Qué cambios percibiste en tu breve recorrida de Nepal, después del derrocamiento de la monarquía feudal y el establecimiento de una “república federal y democrática”?
—E.G. La estructura económico-social es una cuestión que no se cambia rápidamente. La revolución en Nepal se centró hasta aquí en liquidar la monarquía teocrática, sostén político del régimen semifeudal y dependiente, y de las relaciones sociales dominantes que se sustentan en la religión hindú, las castas, la opresión de las nacionalidades en este país tan diverso.
Nepal es un país muy pobre. Más de la mitad de la población está en la indigencia, con un ingreso promedio de 240 dólares anuales por persona, o sea menos de un dólar por día. Es un país con muchas desigualdades: con una gran diversidad cultural y étnica, donde las castas, nacionalidades y etnias marcan a la gente desde el nacimiento (las terminaciones de los apellidos: -rai, -upreti, indican la casta, nacionalidad o etnia de pertenencia). Y esto a su vez determina la posibilidad o no de determinado tipo de estudios, de trabajo, de matrimonio, etc. Una gran reivindicación democrática lograda fue abolir el casamiento de los niños, que se hacía para garantizar que el matrimonio fuera dentro de la misma casta. De todos modos, una cosa es la abolición en los papeles y otra que eso cambie efectivamente en la sociedad…
—¿Cuáles son las clases dominantes en Nepal?
—Fundamentalmente son los miembros de las castas superiores, de origen hindú en el sur o persa en el oeste; también hay un sector que proviene de los mongoles, en el noreste. Desde el punto de vista económico-social son terratenientes o burguesía intermediaria que se fue formando en todo el proceso de la dominación imperialista.
El imperialismo inglés invadió Nepal a principios del siglo 19, simultáneamente a su conquista de la India; pero tras derrotar a los gurkas llegó a un acuerdo con la monarquía, en la que ésta se preservó a cambio de concederle el monopolio económico a la Compañía (inglesa) de las Indias Orientales. Inglaterra integró a una parte de los guerreros gurkas al ejército colonialista que usaba para oprimir a otros países (en la India, o como lo vimos en nuestras Malvinas).
La burguesía intermediaria es esencialmente una “burguesía compradora”: no es productora sino centralmente importadora. Es la base de los partidos burgueses de Nepal, que en su pugna con la monarquía teocrática impulsan la subordinación del rey, es decir una monarquía constitucional. Eso se logró en 1991, lo que trajo una “apertura” económica y cierto “progreso”, por ejemplo la construcción de caminos, que facilitó la integración al mercado de poblaciones montañesas aisladas (en general campesinos pobres que cultivan en terrazas), y que posibilita su traslado para trabajar en la India o en los centros urbanos de Nepal.
Después de la 2ª Guerra mundial esa burguesía siguió siendo intermediaria de Inglaterra, pero con crecientes lazos con la India (independizada de Inglaterra en 1947) y con los Estados Unidos, de donde importan bienes industriales de consumo. También con el Japón: los taxis y las motos son Suzuki japoneses, los colectivos son Tata de la India, los camiones son ingleses, etc. También llegan ahora mercancías chinas.
—¿Qué condicionamientos se derivan para la revolución nepalesa de su posición geográfica fronteriza con la India y China?
—Está totalmente encerrado, por la India al este, el sur y el oeste, y por China al norte. Los productos de ultramar sólo pueden entrar por los puertos de la India. Los afecta el expansionismo hindú, no sólo económico sino cultural, particularmente en lo religioso. Mucha gente se ve obligada a buscar trabajo en la India. La dependencia de la India siempre se hizo sentir, y se manifestó en que, establecida la monarquía constitucional, el primer ministro de cada gobierno nepalés viajaba en primer lugar a ese país vecino. Esta vez la cosa cambió con el primer ministro del gobierno revolucionario, Prachanda, que aprovechó los Juegos Olímpicos para viajar primero a Beijing.
—Tanto en la India como en China se manifestó gran preocupación por la posible influencia que la revolución nepalesa pudiera tener sobre la lucha revolucionaria de los maoístas hindúes y de los separatistas en el sudoeste de China…
—Efectivamente, lo de Nepal influencia sobre esos movimientos. En la India hay varios movimientos maoístas que llevan a cabo la lucha armada. Los maoístas nepaleses coordinan políticas con los partidos de la India, con el Partido Comunista de Filipinas y con otros del sur y el sudoeste asiático.
Esto es una gran preocupación para las clases dominantes de esos países: cómo evitar que el ejemplo de Nepal se extienda. Y también para los yanquis y todos los imperialistas con intereses en la región. Los alemanes también son importantes vendedores en Nepal.
La monarquía se postulaba como garantía de la subsistencia de Nepal, jugando con la “carta” india o china según su conveniencia y condicionando con eso a los partidos burgueses. Por eso no sólo los partidos monárquicos sino también el Partido del Congreso –similar al de Nehru en los ’50 en la India– y el partido “comunista” Unificado Marxista Leninista afín a China no acordaban con los maoístas en el punto de la abolición de la monarquía; pensaban que si caía el rey se disgregaba Nepal…
—Los maoístas del PCN-M subrayan que el contexto internacional de su revolución es muy distinto al de la Rusia de 1917 y al de China de 1949. ¿Cómo caracterizan este contexto?
—Para ellos el condicionamiento principal es el peso mundial que tiene el imperialismo yanqui, y el expansionismo hindú. Las condiciones son diferentes no sólo por ser un país distinto de Rusia y de China –un país pequeño, encerrado, etc.–, sino porque la disputa interimperialista no está hoy en el punto de fractura en que estaba en la primera y la segunda guerras mundiales. Si bien las contradicciones interimperialistas se han acentuado, ellos tienen que buscar un cierto equilibrio para sostenerse y una posición que utilice esas contradicciones en lo interno para que los imperialistas no puedan ponerse de acuerdo para aplastarlos.
—Se conoce algo sobre la organización militar que dirige el PCN-M –el Ejército de Liberación del Pueblo–, pero poco o nada sobre las organizaciones de masas que han formado o dirigen…
—En el caso de ellos el principal elemento movilizador fue la propia guerra popular. Por ejemplo en lo agrario, el principio que levantan –“la tierra para quien la trabaja”– no podía obtenerse como concesión de la monarquía sino derrocándola; por eso ellos se afirmaron en que por el camino parlamentario no era posible lograr la liberación de Nepal.
Su dirigente Prachanda dice que “el derecho humano fundamental es el de rebelarse contra la opresión”. A partir de eso fueron logrando la adhesión de las minorías y de las castas oprimidas –sobre todo los parias, los que sufren la “intocabilidad”–, la participación y la integración al ejército popular, o el sos- tenimiento desde afuera, en las zonas liberadas.
Las únicas organizaciones específicas que tienen son la de mujeres y la de los jóvenes: el Partido las dirige, pero son mucho más amplias que las organizaciones femeninas y juveniles del Partido. En el caso de las mujeres lograron el gran derecho democrático de que la mujer pueda tener propiedad; en una época ellas debían inmolarse cuando moría el marido porque dejaban de ser personas, o tenían que depender del hijo mayor.
—La república que establecieron se denomina “federal y democrática”. Sería un primer paso de la primera etapa, de la revolución democrático-popular. ¿Cuál es la importancia en Nepal de la reivindicación del federalismo y de la autodeterminación de las nacionalidades?
—A partir de las diferencias regionales y de la opresión de las nacionalidades, el reclamo federal y por abolir todas las desigualdades asentadas sobre lo geográfico, lo étnico, la casta o el género, frente al régimen monárquico unitario y semifeudal –muy penetrado por el imperialismo–, es parte de la república popular.
La propuesta de los maoístas es crear 11 provincias autónomas y 3 semi-estados federales. Cuestionan la democracia parlamentaria, y proponen una república presidencialista.
En esto están en desacuerdo los partidos burgueses: de hecho el Partido del Congreso está en la oposición, aunque tiene la presidencia. En la Constituyente el PCN-M sólo es la primera minoría, y por ella –como en Bolivia– pasa ahora la lucha de posiciones sobre cómo avanzar, en base a dos temas principales: cómo será la integración de los dos ejércitos, y qué régimen político saldrá de la Constituyente.
Además, de cómo se resuelva el tema de las armas dependerá hasta qué punto pueda ser democrática o popular la república instaurada.
—Y en la marcha hacia la república popular ¿qué objetivos se propone alcanzar el PCN-M?
—Lo principal es en función de qué intereses de clase va a organizarse la nueva república. El nuevo ejército que se conforme integrando el ejército popular con el ejército real, ¿será el ejército de una república burguesa o uno de carácter democrático-popular? Y lo mismo se plantea en relación al problema agrario y a todos los problemas fundamentales.
El gobierno que se constituyó sigue siendo en cierta manera provisional, ya que fue elegido por la Constituyente. Los maoístas tienen, además del primer ministro, los ministerios de Defensa, de Finanzas y algún otro, pero están limitados por la propia conformación del gobierno. Pudieron obtener cambios democráticos como la eliminación de la haliya, el peonaje por deudas. Ellos quieren avanzar en eliminar las taras semifeudales en dirección a eliminar el latifundio: se habla de reforma agraria, pero se debate de qué tipo será.
También está el tema de con qué se reemplazarán los órganos locales de poder de la guerrilla al llegarse a los acuerdos de paz. Para eso se formaron los Comités de Paz en los distintos distritos, electos con sistemas electorales resueltos localmente con cierta autonomía, y donde los integrantes del PCN-M luchan por dirigirlos, en el marco de ese frente único de todos los republicanos.
Que se mantenga o no este frente dependerá fundamentalmente de la actitud que asuma el Partido del Congreso, respecto al cual Prachanda, poniendo lo nacional como eje central –los peligros de la opresión imperialista y del expansionismo hindú–, trata de que sectores de él se aparten de sus compromisos con el imperialismo y se integren a esos comités democráticos. El problema, lógicamente, es que deberán integrarse en minoría. Prachanda caracteriza al Partido del Congreso en forma similar a lo que en su momento fue en China el Kuomintang, cuyos sectores democráticos se integraron al gobierno democrático popular establecido en 1949.
Con un problema semejante se encuentran en las fuerzas armadas. El 90 por ciento de sus integrantes es de base popular y proviene de los sectores más oprimidos, pero está dirigido por un 10 por ciento basado en el sistema de castas, y la cadena de mandos está en manos de los sectores “tradicionales”. Allí también tienen planteado cómo desblocar eso e impedir que las clases dominantes puedan instrumentar ese ejército.
En definitiva: el PCN-M tiene parte del gobierno; tiene 7 divisiones del ejército popular acantonadas, pero en distintas regiones del interior; y tiene que evitar que las clases dominantes utilicen el ejército “oficial”, y prepararse para actuar de contragolpe. Por eso ellos comparan la situación con la de Rusia en agosto de 1917: la república instalada, y la amenaza de un golpe contrarrevolucionario como el del general zarista Kornílov.
—En relación con eso: ¿todo el trabajo del Partido pasó ahora a ser público y “abierto”, o mantienen una parte de su trabajo como clandestino o secreto?
—Para ellos lo fundamental es el trabajo secreto en las ciudades. Tienen una parte “abierta”, que es la que está en el gobierno y la que participa en las organizaciones de masas. Pero tienen claro que la definición de la situación va a depender de la correlación de fuerzas y de su capacidad para dirigir la lucha armada. Si el enfrentamiento se plantea en el terreno militar, ellos tienen que seguir trabajando en las ciudades donde, si bien han logrado un consenso importante –incluso en la propia Katmandú–, deben asegurarse una organización tal que les permita no ser ahogados en sangre en caso de un golpe reaccionario allí.
Por eso ellos hablan permanentemente de cómo combinar la guerra popular en el campo –que es lo principal– con la insurrección en las ciudades y la preparación militar para esto.
—El PCN-M va hacia un nuevo Congreso a principios del 2009, en medio de un debate muy intenso sobre la relación entre las reformas que van logrando y el proceso revolucionario, y los problemas de táctica y estrategia que vos estás describiendo. El debate es público y aparece en su periódico “Estrella Roja”.
¿Es también un debate de masas?
—Es interno porque indefectiblemente lo externo se expresa adentro del partido. Por ejemplo el debate que existe en la sociedad sobre a qué se aspira: ¿sólo a una república democrática con mayor libertad nacional que la que había con la monarquía, o a una república que esté más al servicio del pueblo? De aquí se desprenderá si la revolución se estanca o si avanza y se profundiza. Esto está en la sociedad, y por lo tanto repercute “adentro”.
Y también se plantea el problema de la relación entre el partido y el gobierno: ¿”manda” el partido o el gobierno? No es un gobierno del PCN-M, pero lo dirige el PCN-M, y sus principales exponentes están en la dirección del gobierno. Esto está en discusión.
Y en todos estos debates ellos se guían por el método de unidad-lucha-transformación, y “los 3 sí y los 3 no” de Mao: marxismo y no revisionismo; unidad y no divisionismo; franqueza y no intriga (por eso les mostré la página de nuestro periódico hoy donde tenemos inscriptos esos principios). Ellos parten de la unidad y de la necesidad de avanzar en la revolución. La “derecha” y la “izquierda” se diferencian en cuanto a la mayor o menor rapidez que se le puede dar al proceso, lo que está condicionado no sólo por lo interno sino también por la coyuntura internacional.
—Según lo que percibiste en tu recorrido, ¿es un partido reconocido, querido?
—Es un partido muy reconocido. Allá, una gran parte de la gente mayor es del Partido del Congreso (como acá son peronistas), y en muchos casos sus hijos están en el PCN-M. Y muchos de esos padres que son del Partido del Congreso dicen: “Bueno, si los maoístas cumplen lo que prometen vamos a ir adelante”. No tienen contra el PCN-M la animadversión que sí le tienen las direcciones de los partidos burgueses, que temen la integración de los ejércitos diciendo que “el ejército es la última garantía de los ‘derechos individuales’” (es decir de sus propiedades), y que quieren congelar la situación en el punto actual. Los maoístas se han sabido ganar el respeto de la gente, por lo que los dirigentes de los otros partidos, aunque sea mascullando, tienen que aceptar su liderazgo en el nuevo gobierno.