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11 de noviembre de 2010

Programa aprobado en el 6° Congreso del PCR. 29, 30 de junio y 1º de julio de 1990

El carácter de la revolución

Documentos del PCR / tomo 6

La con­tra­dic­ción fun­da­men­tal de nues­tra socie­dad sólo puede resol­ver­se median­te la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo. Esto impli­ca las tare­as agra­rias que no han sido resuel­tas his­tó­ri­ca­men­te y. tam­bién, las tare­as anti­im­pe­ria­lis­tas, y es una revo­lu­ción demo­crá­ti­ca popu­lar por­que sólo puede ser rea­li­za­da bajo la direc­ción de la clase obre­ra, lo que a su vez garan­ti­za­rá su pers­pec­ti­va socia­lis­ta. Por eso defi­ni­mos en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
Es un error gol­pe­ar al impe­ria­lis­mo y olvi­dar­se de los terra­te­nien­tes y la gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria. Sin la ayuda de éstos el impe­ria­lis­mo no podría opri­mir­nos. Otro error es otor­gar a los terra­te­nien­tes como clase, una inde­pen­den­cia que no tie­nen res­pec­to del impe­ria­lis­mo. Como clase, los terra­te­nien­tes argen­ti­nos han sido y son la prin­ci­pal base social en la que se apoya la domi­na­ción impe­ria­lis­ta en nues­tro país, sien­do el impe­ria­lis­mo el bas­to­ne­ro en el blo­que de cla­ses ene­mi­gas de la revo­lu­ción. Si bien la pene­tra­ción impe­ria­lis­ta ha deter­mi­na­do un cier­to desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, esto sólo ha sido en algu­nos sec­to­res que le inte­re­san en par­ti­cu­lar a él y a los terra­te­nien­tes, como ocu­rrió con los ferro­ca­rri­les ingle­ses, siem­pre en des­me­dro de la indus­tria nacio­nal, con­di­cio­nan­do y defor­man­do toda la estruc­tu­ra pro­duc­ti­va del país.
La revo­lu­ción argen­ti­na y las tare­as que ella impli­ca no han podi­do ni pue­den ser resuel­tas por la bur­gue­sía nacio­nal. Sólo el pro­le­ta­ria­do, alián­do­se al cam­pe­si­na­do pobre y medio, diri­gien­do al con­jun­to del pue­blo y demás sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos y ganan­do a una parte de las fuer­zas arma­das puede lle­var ade­lan­te esa revo­lu­ción, impres­cin­di­ble para abrir el cami­no a la revo­lu­ción socia­lis­ta.
En la actual etapa de la revo­lu­ción se enla­zan dos con­tra­dic­cio­nes: la nacio­nal y la demo­crá­ti­ca. Aunque en deter­mi­na­dos momen­tos pre­do­mi­nen las tare­as nacio­na­les sobre las demo­crá­ti­cas (como en Malvinas), y en otros a la inver­sa (como duran­te gran parte del perio­do dic­ta­to­rial), no se puede resol­ver una con­tra­dic­ción sin resol­ver la otra. El grado de desa­rro­llo capi­ta­lis­ta, el peso del pro­le­ta­ria­do en la Argentina, y la impor­tan­cia de la cues­tión demo­crá­ti­ca (el tema del lati­fun­dio de ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta. en pri­mer lugar, y las tra­di­cio­nes repu­bli­ca­nas de mucho más de un siglo) impli­can que no se puede resol­ver una de aque­llas con­tra­dic­cio­nes sin resol­ver la otra.
La ten­den­cia a empu­jar una revo­lu­ción nacio­nal en la que el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do comu­nis­ta sean “la izquier­da” de un Frente Nacional hege­mo­ni­za­do por la bur­gue­sía como suce­dió en algu­nos paí­ses de Asia, Áfri­ca y América Latina, resul­tó fatal para la clase obre­ra de esos paí­ses y para esos par­ti­dos comu­nis­tas. Aún está fres­co el recuer­do de las san­grien­tas matan­zas de la bur­gue­sía nacio­na­lis­ta ira­quí, que costó la vida a miles de comu­nis­tas; el ase­si­na­to de cen­te­na­res de miles de comu­nis­tas y revo­lu­cio­na­rios indo­ne­sios, ante el fra­ca­so del putsch que inten­ta­ron como izquier­da de la bur­gue­sía nacio­nal lide­ra­da por Sukarno; la pri­sión de miles de comu­nis­tas egip­cios o arge­li­nos, etcé­te­ra.
Esos movi­mien­tos de libe­ra­ción nacio­nal cum­plie­ron y cum­plen un papel posi­ti­vo en tanto y en cuan­to enfren­tan al impe­ria­lis­mo y pro­du­cen algu­nas refor­mas pro­gre­sis­tas (como suce­dió en la Argentina en épo­cas de Perón); pero son inca­pa­ces (en la época actual de las revo­lu­cio­nes pro­le­ta­rias) para rea­li­zar a fondo las tare­as demo­crá­ti­cas de la revo­lu­ción y, desde ya, para per­mi­tir el paso inin­te­rrum­pi­do al socia­lis­mo, con lo que, las pro­pias con­quis­tas nacio­na­les son pre­ca­rias y fácil­men­te rever­ti­bles, como suce­dió en Indonesia, Ghana, Brasil (con Goulart) entre tan­tos ejem­plos y en el pro­pio caso argen­ti­no con el gobier­no pero­nis­ta.
La oli­gar­quía, de base terra­te­nien­te, ha sido y es la prin­ci­pal clase que se opone a la demo­cra­cia y es el prin­ci­pal apoyo del impe­ria­lis­mo para domi­nar­nos. Sin aca­bar con ella, lle­van­do a fondo la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca, no habrá libe­ra­ción nacio­nal. Así tam­bién la ten­den­cia que empu­ja la lucha demo­crá­ti­ca en forma sepa­ra­da, y en oca­sio­nes con­tra­pues­ta a la lucha por la inde­pen­den­cia nacio­nal, es erró­nea. Mal puede haber demo­cra­cia y menos aún socia­lis­mo, en un país en el que el pue­blo no es dueño del mismo. La inde­pen­den­cia nacio­nal es la con­di­ción bási­ca para la demo­cra­cia y para el socia­lis­mo.
Tampoco somos par­ti­da­rios de que el pro­le­ta­ria­do y su par­ti­do pro­mue­van, como línea, un alza­mien­to o putsch mili­tar con apoyo de masas. El tema tiene vigen­cia por­que exis­ten en la Argentina fuer­zas anti­im­pe­ria­lis­tas que plan­te­an esta sali­da. Una cosa es un movi­mien­to mili­tar que empal­ma con la lucha revo­lu­cio­na­ria de masas, como empal­ma­ron en enero de 1958 núcleos de mili­ta­res de rango medio y sub­al­ter­no de la sub­ofi­cia­li­dad vene­zo­la­na, con la lucha revo­lu­cio­na­ria, insu­rrec­cio­nal, del pue­blo vene­zo­la­no unido tras la Junta Patriótica que lucha­ba con­tra la dic­ta­du­ra de Pérez Jiménez, o que el pue­blo ter­cie con inde­pen­den­cia, como suce­dió, en cier­ta medi­da, en 1952 en Bolivia, ante el golpe nacio­na­lis­ta; y otra cosa, muy dis­tin­ta, es pro­mo­ver una aven­tu­ra puts­chis­ta, como suce­dió con el alza­mien­to de la Alianza Nacional Libertadora, en 1935, en Brasil, orga­ni­za­do por el Partido Comunista de ese país unido a otras fuer­zas anti­im­pe­ria­lis­tas; o en los casos de los alza­mien­tos de las bases de Puerto Cabello y Campano, en Venezuela, pro­mo­vi­dos por el PCV, en la déca­da del 60, entre otros nume­ro­sos y trá­gi­cos ejem­plos para el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio lati­no­a­me­ri­ca­no.
El Partido puede y debe –en oca­sio­nes– tener una polí­ti­ca de alian­zas con fuer­zas que empu­jan tales movi­mien­tos en la medi­da en que sean parte del pue­blo y luchen con­tra el ene­mi­go común; e inclu­so una polí­ti­ca que apro­ve­che toda situa­ción de frac­tu­ra o enfren­ta­mien­to mili­tar entre dis­tin­tos sec­to­res de las fuer­zas arma­das. Pugnando siem­pre por acu­mu­lar fuer­zas para nues­tra estra­te­gia insu­rrec­cio­nal, lo que exige librar una bata­lla per­ma­nen­te para demos­trar que esos movi­mien­tos no lle­va­rán al triun­fo, en nin­gún caso, a la segun­da revo­lu­ción libe­ra­do­ra en América Latina. Y que donde ésta triun­fó –tal el caso cuba­no– lo fue sobre otra base: la de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo, con eje en la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na, des­tru­yen­do a las fuer­zas arma­das del Estado oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­ta y ganan­do a los mili­ta­res demo­crá­ti­cos y patrio­tas que se le sumen. Sólo esta línea podrá abrir el cami­no del triun­fo a la revo­lu­ción cuya nece­si­dad es cada día más impe­rio­sa en la Argentina.

 

Acumulación de fuerzas

En la Argentina, la revo­lu­ción tiene al pro­le­ta­ria­do no sólo como la fuer­za diri­gen­te sino tam­bién como la fuer­za prin­ci­pal. Atesora una larga expe­rien­cia de luchas socia­les y polí­ti­cas que jalo­na­ron nues­tra his­to­ria, que gol­pea­ron a los ene­mi­gos estra­té­gi­cos de la revo­lu­ción argen­ti­na, que per­mi­tie­ron el avan­ce del con­jun­to del pue­blo y el logro de con­quis­tas impor­tan­tes; pero no pudo jugar hasta ahora su papel diri­gen­te en la lucha por el poder. En esto inci­dió la fuer­za con­cre­ta y la línea del par­ti­do mar­xis­ta, pri­me­ro, y mar­xis­ta-leni­nis­ta, des­pués. Con el sur­gi­mien­to del PCR se ha abier­to en la Argentina la posi­bi­li­dad de que el pro­le­ta­ria­do jue­gue su papel diri­gen­te en la lucha por la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
El Cordobazo, el Rosariazo, el Correntinazo, Tucumanazo, Mendozazo, Rocazo, etc., y los com­ba­tes libra­dos por las masas en estos últi­mos años vuel­ven a con­fir­mar que el medio de lucha espe­cí­fi­ca­men­te pro­le­ta­rio, la huel­ga, es el medio prin­ci­pal para poner en movi­mien­to a las masas obre­ras, cam­pe­si­nas y popu­la­res, inclu­so a sec­to­res del empre­sa­ria­do nacio­nal.
El aná­li­sis de la expe­rien­cia del pro­le­ta­ria­do, de la expe­rien­cia de los pro­ce­sos de lucha más avan­za­dos de la clase obre­ra y el pue­blo donde par­ti­ci­pó el PCR, demos­tró la impor­tan­cia de arti­cu­lar correc­ta­men­te: la lucha eco­nó­mi­ca de masas con la lucha polí­ti­ca; el fren­te único en la clase –que tiene como colum­na ver­te­bral la uni­dad de los pero­nis­tas con los comu­nis­tas revo­lu­cio­na­rios– con el fren­te único anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te; y la lucha de masas con una justa polí­ti­ca de alian­zas y acuer­dos con otras fuer­zas polí­ti­cas, que ayude y no se con­tra­pon­ga a los obje­ti­vos his­tó­ri­cos, estra­té­gi­cos y tác­ti­cos del pro­le­ta­ria­do.
Así fue en el pro­ce­so de recu­pe­ra­ción del SMATA Córdoba, en el perio­do de la lucha anti­gol­pis­ta (Cuerpo de Delegados de Santa Isabel, rura­les, fri­go­rí­fi­co de Berisso, etc.), en la resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra (ferro­via­rios, carne, Lozadur, Galileo, Madres de Plaza de Mayo, etc.), en la lucha por la paz con Chile, duran­te la gue­rra de las Malvinas, y en el perio­do alfon­si­nis­ta, en los dis­tin­tos pro­ce­sos con diver­sas for­mas de lucha en las que par­ti­ci­pa­mos enfren­tan­do su polí­ti­ca, en par­ti­cu­lar la heroi­ca lucha de los obre­ros de Ford, enca­be­za­dos por su comi­sión inter­na y su Cuerpo de Delegados.
Yendo de lo polí­ti­co a lo sin­di­cal y rei­vin­di­ca­ti­vo y de lo sin­di­cal y rei­vin­di­ca­ti­vo a lo polí­ti­co, lo fun­da­men­tal es la línea del Partido. Cuando logra­mos lle­var­la ade­lan­te en cada momen­to polí­ti­co con­cre­to, inte­gran­do lo fun­da­men­tal que es la tác­ti­ca polí­ti­ca con las rei­vin­di­ca­cio­nes espe­cí­fi­cas de las masas obre­ras y popu­la­res, ponien­do el eje en los cen­tros de con­cen­tra­ción, prac­ti­can­do el prin­ci­pio maoís­ta: “de las masas a las masas”, el PCR pudo cre­cer en fuer­za y en influen­cia.
La cons­ti­tu­ción del FREJUPO para las elec­cio­nes del 14 de mayo, ha sido un paso muy impor­tan­te en nues­tra línea de fren­te único, a par­tir de impul­sar desde 1986, la con­fluen­cia de las luchas obre­ras, cam­pe­si­nas y popu­la­res con­tra la polí­ti­ca alfon­si­nis­ta arti­cu­la­da con la pro­pues­ta del fren­te opo­si­tor. Nosotros tra­ta­mos de que no fuese un mero fren­te elec­to­ral, a sabien­das de la opo­si­ción que encon­trá­ba­mos para esto en sec­to­res del pero­nis­mo y en otros par­ti­dos que adhi­rie­ron al FREJUPO. Seguimos con­si­de­ran­do correc­ta esta orien­ta­ción con la fina­li­dad de impul­sar, y con­cre­tar, la uni­dad con las gran­des masas influen­cia­das por el pero­nis­mo, para poder inci­dir posi­ti­va­men­te en el nuevo pro­ce­so abier­to con la derro­ta elec­to­ral del alfon­si­nis­mo el 14 de mayo.
La cons­ti­tu­ción y desa­rro­llo de comi­tés de apoyo al FREJUPO en empre­sas cla­ves, barrios, uni­ver­si­da­des, zonas agra­rias, etc., ha sido un ins­tru­men­to deci­si­vo para la derro­ta del alfon­si­nis­mo y para vin­cu­lar la tác­ti­ca elec­to­ral a la lucha por avan­zar en la recu­pe­ra­ción de sin­di­ca­tos, cuer­pos de dele­ga­dos y demás orga­ni­za­cio­nes de masas en favor de la línea de fren­te único con hege­mo­nía pro­le­ta­ria, fun­da­men­tal en la acu­mu­la­ción de fuer­zas revo­lu­cio­na­rias.
Partiendo siem­pre de nues­tra tác­ti­ca en cada momen­to con­cre­to (lo que exige en pri­mer lugar pre­ci­sar el ene­mi­go prin­ci­pal a gol­pe­ar), la acu­mu­la­ción de fuer­zas revo­lu­cio­na­rias pasa prin­ci­pal­men­te por impul­sar la lucha eco­nó­mi­ca, social, polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca de la clase obre­ra, una justa línea de fren­te único social y polí­ti­co, y de cons­truc­ción de Partido. Con el obje­ti­vo de cam­biar la corre­la­ción de fuer­zas y recu­pe­rar para el cla­sis­mo a los cuer­pos de dele­ga­dos, comi­sio­nes inter­nas, sin­di­ca­tos, fede­ra­cio­nes, CGT regio­na­les, y CGT nacio­nal. Privilegiando los cuer­pos de dele­ga­dos y comi­sio­nes inter­nas de las gran­des empre­sas de con­cen­tra­ción del pro­le­ta­ria­do indus­trial, lo que crea­rá con­di­cio­nes, a su vez, para diri­gir al con­jun­to de la clase obre­ra y para que ésta diri­ja a las masas popu­la­res en la lucha por la revo­lu­ción. Lo que exige arti­cu­lar correc­ta­men­te, en cada momen­to con­cre­to, las diver­sas for­mas de lucha y estar pre­pa­ra­dos para los cam­bios de situa­ción.
Igualmente, par­tien­do de nues­tra tác­ti­ca en cada momen­to con­cre­to, impul­sar la lucha, la línea de fren­te único y de cons­truc­ción del Partido, para ganar para una línea de hege­mo­nía pro­le­ta­ria a los orga­nis­mos de masas cam­pe­si­nos, de sol­da­dos, de las barria­das popu­la­res, de las amas de casa, de los estu­dian­tes, de los téc­ni­cos y tra­ba­ja­do­res de la cul­tu­ra, de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na y demás sec­to­res popu­la­res.
Todo ello para crear las con­di­cio­nes para que los cuer­pos de dele­ga­dos y demás orga­ni­za­cio­nes de masas se trans­for­men, bajo la direc­ción del Partido, en un momen­to insu­rrec­cio­nal, en órga­nos revo­lu­cio­na­rios de doble poder. Instrumentos efi­ca­ces de la uni­dad obre­ro-cam­pe­si­no-popu­lar con hege­mo­nía de la clase obre­ra que pue­dan diri­gir la huel­ga polí­ti­ca de masas y la insu­rrec­ción arma­da, y que sean base, a su vez, del fren­te popu­lar de libe­ra­ción, de los orga­nis­mos popu­la­res de poder, del gobier­no pro­vi­sio­nal revo­lu­cio­na­rio, de las mili­cias popu­la­res y del Ejército popu­lar de libe­ra­ción. Posibilidad que boce­tó el Cordobazo y los pro­ce­sos de lucha más avan­za­dos del país.
El cami­no de la revo­lu­ción argen­ti­na: de la ciu­dad al campo, insu­rrec­cio­nal, diri­gi­do por la clase obre­ra, deter­mi­na que éste es el prin­ci­pal cami­no de acu­mu­la­ción de fuer­zas en una pers­pec­ti­va revo­lu­cio­na­ria. Sin embar­go, en deter­mi­na­dos perio­dos, el cen­tro del com­ba­te polí­ti­co y de cla­ses se des­pla­za hacia lo elec­to­ral; y eso nos obli­ga a pri­vi­le­giar todas las tare­as cone­xas a esta forma de lucha (per­so­ne­ría elec­to­ral, acuer­dos elec­to­ra­les, actos y acti­vi­da­des seme­jan­tes, etc.). El arte de las direc­cio­nes del Partido está en arti­cu­lar las tare­as elec­to­ra­les, de tal forma, que nos per­mi­tan acu­mu­lar fuer­zas en los luga­res deci­si­vos y nos ayu­den a inten­si­fi­car el tra­ba­jo para ganar a los cuer­pos de dele­ga­dos y orga­ni­za­cio­nes de masas para la tác­ti­ca polí­ti­ca y la orien­ta­ción estra­té­gi­ca fun­da­men­tal del Partido.

 

La lucha por el frente único

La lucha por la hege­mo­nía del pro­le­ta­ria­do es impo­si­ble sin una polí­ti­ca per­ma­nen­te de alian­zas que apun­te a con­for­mar el blo­que his­tó­ri­co de cla­ses revo­lu­cio­na­rias. Sobre la base de la tác­ti­ca del Partido en cada momen­to polí­ti­co con­cre­to, pre­ci­san­do el ene­mi­go prin­ci­pal a gol­pe­ar, es nece­sa­ria la uni­dad de todas las fuer­zas posi­bles de ser uni­das con­tra ese ene­mi­go, inclu­so mar­chan­do sepa­ra­dos y gol­pe­an­do jun­tos con­tra él con fuer­zas inter­me­dias que se le opon­gan.
Los cuer­pos de dele­ga­dos mos­tra­ron en años ante­rio­res de auge revo­lu­cio­na­rio, su capa­ci­dad para ser órga­nos de base del fren­te único en la clase obre­ra y boce­ta­ron las for­mas más pro­ba­bles del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio de masas. La lucha por demo­cra­ti­zar y diri­gir los sin­di­ca­tos debe con­ce­bir­se en una rela­ción dia­léc­ti­ca con los cuer­pos de dele­ga­dos que han demos­tra­do, en el perio­do 1969-1976, su capa­ci­dad poten­cial para trans­for­mar­se, en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria, en orga­nis­mos de base de un gobier­no popu­lar revo­lu­cio­na­rio.
El alia­do prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do es el cam­pe­si­na­do pobre y medio. El pro­le­ta­ria­do rural como des­ta­ca­men­to de la clase obre­ra debe jugar el papel prin­ci­pal para for­jar esa alian­za, con la línea de apo­yar­se en los semi­pro­le­ta­rios y cam­pe­si­nos pobres, unir­se a los medios y neu­tra­li­zar a los ricos. Debemos dar par­ti­cu­lar impor­tan­cia al tra­ba­jo por movi­li­zar y orga­ni­zar a los cam­pe­si­nos pobres, y por ganar a los medios y al sec­tor patrió­ti­co y demo­crá­ti­co de los ricos para la lucha anti­te­rra­te­nien­te y anti­im­pe­ria­lis­ta.
El pro­ble­ma de la tie­rra está en el tras­fon­do del pro­ble­ma cam­pe­si­no en todo el país, y debe­mos saber poner­lo de relie­ve, con­cien­tes de que su reso­lu­ción no será posi­ble por vías refor­mis­tas sino revo­lu­cio­na­rias. La causa prin­ci­pal del fra­ca­so de los revo­lu­cio­na­rios del siglo pasa­do, y ya en este siglo –en la época del impe­ria­lis­mo– estu­vo en que no se pro­pu­sie­ron, o fue­ron inca­pa­ces de alzar a la lucha libe­ra­do­ra a las masas cam­pe­si­nas opri­mi­das por los terra­te­nien­tes, masas que venían luchan­do con­tra éstos desde el ini­cio de la colo­nia. Si el pro­le­ta­ria­do no logra for­jar una alian­za estre­cha con las masas explo­ta­das y opri­mi­das del campo, tam­po­co triun­fa­rá.
Un aspec­to par­ti­cu­lar de esta cues­tión es el refe­ri­do a las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes, cuya situa­ción actual es uno de los tes­ti­mo­nios más des­ga­rra­do­res del carác­ter san­gui­na­rio y anti­de­mo­crá­ti­co de los terra­te­nien­tes y de la ile­gi­ti­mi­dad de sus títu­los sobre las mejo­res tie­rras argen­ti­nas. Debemos pres­tar aten­ción y esfuer­zos espe­cia­les para desa­rro­llar la par­ti­ci­pa­ción de las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes en el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio con­tra los terra­te­nien­tes y el impe­ria­lis­mo, res­pon­sa­bles del des­po­jo de sus tie­rras, de su con­fi­na­mien­to a las zonas más pobres y de la dis­cri­mi­na­ción social, racial, cul­tu­ral, etc., con las que se con­ti­núa la polí­ti­ca oli­gár­qui­ca de las cam­pa­ñas de exter­mi­nio.
A su vez, tanto en el campo como en los cen­tros urba­nos es fun­da­men­tal que el pro­le­ta­ria­do pres­te par­ti­cu­lar aten­ción al movi­mien­to juve­nil y al feme­ni­no, aten­dien­do a la inci­den­cia de estos movi­mien­tos no sólo en la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do sino tam­bién en otros cam­pos como los de la inte­lec­tua­li­dad, en el arte y la cul­tu­ra, en los pro­fe­sio­na­les, en los peque­ños y media­nos empre­sa­rios, en las fuer­zas arma­das, etc.
El movi­mien­to juve­nil argen­ti­no tiene, en com­pa­ra­ción con el de otros paí­ses depen­dien­tes, una larga expe­rien­cia orga­ni­za­ti­va, tanto gre­mial y depor­ti­va, recrea­ti­va y cul­tu­ral, como polí­ti­ca. Fueron orga­ni­za­cio­nes juve­ni­les de rela­ti­va impor­tan­cia de masas las que die­ron ori­gen –con­flu­yen­do con otras fuer­zas– al Partido Radical, al Partido Comunista y a nues­tro Partido. En las luchas pos­te­rio­res a 1968 juga­ron papel deci­si­vo tanto en el movi­mien­to juve­nil en gene­ral, como en el estu­dian­til en par­ti­cu­lar. La uni­dad obre­ro-estu­dian­til adqui­rió en estos años moda­li­da­des con­cre­tas muy avan­za­das que, en algu­nos casos, como suce­dió en Córdoba, per­fi­la­ron una alian­za de gran poten­cia­li­dad revo­lu­cio­na­ria.
La dic­ta­du­ra fas­cis­ta gol­peó con saña a la juven­tud obre­ra y estu­dian­til, para impe­dir el desa­rro­llo de su poten­cial revo­lu­cio­na­rio. Esto trajo un pro­fun­do deba­te en los jóve­nes sobre la nece­si­dad de bus­car nue­vas for­mas de lucha. Fue así que las pri­me­ras movi­li­za­cio­nes masi­vas de la juven­tud fue­ron a par­tir de la lucha por la paz con Chile, con­tra los inten­tos beli­cis­tas de la dic­ta­du­ra. Luego, con moti­vo de la recu­pe­ra­ción de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, miles de jóve­nes, en con­di­cio­nes difí­ci­les, rea­li­za­ron una gran expe­rien­cia de lucha arma­da con­tra una poten­cia impe­ria­lis­ta y se desa­rro­lló un pode­ro­so movi­mien­to de masas, patrió­ti­co, de la juven­tud. A par­tir de estas expe­rien­cias cen­te­na­res de miles de jóve­nes se incor­po­ra­ron a las luchas socia­les y polí­ti­cas y miles se trans­for­ma­ron en acti­vis­tas gre­mia­les y polí­ti­cos.
La juven­tud ha sido siem­pre un sec­tor sen­si­ble a todo tipo de opre­sión polí­ti­ca, social y nacio­nal, y por eso se rebe­la con­tra ésta. Con for­mas y con­te­ni­dos pro­pios, en cada época, par­ti­ci­pa en la lucha demo­crá­ti­ca, anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te. Busca afa­no­sa­men­te una res­pues­ta a sus inte­rro­gan­tes y en esta bús­que­da el movi­mien­to juve­nil crece junto a las ideas y pro­ce­sos más avan­za­dos. Es nece­sa­rio que el Partido ayude a ganar a la mayo­ría de los estu­dian­tes para la Revolución; pues sin esto es impo­si­ble que el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio triun­fe. Existen varias expe­rien­cias his­tó­ri­cas, en nues­tro país, que demues­tran que esto es posi­ble. Además de la impor­tan­cia como ámbi­to de deba­te polí­ti­co e ideo­ló­gi­co que tiene la Universidad, es nece­sa­rio tener en cuen­ta que en ella ha cre­ci­do enor­me­men­te el peso de las cla­ses medias de la capa infe­rior, en rela­ción con las últi­mas déca­das y con lo que suce­día en la dic­ta­du­ra mili­tar.
En cuan­to al movi­mien­to feme­ni­no, en nues­tro país tiene una larga tra­di­ción de luchas obre­ras y popu­la­res. En 1880 fue la pri­me­ra huel­ga de domés­ti­cas. A prin­ci­pios de siglo las huel­gas y con­cen­tra­cio­nes de tele­fó­ni­cas y del ves­ti­do, movi­mien­tos por la alfa­be­ti­za­ción de las muje­res, por la defen­sa de la salud de los niños, por sus dere­chos civi­les y polí­ti­cos. Fue acti­va su par­ti­ci­pa­ción en los movi­mien­tos de soli­da­ri­dad con las gran­des huel­gas obre­ras y con las luchas libe­ra­do­ras de otros pue­blos.
En 1946, con el triun­fo del pero­nis­mo, las gran­des masas de muje­res del campo y de la ciu­dad irrum­pie­ron en la arena polí­ti­ca. El voto feme­ni­no con­se­gui­do nacio­nal­men­te, fue un triun­fo de rei­vin­di­ca­cio­nes que esta­ban veda­das y creó mejo­res con­di­cio­nes para el avan­ce de la lucha de las muje­res. En los años sinies­tros de la dic­ta­du­ra sur­gió un des­ta­ca­men­to de avan­za­da, las Madres de Plaza de Mayo. Luego se desa­rro­lla­ron orga­ni­za­cio­nes espe­cí­fi­cas como secre­ta­rias de la mujer en los sin­di­ca­tos, Amas de Casa del País, aso­cia­cio­nes pro­fe­sio­na­les, Multisectorial de la Mujer, e ini­cia­ti­vas como los Encuentros Nacionales de Mujeres que se rea­li­zan anual­men­te.
Las muje­res no son una clase social. Son un sec­tor espe­cí­fi­co de la socie­dad, parte de las cla­ses socia­les en las que ésta está divi­di­da. Por esa razón la mayo­ría de las muje­res se ubica den­tro de las cla­ses explo­ta­das. Como mujer es un sec­tor social­men­te opri­mi­do y dis­cri­mi­na­do. Como tra­ba­ja­do­ra sufre una doble opre­sión: como explo­ta­da, y como mujer. Su tra­ba­jo (lla­ma­do tare­as) como ama de casa tiene un doble carác­ter: tra­ba­ja y no es remu­ne­ra­do y lo rea­li­za la mayo­ría de las veces en base a sen­ti­mien­tos y cos­tum­bres. Estas tare­as que hoy recaen sobre la mujer debe­rían ser resuel­tas por el con­jun­to de la socie­dad. El tra­ba­jo domés­ti­co es parte del tra­ba­jo útil a la socie­dad, impres­cin­di­ble para el man­te­ni­mien­to y repro­duc­ción dia­ria de la fuer­za de tra­ba­jo. Según esti­ma­cio­nes serias, el valor eco­nó­mi­co de la acti­vi­dad del hogar equi­va­le al 33 % del PBI. Este monto pasa, por una vía indi­rec­ta, a engro­sar las ganan­cias de los capi­ta­lis­tas y terra­te­nien­tes.
Para incor­po­rar a las muje­res a la lucha revo­lu­cio­na­ria no par­ti­mos de la divi­sión en sexos. Partimos de la divi­sión de la socie­dad en cla­ses anta­gó­ni­cas. De ahí la impor­tan­cia de nues­tra par­ti­ci­pa­ción acti­va en los movi­mien­tos feme­ni­nos, ayu­dan­do a avan­zar en la ela­bo­ra­ción de líne­as espe­cí­fi­cas que per­mi­tan encon­trar las vías aptas para incor­po­rar a las amplias masas de muje­res a la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo, como pri­me­ra  con­di­ción para que las muje­res de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras pue­dan avan­zar en la lucha por su libe­ra­ción. En este cami­no, damos bata­llas a las ideas feu­da­les y bur­gue­sas que lle­van a con­ce­bir que la mujer puede ser lle­va­da de arras­tre al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio o ser neu­tra­li­za­da.
Asimismo, es impor­tan­te pres­tar par­ti­cu­lar aten­ción y rea­li­zar esfuer­zos para ganar a la mayo­ría de la inte­lec­tua­li­dad para las posi­cio­nes autén­ti­ca­men­te anti­im­pe­ria­lis­tas y anti­te­rra­te­nien­tes y lograr que sir­van al pue­blo con su tra­ba­jo espe­cí­fi­co. Esta es una lucha deci­si­va para la suer­te de la revo­lu­ción ya que ésta requie­re, para triun­far, de la par­ti­ci­pa­ción acti­va de la mayo­ría de los inte­lec­tua­les: pro­fe­sio­na­les y tra­ba­ja­do­res docen­tes y de la cien­cia y la cul­tu­ra en gene­ral. Debemos par­tir de las rei­vin­di­ca­cio­nes que uni­fi­quen a la mayo­ría de esta capa social y tra­ba­jar para que, a par­tir de su par­ti­ci­pa­ción en las luchas popu­la­res, pon­gan su acti­vi­dad pro­fe­sio­nal o docen­te, cien­tí­fi­ca o cul­tu­ral al ser­vi­cio de la lucha libe­ra­do­ra.
También es nece­sa­rio resol­ver una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para todo el sec­tor de cuen­ta­pro­pis­tas (parte de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na) que ayude a orga­ni­zar­los en defen­sa de sus inte­re­ses y para par­ti­ci­par, junto al resto de los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo, en la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
En cuan­to a la bur­gue­sía nacio­nal (urba­na y rural), dado su doble carác­ter, y con­si­de­ran­do que es una fuer­za inter­me­dia, la polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do es de uni­dad y lucha y apun­ta a su neu­tra­li­za­ción. Esto impli­ca: ganar a un sec­tor de ella (los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos), neu­tra­li­zar con con­ce­sio­nes a otro sec­tor, y ata­car al sec­tor de la gran bur­gue­sía que se alíe con el ene­mi­go. Es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca que ayude a desa­rro­llar y recu­pe­rar las orga­ni­za­cio­nes de la peque­ña y media­na empre­sa, para enfren­tar la cri­sis, en la pers­pec­ti­va del com­ba­te anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te.
También es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para frac­tu­rar las fuer­zas arma­das ganan­do una parte impor­tan­te de las mis­mas, a su base popu­lar y a los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos de la ofi­cia­li­dad. En 1945, en 1955, en 1963, en 1973, en junio de 1982 y en abril de 1987, las Fuerzas Armadas se frac­tu­ra­ron. Este es un dato fun­da­men­tal de la rea­li­dad, ya que la revo­lu­ción no podrá triun­far, no ha triun­fa­do en nin­gún país, sin ganar a una parte de las fuer­zas arma­das y sin neu­tra­li­zar a una gran parte de éstas. Nuestra línea esen­cial en caso de enfren­ta­mien­tos, es crear las con­di­cio­nes para que la clase obre­ra y el pue­blo ter­cien y apro­ve­chen a su favor, en una línea revo­lu­cio­na­ria, esos acon­te­ci­mien­tos. El tema no es la frac­tu­ra en abs­trac­to, ya que ésta es pro­duc­to de la rea­li­dad con­cre­ta, pro­pia de las con­tra­dic­cio­nes de nues­tra socie­dad. El tema es si la clase obre­ra tiene una polí­ti­ca para el caso de enfren­ta­mien­tos entre ellas o para el cho­que con el pue­blo, ganar una parte 105 de ellas para aca­bar con ese Estado e ins­ta­lar un poder popu­lar.
Debemos ade­más tener una polí­ti­ca dife­ren­cia­da res­pec­to de los dis­tin­tos sec­to­res de bur­gue­sía inter­me­dia­ria y de terra­te­nien­tes, sin olvi­dar que ellos son ene­mi­gos de la actual etapa de la revo­lu­ción. La expe­rien­cia ha demos­tra­do que se pue­den uti­li­zar las con­tra­dic­cio­nes en bene­fi­cio de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo. La expe­rien­cia tam­bién ense­ña las con­se­cuen­cias funes­tas de basar­se en un impe­ria­lis­mo para libe­rar­se de otro, por­que ello ter­mi­na siem­pre en el cam­bio de amo.
Es pre­ci­so tener una justa polí­ti­ca de fren­te único, polí­ti­ca de uni­dad y lucha con los par­ti­dos que son la expre­sión polí­ti­ca de las cla­ses socia­les que, duran­te la actual etapa revo­lu­cio­na­ria y en cada momen­to his­tó­ri­co con­cre­to, deben aliar­se con­tra un ene­mi­go común. Política en la que res­pec­to de esos par­ti­dos, en oca­sio­nes pre­do­mi­na la uni­dad y en oca­sio­nes la lucha. Nuestra línea de cons­truir y apo­yar al FREJUPO, y la prác­ti­ca rea­li­za­da por el Partido tanto antes como des­pués de las elec­cio­nes, han impli­ca­do un salto cua­li­ta­ti­vo en nues­tra expe­rien­cia fren­tis­ta, en par­ti­cu­lar en rela­ción con el pero­nis­mo, tanto por abajo como por arri­ba y en las direc­cio­nes inter­me­dias.

 

Camino de la revolución

Impulsamos un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio inte­gral (como defi­nió Mao Tsetung), que abar­ca la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y la revo­lu­ción socia­lis­ta. Lo que impli­ca com­pren­der a fondo la dife­ren­cia y la rela­ción exis­ten­te entre ambas. Somos par­ti­da­rios de la revo­lu­ción inin­te­rrum­pi­da y por eta­pas, con la línea gene­ral de unir, sobre la base de la alian­za de la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do pobre y medio, a todas las fuer­zas sus­cep­ti­bles de ser uni­das para lle­var hasta el fin la lucha con­tra el impe­ria­lis­mo, los terra­te­nien­tes y el gran capi­tal inter­me­dia­rio, rea­li­zan­do una revo­lu­ción con­du­ci­da por el pro­le­ta­ria­do.
El pro­ble­ma cen­tral para rea­li­zar la revo­lu­ción es el pro­ble­ma del poder. Los ene­mi­gos de la revo­lu­ción son extre­ma­da­men­te fuer­tes y con­tro­lan las palan­cas fun­da­men­ta­les del Estado.
Las res­tau­ra­cio­nes oli­gár­qui­co-impe­ria­lis­tas han sido siem­pre a san­gre y fuego. Los gol­pes de Estado siem­pre triun­fa­ron por­que el pue­blo esta­ba divi­di­do, des­or­ga­ni­za­do y des­ar­ma­do (así suce­dió en 1930, en 1955, en 1966, y en 1976).
La opción entre tiem­po y san­gre es falsa. No es con­ci­lian­do con los ene­mi­gos como se aho­rra sufri­mien­tos a la clase obre­ra y al pue­blo. El pue­blo debe estar unido, orga­ni­za­do y arma­do. La uni­dad sin armas no basta y las armas sin uni­dad tam­po­co.
Para enfren­tar a los ene­mi­gos de la revo­lu­ción argen­ti­na debe­mos pre­pa­rar­nos para una lucha que es encar­ni­za­da y que será larga.
En un momen­to deter­mi­na­do las for­mas de lucha prin­ci­pa­les son el Parlamento y el movi­mien­to sin­di­cal; en otro, la insu­rrec­ción. La uti­li­za­ción de las for­mas pací­fi­cas de lucha, la com­bi­na­ción del tra­ba­jo legal y el ile­gal, abier­to y clan­des­ti­no, nos tie­nen que ser­vir para acu­mu­lar fuer­zas en direc­ción a los obje­ti­vos estra­té­gi­cos.
La revo­lu­ción en la Argentina va de la ciu­dad al campo y tiene a la insu­rrec­ción arma­da como forma prin­ci­pal y supe­rior de lucha. Esta, com­bi­na­da con la moda­li­dad de lucha arma­da en el campo (gue­rri­lla rural y otras for­mas de com­ba­tes arma­dos cam­pe­si­nos), es el único cami­no que per­mi­ti­rá ter­mi­nar para siem­pre con el poder del impe­ria­lis­mo y los terra­te­nien­tes. Como ense­ña nues­tra his­to­ria sólo cuan­do el pue­blo se levan­tó en armas pudo triun­far. Así fue fren­te a las inva­sio­nes ingle­sas en 1806 y 1807 y así fue con­tra el colo­nia­lis­mo espa­ñol de 1810 a 1824.
El Cordobazo boce­tó la forma par­ti­cu­lar insu­rrec­cio­nal de la vía revo­lu­cio­na­ria en la Argentina. Los cuer­pos de dele­ga­dos obre­ros, popu­la­res, estu­dian­ti­les y del cam­pe­si­na­do pobre y medio, capa­ces de trans­for­mar­se –en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria– en órga­nos de doble poder (como se insi­nuó en las luchas pos­te­rio­res a 1969). En esto es fun­da­men­tal el papel del Partido. Un par­ti­do fuer­te en núme­ro y cali­dad de afi­lia­dos, enrai­za­do en las masas, que prac­ti­que el prin­ci­pio de las masas a las masas, deci­si­vo para que la huel­ga gene­ral polí­ti­ca de masas, el fren­te único que cons­ti­tu­ya el gobier­no revo­lu­cio­na­rio y el alza­mien­to arma­do del pue­blo, se com­bi­nen para que el triun­fo de la insu­rrec­ción arma­da libe­ra­do­ra impon­ga un gobier­no pro­vi­sio­nal revo­lu­cio­na­rio órga­no de esa insu­rrec­ción, que con­vo­que a una Asamblea Constituyente ple­na­men­te sobe­ra­na e ini­cie las tare­as de la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.

 

El partido

En nues­tro país ha sido la falta de un par­ti­do mar­xis­ta-leni­nis­ta de van­guar­dia, con arrai­go de masas y con­so­li­da­do ideo­ló­gi­ca, polí­ti­ca y orgá­ni­ca­men­te, lo que impi­dió al pro­le­ta­ria­do argen­ti­no lle­var al triun­fo la revo­lu­ción agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta y abrir así el cami­no al socia­lis­mo, en los momen­tos de auge revo­lu­cio­na­rio en 1918-19, en 1945-46 y en 1969-70.
Hoy exis­te el Partido Comunista Revolucionario, maoís­ta (que es la exi­gen­cia con­tem­po­rá­nea para ser mar­xis­ta-leni­nis­ta), for­ja­do en más de 20 años de lucha dura y difí­cil.
El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina es el par­ti­do revo­lu­cio­na­rio del pro­le­ta­ria­do, la forma supe­rior de su orga­ni­za­ción de clase. Se basa en el pro­le­ta­ria­do indus­trial y su teo­ría es el mar­xis­mo-leni­nis­mo-maoís­mo. Y es inter­na­cio­na­lis­ta, por­que es el par­ti­do de van­guar­dia en la Argentina de una clase –el pro­le­ta­ria­do– que es inter­na­cio­nal.
La defen­sa y la prác­ti­ca de un méto­do mar­xis­ta-leni­nis­ta –que impli­ca el cen­tra­lis­mo demo­crá­ti­co–, la crí­ti­ca y la auto­crí­ti­ca y la lucha ideo­ló­gi­ca acti­va que per­mi­ta que el par­ti­do sea un orga­nis­mo vivo, que no se buro­cra­ti­ce y no dege­ne­re.
Es impo­si­ble la exis­ten­cia de un movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio sin un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio que lo diri­ja, y es impo­si­ble alcan­zar el comu­nis­mo sin un movi­mien­to comu­nis­ta de masas, lo que pre­su­po­ne un par­ti­do autén­ti­ca­men­te comu­nis­ta que sea fer­men­to revo­lu­cio­na­rio y guía de ese movi­mien­to comu­nis­ta.
Están dadas las con­di­cio­nes, obje­ti­vas y sub­je­ti­vas, para trans­for­mar al PCR en el par­ti­do que nece­si­ta la clase obre­ra argen­ti­na. Transformarlo en un par­ti­do orga­ni­za­do en todo el país, un par­ti­do revo­lu­cio­na­rio, con un amplio carác­ter de masas, vin­cu­la­do a éstas por millo­nes de lazos; y apo­ya­do por las masas explo­ta­das y opri­mi­das por haber éstas com­pro­ba­do, a tra­vés de una prác­ti­ca pro­lon­ga­da, que es su par­ti­do de van­guar­dia.