Tras un dramático conteo, los resultados oficiales fueron: Votos a favor del Brexit: 17.410.742; Votos a favor del Bremain (permanecer): 16.577.342. Sobre un total de 33.577.342 votos, que significaron una participación del 72% de los convocados.
Tras un dramático conteo, los resultados oficiales fueron: Votos a favor del Brexit: 17.410.742; Votos a favor del Bremain (permanecer): 16.577.342. Sobre un total de 33.577.342 votos, que significaron una participación del 72% de los convocados.
La participación fue mucho más importante en aquellos distritos en que se votó masivamente por el Brexit, especialmente en el norte y el este de Inglaterra y en Gales. Los habitantes de Londres, Escocia e Irlanda del Norte, en cambio, se pronunciaron a favor del Bremain, aunque su presencia en las oficinas de voto fue sensiblemente inferior.
Una profunda división
La campaña electoral mostró una profunda división en las clases dominantes en el Reino Unido y sus componentes, en relación a los vínculos comerciales, políticos y empresariales con los distintos sectores de las clases dominantes de los demás 27 países integrantes de la Unión Europea, en particular con los sectores del capital financiero y monopolista de los países “rectores”, como Alemania, Francia e Italia. Contradicciones que ya se venían expresando en el mantenimiento de su soberanía monetaria por parte del Reino Unido y en la disputa entre Londres y Frankfurt por ser el centro financiero de la UE.
En el Reino Unido esto se manifestó en la división por mitades del dominante Partido Conservador, entre los partidarios de la permanencia y los de la salida de la UE. Por un lado, los partidarios de mantenerse negociando desde posiciones de fuerza encabezados por el Primer Ministro David Cameron, y por otro, los expresados por el ex alcalde de Londres Boris Johnson, quien encabezó la exitosa campaña por el Brexit y es el máximo favorito a suceder a Cameron en el cargo.
Boris Johnson trabajó sobre la polarización del país, que era profunda e incluso visible. Por esa razón, los distritos populares y obreros votaron por el leave (partir) para castigar al establishment y por su experiencia de que la llamada globalización y el “libre comercio” les quitan el trabajo, la libertad, el futuro y –sobre todo– la identidad. Esa convicción los inmunizó ante el argumento de Cameron de que el Brexit tendría graves consecuencias para la economía del país.
El tema de los inmigrantes
La cuestión de la inmigración en Gran Bretaña estuvo siempre vinculada a los intereses primero colonialistas y luego imperialistas británicos. Así, en distintos momentos históricos, se daba o no ciudadanía a los provenientes de sus colonias o ex colonias. Los habitantes de las Malvinas, por ejemplo, eran kelpers: no tenían ciudadanía británica y sólo se les entregaba un documento para permanecer un tiempo limitado en la metrópoli. Hasta que después de la guerra de Malvinas, en 1983, se dictó un acta válida para “los territorios de ultramar” otorgándoles ciudadanía plena.
Ahora, con la campaña por el Brexit, sectores de las clases dominantes trabajaron para ganar a las masas poniendo como blanco a la inmigración, especialmente por parte de Nigel Farage, un político británico de ultra derecha, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP). También en menor medida, por parte del ex alcalde conservador de Londres, Boris Johnson. A ambos se los considera los Trump ingleses. Lo que ninguno de ellos dice, es que la causa de la inmigración masiva desde Siria e Irak está originada por la intervención de los países imperialistas, entre ellos Gran Bretaña, en el conflicto. Inclusive Jo Cox, diputada laborista asesinada por un fanático del Brexit, y favorable a la entrada de inmigrantes al Reino Unido, justificaba la participación en la guerra.
A partir de 2004, coincidiendo con la entrada a la Unión Europea de varios países de Europa del Este, comenzó la inmigración, especialmente desde Polonia. El problema de la xenofobia, clásicamente agitado por las clases dominantes ante la desocupación, comenzó a crecer a partir de la crisis financiera de 2008, cuando a la ola de inmigrantes de Europa del Este se unieron trabajadores de las áreas más deprimidas de la eurozona, como Irlanda e Italia.
En marzo de este año, el primer ministro británico David Cameron anunció el envío de un buque anfibio portahelicópteros de la Royal Navy, el HMS Mounts Bay, para sumarse a las fuerzas de la OTAN en el Mar Egeo en las que también participan Alemania, Grecia, Canadá y Turquía. “Vamos a acabar con el negocio criminal de los traficantes que aprovechan el flujo desesperado de gente para embarcarlos en un viaje peligroso”, dijo Cameron en un comunicado. Pero sus supuestos fines humanitarios quedaron rápidamente desmentidos: El HMS Mounts Bay, ha recibido órdenes estrictas de interceptar y hacer regresar a los botes que a diario emprenden la travesía entre las costas de Turquía y Grecia.
“La misión de la OTAN es una oportunidad para frenar a los traficantes y enviar un mensaje a los inmigrantes“ “Los que estén contemplando el viaje han de tener claro que serán devueltos”.
Por su parte, Francia ya amenaza dejar de “contener” a los 5.500 inmigrantes que en el basurero de Calais esperan poder ingresar a Inglaterra, ya que hasta ahora Inglaterra no ha recibido a ningún refugiado.
El viernes negro
Los mercados financieros mundiales se desplomaron el viernes pasado, cuando el conteo casi definitivo mostró una victoria para la opción de abandonar el bloque con un 51,9 por ciento contra un 48,1 por ciento a favor de permanecer en la UE.
La libra esterlina sufrió también su peor caída diaria al desplomarse un 10 por ciento frente al dólar, tocando un mínimo de 31 años debido a los temores del mercado de que la decisión golpearía con fuerza la inversión en la quinta mayor economía del mundo. El euro también se vio afectado al caer más de un 3 por ciento frente al dólar por las preocupaciones de que el resultado ahondaría las crisis económica, política y social en los países del bloque.
El resultado del referéndum dará inicio a un conflictivo procedimiento de al menos dos años de duración, sobre el que ya se ha abierto una lucha feroz entre los partidarios de acelerar la ruptura y los que tratan, incluso, de retroceder en la decisión. El primer ministro David Cameron renunció casi inmediatamente, pese a que durante la campaña había prometido que se mantendría en el cargo más allá del resultado. Pero lo hizo tomándose su tiempo hasta octubre, cuando se reúna el congreso del Partido Conservador.
El temor a que ese tiempo agrave los problemas del bloque, ha llevado a los dirigentes de los tres países “rectores” (Alemania, Francia e Italia), casi en soledad del resto por ahora, exijan al Reino Unido una inmediata iniciación de la negociación sobre su salida. Es que muchos de los otros países de incorporación reciente al bloque, como Polonia, República Checa y Hungría –de mayor vinculación el Reino Unido y que consideraban a éste como un importante contrapeso a la prepotencia del capital financiero y monopólico sobretodo de Alemania–, promueven una reforma de los tratados que permita recuperar parte de la soberanía cedida a Bruselas. Temen que la demora alimente en sus propios países a las fuerzas euroescépticas, que se mostraron eufóricas celebrando lo que consideran una victoria contra las grandes empresas y los políticos de dentro y fuera del bloque –incluyendo a Barack Obama– que habían instado a la permanencia del Reino Unido.
Implicancias en el mundo, América Latina y la Argentina
En el Reino Unido, como en otros países imperialistas, sectores de las clases dominantes preparan a sus países para un mundo en el que se multiplican los factores de guerra. También, son pasos hacia realineamientos de esos países imperialistas en el nuevo reparto del mundo que está en curso. Gran Bretaña ya no es “la reina de los mares”, pero conserva un poderoso dispositivo estratégico mundial, apoyado en los lazos de dependencia que tejió en la descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial, también en las posiciones coloniales que conserva.
Inglaterra ocupa militarmente nuestros territorios en el Atlántico Sur, y avanza en sus planes de colonizar más de 5 millones de kilómetros cuadrados de aguas e islas que nos pertenecen, así como disputa los sectores antárticos argentino y chileno.
Los territorios argentinos colonizados fueron reconocidos por la Unión Europea, en el Acuerdo de Lisboa, como “Territorios británicos de ultramar asociados a la Unión Europea”. Con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, si se consuma, perdería ese “paraguas”, lo que crearía una situación favorable a nuestro país.
El gobierno de Macri canjea soberanía por negocios. En mayo, llegó a la Argentina una delegación encabezada por “lord” Price, ministro de Comercio e Inversión inglés, junto a una docena de grandes empresarios de ese país. Fue una misión para abrir negociaciones con la Argentina ante la posibilidad de que en el plebiscito triunfara la separación de la Unión Europea. Esa misión visitó a la Argentina, Colombia y México.
Las consecuencias de esa misión fueron ocultadas al pueblo: reapertura de los viajes de “turismo” a Malvinas, acuerdo de “los tres gobiernos” (reconociendo a un supuesto “gobierno” kelpers) para la extracción de ADN de los restos de los argentinos sepultados en las islas, operaciones “científicas conjuntas” en el Atlántico Sur y la Antártida, salida de contenedores con repuestos para la petrolera pirata que saquea nuestra plataforma en Malvinas, negociaciones para un segundo aeropuerto en otra estancia de Lewis, agente inglés con el que Macri mantiene una vieja amistad que lleva 11 años. Aeropuertos con los que aviones de Malvinas pueden traer tropas en dos horas, que corten la Patagonia del resto del país, entre otras cosas.
A días del Bicentenario, condenamos el colonialismo y la militarización inglesa sobre nuestros territorios del Atlántico Sur, y repudiamos los acuerdos del gobierno de Macri con ese imperialismo, humillantes para la Nación Argentina. Jamás renunciaremos a luchar contra ese colonialismo pirata. Es parte de la lucha para conquistar la segunda y definitiva independencia.