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02 de octubre de 2010

El 21 de enero de 1924 murió en Gorki, cerca de Moscú, el fundador y jefe del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, Vladimir Ilich Lenin. Reproducimos extractos del discurso de José Stalin del 26 de enero de ese año.

El camarada Lenin

A 84 años de su fallecimiento

Camaradas: Nosotros, los comunistas, somos hombres de un temple especial. Estamos hechos de una trama especial. Somos los que formamos el ejército del gran estratega proletario, el ejército del camarada Lenin. No hay nada más alto que el honor de pertenecer a este ejército. No hay nada superior al título de miembro del Partido, cuyo fundador y jefe es el camarada Lenin. No es dado a todos ser miembros de tal Partido. No es dado a todos resistir las adversidades y las tempestades a las que uno está expuesto cuando es miembro de tal Partido. Los hijos de la clase obrera, los hijos de la miseria y de la lucha, los que sufren las privaciones más duras y realizan los esfuerzos más heroicos, estos son los que, ante todo, deben ser miembros de este Partido. Es por esto por lo que el Partido de los leninistas, el Partido de los comunistas se llama también el Partido de la clase obrera.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de mantener en alto y conservar en toda su pureza el gran título de miembro del Partido. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor este mandato!
Durante 25 años, el camarada Lenin educó a nuestro Partido y de él hizo el Partido obrero más sólido y mejor templado del mundo. Los golpes del zarismo y de sus pretorianos, la rabia furiosa de la burguesía y de los terratenientes, los asaltos armados de Kolchak y Denikin, la intervención armada de Inglaterra y de Francia, las mentiras y las calumnias de los innumerables órganos de la prensa burguesa, todos estos escorpiones se arrojaron constantemente sobre nuestro Partido a lo largo de un cuarto de siglo. Pero nuestro Partido seguía erguido como una roca, rechazando los golpes innumerables de sus enemigos y llevando a la clase obrera adelante, hacia la victoria. A lo largo de duros combates, nuestro Partido forjó la unidad y la cohesión de sus filas. Y gracias a esta unidad y a esta cohesión consiguió vencer a los enemigos de la clase obrera.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de velar por la unidad de nuestro Partido como por las niñas de nuestros ojos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este mandato!
El destino de la clase obrera es penoso, insoportable. Pesados y crueles son los sufrimientos de los trabajadores. Esclavos y amos, siervos y señores, campesinos y terratenientes, obreros y capitalistas, oprimidos y opresores: así es como estaba constituido el mundo durante siglos, y así es como sigue todavía hoy en la inmensa mayoría de los países. Decenas y centenares de veces, los trabajadores intentaron, en el curso de los siglos, librarse de la dominación de sus opresores y hacerse dueños de sus destinos. Pero cada vez, vencidos y humillados, tuvieron que batirse en retirada, guardando en el fondo del corazón la humillación y la ofensa, la desesperación y la ira, y levantando los ojos hacia un cielo desconocido, donde esperaban encontrar la salvación. Las cadenas de la esclavitud quedaban intactas o eran reemplazadas por otras, igualmente pesadas y humillantes. Unicamente en nuestro país, las masas trabajadoras oprimidas y aplastadas consiguieron librarse de la dominación de los terratenientes y de los capitalistas y reemplazarla por la de los obreros y los campesinos. Vosotros sabéis, camaradas, y el mundo entero lo reconoce hoy, que aquella lucha gigantesca fue dirigida por el camarada Lenin y su Partido. La grandeza de Lenin consiste, ante todo, en haber mostrado concretamente a las masas oprimidas del mundo entero, al crear la República de los Soviets, que la esperanza en la salvación no está perdida, que la dominación de los terratenientes y de los capitalistas no es eterna, que el reino del trabajo puede ser creado por los esfuerzos de los trabajadores mismos y que es preciso instituirlo en la tierra y no en el cielo. Con esto, encendió el ánimo de los trabajadores y de los campesinos del mundo entero con la esperanza de la liberación. Esto es lo que explica que el nombre de Lenin se haya convertido en el nombre más querido de las masas trabajadoras y explotadas.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de conservar y fortalecer la dictadura del proletariado. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo para ejecutar con honor también este mandato!
La dictadura del proletariado se ha creado en nuestro país sobre la base de la alianza de los obreros y campesinos. Es la base primera y fundamental de la República de los Soviets. Los obreros y los campesinos no habrían podido vencer a los capitalistas y a los terratenientes sin esta alianza. Los obreros no habrían podido vencer a los capitalistas si no hubieran tenido el apoyo de los campesinos. Los campesinos no habrían podido vencer a los terratenientes si no hubieran sido dirigidos por los obreros. Toda la historia de la guerra civil en nuestro país lo atestigua. Pero la lucha por el fortalecimiento de la República de los Soviets está lejos de haber terminado; lo que ha hecho únicamente es adoptar una forma nueva. Antes, la alianza de los obreros y de los campesinos tenía la forma de una alianza militar, porque iba dirigida contra Kolchak y Denikin…
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de afianzar con todas nuestras fuerzas la alianza de los obreros y campesinos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor igualmente este mandato!
La segunda base de la República de los Soviets es la alianza de los trabajadores de las diferentes nacionalidades que componen nuestro país. Rusos y ucranianos, bashkires y bielorrusos, georgianos y azerbaidzhanos, armenios y daguestanes, tártaros y kirguises, uzbecos y turkmenos, todos están interesados por igual en el fortalecimiento de la dictadura del proletariado. Es que no sólo la dictadura del proletariado libera a estos pueblos de sus cadenas y de su yugo, sino que también estos pueblos, con su adhesión incondicional a la República de los Soviets y su fidelidad abnegada por ella, protegen a nuestra República Soviética contra las maquinaciones e intentonas de los enemigos de la clase obrera. Por esto es por lo que el camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la necesidad de una alianza voluntaria entre los pueblos de nuestro país, de la necesidad de su colaboración fraternal dentro del marco de la Unión de Repúblicas.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de reforzar y extender la Unión de Repúblicas. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este mandato!
La tercera base de la dictadura del proletariado es nuestro Ejército Rojo, nuestra Flota Roja. Más de una vez nos repitió Lenin que la tregua que hemos arrancado a los Estados capitalistas puede ser de corta duración. Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento del Ejército Rojo y su perfeccionamiento constituyen una de las tareas más importantes de nuestro Partido…
Nuestro país se yergue como una formidable roca en medio del océano de los Estados burgueses. Oleada tras oleada caen sobre él y amenazan hundirlo y arrasarlo. Pero la roca permanece inquebrantable. ¿En qué reside su fuerza? No solamente en que nuestro país descansa sobre la alianza de los obreros y los campesinos, en que encarna la alianza de libres nacionalidades y está defendido por el brazo poderoso del Ejército Rojo y de la Flota Roja. La fuerza de nuestro país, su potencia, su solidez residen en la profunda simpatía y en el apoyo inquebrantable que encuentra en el corazón de los obreros y campesinos del mundo entero. Los obreros y campesinos de todo el mundo quieren mantener la República de los Soviets, como flecha lanzada por la mano segura del camarada Lenin en el campo enemigo, como base de su esperanza en liberarse de la opresión y de la explotación, como faro seguro que les indica el camino de la liberación. Quieren mantenerla y no permitirán a los terratenientes y a los capitalistas que la destruyan. En esto es donde reside nuestra fuerza. En esto es donde reside la fuerza de los trabajadores de todos los países. En esto es donde reside también la debilidad de la burguesía del mundo entero.
Nunca consideró Lenin a la República de los Soviets como una finalidad en sí. Siempre la consideró como un eslabón indispensable para reforzar el movimiento revolucionario en los países de Occidente y de Oriente, como un eslabón indispensable para facilitar la victoria de los trabajadores en el mundo entero sobre el capital. Lenin sabía que sólo tal concepción es acertada, no solamente desde el punto de vista internacional, sino también desde el punto de vista del mantenimiento de la República de los Soviets misma. Lenin sabía que este es el único medio de encender el ánimo de los trabajadores del mundo entero para las batallas decisivas por su liberación. Por esto es por lo que Lenin, el jefe más genial entre los jefes geniales del proletariado, sentó, al día siguiente mismo de la instauración de la dictadura del proletariado, las bases de la Internacional de los obreros. Es por esto por lo que no se cansaba de ensanchar y de fortalecer la unión de los trabajadores del mundo entero: la Internacional Comunista.
Habéis visto, durante estos últimos días, la peregrinación de decenas y centenares de miles de trabajadores que han venido a saludar los restos mortales de Lenin. Dentro de algún tiempo, veréis la peregrinación, ante su tumba, de representantes de millones de trabajadores. …Lenin fue el jefe no sólo del proletariado ruso, no sólo de los obreros europeos, no sólo de los trabajadores de las colonias de Oriente, sino de toda la humanidad trabajadora del mundo.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de permanecer fieles a los principios de la Internacional Comunista. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no regatearemos nuestra vida para fortalecer y extender la unión de los trabajadores del mundo entero: la Internacional Comunista!