En las dos semanas antes de las PASO, el Banco Central informó haber vendido u$s575 millones (u$s: dólares); recién el viernes 14 de agosto dio a conocer que en realidad fueron u$s1.021 millones, es decir casi un 80% más de lo que había dicho anteriormente.
En las dos semanas antes de las PASO, el Banco Central informó haber vendido u$s575 millones (u$s: dólares); recién el viernes 14 de agosto dio a conocer que en realidad fueron u$s1.021 millones, es decir casi un 80% más de lo que había dicho anteriormente.
Cada día hábil, tras el cierre de los bancos, el Central informa a los medios el saldo de sus intervenciones en la plaza cambiaria. Es positivo cuando compra más de lo que vende, negativo cuando vende más que lo que compra y neutro cuando el balance de salidas y entradas es equilibrado. Es el dato que, minutos después, reflejan los portales de Internet.
En las últimas semanas, cuando el Central comenzó a comprar menos dólares (al terminar la temporada de liquidaciones sojeras) y así resultaron más los retaceados dólares que vendía, los datos que informaba llamaban la atención por las notables diferencias que registraban los privados que operan en la plaza cambiaria.
La planilla oficial del viernes 14 mostró que los desconfiados tenían razón. En apenas dos semanas, había tenido que desprenderse de un monto equivalente al 3% de las reservas contables que declara a diario, que hoy figuran en torno a los u$s33.500 millones. También aquí hay que ver la “creatividad” tipo Indek, para mostrar como propios dólares que son de otros.
Así se contabilizan como reservas los u$s6.000 millones de los encajes por los depósitos bancarios en divisas que, por supuesto, son de los depositantes; los u$s3.200 millones de los intereses vencidos de los bonos, cuyo pago está postergado por las restricciones que impuso al Banco de New York el fallo del juez Griessa, y los casi u$s800 de los dólares de terceros que aportó el blanqueo, y tienen su contrapartida en Cedin. Además están los u$s2.500 millones de los préstamos para reservas, de corto plazo de los bancos de Francia y de Basilea (Suiza). Por último está la progresiva incorporación de yuanes para tapar el drenaje de dólares, en sucesivos tramos de vencimiento anual, contabilizados en su precio en dólares, por el acuerdo de intercambio de monedas (swap) con el banco central de China. Hasta la devaluación del yuan, figuraban como u$s8.500 millones de dólares, que tuvieron que ser disminuidos la semana pasada en casi un 5%.
Restando todos esos montos –que el Banco Central contabiliza en las u$s33.500 millones de reservas brutas–, le quedan sólo como reservas netas u$s12.500 millones. En estas condiciones el gobierno tiene que afrontar el pago de Boden 2015 por u$s6.500 millones que vence a comienzos de octubre, que seguramente volverá a cargar al Banco Central con una letra intransferible, como viene haciendo con los otros pagos de bonos desde que modificó la Ley Orgánica del Central. Recordemos que eso lo hizo después del saqueo de los casi u$s10.000 millones que le hizo en 2006, para pagar cash al Fondo Monetario Internacional, “entregándole” una letra intransferible en dólares, que vence en enero de 2016. Que el objetivo de modificar la ley del Central, no era precisamente utilizar las reservas para la producción nacional o para emergencias, como dijo el kirchnerismo en su momento, se volvió a ver el lunes 10, cuando en medio de las inundaciones blanqueó que volvía a disponer de u$s3.538,39 millones del Central “para cancelar compromisos con acreedores internacionales”.
Por supuesto todo esto sin contar las deudas pendientes en divisas a importadores, de más de u$s5.000 millones, y a los monopolios imperialistas por “postergarles” las remesas de utilidades y dividendos, que ya significan más de u$s15.000 millones. También sin contar –para hablar sólo de los requerimientos casi inmediatos de las por demás escasas divisas (dejando de lado la aún más abultada deuda interna)–, la deuda en dólares, que el gobierno kirchnerista tampoco registra, con los holdouts (tenedores de bonos que siguen en default), por unos u$s20.000 millones que, con los intereses y punitorios que reclaman, en una renegociación llegaría –en el mejor de los casos (con una quita del 30 al 40%)– a los u$s25.000 millones, además de los reclamos pendientes en el Ciadi –que en general los pierde el país–, por más de u$s5.000 millones (ver “Hay que acabar con la deuda externa”, hoy, número 1575).