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02 de octubre de 2010

El cartero, persona ignorada

Hoy 1213 / Carta de un trabajador patagónico

Hace algunos años que trabajo como cartero, y a veces observo a mis compañeros, incluyéndome. Salimos en fila india como los niños que van hacia al colegio, pero nosotros con otro camino, a llevar esa carta que tanto espera la abuela/o, una mamá, un papá, un hermano/a, por qué no un hijo, no todos tienen Internet, tampoco teléfono o quizás celular. También llevamos los impuestos, y otros. Pero qué tristeza, a veces caminamos sin cesar bajo la lluvia, empapados porque no tenemos la ropa adecuada. Por decir algo, nos dan unos zapatos que en verano se nos cocinan los pies; y unas capas de lluvia que es mejor usar la bolsa de consorcio; o el viento golpeando nuestro rostro; el sol quemando nuestras cabezas, tostados a casi negros, otras veces insolados; el frío a veces cala nuestros huesos, no sentimos nuestras orejas. Cuántas veces nos corrieron los perros y nos muerden, el vecino no pregunta por qué el amigo cartero no pasó, anda otro en la cuadra, quién pregunta si el cartero está enfermo.
Siempre el cartero está dispuesto a entregar con una sonrisa la correspondencia, aunque a veces nos reciban enojados los vecinos, vaya a saber por qué. También está el que se enoja porque tiramos con una liga la correspondencia, porque cuando llamamos no nos contestan, o no está el buzón, o el perro nos está acechando para quedarse con un pedazo de nuestro pantalón o quizás de nuestra humanidad.
Pero parece que no tenemos a nadie que nos defienda. Nadie pregunta cuánto gana ese cartero que patea calles de tierra, subidas, bajadas patinando con el barro, con recarga laboral, porque han tomado contratados que vienen y van, quejas de los vecinos porque la correspondencia no llega a tiempo, y con razón), etc…
En el mes de mayo del año 2007 hicimos un paro con el compromiso de ellos para que reconozcan la zona, horas extras, etc. Pero no pasó nada. Tampoco sabemos qué sindicato nos respalda, porque ellos están preocupados por quién gana la batalla de más afiliados; y cuando se pregunta por nuestros derechos, no tenemos contestaciones firmes, porque hasta la persona que nos representa no conoce el convenio, no sabe cuánto debemos cobrar. Qué pena, por ello vecino amigo, pido disculpas por las torpezas mías y las de mis compañeros. Hacemos lo que podemos, trataremos en lo posible que su factura llegue antes del vencimiento…