el interior hay mucho de eso, trabajan con la gente y van inevitablemente abajo, como se dice. Me cuesta trabajo verlo acá en Buenos Aires. Es más caro tener un teatro acá. Es más difícil, si no tenés la concepción del grupo, la cooperativa, una concepción colectiva. Yo he ido mucho a las villas, a muchos lugares con el espectáculo que tenía “Poesía en ropa de trabajo”, y me decía mucha gente que nunca había vista teatro. A los artistas los conocían por la televisión, y algunos por el cine, pero no sabían qué era el  teatro. Eso me lo dijeron en Soldati, en Escobar, en Salta, en Entre Ríos. Decían “nos vimos nosotros”.
El Estado no pone recursos para que se llegue con el teatro a la gente. No obstante la utilización política que el kirchnerismo hace del apoyo de artistas e intelectuales, poco y nada se traduce en arte y cultura verdaderamente popular, antiimperialista, arte y cultura para la liberación. Se podría llegar a todos los pibes que van a la escuela primaria y secundaria, que podrían ver espectáculos, cine, títeres, teatro, tantas cosas en las escuelas. Es una ínfima minoría la que accede al teatro. Ni hablemos de los que no van a la escuela.
Cuando vas a esos lugares te encontrás con una gran avidez, gran necesidad, y con el querer practicar. Enseguida te dicen que quieren hacer teatro. Por supuesto, si no tenés ciertos principios, se te van para el lado que le dicen algunos de sus amigos o familiares “Nene, tenés pinta, entrá que te van a tomar y vas a actuar a la tele”. Pero el tema es como desarrollás en ellos ciertos valores en y por el arte, cómo éste puede reflejar la vida del pueblo de una manera tan directa y tan profunda. En el cine y la televisión también se puede hacer, si no se hace es por intereses de clase.